Axiología Peruana: Un aporte desde la antropología y la psicología

Axiología Peruana: Un aporte desde la antropología y la psicología

  • I.INTRODUCCIÓN:

Actualmente nuestro país vive inmerso en una situación caótica y alarmante. El día a día nos muestra –mediante todos los medios de comunicación– noticias lamentables tales como: muertes a diestra y siniestra, parricidios, feminicidios (que es lo más), asaltos, sicariato, robo menor, extorsión, intolerancia, desigualdad, etc. Sin embargo, en la cima de esta pirámide se encuentra un mal que de manera sistemática ha hecho un daño que parece irreversible y que se ve reflejado en todos los puntos mencionados líneas arriba, ese mal se llama CORRUPCIÓN, esa; que desde tiempos inmemoriales ha hecho del Perú, un país estancado en el tercer y submundismo; un país encadenado a la ignorancia y el populismo; un país sin identidad; un país carente de un estilo de vida /de una filosofía/; un país que ha estado a la suerte del capitalismo, siendo sorteado al mejor postor cual artículo de venta en una subasta; un país donde la libertad intelectual se ha visto oprimida, por la insistencia de nunca haber invertido un solo centavo en educación de calidad; un país dopado y esclavizado (con métodos modernos y sofisticados), un país que vive de utopías y engaños.

Todo ello supone –evidentemente– que como todo efecto debe haber una causa que lo anteceda, una causa lógica y que debe responder sin duda, a un todo. Por ello basado en el racionalismo de René Descartes y siguiendo sus exigencias se suponen dos cosas: primero; que “el todo es mayor que una parte” pero que, para llegar al todo, primero se debe desfragmentar en piezas únicas para poder descubrir la esencia de cada pieza y entender el todo; y segundo, “todo efecto tiene una causa”.

Para ello, este ensayo presenta su realidad problemática, formulada en una interrogante: ¿A qué responde el comportamiento actual del peruano de a pie, teniendo en cuenta su axiología como eje central de su identidad y estilo (filosofía) de vida?

El eje central de esta investigación es la “Axiología Peruana” que en las últimas décadas se ha visto alterada y distorsionada, y que será abordada desde una perspectiva antropológico-psicológica, y estará basada en la realidad actual de nuestro país.

El objetivo principal de este ensayo es analizar los argumentos que sustenten la alteración y distorsión axiológica del peruano de a pie. Así mismo, buscar de forma clara y objetiva las razones que, partiendo de un tema actual, se desglosa en un amplio bagaje de subproblemas que responden a un comportamiento atípico con una absoluta e inexistente filosofía.

Así mismo, los tópicos a tratar son: la realidad actual del país como ejemplo de una ‘anti-axiología’, ahondar el comportamiento social desde dos perspectivas centrales –la antropología y la psicología–, hacer un repaso histórico para encontrar el posible inicio de la problemática propuesta, proponer ejemplos actuales que aborden temas políticos, religiosos y socio-culturales, y finalmente contrastar la hipótesis con los resultados de la investigación.

La importancia y relevancia de este presente cae en la necesidad de empezar a analizar de manera reflexiva y objetiva nuestra propia realidad, teniendo en cuenta los avances de las distintas materias en lo que concierne al comportamiento humano, no obstante, es importante también porque es indispensable conocer nuestro pasado, y ver cómo ello afecta el presente de estas generaciones.

La justificación de este ensayo se sustenta en la búsqueda actual del cambio, vista desde una perspectiva investigativa como base de toda propuesta con miras al desarrollo y abordada de forma integral. Argullo también, que es de considerable importancia indagar en este tema, que en la actualidad responde a una necesidad psico-socio-cultural y que debe ser de interés compartido en cada uno de los sectores sociales, y que puede servir como herramienta para empezar con una revolución –enfocada– en la libertad intelectual.

Finalmente, la hipótesis que propongo es la siguiente: que la causa principal del comportamiento actual del peruano basada en su axiología y abordada desde una perspectiva antropológico-psicológica, se sostendrá sobre dos pilares y ésta sobre dos períodos. La primera es el estrés post-colonización que ha sido heredado y transmitido de generación en generación, ésta se dio desde el siglo XVI y así mismo, no ha logrado ser asimilada y responde al comportamiento sumiso (de la gente de la sierra), temeroso hacia la ‘autoridad’; y, por otro lado, el peruano criollo, ese que no le teme a nada y que es rebelde ante la autoridad, etc. Y segundo, el populismo como una potencial arma de atraso, estancamiento y desigualdad socioeconómica que surge entre los años 1920 y 1960, siendo su fuerte la década del 30 y su principal partícipe, Víctor Raúl Haya de la Torre.

  • II.ARGUMENTACIÓN:

La actualidad que vive nuestro país es de lejos, lamentable. Hemos pasado a formar parte del TOP 5 de países con mayor índice de violencia en Latinoamérica (que incluyen criminalidad, violencia de género, feminicidios y peligrosidad en las calles), y definitivamente eso no es un logro del cual debamos sentirnos orgullosos. De la misma forma, los informes PISA nos catapultan en los tres últimos puestos a nivel de educación en el mundo, y ni que decir de nuestra situación política-histórica que ha causado daños de incalculable dimensión en casi todos los aspectos socio-culturales de nuestro país, y que ha calado muy hondo en la mayoría de los peruanos causando desconfianza y creando una especie de selva donde, sobrevivir es el lema principal de todos nosotros. Por otra parte, la corrupción es la cereza que adorna este pastel de desgracias, y que ha causado importantes pérdidas económicas en nuestro PBI total y en obras enfocadas al impulso de la economía; ha logrado desestabilizar y poner en jaque a nuestro sistema judicial, desenmarañando el mismo índice de corrupción en la mencionada entidad. Podemos enumerar y hablar explayadamente de cada punto, pero caeríamos en un círculo vicioso de inconsistencias y callejones sin salida.

Muchas veces nos hemos preguntado el porqué de nuestra idiosincrasia, de nuestra cosmovisión, de nuestro apego casi irracional e inexplicable a una ‘absurda tradición’ que inhibe y muchas veces mata la pasión por el libre albedrío o el libre pensar, usando el raciocinio y lo rico de la libertad intelectual. Nos caracterizamos por ser títeres del capitalismo, y populistas a más no poder. Causa impotencia ver que aún existen miles –por no decir millones– de personas que, acompañadas de grandes banderolas y vinchas en la cabeza, gritan a viva voz el nombre de un partido, cantan o deletrean al ritmo de una pegajosa canción el nombre de su simpatizante proselitista; gozan sollozantes de sus flamantes discursos (que siempre están inclinados a empobrecer más, la mente de quienes los escuchan; y que van dirigidos a los sectores más vulnerables y marginales del país), indigna ver cómo han logrado encasillarse de forma marcial y convertirse en adeptos del engaño; y que a su vez ha terminado por prosternar su dignidad y su estructura ética y moral por unas pobres y míseras dádivas. A ello lo denomino ‘anti-axiología’ y es el punto de partida para abordar el ‘todo’ de este ensayo.

Desde una perspectiva internacional el estudio de (Dallanegra, 2003) sobre la situación política y sus consecuencias en América Latina nos afirma que: “América Latina, particularmente su sistema político, ha sido estudiada fundamentalmente por norteamericanos o europeos, y muy poco, casi nada, por los propios latinoamericanos. Hay un manifiesto desinterés por parte de los latinoamericanos a estudiar su propia región. Es más, no se puede decir que América Latina constituya una región –salvo geográficamente desde el punto de vista político o económico, más allá de los emprendimientos –hasta ahora siempre fallidos- integrativos.

Es evidente entonces que América Latina sino fuera por su integración geográfica no sería más que un pedazo de tierra habitada por personas que carecen de interés por estudiar o entender su propia región. Es conocido ya, que nuestra propia cultura ha sido estudiada por sectores europeos y estadounidenses, y ello ha servido para que las grandes potencias económicas se aprovechen de esos estudios para promocionar con mayor incidencia productos que nos están llevando a la decadencia y pobreza ético-moral. Por ende, se deduce que hay un desinterés evidente por parte de nosotros mismos para estudiar nuestra propia región y realidad es por ello que no hay descentralización y mucho menos integración entre países hermanos; a diferencia de la UE (Unión Europea), nosotros seguimos viviendo en nuestra burbuja, en nuestro absurdo regionalismo y patriotismo que en las palabras de Arthur Schopenhauer eran los dos grandes males de la sociedad.

Por otra parte, (Rojas, 2009) en su estudio sobre los siete efectos políticos de la crisis internacional en América Latina, nos afirma lo siguiente: “Las consecuencias políticas […] son evidentes: la inestabilidad se puede prolongar en los sistemas políticos por un tiempo equivalente […] en cambio, la recuperación social se prolongará más allá de los nuevos periodos presidenciales, que se elegirán a lo largo de los próximos años”.

Aquí estamos hablando de una apreciación que nos dice que las secuelas de la política se van a prolongar en los mismos sistemas políticos por un tiempo equivalente (es decir, corto) y que por ende será algo insignificante ya que ellos mismos son secuaces de su propia cofradía; pero que a nivel social la recuperación se prolongará más allá de la elección de un nuevo presidente. Es decir; que aquí hay realidad alarmante, angustiosa, perturbadora, ¡pavorosa!; ya que la recuperación social tomará más tiempo y más trabajo en torno a las secuelas (estamos hablando –evidentemente– de la ignorancia y el populismo implantado por los partidos políticos) que ha dejado la crisis política que viven los diferentes países de Latinoamérica. Ello supone que mientras vivamos esclavos de la utopía política, seguiremos encadenados a la merced de los políticos; llevaremos un lastre al pie que oprimirá las vías del desarrollo, sobre todo en países submundistas como el nuestro. Y de esto trata el primer tópico de este ensayo, de la coyuntura actual de nuestro país, pero contrastada con realidades similares a nivel internacional. Entendamos esto, como una realidad adyacente a todos los problemas que vivimos día a día y; entendamos que las secuelas de las consecuencias políticas a nivel político no se sentirán (porque ellos nos sufren por sus actos, porque ellos no sufren por sus delitos, porque ellos no sufren por su desmesurado y descarado robo, nunca lo han hecho ni jamás lo harán), pero que a nivel social (nosotros) la recuperación se extenderá más allá de la elección de un nuevo sátrapa populista. Entendamos eso de una vez, y empecemos a ver con ojos de realidad el daño que las malas prácticas políticas han hecho a nuestro país desde tiempos coloniales.

