Durante mucho tiempo me pregunté sobre mi origen, de donde venía y para que estaba aquí en la Tierra… una y otra vez hacia la pregunta mirando al cielo y la respuesta estaba lejos de ser revelada. Tal vez no era el momento y no estaba preparada para descubrir la verdad.
Sin embargo, estando en el campo rodeada de arboles y con un día soleado, vino a mi el recuerdo y la visión del lugar (si se le puede llamar así) de donde venía. Una voz en mi interior me explicó que era un ser de luz, que venía de las estrellas y mi familia eran todos los seres alados, seres hermosos con grandes alas que podían volar, cambiar de forma y color cuando lo quisiesen. Seres de luz que se unían en una sola danza para celebrar la vida, la belleza y el amor.
Cerré mis ojos y me vi a mi misma volando en una espiral dorada llena de destellos de luces, mis alas se abrieron para volar libremente y en ese vuelo vi como otros seres alados me rodearon y se unieron a mi. Al llegar a ese lugar sagrado y lleno de espiritualidad me dieron la bienvenida… yo estaba feliz… había vuelto a mi hogar.
Mire a mi alrededor y vi una gran fila de niños y niñas con sus alas doradas que venían a saludarme, note que lo hacían con mucho respeto y eso llamó mi atención, pregunté a la abuela sabía que me acompañaba, ella sonrió y me dijo que al llegar a la Tierra había olvidado que yo era una princesa de luz y que mi misión en la vida era llevar luz a la oscuridad, por esa razón, siempre estaba custodiada, protegida y amada.
Fue en ese preciso momento cuando recordé las batallas que lidere para vencer a la oscuridad.
La abuela sabia, me entregó el mantra para SER Luz cuando llegara la oscuridad, me enseñó el movimiento de las manos para abrir las puertas del amor y me dijo que esta era lección que jamás debía olvidar… pues mi misión en la Tierra era ayudar a los seres humanos cuando así lo necesitaran.
Mas tarde, la abuela me invitó a respirar profundamente y dar las gracias por los recuerdos que llegaban a mi y en un acto de amor sentí que debía agradecer por cada uno de mis sentidos, por que a través de ellos me relacionada con el mundo donde vivo y con el mundo espiritual…
Agradecí por mis ojos… para tener la oportunidad de ver más allá de cualquier situación y entendí que debía ver desde lo espiritual si quería ayudar al despertar de la conciencia de la humanidad.
Agradecí por mi olfato… para poder percibir los olores y las situaciones que van más allá de cualquier apreciación que se pueden tener sobre las personas y la cosas.
Agradecí por mi boca… para hablar con sabiduría, con fe y esperanza.
Agradecí por mis oídos… para escuchar la voz del universo, la voz del Gran Espíritu, la voz de mis ancestros.
Agradecí por el tacto… para sentir la vida y toda la información, el conocimiento y la sabiduría que ella trae a todos nosotros.
Agradecí por ese instante mágico de volver a recordar quien soy.
Desde ese día todo cambio y ahora se lo que debo hacer.
Imagen tomada de: Natureza em Nossa Vida
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