Irse a dormir y acostar la jeta pero despertarse y tenerla marcada por el mismo agotamiento que en el sueño se te arraiga mas.
Porque sueño con gente increpandome con la mirada como si me secara y me empapara con su saliva y mis lagrimas. Despertaba una vez más de las que dormía.
Deshace el escribir e innovar los sueños con secuencias tan de ladrillo que primero parte el craneo y después es polvo naranja para aspirar y seguir lastimando el cerebro ya expuesto.
Uno se debate y el azar con el miedo juegan juntos y ganan por goleada. Si uno decidiera dejar sobre el azar la copa, esta solo sería rota cuando el destino quisiera ponerse de pie. El destino es perezoso y confiarle el tuyo a él nos caracteriza con lo mismo.
Beber de la copa es cianuro quemando las paredes de la garganta.
Una mitad de la espalda doblada por los latigazos no me desperezaba y logró desesperar. Abrir los ojos y continuar con las manos cerca de la axila.
La certeza que tanto frotaba se convierte en chamuyo cuando ya no fue certeza.
No la volvemos a leer.
Estamos cansados de tocarnos las espaldas y estremecernos cuando supe que fuiste vos; yo.
Me canso tocandome, me revolqué en mi barro y me embadurné de lo insípido. Pesa lo que se respira, cuando lo respira a uno.
Lo miró desnúdo a los ojos estando también desnúdo y se tragó un atado de pastillas, un caño y un filo de cuchillo, mientras que el que era carne y no reflejo se acobardaba y apartaba la mirada.
Tal vez es la música pero el del espejo puede reencarnar una infinidad de veces.
El de carne no lo sabe, es cauteloso con su voluntad.
Bebió de la copa que se volvió taza y se ordenó, para dormir entre almohadas y no excremento, con la garganta caliente pero dulce.
Se despertó y recorrió todo su día como si se estuviera despidiendo.
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