Sexo, deseo o amor

Paseaba sus piernas realzadas por sus altos tacones, movía sus caderas dejándote hipnotizada, te alejaba del mundo con cada paso que daba.

Al segundo que vi sus labios se me erizó la piel. No estoy hablando de amor, sino de deseo, deseaba agarrar su cuerpo lleno de curvas y acariciar como golpear cada centímetro de ella. Fantaseaba agarrar su cuello mientras soltaba pequeños gemidos, bajar lentamente besando su abdomen…

Me habló con esa voz tan sensual, tan cerca de mí, en mi oído, pude notar como su pecho bajaba y subía al respirar. Lo notaba, yo lo sé. Como mordía sus labios cuando la observaba, como se paseaba por mi lado para que la mirara.

Me acerqué a ella un día que ya no aguantaba más, cuando estaba a solas, me sonrió como si supera para lo que iba, notó que no pude decir nada, y como si leyera mis pensamientos me besó. Me aprisionó entre la pared y sus pechos siendo así ella la dominante. Me sentí vulnerable y nerviosa, siempre pensé que sería al revés. Comenzó a reír suavemente como una niña buena, me cogió del brazo y me llevo a un sitio más privado, yo tenía miedo, no me atrevía a hacer nada de lo que me apetecía hacerle. 

Ella comenzó a desnudarme sin decir una sola palabra, era como un sueño del que no quería despertar, pero sí quería reaccionar, aunque mis manos temblorosas no me dejaban. Me besaba y lamía, me daban escalofríos, empezó a tocarme y como si eso fuese el colmo para mí, la tumbé poniéndome finalmente encima suyo, todo ocurrió como quería. Transcurrió en muchas posiciones y con muchos juguetes, la escuché gemir y le hice disfrutar, nunca creí que alguien pudiera parecer tan hermoso en esa situación, y entonces dudé por un momento si realmente era sólo deseo o amor, y cuando ya no pudimos aguantar más, llegamos al fin al «nirvana» del sexo, sabiendo que nunca volvería a experimentar esa sensación, pero más claro lo tuve cuando no volví a ver jamás a esa mujer.