En mi largo derrotero de viajes en procura de la subsistencia, y embarcado en mi nave, surcaba el espacio cuando un accidente de inusitadas características me arrojó en el cuadrante K, delimitado por las coordenadas b60 y b80.

Es mi intención contar acerca de las particularidades de lo que allí encontré al momento de aterrizar.

Dicho mundo está habitado por una raza de particulares características que se autodenominan los Urdis. Esta raza no posee casi pelo en lo que podríamos llamar la cabeza, como así tampoco en el resto del cuerpo, por lo menos en el caso de los Urdis pura sangre. Con pocas variaciones, hablan un idioma muy parecido al castellano, pero con entonaciones musicales para las que nuestro oído no esta tan preparado. Es decir, apenas se les entiende.

Un rasgo interesante es que los individuos de la raza se dividen en dos sexos, y conforman en su totalidad lo que aquí en la tierra llamaríamos un matrimonio. Pero los Urdis utilizan a sus mujeres de adorno, llevándolas colgadas cuan amuleto, como un complemento socialmente aceptado, así como a sus crías. Usted se preguntará el porque de esta situación, y aquí entramos al elemento quizás mas escabroso de esta historia: la única preocupación de los Urdis, el único interés de esta raza es la adoración de un dios que se manifiesta omnipresente en todo su mundo: la Botella.

Y no se trata de una botella primorosa, fina, elaborada con los mejores y mas exquisitos materiales de ese mundo. Tampoco es una botella aristocrática, de elegante contorno o formas armoniosas, no señor. Es una botella burda elaborada de un material similar al plástico, a veces de colores, eso si, pero una botella descartable de las que tantos problemas ambientales traen en la tierra, por su misma constitución deleznable, efímera, una botella de un solo uso, una porquería para resumir.

Este adminículo les quita el sueño hasta niveles irrisorios a estos individuos, y toda su energía y su tiempo están direccionados a el perfeccionamiento de esta botella, de manera continua y permanente. Los Urdis no conocen otra cosa que hacer con su tiempo que no sea adorar este dios barato, y se desvelan pensando como mejorarlo cada vez.

Debido a esto, el dicho mundo el único sonido que se escucha y actúa como música de fondo es el continuo trepidar de las maquinas que ellos administran para dicho fin (mejorar la botella) y los constantes martilleos de las herramientas de mano que utilizan en la búsqueda constante de la excelencia.

Para los Urdis no hay tiempo para la amistad, y no hay retribución alguna excepto la felicidad cuando la botella esta bien presentada, no hay descanso que no tenga que ver con la botella, no hay dialogo que no tenga que ver con la botella y no hay otra cosa en su vida que la botella.

En fin, como estaba arruinada mi nave, y necesitaba subsistir de alguna manera, me puse a su servicio.

Encontré otros náufragos que hicieron lo mismo que yo, y mientras observaba la botella también me puse a analizar las características de esta sociedad.

Existe una especie de gran gurú, de nombre impronunciable, algo así como teethé.

El resto de los Urdis al parecer ocupan cargos menos importantes, y no están habilitados para tomar ninguna decisión si no las autoriza este teethé. Así, situaciones como las de alimentarse, o descansar, pasan solo por sus manos. Los Urdis se alimentan de una especie de yoguth, y lo sorben de parados, para no perder tiempo mientras trabajan. Pero si no se los autoriza pueden pasarse 12 , 13 o hasta 15 horas sin alimentos. Lo que si consumen a toda hora es una infusión verde pero por pocos segundos. Parece que este mundo esta prohibida esta infusión a la vista, entonces la disimulan a toda hora. Yo la probé y debo reconocer que la verdad era pasable. Algo amarga, pero pasable.

Evidentemente, este fanatismo por la botella es lo que los Urdis esperan de todo individuo que los ayude. Tienen elegidos que los ayudan a otro nivel, y son una raza especial llamada los primhios. Tan fanáticos como ellos, los eligen desde cachorros y adiestran para hacerlos capaces. De constitución magra y tez oscura, no articulan palabra y persiguen a los Urdis todo el día. En poco tiempo de adiestrados adoptan las costumbres de los Urdis y se convierten en los mejores aliados de estos últimos. Incluso sé de uno que ya se cuelga a su compañera a la cintura. Para mi que se trata de una especie que podría actuar de mascota, o por que no, en algún circo en la tierra.

El resto de nosotros no somos reconocidos para nada. Como es imposible que nos contagien tal fanatismo, solo estamos un tiempo ayudando y luego nos retiramos a descansar. Esto es visto por los Urdis como una traición y por lo tanto automáticamente nos observan en coro cuando nos retiramos, como no creyéndolo.

Esta situación ya se hace insostenible…

Seis años hace que estoy aquí y en secreto estoy reconstruyendo mi nave, solo espero que alguien pueda trazarme una ruta y entonces partiré de aquí.

Y quizás nunca más en mi vida vuelva a tomar una gaseosa en una botella de plástico.

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