Así mismo en nuestro país, (Alvarado, 2009) en su investigación sobre la invención de la etnocacería: populismo radical en el Perú nos afirma lo siguiente: “Antauro Humala sostiene que el propósito principal del etnocacerismo es lograr la regeneración nacional a través de la recuperación de la identidad cobriza. Al hablar de regeneración se refiere a la recuperación de la potencialidad de la etnia cobriza, tal como se manifestó en su glorioso pasado incaico. Se trata entonces de recobrar la memoria histórica de este pasado para convertir a la actual “Colonia de humanoides en Nación de ciudadanos”.

De manera implícita la autora nos habla de una práctica muy vieja ya, en el mundo del hampa político que es la de la simpatización con el ‘pueblo’ que en definitiva no son más que los sectores marginales y vulnerables del país (que por desgracia son los más), propone la neoliberación como una fachada, de los partidos políticos para enriquecerse en base a generar “relaciones” con el “popolo” y que la misma la usan como coartada para conseguir su cometido; es algo conocido por todos o por lo menos entendido. Sin embargo, hay algo que nos empuja a seguir creyendo ciegamente en eso. Y nos hace actuar de forma atípica, cayendo en la mediocridad. Sabemos que la mayoría de políticos son corruptos, sabemos que casi ninguno de ellos tiene un gramo de honestidad en los bolsillos, somos conscientes de que van a robar, pero aun así los apoyamos ciegamente. Surgen frases como: “roba, pero hace obras”, “es el que menos va a robar”, “es el mal menor”, etc. Aquí sin ninguna duda, nos referimos a esto como una ¡tolerancia! ¿A qué? La psicología de las adicciones nos afirma que un paciente drogodependiente al ser frecuente en el consumo, desarrolla tolerancia a la droga, es decir que si antes 0,5 gr. de droga le llevaba al desequilibrio neuronal y al estado psicótico, ahora tendrán que ser 0,8 gr. ya que su cuerpo se ha adaptado y reforzado a resistir el nivel de droga mencionado anteriormente y así se entiende que este ejercicio seguirá repitiéndose hasta que el cuerpo no resista y muera por sobredosis. Ese ejemplo, se puede usar perfectamente para hacer una analogía acerca de la ‘tolerancia a la corrupción’ que gran parte de la población ha desarrollado. Supongamos; que si antes para indignarnos, para rasgarnos las vestiduras nos bastaba que salga un reportaje desenmascarando con video en pantalla, jugosas coimas para ‘pasarse o cambiarse de bancada’ (que considero era suficiente para tomar acciones reales para la lucha contra la corrupción, cosa que jamás sucedió); pues ahora, eso no nos hace ni cosquilleos. En la actualidad, ya estamos hablando de grandes bandas políticas que se dedican al asesinato de secuaces que no comparten la idea de robo (el caso Ezequiel Nolasco, EL COMANDO de César Álvarez por mencionar algunos y que se han dado aquí en nuestra región), estamos hablando ya no de coimas, sino de MUERTES, asesinatos por encargo; es obvio que la tolerancia ha subido varios escalones y nosotros también. El último caso del incendio en ‘La Galería Nicollini en Lima’ ha sido la desgracia de las desgracias, y ha destapado una complejísima red de corrupción que incluye a todos y cada uno de los funcionarios públicos (desde el presidente y sus ministros, hasta el alcalde de lima y su tropel de fiscalizadores corruptos); aquí estamos hablando de muertes por consecuencia de los grandes convenios pro-corrupción. Y eso, ¿qué ha generado?, ¡Tolerancia! Ya nada nos sorprende, ya nada nos sensibiliza, nos hemos hecho a la idea de que eso es algo que, en lugar de ponernos en pie de lucha, nos hace simplemente, callar y ver cual espectadores la desgracia que nos aqueja; pero lo peor es que nos hace tolerantes a los actos de corrupción y no solo eso, sino que también nos hace cómplices –por participación (cuando le damos ‘para su gaseosa’ al policía para que no nos ponga la multa, o cuando le damos ‘para su ceviche’ al contralor para que nos favorezca en nuestro informe de contraloría, etc, etc) y por omisión (simplemente CALLAR Y VER). ¡Ah! Y no olvidemos a ODEBRECHT y su caterva.

No obstante, nos es dable enfocar la idea en su solo punto ni canalizarlo hacia una sola corriente (no quiero dar la sensación de politizar este ensayo); pero es indispensable mencionar a la política, la ¡mala! política como una de las múltiples causas de la ‘anti-axiología’ mencionada en un inicio.

Ahora bien, enfocándonos en la formulación del problema se pasará a desarrollar de manera ordenada la investigación, empezamos con la pregunta central, ¿A qué responde el comportamiento actual del peruano de a pie, teniendo en cuenta su axiología como eje central de su identidad y estilo (filosofía) de vida?

Y agregada a ello surgen preguntas complementarias, tales como: ¿Qué aporte nos brinda la antropología ante esta problemática?, ¿Qué nos dice la psicología sobre esta realidad planteada?, ¿Desde dónde y cuándo surgen los primeros indicios de esta trama?, ¿Cuál es el papel de la política y la religión en este contexto?, todas éstas basadas en la hipótesis de que gran parte de esta ‘anti-axiología’ y este comportamiento atípico se debe al estrés post-colonización y el populismo causado por la política corruptiva, y que cada una de estas preguntas complementarias ayudarán a sustentar de manera integral el todo de la problemática planteada justificada en la tesis de Descartes.

En cuanto a la antropología como ciencia, el estudio de (Barañano, 2010) nos propone el siguiente concepto que nos adentra a nadar en las profundidades de la esencia de la antropología y su objeto de estudio, por lo que nos dice lo siguiente:

“Para la antropología la cultura son formas de vivir, pensar y sentir de los distintos individuos y grupos sociales […] incluye tanto lo consciente como lo inconsciente y conjuga el objeto de la cultura con sus sujetos, el individuo con su sociedad -lo común y lo individual, las formas de vida con los sistemas ideaciones y emocionales, lo particular con lo general. La cultura se encuentra tanto en el mundo como en la mente y los sentidos de las personas, no es sólo un modo de vida, también constituye un sistema de ideas y sentimientos. No se puede restringir el concepto de cultura exclusivamente a las reglas mentales para actuar y hablar compartidas por los miembros de una determinada sociedad. Ni parece ajustado estimar que estas reglas constituyen una especie de gramática de la conducta y los sentimientos, considerando las acciones y las emociones como fenómenos de índole social o natural más que cultural”.

Los primeros pasos de la Antropología como ciencia fueron por los años 1917 donde Robert Lowie afirmaba que la cultura debía ser el objeto principal de estudio de la antropología, –aunque hay algunos posturas que acotan que el inicio fue con John Locke y su ensayo sobre el entendimiento humano a finales del siglo XVII– (Ántimo & Maldonado, 2000), dado que los antropólogos no se interesan por el ser humano como especie, sino por su sociedad e individuos ya que en el siglo XIX se necesitaba un concepto como el de cultura para explicar los modos de pensar, sentir y vivir no comprensibles bajo parámetros biológicos o psicobiológicos. (Levi-Strauss, 1958). Por consiguiente, y tomando las dos posturas se puede deducir que la antropología es la ciencia que se encarga de comprender al individuo y a éste junto con su sociedad; de la misma forma, que no restringe ni limita el concepto de cultura al sistema de ideas y costumbres que vamos adquiriendo de generación en generación, sino que también considera la gramática de la conducta y los sentimientos definiéndolos como fenómenos de índole social o natural más que cultural propiamente dicho. Es decir, que el conjunto de costumbres adquiridas en nuestro sistema social primario (familia) son parte de nuestro comportamiento social y que sumado a ello infieren dos fenómenos que deben ser considerados naturales o sociales (adquiridos en un sistema social secundario que vendrían a ser los adquiridos por nuestros amigos o grupos de relación y sistemas sociales terciarios que vendrían a ser los medios de comunicación y tecnología). Si tomamos la primera tesis de considerarlos naturales se podría caer en la incongruencia de que la etiología del pensar, sentir y vivir podría ser biológica o psicobiológica y justamente eso es lo que quiere descartar la antropología como ciencia; sin embargo, se debe interpretar de otra forma ya que esto no se refiere a un –yo pienso, siento y vivo intrínseco– sino, más bien extrínseco-social, es decir, el ser humano se rige desde siempre por la influencia o las fuerzas que ejercen los demás miembros que se encuentran en su entorno y ello afecta y altera las tres características mencionadas anteriormente, por ello la osadía de llamarlos naturales /ya que es nuestra naturaleza movernos en base a fuerzas externas que nos influyen a la hora del pensar, sentir y vivir social/. Aclarado este punto y tomando la segunda tesis es más que redundante decir que la idea de ‘natural’ y ‘social’ caen en la misma explicación (natural porque es nuestra naturaleza la influenciabilidad social en agravio a nuestro pensar, sentir y vivir social, y social porque justamente es nuestro sistema social (primario, secundario y terciario) el que se encarga de ejercer estas fuerzas y alterar estas características).

