Montaña Rusa .

Montaña Rusa .

Susan

02/06/2020

Hay horas del día en las que no la aguanto, pasa quejándose de básicamente todo, que si el café está demasiado fuerte, que el sol no salió, que la lluvia le provoca sueño, que no puede tomar, en fin, que la vida se le hace pesada…

Más tarde se ríe con una pantalla, imagino que con un mensaje escrito por él, abraza a Lilly, toca su pelo sin entender como puede ser tan divertido, le da un beso a ella. Dentro de un rato, la observo, despistada, sale al patio, donde las plantas le rodean el cuerpo, y la hacen sentir parte de la enorme selva. 

Luego el ánimo se le viene abajo,  como si de una montaña rusa se tratara, una que pasa últimamente averiada en la parte de abajo, donde nadie disfruta estar, y a la que todos ven desde fuera, esperando el momento en el que quiera funcionar,  pero al parecer  ella se esfuerza por quedarse allí, como si subir le resultara casi imposible..

Ahora llueve…, recuerda cuando salía por su ventana a las 4:50 a.m, para poder admirar eso que tanto la estremecía, dice que los amaneceres son sus favoritos, le creo. Porque una lagrimilla se asomaba cuando el sol se dejaba ver, después de 15 minutos de larga espera, sus primeros rayos la dejaban casi ciega, y lo veo realmente ; ama su lugar, ama  pertenecer. El sol desde su ventana la tocaba, la envolvía, y lo sentía muy dentro, porque ama su lugar…

Solo es un recuerdo, porque sabe que avanzar es parte de esto que llaman vida, y como la montaña rusa, se debe pasar por todos esos rieles llenos de averías y herrumbre. Eso sí, sabe que a veces su herrumbre tendrá un nombre raro, dos pies y un par de ojos dulces, pero a veces solo será algo que ella imagina en su mente, para tratar de caer, porque también somos nuestro propio riel averiado.

Y en su montaña, tiene varios espacios vacíos, esperando pasajeros que le acompañen en la travesía más emocionante que le espera, pero, no espera que cuando se enfrente a una dificultad en su recorrido, quieran bajarse de su asiento, porque en dicho caso, el pase será guardado en un cajón que no suele revisar muy seguido, y donde las cosas que guarda en muy pocas ocasiones vuelven a salir.

Ahora me parece verla, un poco borrosa, gracias al manto oscuro que cubre el cielo, sentada en la fila de arena, junto a su fiel amigo, y una flor rosa que acaba de robarle a una planta suya que recién despierta, sonriendo sin darse cuenta, después de unos cuantos pocos años vividos, encontró un lugar, un momento, un minuto donde sintió que la vida la tomaba y la envolvía, llenando sus pulmones, reconstruyéndole el corazón, y le demostraba, con ese suave calorcito del sol de una mañana de enero, que la vida no se tiene que vivir a la ligera,  dejando de sentir los pequeños momentos. 

Solo pensar en los mil cuatrocientos amaneceres más en su lugar, la llenan de ilusión, entonces cuando llega a casa, se sienta bajo el cielo, en una vieja silla de madera, solo a esperar que salga de nuevo, no importa cuanto tarde en llegar, ella solo espera, luna o sol, o ambos, estando arriba o abajo en su montaña… 

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