Käré: Personaje de Rol

Käré: Personaje de Rol

Fran Carda

02/08/2017

En la vieja secta de las comebestias nació un niño, el primero de su linaje. Su nacimiento marcó la muerte de todo hermano varón. Como era costumbre el brujo solo tenia un hijo, y muchas hijas: Las futuras brujas del aquelarre. Creció justo a sus hermanas, sin distinción alguna entre él y ellas. Hasta que un día le despertaron. Su pene estaba erecto, tenia diez años.

Sus hermanas y una de sus tías le cogieron de los brazos y lo alzaron al viento gritando «¡Es el día!». Su padre, su madre, y todas las demás empezaron a preparar un circulo alrededor del fuego. Los progenitores se tumbaron en el suelo con los ojos bendados y todas las demás se desnudaron.

En nada Käré estaba sin ropa ante todo el mundo. La matriarca sacó una espada negra y se acerdo a sus padres. él ya sabía qué iba a pasar. Pero le llenó el miedo. No queria su muerte, solo quería seguir como hasta ahora. Siendo uno más.

Pero no lo pudo evitar. Primero travesó la sien de ella, luego la de él. En ese moment de la boca de su padre salió un humo negro que fué hasta la cara de Käré, entrando por su boca y sus fosas nasales. En ese momento todas le empezaron a tocar, las 23, por turnos. Tanto niñas como ancianas. Todas diciendo lo mismo: «Queremos la corrida del macho cabrón».

Su pequeño infierno se estaba realizando. Ya había perdido el norte, no sabía hacia donde mirar ni que ver. En un instante se intento resistir, hizo fuerza con los brazos cogiendose a lo primero que pudo (un brazo o alguna pierna de alguna) y se estiro diciendo «¡Basta!».

En su piel apareció un tatuaje momentaneo con los extraños simbolos y de su espalda empezo a salir algo. No supo el qué.

Al despertar todas estaban muertas. No sería el brujo. Ni había obtenido el poder ni tenía ya aquelarre.

Anduvo varios días hasta que un hombre com un faro de mano lo encontró. Al borde de la deshidratación, al borde de la muerte. Le dió de comer y de beber, le dió ropa nueva y le explicó quien era. Era un cazador de brujas. Hacía meses que les seguía la pista, que se preparaba para atacar. Pero Käré se le adelantó. Le ofreció un lugar junto a él, que fuera su ayudante. Sin saber si queria o no accepto. Solo para no quedarse solo.

Después de unos meses el niño ya actuaba de otra forma. No podemos decir que como un niño normal, pues no lo era. Ni su experiencia ni su cultura eran normales. Empezó a maquillarse intentando imitar a veces los monstruos que Josué mataba. Otras para reflejar una emoción permetuamente. Pero siempre sin dejar indiferente a nadie.

Su nuevo intentó enseñarle sus artes. Pero lejos de eso el renombrado Isaac-Alejo se adentró más en el estudio de los monstruos que en su exterminio. Su fascinación alteraba a su padrastro, hasta el punto de dudar si había sido buena idea adoptarlo.

Pero una tarde dejó de dudar. Le habían encargado erradicar a un monstruo justamente con otro cazador con el que llevaba una gran competencia. En un principio dejaron sus rencillas de lado, hasta que llego la hora de la verdad. Isaac hacía de mula, cargaba las armas, los pernos, etc. Y Josué estaba mano a mano con el otro exterminador ante la enorme araña de fuego.

La araña empezó a tambalearse, debilitada: Sabía que iba a morir. Josué se acercó a su compañero y le dijo «el último golpe». A eso que el otro respondió «Sí», empujandolo hacia la béstia. Ésta le mordió y Alejo empezo a gritar asustado, corriendo hacia su padre. No pudo acercarse, la araña empezó a atacarle y el cazador empezó a anar hacia atrás para abandonarles.

Cuando la béstia fué a morderle a él también dijo «Para». Igual que lo dijo tiempo atrás. La araña paró y lo notó. «Atacale». El octopodo empezo a correr hacía el traídor lo alcanzo y le mordió repetidas veces hasta matarlo. «Vete». Y la araña se escondió lo más rapido que pudo.

Josué aún vivo se arrodillo y dijo su nombre: «Käré…». «¿Cómo? Respondió el adolescente. «Vete. Si sobrevivo iré a por ti. Tu linaje aún corre vivo. No quiero matarte, vete…» Käré lo entendió enseguida. Su expresión se desdibujó para luego irse.

Anduvo otra vez, varios días. Al final le consumió la rabia y empezo a golpear el suelo. A golpearlo y golpearlo hasta que abrio las palmas y gritó. Al hacerlo apareció una especie de tatuaje en el suelo, y apartandole… aparecio un pequeño monstruo.

Era morado y poseía un par de alas. Desnudo y sin pelaje ni plumas. el ser era antropomorfo y con los ojos muy grandes. Rápido le miro y empezó a reír a la vez que se avalanzo sobre él. Käré repitió «¡Para!» un par de veces, hasta que el ser paro. Al parar le empezó a hablar, preguntandole por qué le había traído. Y él le explicó su historia. El pequeño ente dijo «pobre chico…» y luego empezó a reír. Dió un tirabuzón el aire y dijo «¡Despierta!», obligandole una sonrisa con las manos. «Tu y yo nos vamos a divertir mucho… si quieres, ¡mi amo!»

Meses después Käré se entrontraba en una posada, perguntandole a Shiroffine qué podían hacer. Y su pequeño amigo le dijo «¡Una aventura! Entremos en un volcán, a ver qué hay. O no sé, ¿què te parece invocar algo de fuego dentro de una choza y correr?» «Ha, ha. No, no. No me apetece quemar nada. Pero lo de la aventura estaría bien…»

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