Dicho todo esto y adaptándolo a nuestra realidad socio-investigativa, se puede decir que el nivel de influenciabilidad sobre nuestro pensar, sentir y vivir ha llegado a instancias más que culturales y ha pasado a ser algo “semi-predeterminado” en los peruanos, y ello responde a que hemos logrado –con creces– domesticarnos a la idea de que algunas cosas deben ser repudiables y odiables, sin ninguna oportunidad de perdón o la acción de ‘dar vuelta a la página’ y obviamente me refiero al odio (no sé, si consciente o inconsciente) a los españoles, por los daños, perjuicios, abusos, violaciones, robos, muertes, genocidios, guerras, opresión, etc, cometidos en la época de la colonización hacia nosotros los peruanos. Vamos entendiendo entonces, que esta postura de la antropología como ciencia, nos va dando respuesta a lo que se ha ido buscando desde la problemática planteada, y nos va abriendo el panorama con fundamentos muy bien sustentados, acerca del comportamiento social del peruano de a pie. ¡Y no solo eso!, esta postura también responde a las infinitas formas de expresión de odio y resentimiento que parece inmodificable.

Por otro lado, el estudio de (DeGregori & Sandoval, 2007) sobre la antropología en el Perú, nos afirma lo siguiente: “sin revolución social de por medio, en el Perú el indio tarda y quizá nunca llega a ubicarse “en la raíz misma de la nacionalidad”, con excepción parcial de los años del gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), cuando el “indio” dejó de llamarse “indio”, para tomar el nuevo, y supuestamente más honorable nombre de “campesino”. Pero para el indigenismo, y luego para la antropología de los primeros tiempos, era obvio que el indígena se ubicaba allí”.

Si bien es cierto, que la antropología se encarga de comprender a ciencia cierta el comportamiento social desde parámetros no convencionales como la psicología o la sociología; también se encarga de justificar la identidad de los individuos de ciertos contextos sociales, y ello responde a la cita anterior que nos habla de la naturaleza del sentir, pensar y vivir social de los individuos. Ello sin duda representa la mayor justificación de la identidad, ya que ésta se construye en base a las características y patrones heredados por nuestros padres /y ellos de los suyos/, y que van pre-determinándonos a ciertos modos y estilos de vida, además de las fuerzas que ejercen el cambio de nuestras tres características principales según la antropología. Desde el día de nuestra independencia hasta los primeros años del siglo XX, no ha habido –más que intentos infructuosos– de una verdadera y real revolución social en pro de los pueblos indígenas (es decir, de nosotros los peruanos reales) y a favor de la conservación y preservación de nuestras costumbres e ideologías (de ello hablaré más adelante). Los grandes políticos de la época han seguido fielmente los pasos de sus antecesores y jamás intentaron instaurar políticas que ayuden a recuperar el lugar robado en nuestra cultura y cosmovisión. El gobierno del dictador Velasco Alvarado intentó recuperar /de manera equívoca/ la identidad del peruano, ya que lo hizo de manera irresponsable y atosigante (intentando nacionalizar todo con expropiaciones y generando grandes secuelas a nivel económico que perduran hasta el día de hoy –sobre todo con su polémica reforma agraria– que para algunos fue positiva y para otros no). Pero, dejando ese paréntesis de lado, y retomando la idea, es muy probable que el peruano jamás llegue a retomar su verdadera identidad y la raíz de su nacionalidad ya que lamentablemente esto se debe a que a lo largo de nuestra agobiada historia se nos ha oprimido tanto y de manera tan violenta, que nos resulta muy complicado entender de manera clara, como es que desde cuando y donde empezó todo, o es que sencillamente ni siquiera logramos verlo, ya que la tolerancia desarrollada nos hace ver con completa normalidad todo lo que nos acontece. Muchísimos de nuestros escritores ya lo veían desde tiempos post- coloniales, entre ellos tenemos a: Clorinda Matto de Turner con su famosísima ‘Aves sin nido’; Enrique López Albujar el pionero de la literatura indigenista que recogió las semillas dejadas por Matto de Turner, para plasmar esos sentimientos de identidad, que dejó entre sus mejores representaciones, como lo son: ‘Matalaché’ y ‘Cuentos andinos’; Ciro Alegría con ‘Los perros hambrientos’; César Vallejo el máximo representante de nuestra poesía y el vanguardismo mundial con su clásico ‘Paco yunque’ que ya nos mencionaba un hoy conocido término, como lo es el bullying, y finalmente, el máximo representante de nuestra literatura indigenista el escritor, poeta, profesor, antropólogo y etnólogo José María Arguedas, que dedicó su vida entera a reconstruir nuestra identidad dejando su muy bien acomodada vida para entregarse no solo a la recuperación de nuestra identidad sino a la difusión eterna de nuestros verdaderos valores y costumbres, entre sus mejores obras están ‘Yawar fiesta’, ‘Agua’, ‘El zorro de arriba y el zorro de abajo’ (obra adaptada en mi ciudad natal, Chimbote), ‘Ríos profundos’ y finalmente su obra cúspide ‘Todas las sangres’. Todas éstas hablan incesantemente del sufrimiento por el cual pasó el peruano –ya bastante violado– y trasgredido en los casi 300 años (292 para ser exactos, desde 1529 hasta la independencia en 1821) bajo los abusos y maltratos de los feudales y conquistadores. Gritos incansables de una búsqueda de igualdad, vistas con ojos de humanidad para con personas que fueron despojadas completamente de lo más valioso que pueden tener, su cultura e identidad (junto con ellos sus valores y verdadera ética), daño que nos sigue costando –hasta el día de hoy– 196 años de manotazos de ahogado. Todos esos aportes sin duda, enriquecen nuestro panorama si queremos hablar de una respuesta social para esta problemática. Otro ejemplo –desde mi punto de vista– es la vernacular y popular canción del desaparecido cantante Luis Abanto Morales, ‘Cholo soy’, una expresión profunda de dolor, cicatrices sin curar, llanto, resentimiento y estancamiento, que se refleja en frases como “[…] acaso no fueron los blancos venidos de España que nos dieron muerte por oro y por plata, no hubo un tal Pizarro que mató a Atahualpa tras muchas promesas bonitas y falsas”. Frases que reflejan un fresco odio y dolor, que parece inconsolable, letras que transmiten con mucha sinceridad las secuelas dejadas por las atrocidades cometidas por los feudales, pero que nos hacen vivir en el resentimiento social, ese que no nos deja avanzar, ni progresar, ese, que es un lastre que nos sigue hundiendo en el pasado, y nos mantiene con anteojeras que nos impide ver más allá de solo ese dolor. Por consiguiente, la antropología nos da valiosos aportes, que nos aclara aspectos sociales que van más allá de patrones heredados y que se hacen de naturalidad propia del individuo lo que lo hace crudamente alarmante ya que ello –al igual que las secuelas políticas a nivel social– se hacen prácticamente irrecuperables y en ello infiere el eterno resentimiento del cual somos partícipes, ese, que ha trascendido y ha pasado a ser parte de nuestro vivir, sentir y pensar social. Partamos de esta premisa para poder predecir y deducir que esto es la primera gran causa que explica el comportamiento atípico (de resentimiento, odio, envidia, ‘viveza criolla’, sumisión, rebeldía, temeraria, irresponsable, etc) de todos nosotros y que es, de lejos, nuestro peor enemigo, el hecho de no tener la capacidad de poder dar vuelta a la página y vivir con plenitud un presente, un presente que puede ser verdaderamente alentador, olvidando el aborrecedor populismo del cuál hablaré más adelante. Recordemos que son casi 500 años de dar vuelta en el mismo círculo –medio milenio–, un cuarto (1/4) del total de la historia (desde la era cristiana) que no logramos verlo con madurez y olvidar, para volver a vivir. ¡Es hora de avanzar ya!, ¡Ya no somos esa raza oprimida! Recojamos nuestra verdadera esencia inca y luchemos por recobrar nuestra verdadera identidad.

Desde la aparición de las ciencias humanas, la psicología es la que –de lejos– ha estudiado y comprendido mejor el comportamiento de las personas, prediciendo y explicando con exactitud las causas de múltiples comportamientos y patologías asociadas a ella. Los grandes avances a lo largo de su historia y sus profundos estudios han logrado desvestir y desfragmentar el todo del comportamiento para hacerlo más sencillo de comprender. Desde los primeros pasos allá por el siglo XVI en el año 1537 con Eichmann y su teoría ‘localizacionista’ (Restak, 1998), que “nos decía que las cavidades cerebrales tenían relación con las funciones mentales y eran el lugar del alma, así postuló muchas hipótesis relacionadas a la memoria, sensaciones y emociones” algo completamente descabellado para su épocateniendo en cuenta que en la era medieval se solían considerar a estos estudiosos como ‘herejes’ o ‘herederos de Mefistófeles’. No fue hasta el siglo XIX cuando el frenólogo francés Franz Joseph Gall, fundador de dicha corriente “frenología” que consistía en ‘localizar’ funciones mentales complejas tales como creatividad, humor, odio, amor, etc, en la superficie del cráneo y determinar con exactitud cuáles eran las facultades que caracterizaban a una persona. Pero todo esto caería pronto en un notorio descrédito, evidentemente por su metodología y poco soporte empírico. (Clarke & Dewhurts , 1975), (Botez & Albert, 1987) y (Corsi, 1990).

Pero de no haber sido por esos intentos de querer comprender las funciones complejas del ser humano no se hubiera avanzado en este hermoso campo que es la psicología, y así es como empezó esta compleja pero muy bien comprendida historia. En el siglo XIX también tuvimos a Wilhelm Wundt –el padre de la psicología– que desarrolló en Leipzig en el año 1879 el primer laboratorio de psicología, encargada de estudiar las conductas desde el método científico, observando y recogiendo apuntes.

