De pronto…
Las luces se apagaron, las ráfagas de viento se hicieron notar acompañado de un silencio enardeciendo la espera entre lo real y lo irreal, entre lo sublime y el pecado de los que algún día quisieron cambiar la sociedad.
Abrí los ojos, uno nunca imagina como pudiera ser el cataclismo, por más que quisiera creer, la realidad supera a lo que pudiéramos pensar, me encontraba ahí, recostado en el suelo, sé que es tiempo de levantarme, pero, no quiero. Mis oídos me retumban, mis pensamientos no me dejan, un dolor en mi pecho hace que de un golpe reaccione, imágenes amorfas se apoderan de aquella habitación, la locura se empieza adueñar de las atmósferas ajenas, ¿qué diablos?
El estruendo que venía de afuera hizo que me doblegara, esta vez todo era diferente, se escuchaban a lo lejos, gritos, lamentos, mientras que una luz enardecía la oscura cándida noche en la que me decidí estar.
Pasaron diez, quince, tal vez veinte minutos, ahora un calor intenso se adueñaba de todo aquello, pero, ¿qué es todo aquello?, me preguntaba una y otra vez hasta que por fin me arme de valor y decidí salir de mi habitación, el cuerpo me temblaba, mientras el hormigueo por mi panza no dejaba de molestarme, me separaba solo una puerta, corta o larga distancia para saber La situación de una verbena de verano a punto de ebullición.
A unos pasos de aquella salida, unos cuantos pasos, el miedo se apoderaba de mí, mi mente casi estalla, la piel se empieza a enrojecer, los parpados se desprenden de mis ojos, me paralizo, hago de nuevo un esfuerzo, llego a la manija, le doy vuelta…
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