Tejernos

A las ancianas nunca pude engañar, es por eso que cada vez que mi awicha con sus ojos mágicos me veía caminar entre las sombras, se acercaba y me acariciaba el cabello procurando luego tejerme una trenzas tan llenas de amor que entre ellas no pudieran meterse penas, rabias ni angustias. La medicina de la mujer ancestral de mi casa era tan potente que mi corazón se hacía phanchhaña y a el regresaba la luz que vive en cada persona que ha conocido el poder curativo del amor.

Ahora que las tejedoras milenarias se encuentran en otro lugar del cosmos, solo puedo sentir los khomanta que las abuelas me dieron alguna vez con tanta fuerza para que me duraran mientras estuviéramos lejos. Mientras es tiempo de aprender a auto sanarme, construirme, reencontrarme, tejerme con los puntos que me enseñaron las awicha, y con muchos otros que descubriré en mi paso por esta tierra que me acaricia los pies, recordando que bajo mi cuerpo andante también hay una tierna madre siempre haciendo palpitar su llamp’u con un pulso divino munasiri.

Achanqara Awicha: Abuela, anciana, ancestra
Phanchhaña: Abrirse como una flor
Khomanta: abrazos
llamp’u: corazón suave
munasiri: amoroso, cariñoso

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