Lo acabé y no supo.
Fue cerrar los ojos igual y abrir la boca lo mismo.
Se tensó, deseé dolerle pero somos goma, acariciaba hasta que se me durmiera entre las piernas.
Uno puede caminar con el hueco expuesto y esperar que se llene.
El pucho deja olor para lamer en la boca, se replegaba con mi lengua.
Llegamos juntos y tomamos el vino de la botella para chorrearlo por la garganta solo. Me apuñala los ojos con los suyos, me ríe y nos estremece. Quise ser incisivo y me limpié la palma en un trapo blanco de la cocina.
La luz naranja marca las líneas del pecho que se hinchara y se estabilizaría. Te va a pedir que lo mires, borrá la sorna con un cachetazo, saturemos la cara de besos.
Los agujeros se llenan de sugestión y se prensan herméticamente por el espasmo. Tocá con el dedo y alisáme. Llenalo de revoque, que no entre viento frío.
Nos quedamos mirando con las pijas disimuladas. Fui extraño, yo extravío, abrazame guacho.
Su respiración era espesa en mis oídos y se me chorreaba por los ojos, transpiré toda la noche y me ahuequé en un sueño de hombres con cara de agujero vacío.
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