Pero no fue hasta finales del siglo XIX e inicios del siglo XX con los estudios del ruso Iván Petrovich Pavlov que se logró el primer avance serio en lo que concierne al condicionamiento de la conducta, pero todo ello fue descubierto por mera casualidad ya que “curiosamente, el mayor impacto de Pavlov en la historia de la ciencia no ha sido por el trabajo de la fisiología digestiva, sino por sus descubrimientos de condicionamiento” (Gutierrez, 1999), vale recalcar que Pavlov no fue psicólogo, sino más bien, fisiólogo que buscó estudiar (la fisiología de la circulación de la sangre, el estudio de las glándulas digestivas y el estudio de reflejos condicionados), el último de ellos dio pie a lo que sería su famosa teoría de la función cerebral que se extendería hasta es estudio de las bases biológicas de la personalidad y la neurosis. (Gutierrez, 1999). Todo ello le valió para que en el año 1904 Pavlov se haga acreedor del premio nobel de medicina y/o fisiología por “formular la ley de reflejo condicional” lo que sería para nosotros el famoso condicionamiento clásico. Dicho esto, comprendemos entonces, que el primer estudio serio –y respaldado por un nobel– es el de Pavlov y su famoso condicionamiento clásico, que no fue más que la modificación de la conducta mediante estímulos, casual descubrimiento que sirvió para consolidar lo que hoy en día llamamos psicología moderna (sin olvidar el estructuralismo de Wundt), pasada esta etapa, surgieron muchos grandes –que si respaldaban sus estudios con el método científico y mucha práctica empírica– entre ellos están /si se quiere hablar de la descabellada correlación con la axiología/ Burrhus Frederick Skinner, Sigmund Freud, Albert Bandura y Lev Vygotsky solo por mencionar algunos por la brevedad del presente. Todos ellos empezando por el primero, partieron de la premisa de Pavlov, para poder explicar la conducta con total libertad –vale recalcar honrosamente los aportes de Watson, Guthie y Hull en el campo del condicionamiento, aprendizaje y educación– todos éstos siguiendo la misma idea.

Actualmente todos esos aportes tienen gran éxito en múltiples terapias y es de lejos la corriente psicológica más conocida –junto con el psicoanálisis–, pero ¿qué relación guarda todo esto con la trama?, simple; ¿sabemos acaso cuál es nuestra naturalidad?, ¿tenemos idea de cuál nuestra verdadera identidad?, ¿nos conocemos de verdad axiológicamente? Claro que no. Y como el condicionamiento parte del supuesto de que toda conducta es modificable ya sea con estímulos positivos o negativos, pero que finalmente se logra el cometido, por lo tanto, nuestros orígenes han sido ¡condicionados!, ¡modificados! desde tiempos inmemoriales, ¿dónde ha quedado nuestra cultura?, ¿dónde han quedado nuestros valores?, ¿dónde quedó nuestra esencia? Evidentemente no quiero satirizar, ni mucho menos tergiversar esta valiosísima contribución, pero es válido pensar que gran parte de las secuelas han sigo generadas por una alteración del curso normal de nuestro constructo axiológico desde tiempos coloniales, mucho antes de –siquiera– descubrir el conductismo. A ello vale sumar las atrocidades, traumas, violaciones y las fechorías cometidas a nivel racial, cultural y social /más adelante podrán descubrir cuál era nuestra verdadera esencia/

Si bien Pavlov fue el mentor de los primeros pasos de la psicología como ciencia, su teoría tuvo mucho sesgo por cortar, y en ello infirió B.F. Skinner un psicólogo y científico notable de nacionalidad estadounidense, que logró unificar los postulados de Watson y Pavlov, depurando sus errores y perfeccionándolos para proponer su nueva teoría desde otro enfoque completamente científico, sumó a ello lo trabajado por Thorndike en su valioso aporte del ensayo-error, para finalmente dar a conocer al mundo su famoso postulado que no es más que la teoría del condicionamiento operante que es básicamente el ABC de la conducta (Kazdin, 1994) donde describe a la perfección sus estudios acerca del reforzamiento y sus tipos, el castigo, extinción de la conducta, desarrollo, discriminación etc. (Kazdin, 1994) todo ello es válido en este contexto ya que –insisto– nuestra conducta, axiología, cultura, etc, han sido primero extintas, para luego ser reforzadas negativamente para finalmente modificarla en favor de los conquistadores. 292 años con el mismo sistema –en la época de la conquista claro está–, pero pasado este período hemos tenido el mismo juego sucio pero practicado desde otra perspectiva –igualmente de atroz y perversa– ese juego sucio se llama populismo y apareció en nuestro continente a inicios del siglo XX (aunque pudo ser antes), pero específicamente en nuestro país apareció entre la década del 20 y 60, siendo su fuerte los años 30 con uno de los más grandes populistas que ha tenido el Perú, me refiero al señor Víctor Raúl Haya de la Torre.

¿Pero qué es exactamente el populismo?, sencillamente, el populismo es un conjunto de doctrinas políticas que dicen ser “defensores del pueblo” vendiendo esa fachada para evidentemente adentrar en el inconsciente del elector o poblador para imponerse de forma marcial, apabullando –incluso– su misma axiología; además el populismo no tiene –ni jamás tendrá– una visión ideológica clara. Ello se ve en que los candidatos hacen de todo por ganarse “el cariño” del pueblo, si hay que bailar, se baila; si hay que comer pan con chicharrón, se come; si hay que ‘zapatear’, se zapatea; si hay que abrazar a todo el mundo, se abraza; si hay que llorar, se llora; y así un sinfín de acomodaciones que éste hace en base a la necesidad que se presente. Esta corriente responde a una sola cosa, características comunes de atraso, desigualdad social y económica que trasciende en el tiempo y espacio, por ello sobraban motivos suficientes para establecerse –con mayor énfasis– en lo que ellos llaman ‘países de tercer mundo’ como lo es –evidentemente– américa latina y nuestro caso, Perú. Una vez, que estos sátrapas llegan al poder del gobierno se empecinan en relacionarse de manera muy personal con el pueblo, ya que son conscientes que es el apoyo fundamental al cual deben su repudiable existencia, pero no lo hacen –señores– por agradecimiento y compromiso para trabajar en favor de los más necesitados (que son los más) y que son los que lo apoyaron, sino más bien, lo hacen con la mayor intención de relanzarse y oprimir –intelectualmente– a toda la muchedumbre marginal. Todo ello sumado a un fuerte sentimiento “nacionalista” que hace que la relación entre el líder y el pueblo sea en todos los casos de manera pública. Por otra parte, el populismo se vende como la única y última opción de esperanza y “salvación” ante los grandes y ricos, es el único que dice entenderse con el proletariado, campesinos y pobres, estudiantes y clase media-baja, por lo que el pueblo se siente verdaderamente defendido, identificado y realizado. Pero esto también se debe a que el gran número de adeptos, justamente son los marginados y excluidos de derechos, favor para el populismo, ya que ellos son su población a atacar, por lo que dicen hacer la voluntad del pueblo, ya que ellos –en teoría– encarnan las necesidades y penurias del pueblo.

En américa latina, el populismo surge entre una maquiavélica alianza entre las altas clases sociales entre los que se encontraban la aún existente burguesía, ellos proponían un modelo de cercanía con el pueblo, donde los marginados y excluidos se sientan identificados, haciéndoles creer que éstos son la salida a la tan odiada desigualdad, proponiendo la creación de ministerios y leyes en pro de los más necesitados, pero vil la mentira la que se montaron, ya que ellos mismos eran los que querían enriquecerse a base del trabajo y sudor del oprimido e ignorante –pero como los tiempos habían cambiado y golpear y violar sus derechos fundamentales de manera pública ya no estaba bien visto, debían de someterse a nuevas estrategias ‘igual de macabras y asquerosas’ para poder seguir con su cometido que no era más que la dominación de la mayoría ignorante para no permitir de ninguna manera su progreso– a ello responde el hecho que mencioné de que nunca jamás se invirtió un maldito centavo en educación de calidad.

Entendiendo esto, y sabiendo que el populismo no es más que una descarada y repudiable práctica que consiste en la opresión psicológica de las masas para obtener auto beneficio desde la mano de obra barata generada por la siembra de ignorancia y desinformación para mantener esa relación líder-pueblo, lo que genera la insistentemente dicha desigualdad social y económica –argumento sustentado por (Reyes, 2002) que acota que las reformas estructurales y político-sociales en el Perú no han hecho más que impedir que se revierta los niveles de pobreza en nuestro país–. Por lo que se pasará a sustentar la idea desde las grandes corrientes psicológicas:

No es para sorpresa de nadie –sabiendo esta premisa– que el Perú ha desarrollado una cultura o tradición populista (Crabtree, 1997) que se ha sobrepuesto por encima de nuestra verdadera identidad, y ha modificado –en su totalidad– nuestro patrones axiológicos y por consecuencia nuestro comportamiento, por lo que hablar de cultura es hablar de enseñanza, de tradición y aprendizaje psicosocial. Lev Vygotsky en el año 1931 propuso su famosa teoría de la zona del desarrollo próximo que consistía en la región equidistante entre el “nivel de desarrollo efectivo del alumno (aquello capaz de aprenderlo por si solo) y el nivel de desarrollo potencial (aquello que sería capaz de lograr mediante la ayuda de un adulto)” (Escaño & Gil de la Serna, 1992) (Venet & Correa, 2014), todo esto ha sido evidentemente tomado para lograr los grandes avances de la psicología educativa, pero no olvidemos que Vygotsky fue el pionero –por no decir creador– de la psicología histórico-social que concebía que el desarrollo cultural y social se debía al constructo socio-cultural que este vivía a lo largo de su vida, por lo que se entiende –en pocas palabras– que la teoría ZPD o zona del desarrollo próximo, propone que todo aprendizaje se cimienta bajo el concepto de dos aprendizajes: el primero es lo que el individuo logra por recursos propios (que es el nivel más bajo) y el segundo que es lo adquirido por el individuo pero gracias a los conocimientos adoptados en base a una figura mayor (que es lo más), todo esto basado bajo la premisa de John Locke que “define el yo como una continuidad de la conciencia, donde postuló que, al nacer, la mente era una pizarra o tabula rasa en blanco. Al contrario de la cartesiana —basada en conceptos preexistentes—, sostuvo que nacemos sin ideas innatas, y que, en cambio, el conocimiento solamente se determina por la experiencia derivada de la percepción sensorial” (Baird & Kaufmann, 2008).

