Adictos al sexo anónimos

Adictos al sexo anónimos

Óscar Sson

08/06/2020

Hola, soy Roberto y soy adicto al sexo.

Hola Roberto.

Hola, soy Jenny y soy adicta al sexo.

Hola Jenny.

Hola, soy Lorenzo, hola, soy Manuela, hola, soy Pedro, hola, soy Susana, … y soy adicto/a al sexo.

La reunión empezó como todos los viernes a las nueve de la noche. Se juntaban entre 8 y 16 personas en el local parroquial del barrio, se sentaban en sillas en un círculo, se presentaban uno por uno y el resto lo saludaban.

Cándido moderaba la reunión. Cándido era un cura joven y moderno. Se le reconocía por el alzacuellos blanco pero vestía como un joven de treinta años cualquiera. Siempre llevaba pantalones tejanos y camisa de cuadros.

Los asistentes eran tanto hombres como mujeres, de todo tipo de edades, tanto solteros como casados o divorciados. No había un patrón fijo. Cándido lo que sí que detectaba es que cada año que pasaba, eran más jóvenes.

– Chicos – Empezó Cándido. – Hoy tenemos una persona nueva en nuestro grupo de trabajo. Se llama Lorena. Como todos sabéis este es un entorno seguro para hablar y todo lo que se cuente aquí va a quedar entre nosotros. – Todos asintieron. – Lorena, eres libre de participar cuando quieras o de no participar. Verás que aquí todos sufrimos por el pecado de la fornicación y la experiencia de todos nos hace más fuertes.

– Gracias. – Dijo Lorena tímidamente.

Lorena era pelirroja, muy alta y delgada. Vestía de forma un tanto anticuada, pero tenía estilo. Si a Cándido le gustasen las mujeres, diría que era muy atractiva.

La reunión empezó como siempre. Cada uno comentaba como había luchado contra la tentación del sexo durante esa semana y los asistentes se apoyaban entre ellos, asentían o negaban con la cabeza.

Lorenzo siempre tenía afán de protagonismo y solía empezar él.

– Ésta semana se lo he contado a mi mujer. Bueno, más bien me ha descubierto acostándome con una de las vecinas. Me ha echado de casa. – Y se echó a llorar desconsoladamente.

Cándido rápidamente intervino para reconducir la situación.

– Lorenzo, ¿no llevabas dos semanas completamente fiel a tu mujer?

– Si. Dos semanas. Bueno, más bien 8 días. – Dijo Lorenzo, mientras se sonaba la nariz. – Mi Matilde no es capaz de seguir mi ritmo. Teníamos sexo todos los días una única vez al día. Y yo me subía por las paredes. Os aseguro que me duchaba dos o tres veces en agua fría y sé a que otros os funciona pero conmigo es imposible.

– Lorenzo, tranquilo. Seguro que encontramos una solución entre todos. – Cándido se ponía serio y pasaba el turno al siguiente.

La reunión transcurría en esa línea. Jenny contaba que se había acostado con ocho desconocidos esa semana y que se sentía sucia. Manuela que estaba utilizando unas pastillas que le bajaban la líbido y que ésta semana se había controlado pero que no dormía. Pedro contó que se había acostado con su jefa y con la secretaria de la empresa y que temía que se enterasen.

Cándido paró la conversación y dijo que iban a rezar un par de padrenuestros. Que Dios les iba a ayudar si creían firmemente. Rezaron en voz alta y alguno hasta se ponía de rodillas en el suelo para reforzar su arrepentimiento.

Cuando acabaron de rezar Lorena tomó la palabra.

– Buenas noches a todos. Gracias por acogerme entre vosotros. Gracias Cándido. – Se ruborizó un poco, tomó aire y continuó. – Tengo 40 años y soy virgen.

En ese momento se hizo un silencio sepulcral. Todos concentraron su plena atención en ella.

– Creo que no he encontrado al amor de mi vida y estoy reservando mi pureza para él.

Cándido aplaudió espontáneamente. Fueron cuatro palmadas quizá y luego se contuvo. Nadie lo siguió. Cualquiera diría que se hubiese parado el tiempo en la sala. Todos estaban boquiabiertos.

– Ccómo he luchado contra la tentación os preguntaréis? Os aseguro que el diablo me ha tentado y mucho.

Lorena sacó una maleta de debajo de su silla.

– Cándido, ¿puedo enseñaros lo que he traído?

Cándido parecía fuera de si. Estaba entusiasmado con Lorena. “Lorena era lo que necesitábamos” pensó para si. Una mujer fuerte que lucha contra si misma y contra el sucio sexo que nos acosa.

– Por favor Lorena, sientete libre.

Lorena arrastró la maleta pesada al centro de la sala.

Abrió la maleta y empezó a sacar artilugios, botes de pastillas y cremas varias.

– Así lucho contra la tentación. – Dijo. Y levantando el brazo enseñó un enorme consolador negro. Parecía que estaba amenazando al grupo.

Cándido se desmayó directamente.

– El diablo se presenta ante nosotros de múltiples formas y debemos ser más listos que él. – Lorena se había crecido y nadie prestaba atención a Cándido tirado en el suelo.

Esa noche fue recordada por Lorena durante muchos años. Fue record de ventas de la historia de su compañía. Vendió más en un día que en todo el año que llevaba organizando tuppersex.

– Al fin localicé mi público objetivo. No vende el que no quiere. – Siempre contaba Lorena en las reuniones anuales de empresa.

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