Te cuento una pequeña historia de esas paso hace mucho tiempo, como toda las historias deben ser.
Eran de dos personas, grandes en el conocimiento de lo oculto y numerosos en gestas ahora ya olvidadas, más bien se sabía que estaba enamorado el uno del otro, el amor y el tiempo les dio un hijo, felices fueron en su dicha y en ella olvidaron una simple desgraciada lección: el tiempo como toda las cosas, te quita lo que te da y una noche, una simple noche, la vida de su pequeño sencillamente termino.
No hay que recalcar como la pena y desgracia los abrazo, ella quería lanzar toda las desgracias contra el mundo, que compartan la muerte de su hijo, el solo quería consumirse en su maldición y pasando por su tragedia en incontables noches, ambos llegaron a la misma terrible conclusión: toda las reglas de la vida debían romperse por su hijo, determinado salieron y alrededor de mundo incontables atrocidades cometieron, hasta que finalmente todo preparado, ambos ante la puerta del crepúsculo, la mortaja eterna que cobre a los vivos de los muertos se apartó.
Y ahí cruzaron al mundo gris, donde no hay luna que brille ni sol que de calor, ahí pasaron los dos, siempre tomados de la mano ahí entrando el terreno profano, y ahí tres pasos dieron:
Su primeros pasos fueron en el océano los recuerdos ahogados, el oscuro y largo donde las penas navegan en el fondo de sus aguas, pasado en él mar sin fin, contemplando a las penas de la humanidad flotando, deseosas de ahogar toda alegría pero él estaba preparando, sacando de su manga la esperanza de las personas, lanzándola a las penas como carne a las bestias, aplacada su hambre las penas revelaron el lugar donde se pueden tornar la decisiones y ellos continuaron su camino.
Sus segundos pasos fueron por la llanura de las eras pasadas, ahí donde el cielo muerto se veía en el horizonte, ahí avanzaron sobre el aire entre el terciopelo de estrellas muertas, quienes se movía en retroceso mientras contemplaban con envidia a los hombres pues ese era su momento y no el de ellos, ella estaba preparada y sacando el saber secreto, prometió sin sinceridad alguna que serian escuchados de nuevo, de las estrellas pasadas se aprendió una la gran verdad: que aun con eones muertos, la muerte podía fallecer, con tal secreto eso ellos continuaron su camino.
Sus terceros pasos fueron por el bosque de alabastro, donde todo debe estar siempre en eterno silencio, pues ese era el terreno de los sueños nunca hechos, aquellos se plantan en el suelo y crecen y crecen en amargura, nada podía pedir de modo que solo anduvieron paso a paso sin hacer ningún ruido continuaron su camino.
Y finalmente sus pasos terminaron, ahí en la tumba carmesí, donde madre y padre del niño sin nombre en un pequeño ataúd ya les esperaba. De un lado uno a uno la pareja se colocó, nada dijeron, solo esperaron, pues sabía muy bien en todo su saber, que las voces irían a buscarlos.
«A tu hijo de tu lado, no puedes traer» comentaron por fin las voces, las musas de los pesares, que canta sonetos y poemas a los caídos y condenados.
«Mas su alma de hecho si podrás sacar» replicaron todas con risa. Eran varios, sombras hechas de luz pura, sin rostros algunos en una máscara blanca como la de un cadáver, La pareja se vio la una a la otra, sabían que nunca de esto dudarían y escucharon el precio lo que estaba por venir.
«Un precio siempre se a pagar.”
«por alterar el orden de la sagrada tumba «
“De la muerte el renacerá y por eso»
«Con vida a muerte el deberá tomar»
El Padre, llamado Adam saco un cuchillo, negro como la noche y la puso en el brazo de su amada La madre, Llama Lilitu, saco un cuchillo, rojo como la sangre pura y la puro en el brazo de su amado. Y sin permitirse duda, ni permitiéndose titubeo alguno, se cortaron al mismo tiempo, la sangre cayo en la tumba frente a su hijo, con ella caía sus nombres, sus mentes, sus almas, su identidad
y las musas cantaron y cantaron más altos, ante aquello que del mundo de los muertos salía.
Dos personas entraron ahí, y solo algo salió de vuelva al mundo del calor y el color, una figura alta que nunca fue un niño ni lo podía ser jamás, arropado en un velo negro de noche con cuchillas de sangre en sus manos, su corazón latía con la sangre del sacrificio original el deseo de traer a otros como padres sus padres lo trajeron a él, así se levantó y así ando, con su mente siguiendo la canción que y todas las musas siempre le susurraban.
Y ahí tiene el resultado de esta historia: la mas sacrosanta y profanada creación, Adam-Lilitu, el padre de los condenados, madre los retornados, recuerdalo al morir, porque alguna noche vendrá por ti, un precio pedirá y un precio pagaras.
OPINIONES Y COMENTARIOS