Entonces entendemos que todo individuo nace como una hoja en blanco, sin absolutamente ningún tipo de conocimiento (respetando y soslayando la genética y la teoría de Chomsky acerca del lenguaje innato) y que todo lo que vamos adquiriendo a través del tiempo es netamente aprendido y adoptado como nuestro. Alguna vez nos hemos cuestionado ¿por qué hablamos español y no ruso?, ¿por qué somos creyentes cristianos y no islamitas?, o ¿por qué somos inferiores a los europeos o norteamericanos? Son preguntas de básico interés que todos deberían hacerse, pero que sencillamente es simple, ya que Locke hace más de 300 años ya se había dado cuenta de que es prácticamente imposible de que los individuos puedan nacer con toda esa información –ya que de ser así– se evidenciaría desde que salimos de la andorga de la madre. Y ello sustenta aún más lo propuesto por Vygotsky acerca de la ZPD, que dice que los niveles alcanzados por el individuo por méritos propios son limitados y que necesitamos siempre de una figura superior para poder adoptar todo ello del otro y consolidar nuestro yo social ya sea bueno o malo.

Pero retomando la idea de la cultura populista en el Perú y compaginándolo con los postulados de Vygotsky y Locke, es justo decir, entonces, que todo lo que hemos aprendido –a nivel de esta problemática– es básicamente adquirido y adoptado de nuestros mayores, de forma inconsciente diría yo pero también irresponsable, porque somos de las culturas subordinadas, que no se dan el menor tiempo para cuestionar y auto-cuestionarse acerca del mundo que nos rodea, o menor aún de la realidad que nos aqueja, simplemente nos conformamos por acaudalar bienes –idea vendida por el capitalismo consumista (netamente norteamericano) – lo cual genera una competencia interna por atesorar la mayor cantidad de propiedades y diferenciarse de la “chusma” o los “serranos”, y ¿dónde queda todo lo demás?, ¿acaso no importa la crianza de nuestros hijos? O recuperar la verdadera identidad. Nos hemos acostumbrado a ver toda nuestra situación y coyuntura de forma normal, dándole el menor interés posible, porque simplemente decimos: “igual todos roban”, o “que podemos hacer nosotros”; pero entendamos que detrás de todo esto está lo explicado anteriormente y que ha jugado un papel sustancial en el desarrollo de la misma, es decir; somos producto del engaño y vivimos bajo el engaño, por lo que (Maalouf, 2001) “advierte que cuando uno de los elementos de nuestra identidad es atacado tendemos a reconocernos en él y dejar que invada nuestra identidad entera”. Eso ha generado otra epidemia –que parece incompatible– la famosa “viveza criolla” de la cual todos, absolutamente todos hemos sido partícipes.

Quien no ha visto alguna vez al chofer de un colectivo o algún otro conductor que cuando ve al policía de tránsito, inmediatamente pasa a ponerse el cinturón de seguridad cual niño ve a un fantasma para “evitar” la multa, pero que una vez, pasado el perímetro del policía, se quita nuevamente el cinturón y hace comentarios como apostatando o abominando, con un lenguaje corporal muy conocido por todos nosotros (movimiento de cejas y de hombros, levantada de cabeza y frente en alto, arrugada de nariz, y movimiento de boca como diciéndole al viento lo estúpidos que son los policías y la mirada al frente o volteándose a verte con una risa burlona como quien se siente en supremacía por lo heroico de su acto); por otro lado, violar la justicia cuanto mayor sea posible, lo hemos hecho o por lo menos conocemos a alguien que ha quitado el medidor de agua de fuera de su casa –porque solo los ‘huevones’ pagan el recibo que llega con la medida hecha por dicho aparato–, o quien no ha visto o sabe de alguien que ha puesto un imán al medidor de luz eléctrica –también– para evitar el tan “abusivo” pago, porque somos así todo y todos nos apestan y no sabemos porque; todo lo repudiamos, y no sabemos genera ello.

Ahora bien, Albert Bandura psicólogo de origen canadiense, uno de las mayores exponentes de la corriente de la teoría del aprendizaje social propuso su famoso postulado donde hizo énfasis en dos puntos: “el primero el determinismo recíproco que decía lo siguiente, el mundo y el comportamiento de una persona se causan mutuamente es decir, –el mundo afecta el comportamiento del individuo–, pero también –el comportamiento del individuo afecta el mundo que lo rodea– y el segundo que era la teoría del aprendizaje por la observación o modelado –que no era más que lo que hoy célebremente conocemos como aprendizaje por imitación”. (Boeree, 2005). Todo ello se evidenció en el famoso experimento del niño bobo, que consistía en que Bandura puso un globo inflado en una habitación e hizo que alguien lo golpeara con un martillo, diciéndole ¡estúpidooooooo!; luego de eso pondría la grabación de ese acto en una habitación con niños para mostrárselo y esperar que reaccionen de la misma forma; lo que pasó luego ya el mundo lo conoce, todos los niños al entrar al aula de clase y ver a muchos muñecos bobos lo golpearon –con martillos que pusieron adrede en el propio salón– y le gritaron ¡estúpidooooooo!. Por lo que se deduce lo siguiente:

Siguiendo su tesis y confrontándolo con nuestra realidad problemática, no encontramos con una real y sorprendente coexistencia, ya que el mundo del cual hemos sido víctimas desde tiempos remotos, ha ejercido la fuerza suficiente como para modificar de manera íntegra nuestra conducta; y los últimos tiempos de la mano del populismo han hecho lo mismo; de la misma forma, el comportamiento que hemos dado como respuesta está afectando nuestro mundo presente, lo que infiere que las dos variables vienen violentándose unas a otras sin ninguna alternativa de solución.

Así mismo, sería injusto no hacer mención a uno de los aporte más polémicos, ambiguos y famosos que la psicología ha visto emanar, me refiero al psicoanálisis del célebre Sigmund Freud, y la descabellada idea para su época –incluso hasta hoy–“ rompía el clásico esquema del conductismo, estructuralismo, funcionalismo y la tendencia de interpretar todo de manera literal y fisiológico-biológica” (Castanedo, 2008), además tuvo la osadía de contradecir los tradicionales métodos de terapia, para el mal de sus tiempos que no era más que la neurosis y la histeria (concepto totalmente diferente del que se tiene en mente), respondió también a los males demoniacos como lo fueron la posesión y el exorcismo; en ámbitos generales su teoría era muy simple consistía en el “estudio acerca de la mente humana, una terapia y además un instrumento de investigación” (Ward & Zárate, 2002) y (Castanedo, 2008); además acuñó término que para el día de hoy son muy conocidos pero que para sus tiempos eran una verdadera locura: actos fallidos, personalidad oral, personalidad anal, libido, complejo de Edipo y de Elektra, represión, yo, ello, superyó, consciente, preconsciente e inconsciente. Evidentemente, fue un orate que proponía algo que nadie conocía, que era el inconsciente, todo se preguntaban ¿cómo vamos a trabajar con algo que ni siquiera conocemos?, pero Freud se sublevó ante ello y propuso sus postulados básicos que son: la personalidad es como un iceberg, la parte que sobre sale es el consciente y la sumergida el inconsciente, la personalidad es fruto de la interacción de fuerzas y mecanismos intrapsíquicos y en su organización y desarrollo juega un papel relevante el impulso sexual, los elementos estructurales son el Ello, el Yo y el Superyó, la infancia es un período muy significativo en el desarrollo de la personalidad y la terapia se basa en dejar que el paciente exprese lo primero que acuda a su mente; además una de las mejores propuestos que hizo fue la de establecer niveles a la conciencia y lo describía de la siguiente forma: el nivel consciente estaba formado por percepciones y recuerdos de los que somos conscientes en todo momento, el preconsciente está constituido por pensamientos y aprendizajes no conscientes, a los que podemos acceder con facilidad, sin embargo, el inconsciente está compuesto de experiencias desagradables y peligrosas que ha sido reprimidas, cuando acceden a la conciencia lo hacen de forma simbólico. En el inconsciente pueden permanecer acontecimientos de distintas etapas de la vida. Y mencionar también el alto contenido de material sexual que trajo consigo su osada teoría.

