Querido Reloj

Querido Reloj

Mango Rojo

06/06/2020

Estaba nerviosa, su pie estaba inquieto, sus ojos pasaban de su reloj a la cantidad de personas que había en la sala; su garganta tragó por séptima vez en el día, el hecho de estar sudando la ponía aún más nerviosa, no quería que el maquillaje se corriera o que el sudor se traspasara por su ropa.

La noche pasada apenas pudo dormir, pensando en ese día tan irreal, parecía mentira que esa etapa haya terminado, la secundaria por fin se acababa, hoy era su graduación.

Era demasiada información.

El ya no ver a sus amigos de la infancia todos los días, el despedirse de su familia, el vivir sola e ir a una ciudad en donde ya no te ven como un estudiante, en donde te ven mayor y en su caso, la ven como una universitaria, una adulta.

Hace tan solo dos días habló con sus amigos, ellos felices por alejarse de sus padres, de ser libres, de manejarse por ellos mismos. Todos sus amigos tenían algo que ella no, el brillo ansioso por crecer no se reflejaba en sus ojos.

Pero, contrario a lo que sus padres imaginaban, ella no tenía miedo de irse, no le asustaba el hecho de crecer en si.

Lo que le era realmente aterrador, eran las despedidas de sus amigos, le decían que era inevitable el no volverse a encontrar, le deseaban suerte, le decían adiós y ella, muda por la impresión los veía caminar en cámara lenta hacia su directora, la cual les daba un abrazo, un papel sin importancia y les “regalaba” una foto, la cual muchos de ellos guardarían en álbumes interminables de experiencias vividas.

Mientras contenía las lágrimas, los colores que veía se distorsionaban, cambiaban, a veces azul, a veces rosa o violeta, escuchaba los aplausos como ecos, completamente hundida en sus pensamientos. Ella se negaba a no volver a verlos, ¿Por qué ellos parecían tan tranquilos con la idea de no volverse a ver jamás?, ¿por qué no hacen el mínimo intento de mantenerse en contacto o de simplemente encontrarse por casualidad?.

¿Valía tan poco todo lo que habían pasado?, las lágrimas, las risas, la supuesta “confianza” que se tenían, ¿no significaba nada?.

Y desesperada por no graduarse, desesperada por volver a primer año, rogó al reloj que se detuviera, que no avanzara, que congelase todo a su alrededor, hasta a ella misma.

Le rogó que tuviera piedad de sus manos temblorosas y de su triste corazón.

La llamada de su nombre por los altavoces resonó en su cabeza, llevando sus pensamientos al fondo de su mente, estando consciente de la realidad, parpadeó ignorando el cómo los colores volvían a su normalidad, y se congeló por un segundo, la volvieron a llamar y bajó las gradas, mientras más se acercaba a la directora, sus pies se volvían lentos, avanzaban en contra de su corazón pero a voluntad de su mente.

El abrazo duró un poco más de lo habitual y con el flash de la cámara, las lágrimas salieron como cascadas. Su llanto fue confundido con emoción.

Nadie noto el cómo su reloj quedaba sin batería; nadie notó el cómo ella se quedaba sin batería; nadie notó el cómo todos se apagaban poco a poco.

Oh, Querido Reloj ¿qué has hecho?.

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