Todas las mujeres lucen igual cuando las veo desde la barra. La lencería con encaje escalda su piel, quema las impurezas para que manos adineradas las palpen. Buscan tesoros entre pliegues carnosos, dedos inquietos cosquillean los límites entre lo público y lo privado…

  • ¡Regresa con ustedes La Reina de Exótica! -.

El vacío silencio de la espera se colmó de aplausos y chiflidos ante la aparición de esta mujer. Un alma morbosa más y reventaría el strip club «Las Lobas de Nerón», en una de tantas de Puerto Viejo.

“La Reina de Exótica” abrió los ojos para robar el aliento de sus espectadores. Aquella pista de baile pertenecía a una sola mujer, la noche tenía implícita la palabra sexo.

Acérquense, les dijo. Con sus manos los atrajo hasta el borde de la pista. Las alas de un ángel caído se descubren, la mariposa pliega sus brazos hasta la cadera, ahí se detiene. Abre el compás entre su ombligo y la pista de baile. Anda “La Reina de Exótica”, mueve pasiones, arranca sueños, el público quiere más. Soy el deseo, suspira la bailarina. Soy lo prohibido, sentencia la prostituta. Soy la virgen, miente la mujer. El disc jockey apaga las luces, sube el volumen de la música, es la señal que esperaba Natasha para ascender por el tubo plateado hasta el techo. Su público la mira, quiere que baje y abra las piernas otra vez. La reina de Exótica derrama pasión en el falo plateado, gotea sobre la pista y los espectadores pasan sus manos encima del néctar.

En la oscuridad donde se esconde la envidia había una loba en celo. Esa noche no sacaría sus colmillos ni las garras afiladas. Salí de ahí sabiendo que la operación “Velo Negro” podía esperar una luna más.

LA BONDADOSA

Tres veces visité “La rosa en el opal”, no encontré lo que buscaba. La lista de centros nocturnos se agotó. El velador del bar “La Santa Virgen” me mintió, dijo que le tocaba bailar hoy. La operación “Velo negro” está muerta.

Hace frío esta noche, la calidez de la tarde se fugó con el sol. Desde los callejones escucho cuchicheos, cuerpos que gimen fuera de la cama y el látex. Las calles gritan miseria, las ratas se arrastran entre agujas vacías, andan en sus cuatro patas pateando oro blanco que nadie inhaló. Esas calles me llaman, conocen mi nombre, saben por qué camino sobre ellas y no las juzgo, yo salí de su vientre.

Puerto Viejo, las mareas del sexo rejuvenecen a los bañistas, mujeres vírgenes nadan entre las aguas que ondean y mojan su pubis, lo humedecen, esencia salina que Natasha disfruta. Vaivén pasional que enrojece al sol, sacrifica su luz y alumbra a la noche… encontré a la “Reina de Exótica”.

Las pecas de su pecho me excitan, se pierden entre los granos de arena cuando camina sobre la bahía. Ahí van 22 veranos que derriten a corazones fríos, envueltos en ropa ajustada, escote prominente, tacones de aguja y falda corta. La libido de sus ojos susurra al oído de las mujeres: “Querida, los príncipes azules pasaron de moda, ahora las brujas cazamos damiselas”.

Cuando terminó su ritual en las aguas mansas de Poseidón, la amante de los mares se vistió debajo de su toalla, despojó su cuerpo del bikini blanco que ocultaba sus secretos carnales. Pantalón de mezclilla, playera negra y tenis amarillos, así la conocí en su otra faceta.

  • Amiga olvidó su bolso -. Lo levanté de la arena para dárselo.
  • Gracias hermosa. Siempre es bueno tener un pretexto para conocer a otra mujer –, me dijo Natasha con sus ojos rojos en mis mejillas carmesí.
  • Querida Pompeya, las chicas ya me dijeron cuáles son tus intenciones pues te han visto varias veces en el bar y pienso que no son malas. Te vamos a hacer una audición porque es el protocolo que todas deben de seguir. Tu lugar lo tienes asegurado, es temporal no lo olvides. Dime cuando tengas información de la chacala, ella sabe muchas cosas que nos pueden perjudicar en el negocio. Te prometo discreción en todo, tú nomás cúmpleme y dime cómo quieres llamarte para prepararte tu entrada musical -.
  • Quiero que ambas se besen. Ahora son amantes y lo harán frente a mí -, dijo el hombre con voz rasposa por el alcohol.
  • Se quedan las dos -, anunció Don Alejo al decidir un empate erótico.
  • Llamado en cinco minutos Bondadosa –, era el aviso del presentador.
  • Quiten las manos de la pista caballeros. Damas, destápense la blusa. Esta noche nos visita la realeza. ¡Aplaudan a la Reina de Exótica! -,.