En la actualidad y con los estudios post-Freud se han ido descubriendo muchos datos importantes acerca de la relevancia del inconsciente en la vida general del individuo, su teoría pasó de ser completamente descabellada y escéptica, a ser una realmente valiosa y valorada. Es increíble como este pequeño aporte –del inmenso mundo freudiano– haya tenido una implicancia tan grande como lo es en la actualidad, por ejemplo, las grandes transnacionales ya sea de productos de consumo humano y de tecnología, se encargan de trabajar con el inconsciente del cliente, para poder adentrar en sus cavidades mentales y adueñarse de un pequeño espacio de su inconsciente, ¿para qué?, es sencillo ya que el inconsciente al mantenerse reprimido todo el tiempo por el pre-consciente, siempre está insistiendo para salir al consciente y manifestarse, por ende todo lo que hay en el inconsciente siempre va a estar en el intento de salir hacia fuera y ello fue aprovechado para poder generar esclavos del consumo compulsivo, sea del producto que sea. Un dato irónico, es que en los tiempos que Freud propuso su teoría, era muy complicado entrar en el estado inconsciente y se necesitaba de muchas terapias de asociación libre (método psicoanalítico) para poder entrar, muchas veces se practicaba hipnosis y en aspectos generales era una tarea de suma dificultad, por el contrario, salir de ese estado era muy sencillo. Sin embargo, lo mencionado acerca del avance del estudio del inconsciente en el individuo –en la actualidad– muestra una realidad opuesta, ya que ahora es sumamente sencillo entrar al inconsciente, pero muy complicado salir (basta una publicidad con mensajes subliminales para adueñarse de un pequeño espacio de tu inconsciente).

El POPULISMO, por lo tanto, ha acabado de destrozar lo poco o nada que nos quedaba de identidad, ha sucumbido en lo más recóndito de nuestros patrones y constructos psicosociales; y nos ha modificado a merced de la aún existente burguesía y la nauseabunda y repugnante burocracia. Nuestra sustancia y cualidad como lo diría Aristóteles (Candel, 1982) en su categorización aristotélica se ha desvanecido gracias a las prácticas de perturbación psicológica recibida por tantísimo tiempo, nos han modificado, hemos aprendido y adaptado malas costumbres, y nuestra identidad “entre comillas” está en un constante y latente conflicto con nuestro mundo y viceversa. Y ni siquiera sabemos el por qué.

Ahora bien, alguna vez nos hemos puesto a pensar ¿acerca del génesis de esta problemática? que nos ha llevado a la desesperación y la violencia, y nos ha convertido en una especie con escaso nivel de integridad y solidaridad, con un nivel de irrespeto por nosotros mismos que asombra a cualquiera, con niveles de violencia que no tienen nada que envidiar a la época de los 80’s con el boom del terrorismo, con niveles de estrés distímico evidente (desde los choferes y sus eternos claxon –junto con peleas campales por uno o dos pasajeros– hasta la facilidad con los que se perpetran asesinatos y que son vistos y aceptados de manera preocupante por nuestra sociedad, hablamos de feminicidios, parricidios, sicariato, cogoteo, etc), es probable que sí, y es probable también que hayamos atribuido todo esto a múltiples factores, tales como la familia, la educación, los políticos, la tecnología (la televisión, o como dirían nuestros abuelos ‘estos aparatos’ que nos tienen como robots), etc, etc. Pero estoy seguro que no hemos llegado a la raíz, peor aún, ni siquiera le hemos atinado a la verdadera causa, y ello amerita que haya una preocupación de carácter general por todos nosotros para empezar a cuestionar y auto-cuestionarse ¡ya!

Los primeros inicios de la sociedad peruana en sí, se remotan a los tiempos incaicos, donde el Tahuantinsuyo se extendía por casi toda América Latina y gozaba del nombre de Imperio de los Incas. Nosotros éramos una sociedad conformada por una jerarquía donde el Inca Real era el que comandaba toda la sociedad y así se desglosaba en una ordenada y justa pirámide de clases sociales. La filosofía de aquel entonces era muy simple y se regía bajo tres parámetros fundamentales: Ama Sua, Ama Quella y Ama Llulla (que en la actualidad equivaldrían algo así como su constitución política, su declaración de los derechos humanos y su código penal, etc). No seas ladrón, no seas ocioso y no seas mentiroso, tan simple como lo pueden leer. Esos eran sus tres regímenes, sus tres leyes, sus tres fundamentos, su estilo de vida. El que irrumpía alguna de esas reglas era sentenciado a una sola pena, la muerte. Y obviamente nadie querría morir, por ello se obedecía fielmente cada ley y se vivía con una igualdad poco vista en la historia de la humanidad. Todos eran útiles en la sociedad inca (los niños ayudaban a los ancianos; los ancianos hacían trabajo de tejido y enseñaban a los niños; las mujeres cuidaban de los animales; los hombres trabajaban la tierra; los jóvenes eran seleccionados para el campo o para cualquier otra profesión; y los inválidos trabajan la tela); como ven, todos y cada uno de los habitantes de la sociedad inca vivían en una inclusión sorprendente para la actualidad, y por cierto, no existía moneda –el oro era tan irrelevante como las heces que defecaban los cuyes– no había necesidad de tener moneda, todos comían igual, todos trabajaban igual, todos gozaban igual, todos vestían igual. A pesar de que la pirámide jerárquica estaba muy bien delimitada, los goces de haber eran prácticamente los mismos y eso demuestra que nuestra cultura ‘natural’ –como lo referimos en un inicio cuando hablamos de antropología– gozaba de una estructura ética y moral muy bien definida, los valores era lo primero que se sembraba en esa sociedad y por ello el éxito de su dominio, había confianza, solidaridad, apoyo mutuo, integridad, etc, eran muy pocas las carencias de la sociedad inca a nivel axiológico y todo ello en nuestra actual realidad social es exactamente lo contrario.

Imagínense que hoy en día se aplique las tres leyes del imperio inca (de nuestra verdadera identidad cultural) junto con su castigo, todo el sistema político y judicial pasaría al exterminio, muchos de nuestros policías tendrían que ser ejecutados uno por uno, y de la misma forma, profesores, doctores, contralores, gerentes, y cada uno que han tenido el atrevimiento de irrumpir descaradamente las leyes de la sociedad inca; nos tildarían de un país genocida y holocaustico. Seríamos ante los ojos del mundo la némesis de los derechos humanos.

Evidentemente, todo esto no es más que una utopía, pero es un buen ejemplo de cómo nuestra sociedad si era una que estaba basada en los principios axiológicos, es más, era lo primero por lo cual se preocupaba el imperio. Si bien no teníamos la tecnología y los avances científicos que de manera equidistante al tiempo había en Europa, teníamos grandes avances en lo que concierne a arquitectura e ingeniería. Mientras que aquí nos preocupábamos por vivir de manera armoniosa sin darle valor a lo material y gozando de grandes haberes éticos y morales, en Europa ya se construían barcos y carabelas para el ‘supuesto’ descubrimiento del nuevo mundo, pero que no era más que la coartada para los maquiavélicos planes de dominio y conquista (no el dominio y la conquista inca en los tiempos del Tahuantinsuyo, donde las tierras dominadas junto con sus habitantes eran incluidas en la sociedad inca sin alterar sus aportes y características), la conquista europea en cambio, tenía un solo objetivo, enriquecerse y empobrecer más al pobre, vieja filosofía que acompaña al capitalismo actual. Y es ahí donde empieza la línea cronológica de la realidad-investigativa planteada.

Nosotros éramos una sociedad basada en principios y valores. No existía el robo, no existía la corrupción, no existía el asesinato (excepto cuando se tenía que aplicar el castigo por faltar a las tres leyes), no existía el soborno, no existía la división, no existía mucha de las cosas que actualmente tenemos.

Todo empezó un 12 de octubre de 1492 cuando por mandato de los Reyes de España, se manda la expedición para descubrir el Nuevo Mundo al cual a través de la historia se le atribuye como el descubrimiento de América. Desde ahí es donde se da inicio a nuestra rápida línea del tiempo para entender la problemática actual de este tema. “Hacia 1523, el conquistador Francisco Pizarro radicaba en Panamá como un vecino más o menos acomodado, como todos los residentes españoles en Panamá ciertamente. Empezó a entenderse con su más cercano amigo, el capitán Diego de Almagro, sobre la posibilidad de organizar una expedición hacia el tan mentado Birú. Ambos eran rudos y curtidos soldados con experiencia en la conquista de Tierra Firme. La sociedad se concretó en 1524, sumándose un tercer socio, el cura Hernando de Luque, quien debía aportar el dinero necesario para la empresa” (Vargas, 1981) “Se repartieron las responsabilidades de la expedición: Pizarro la comandaría, Almagro se encargaría del abastecimiento militar y de alimentos y Luque se encargaría de las finanzas y de la provisión de ayuda. Se convino en que todas las utilidades se dividirían en tres partes iguales para cada socio o sus herederos, y que ninguno tendría más ventaja que otro” (Del Busto, 2011). Es increíble saber a través de la historia como tres personas se sorteaban el destino de todo un pueblo (Perú en ese entonces era llamado Birú) que a lo largo de la historia se había consolidado como una sociedad verdaderamente libre y bien definida en torno a sus principios y valores.

