El penúltimo cuadro

El penúltimo cuadro

Mauro

31/05/2020

En una noche de Octubre, me encontraba en la tienda de enfrente, mientras esperaba la vuelta de mi dinero, un grupo de niños estaba en el callejón de a lado, uno de ellos susurraba al resto «…en una casa techada, hay una mujer blanca, envuelta con una sábana arrugada, teje con sus manos pequeñas, un cuerpo amorfo, que tiene cara de mujer y su cuerpo ligero como el papel…», al oír esto, sentí un escalofrío, agarré mi vuelta y caminé hasta casa. En las gradas, desde que me mudé, han habido cuadros, vinieron con la casa, pero al subir me dí cuenta qué el penúltimo cuadro, era exactamente la escena que el niño susurró, ¿Coincidencia? Demasiado extraño para ser cierto, no le di mucha importancia.

Me ha gustado vivir aquí, o pues los meses que llevo viviendo, ya me he acostumbrado a la casa, a las paredes, al techo de madera y al piso cuadriculado, hasta me he acostumbrado al penúltimo cuadro de las gradas. Una noche estaba dormido, cuando de la sala provenía un sonido. La curiosidad me llevó a levantarme e ir, todavía medio dormido, asomé mi cabeza por la puerta que estaba un poco abierta, una tela roja larga y deforme ocupaba la mayoría de la habitación, el viento la hacía mover como un gusano recién sacado de la tierra, seguí con mis ojos el telar rojo, estaba oscuro pero en el fondo de la habitación, con dificultad, ví a una anciana, con el cabello recogido, sentada en una silla de madera negra, envuelta en una sábana blanca arrugadísima, tenía en sus manos huesudas y pálidas el comienzo de la tela incrustada con dos grandes agujas, parecía que estaba tejiendo la tela, no dejaba escapar al ser rojizo. El viento se hizo más fuerte y en uno de los movimientos bruscos del cuerpo rojo golpeó el tejado, y la cara del espíritu se movió hacia mí, en sus ojos llorosos y rojos ví la desesperación en busca del descanso, y en su expresión de tristeza, la pena de seguir encadenado a este mundo. Fue ahí cuando gritó, el grito de un alma que sufría, y con pedazos de tela imitando extremidades humanas, me introdujo a la habitación, la anciana al verme se levantó anormalmente haciendo sonar cada uno de sus huesos y también gritó, el ser rojo me dió un fuerte empujón hacia donde estaba la anciana, al acercarme ví lágrimas que brotaban de sus ojos, lágrimas de pérdida, que salían de unos ojos sin esperanza, caí encima de la silla, destrozándola, la anciana se había esfumado, una de las agujas se enterró en mi vientre, pero así el espíritu de la tela se pudo liberar, aturdido por el golpe no pude mirar si escapó por la ventana o no, la mujer del cuerpo de tela ya no estaba, no sé si fue un sueño pero al día siguiente tenía una herida muy grande en mi abdomen, así que, agarré mis cosas, puse en venta la casa y fuí a vivir con mi madre.

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