Cerca de ahí nos fuimos al “Consuelo”, un cafecito coqueto donde la discreción se sirve con crema, pedimos bebidas calientes para calmar mis cólicos. Natasha me contó lo que quiso de su vida, era ayudante de mostrador en una tienda de licores. No le creí, me bebí su mentira con el último trago de mi café.

Dos meses después de ese encuentro tocaron tres veces a mi puerta. Apenas escuché los golpes sobre la madera infestada de polillas. Me levanté de mi cama en bragas y sólo me puse una bata encima. El misterioso visitante desapareció cuando abrí la puerta pero dejó un sobre azul sobre el tapete. No había nadie en el pasillo oloroso a humo de cigarro y tinte barato para el pelo. ¿Me estaban vigilando? No lo sé. Mejor corrí a mi departamento donde nadie pudiera verme, había una carta azul adentro del sobre, era de mi informante, la señora Romerito.

Otra vez estaba sobre el camino correcto. No dude ni un segundo en la veracidad de la carta. En el sobre azul venía una pequeña tarjeta de presentación, el anexo decía “Presentarse en ‘Las lobas de Nerón’ a las 10 de la noche para audición. Nombre de pista necesario”. Me miré al espejo que estaba en el comedor, contemplé mi cuerpo. Estoy buenota, los hombres y las mujeres me admiran, puedo darles lo que quieran. Decidí llamarme “La bondadosa”.

CACERÍA DE BRUJAS

La Señora Romerito era una mujer de alcurnia perdida, de sus padres heredó deudas que ni el mismo apellido podía costear. Antes de irse a la bancarrota decidió transformar su vieja casa en un prostíbulo. Era dinero fácil, tiempos difíciles y chicas dóciles para manejarlas a su modo. De viuda diabética se convirtió en la madrota del lupanar más exitoso en Puerto Viejo.

No quise fallarle a mi patrona el primer día de trabajo, llegué a la cita media hora antes. Iba con una gabardina café, abajo traía mi atuendo, nomás se me veían los tacones negros y mis uñas rojas. Éramos cinco candidatas, una hablaba ruso, otra alemán, ellas eran las más altas, ambas rubias, de nalgas grandes, piernas gruesas como troncos de madera. Tremendos monstruos, podrían ser unas buenas yuntas para arar el terreno de mi abuelo. Las otras dos mujeres, de Estados Unidos, tenían pelo oscuro y café castaño, piel blanca y ojos color azul, unas bombones “yankee”.

Esperamos quince minutos afuera del bar, un hombre corpulento, de tez negra, ojos como trozos de carbón y calva rasurada nos ordenó meternos al bar. Entramos a las tinieblas, el sonido de tacones rebotaba en las paredes de un estrecho pasillos, avanzamos hasta perderse el olor de nuestro perfume, olía a tierra mojada. Montaron la pista de baile sobre un coliseo miniatura, había mujeres desnudas alrededor de la pista, tres morenas jugueteaban en el lodo, mi tanga grita lo que mi boca calla. No veía a la señora Romerito, en su lugar llegó Don Alejo que nos hizo recitar el juramento de las lobas: “Somos las amantes de Nerón que aullamos a la luna, guardianas de las pasiones prohibidas. Respetaré a mi camada desde las crías hasta las lobas alfas. Sólo ladraré a las órdenes de mi amo y enseñaré los colmillos si las chacalas se arriman”.

El ritual me convenció. Una por una hicieron su presentación. Todas fueron buenas pero Don Alejo las despidió a todas, menos a mí y a la rusa.

Música suave con coros cálidos, el disc jockey preparó nuestra velada. Me dejé querer. Jugué a la inocente, era presa de una “cougar”. Cuerdas de violín, solo de guitarra. La rusa despojó a la carne de sus atavíos. Encendemos la pasión de nuestros cuerpos en el baile del erotismo. Hierve la sangre cuan más muerde mis labios, Dime la verdad. ¿Te gusto rusa? Y responde llevando su mano a mi vagina. ¡Oh! Suelto un gemido tan profundo como la lujuria en sus ojos. Quiero más. Adivinó mis deseos. De un movimiento me lleva hasta el suelo y se posa en mí. Estoy por aullar cuando termina la audición.

La cacería de brujas duró ocho meses más. Así decimos las lesbianas en Bélgica cuando una mujer mayor nos roba el corazón y terminamos ocupando su lugar. A las primerizas nos ponen un velo negro en la cintura, te lo quitan cuando ganas tu lugar en la camada. Un importante promotor me aseguró que había visto a Natasha en La Barra, para llegar ahí se hacían 12 horas en carro rumbo al este. Quizá pida ayuda a mi amigo Santré para viajar hasta allá pero esa será otra historia.

Se apagaron las luces y terminé donde comencé.

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