La hora de la desgracia –hasta hoy– acababa de empezar. Y no había forma de sublevarse ante ello, los europeos con sus ventajosos estudios científicos, venían previstos de material armamentístico, que evidenciaba una notoria desventaja por parte de nosotros, ya que nuestros chungos y piedras no serían nada ante el arsenal con el que contaban los feudales y violadores, por lo que no había forma de impedir una inminente conquista. Los años transcurrieron sin más, empezaron a exterminar a los incas reales, como señal de supremacía, no podían permitir que nadie se doblegara ante tan redondo negocio, las décadas fueron pasando y así, con la desaparición del último inca –Atahualpa– se habían agotado las esperanzas y no había en tan estresada y oprimida población una noción de levantamiento. Si bien hubieron –en un inicio– conflictos internos entre conquistadores por la lucha del premio gordo que no era más que Birú (Perú) y un heroico intento por parte de Manco Inca en el año 1536 suceso que se mantuvo hasta el año 1572 con la rebelión y pronta ejecución de Túpac Amaru I. Pero no fue hasta 251 años –post fecha de la conquista– que José Gabriel Condorcanqui más conocido como Túpac Amaru II (en honor al ejecutado Túpac Amaru I), “lideró la denominada ‘Gran rebelión’ que se desarrolló en el Virreinato del Río de la Plata y el Virreinato del Perú, pertenecientes al Reino de España, rebelión iniciada el 4 de noviembre de 1780 con la captura y posterior ejecución del corregidor Antonio de Arriaga” (Del Busto, 2004) naturalmente dicha rebelión no trajo ningún fruto considerable en lo que concierne a la liberación de la opresión por ya más de dos siglos y medio hasta entonces. Fue en el año 1821 que finalmente se logra –después de 292 años de conquista– la tan ansiada liberación (teniendo en cuenta y equidistando tiempo y distancias, se puede decir que: mientras que en Europa ya en el siglo XIX había enormes avances científicos, descubrimientos incesantes de nuevas ciencias, postulados, experimentos, creaciones, teorías; aquí en américa latina recién nos liberan –cual esclavos– de una agobiante y perturbadora opresión) –ahora se entiende porque se dice que Europa o Asia nos lleva 200 o 300 años de ventaja en tecnología o ciencia. Simple y llanamente porque mientras que en la otra mitad del mundo se estudiaba y creaba aquí vivíamos peor que animales de granja, pero por desgracia la historia no quedaba ahí, sino que empezaba otra –aún peor o igual de repudiable– esa historia se llamaba populismo y se creó inmediatamente después de la época de la conquista. El pionero en el Perú –como ya se mencionó anteriormente– fue el señor Víctor Raúl Haya de la Torre, con sus mensajes sollozantes a las multitudes sedientas de igualdad y calor humano, hecho que heredo Manuel Seoane, segundo al mando de la Alianza para la Revolución Americana más conocido como APRA, responsable de dejar al Perú con la peor hiperinflación de su historia (el autor de ello fue el nefasto Alan García-Pérez), después de ello –entre las décadas del 50 y 80– vinieron entre pseudodemocracias, más populismo y una que otra dictadura. Pero cuando la esperanza se veía venir con un partido poco conocido como lo fue el FREDEMO del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, también se vio nacer lo que sería, hasta el día de hoy el peor cataclismo político, social y económico que el Perú pudo tener en toda su historia y me refiero obviamente al nauseabundo y asqueroso fujimorismo, liderado por el dictador genocida Alberto Fujimori, rencarnación viva –junto con su secuaz– Vladimiro Montesinos Torres, de la más perversa corrupción y populismo que se pueda describir con palabras. Fue el gobierno encargado de terminar de destrozar lo poco que nos quedaba de identidad, terminó de entronizar la ignorancia con la creación de la prensa amarilla –lo que hoy sería los programas realities como CBT y EEG, verdaderas vergüenzas y televisión basura–, la creación de los diarios chicha, la puesta en escena de los cómicos ambulantes en la televisión para “supuestamente” entretener a un Perú golpeado por el terrorismo (nos vendían esa imagen del peruano provinciano, que debía de ser vulgar, vivo, audaz y además era una evidente cortina de humo), y todos los genocidios cometidos y defendidos bajo la coartada de que gracias a ello, el Perú pudo avanzar y vivir en paz –jamás señores, el fin va a justificar a los medios– y los asesinatos cometidos a inocentes cual animales no se podrán justificar bajo ninguna circunstancia, sin mencionar los miles de millones de dólares robados, la renuncia por fax, la huida, etc, cometidos por este sátrapa inmundo. Y como lo que se hereda no se hurta, la niña de sus ojos la cochambrosa Keiko Fujimori, heredo y adoptó cual imitador todas las atrocidades de su padre, su forma tan farsante de hablar, sus discursos embusteros y falsos, pero con ese color político –típico de los populistas– es incomparable aún a 200 millas. Y finalmente el capitán Carlos y su vergonzoso gobierno, donde demostró que el grado de capitán solamente lo lleva en su institución castrense más no en su casa; nos enseñó que el nacionalismo-izquierdista por donde lo mires es, ha sido y seguirá siendo un VERDADERO FRACASO. Para todo esto, una buena medicina hubiera sido el (Decreto Supremo 1º, 2º, 3º y 4º, 1824) de Bolívar.

Por lo que sabiendo todo esto, y adaptándola a nuestra realidad socio-investigativa se deduce que; los dos períodos mencionados –uno evidentemente más largo que el otro– han afectado de la misma forma e intensidad y han logrado el mismo cometido: la alteración de la verdadera esencia y cualidad, perturbación de nuestra estructura axiológica, desigualdad social y económica en todas las latitudes de nuestro país y en todos los sectores sociales, violación y alteración de nuestra cultura. Han generado –más que un retroceso– un estancamiento, ignorancia, y esa repudiable cultura populista que –en la esperanza de muchos– ojalá desaparezca pronto (aunque lo dudo). Si bien ha habido avances significativos en lo que concierne a educación “entre comillas” y economía, no se ha logrado erradicar esa tan odiada conducta del peruano del día a día, esa viveza criolla, donde creerse el ‘bacán’ y el ‘mosca’ es símbolo de supremacía. Aún hay una larga –por no decir infinita– rúa por recorrer, el camino es demasiado largo y el trabajo aún más, la recuperación social será –como insisto– una misión casi imposible, y los gobiernos no solo presidenciales sino departamentales, distritales, y provinciales, no hacen más que delinquir, para seguir enriqueciéndose a costas de la ignorancia del pueblo –y es así– no se le puede llamar de otra forma; ellos se alimentan de la ignorancia (porque en su casi nula filosofía está la premisa de que mientras la población donde ellos quieren gobernar es más ignorante, no solo les hará más fácil el trabajo, sino que se podrá delinquir con mayor libertad y se podrá empobrecer más –tanto intelectual como económicamente–. Por consiguiente, se ultimata que el génesis de esta problemática empezó con la conquista y siguió –años después– con el populismo, armas que han causado el mismo daño a nivel psicosocial.

Consecuentemente, y para cerrar la idea general se formula la siguiente pregunta ¿cuál es el papel de la política y la religión en este contexto?, curiosamente leyendo una publicación del Dr. Klarén (Klarén, 2007) acerca de la historia de la violencia del Perú, me encontré con un texto muy peculiar de Dipesh Chakrabarty (Chakrabarty, 1994) donde de manera elocuente y seductora explica una idea –no tan salida de la realidad, evidentemente– que habla de la acomodación y europeización de la historia en general, el texto dice así: “en lo que concierne al discurso académico de la historia –esto es, la “historia como discurso”– […] “Europa” sigue siendo el sujeto teórico soberano de todas las historias, incluidas las que denominamos “india”, “china”, “keniana”, etc. De un modo peculiar, todas esas otras historias tienden a convertirse en variaciones sobre un relato dominante que podríamos llamar “la historia de Europa”. (Chakrabarty, 1994), es obvio no caer en discusión con tal convincente propuesta, y mayor aún caer en la sorpresa de saber que gran parte de lo que dice es totalmente cierto, no hay nada ni nadie que nos garantice que la historia que se nos han vendido sea tal cual pasó, y eso debe ser un motivo más para preocuparse por recobrar nuestra verdadera identidad y luchar por la recuperación de nuestra cultura tan rica en valores y tradición.

Ahora bien, después de ese pequeño paréntesis –que no me resistí a omitir– pasaré a hablar de un tema que debería ser motivo de sátira y retintín, pero que de alguna forma no demanda excluirlo, ya que gracias a ellos es que seguimos en la misma paupérrima condición y gracias a ellos no ha habido un avance significativo en lo que concierne a igualdad, inclusión y recuperación cultural. He intentado muchas veces comprender la psicología del político, pero realmente no existe ningún precedente en nuestro país acerca de ello, es más, ni siquiera la sociología o la misma antropología se han encargado de estudiarlo –y las ciencias políticas tampoco–. Pero la psicología política se remonta al francés Gustave Le Bon, quién escribiera el primer estudio sistemático del tema en 1910 en su libro Psychologie politique. Para Le Bon, “la psicología política era una ciencia que podía evitar los frecuentes y costosos errores políticos” (Montero & Dorna , 2014), pero ni aun habiendo esto se ha logrado un avance significativo en el campo, por ello solo queda valernos de los recursos que tenemos a nivel teórico, y contrastarlos con la realidad. Por esta razón, propongo la siguiente tesis:

El comportamiento típico, del político peruano se ha caracterizado –desde mi perspectiva– principalmente por tres propiedades: la primera es, su escaso y casi inexistente nivel de preparación para el cargo (no son profesionales y ni siquiera políticos), somos de los pocos países donde sus parlamentarios se han caracterizado por llegar al curul, al banquillo o sillón presidencial y del congreso, sin ningún tipo de preparación que lo respalden para poder desarrollarse de manera efectiva –teniendo en cuenta que el concepto de política es: “[..] un conjunto de actividades referentes a la ciudad, o más concretamente el gobierno de la ciudad. Y aplicaríamos el calificativo de político, para designar aquella condición necesaria de los seres humanos que viven, como consecuencia de su propia naturaleza, en una forma específica de la sociedad humana, la ciudad”. (Solozabal, 1984), de la misma forma (Andrade, 1990) acota lo siguiente “toda actividad, arte, doctrina u opinión, cortesía o diplomacia; tendientes a la búsqueda, al ejercicio, a la modificación, al mantenimiento, a la preservación o a la desaparición del poder público” y finalmente, el aporte griego que agrega que la política y la ética van de la mano y ambas variables se afectan de la misma forma, por lo que Sócrates, Platón y Aristóteles lo consideraban como una realidad adyacente; en consecuencia la primera propiedad del político peruano se caracteriza por su escaso nivel de preparación –se han visto en la mayoría de los casos, políticos (de las bancadas populistas obviamente) que no tienen ni primaria completa; su léxico es paupérrimo, no tienen ni noción del concepto de política y vacilan todo el tiempo que permanecen en su cargo– por lo que su único objetivo es el de delinquir y seguir fielmente los pasos de sus líderes; así pues encontramos a la segunda propiedad que es la rigurosidad con la que han logrado dominar la técnica de manejo de grupos –no sé si de forma meritoria, o es que estos ladinos nacen con esta predisposición– porque todos se asemejan con los mismos patrones (risita sarcástica y falsa, mirada furtiva y dominante, facilidad de palabra, vigor para expresar sus equívocos ideales y brío y vehemencia para defender a sus líderes), es realmente curioso –para mí– ver como éstos tienen las mismas características, hace parecer que todos salen de la misma andorga, porque logran con creces dominar a los grupos –si bien la población donde ellos se dirigen es marginal y vulnerable, no quita que sea muy complicado llegar a ellos (por ejemplo, si un candidato que es profesional y tiene un impecable currículo intenta ganar su apoyo, le resulta realmente complicado y tienen que adoptar de forma humillante las mismas técnicas de éstos sátrapas), pero este no es el caso de los políticos comunes que tenemos, la población que menciono cae cual doncellas enamoradas a sus pies– y esto es un punto que debemos tomar muy en cuenta; por último, encontramos la tercera propiedad que es la de una especie de síndrome de Estocolmo u obsesión o dependencia, para con sus líderes, es realmente perturbador ver como estos se humillan, se prosternan ellos –aunque saben de sus cometidos, fechorías y objetivos no dudan ni un milisegundo en apoyarlos ciegamente– y se desnudan de todos sus valores a la misma que se despojan de todo su constructo axiológico. Para ellos, no hay ser más perfecto en la tierra que sus líderes fundadores, y estarían dispuestos a dar la vida por defenderlos, logran encasillar sus contadas neuronas en el parénquima para convencerse ciegamente de que no deben vacilar a la hora de defender con fundamentos vacíos, huecos y cóncavos a sus ‘jefes’, pero ello responde a que –posiblemente– se vean en la obligación de hacerlo ya que la recompensa es jugosa pero a la vez, peligrosa; porque son conscientes de que tarde o temprano van hacer descubiertos –por ello la osadía de llamar a esta propiedad como patológica– y así se podrían a mencionar muchos personajes, por no decir todos.

Así que, retomando la tesis de Le bon (Montero & Dorna , 2014) y su visión acerca de la psicología política se deduce que, los aportes de la política relacionada a esta realidad no son más que sustrayentes, aminorativas, disminutivas y detrayentes, lo que quiere decir que, en lugar de aportar, ha sesgado y quitado (tiempo y dinero) en pro de la recuperación de la identidad –entendiendo que esta resume todo lo que somos, tanto a nivel social como psicológico– somos de los muchos países que aún sigues encadenados con un lastre en el pie al submundismo y la ignorancia. No hay nadie hasta el momento que realmente tome un papel importante en la lucha contra la ignorancia, porque sin la educación no somos ni seremos nada –solo títeres del populismo y sirvientes del capitalismo– es hora de dar un giro y combatir todos los males que nos aquejan desde el ring de la preparación, no podemos combatir la corrupción si no hay personas con la suficiente fortaleza axiológica como para no dejarse contaminar, no podemos combatir la delincuencia si los que forman nuestro sistema son delincuentes, no podemos intentar cambiar nuestra realidad si ni siquiera la conocemos.

Por otro lado, sin hacer partido por ningún tipo de ideología y/o creencia vale hacer una estimable mención a la teología de la liberación –pero desde una perspectiva sociológica–, como una de las pocas que de manera decidida intentó hacer un alto a la ola comunista (Tahar, 2007) que en ese entonces llegaba con fuerza a este lado del mundo y que amenazaba con destruir lo poco que quedaba en pie de lucha –y lamentablemente poco o nada se pudo hacer– ello se puede ver en el caso Cuba, Venezuela, Honduras, Nicaragua, etc. Así mismo, en un primer concepto tenemos a (Tahar, 2007) que nos acota que: “ […] la teología de la liberación identificó la lucha contra la pobreza y el subdesarrollo con la lucha antiimperialista y anticapitalista. Se trataba de superar las causas estructurales de la injusticia social, tal como las objetivaban las ciencias sociales”, –ojo– ésta no solo se encargaba de luchar contra el temido comunismo, sino también tenía un perfil antiimperialista y anticapitalista en pro de lucha contra la pobreza, en resumen, esta parte nos afirma que: la teología de la liberación nace como sus raíces lo dicen, de la iglesia católica –por su alto contenido teológico– y por ser el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez Merino quien inició esta temida revolución (Dussel, 1995), ésta –nacida– en primera instancia en respuesta a las crueldades practicadas por las grandes transnacionales, en ese entonces, las dejadas por la familia del magnate John D. Rockefeller –ello lo menciona (Sobrino, 2003) en su publicación “Rockefeller en contra de la teología de la liberación”, donde cita las palabras de Nelson Rockefeller que afirma “que si lo que decían y hacían los católicos y los cristianos en Medellín cobraba fuerza, los intereses de EE.UU. peligraban».– todo ello ocurrido en la década del 60 luego de la aparición el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (Boff, 1989) donde se acordó que se tendrían que tomar acciones en contra de la opresión de las grandes empresas para con la población de Latinoamérica que era llevada en masa –mismo producto de venta–hacia los Estados Unidos para ser explotados bajo regímenes y condiciones laborales realmente inhumanas y con salarios paupérrimos, se sumó a ello la evidente amenaza que significaba el comunismo Ruso y Cubano que traían consigo de la mano del Dictador Hugo Chávez, Fidel Castro y el Che Guevara. En respuesta a ello la primera potencia del mundo –al ver tan gran amenaza– propuso como arma de contrarresto la creación –aunque parezca sorprendente e increíble– de infinidad de sectas protestantes u otros tipos de iglesias tomando la premisa Marxista de que la religión es el opio del pueblo, pero era verdaderamente irónico –y podría sonar hasta contradictorio– pero la verdad era que el opio significaba la iglesia católica, y ello debían de transmitirlo; por supuesto que habían billonarios intereses, no solo por parte del presidente Nixon, sino también de las demás transnacionales que utilizaban las mismas prácticas. El prestigio de la primera potencia del mundo se estaba manchando, y el vaticano ya había respaldado con absoluta vehemencia la propuesta dada desde Gutiérrez Merino (Gutiérrez, 1971) y la Conferencia de Medellín.

Así mismo, otro de sus grandes méritos fue la cercanía que logró –como pocas veces se ha visto– entra la política, religión y sociología (Tahar, 2007); por ello se le considera una tesis muy bien fundada y ello lo afirma (Silva, 2009) donde describe de forma precisa lo que acabo de acotar: en lo político, “la Teología de la Liberación hizo suya la perspectiva de la teoría de la dependencia. Ésta aparecía como la visión más adecuada no sólo para explicar la pobreza y la opresión de nuestros pueblos, sino ante todo como la que podía proponer las vías eficaces de su superación, precisamente porque detectaba los mecanismos que en la sociedad generan la opresión y la pobreza” (Silva, 2009), en lo eclesial, “la Teología de la Liberación se vincula con la existencia de un activo grupo de Obispos innovadores, sin miedo ante el mundo actual” (Silva, 2009) y finalmente en lo social, “la Teología de la Liberación fue impactada fuertemente por la pobreza de América Latina. Pero no simplemente por el hecho de que existe pobreza sino porque esa pobreza fue “sentida” (Silva, 2009); al final como un competidor en evidente desventaja ante un grupo tan brusco como lo fue EE.UU y el comunismo, la derrota se veía venir en cualquier momento, y así fue que la fama con la que gozó la teología de la liberación terminó por desaparecer, no solo por la manipulación a nivel de prensa que ese gobierno generó, sino que no descansó hasta que los libros que contaban esta historia queden escondidos, en el polvo. Por lo tanto, con respecto a la influencia de la teología de la liberación en este contexto acoto lo siguiente: que al ser una tesis muy poco estudiada, no es del conocimiento público pero –como insisto– sin hacer partido por ningún tipo de creencia o ideología, no le quita el hecho de que fue muy bien fundada y con tan pocos recursos puso en jaque a la primera potencia del mundo y a sus más poderosos magnates, hizo temblar al comunismo con su pensamiento de extrema izquierda, pero trajo consigo otra epidemia –que será tópico de otro ensayo– el protestantismo (creado como arma de contención para la teología de la liberación) que ha terminado siendo una real abominación para con nuestra cultura; y adaptado –este tópico– a nuestra realidad socio-investigativa se concreta que fue la única que logró un mérito en lograr la cercanía del agua y aceite de la época: religión-sociedad-política.

Finalmente, para terminar de destejer toda esta telaraña acoto lo siguiente: que Amin Maalouf afirma que la identidad de las personas no se define de una vez y para siempre, sino que es dinámica, flexible e incluso variable. En ese sentido, la identidad no se determina al nacer, sino que se va construyendo y transformando en base a múltiples pertenencias que vivimos como un todo unitario. Si bien estos distintos elementos tienen una determinada jerarquía, “ésta no es inmutable, sino que cambia con el tiempo y modifica profundamente los comportamientos”. (Maalouf, 2001), y cerrando con esta premisa se fundamenta todo lo propuesto en la hipótesis.

  • III.CONCLUSIONES

En conclusión, después de una rigurosa y minuciosa desfragmentación del todo, y siguiendo la tesis de René Descartes se concluye lo siguiente: que la hipótesis planteada en un inicio se ha contrastado completamente con la investigación, en cuanto a la causa planteada sobre dos pilares, y ésta sobre dos períodos; pero que sin embargo a ello se le suman dos tesis más, que son las aportadas desde la perspectiva antropológica y psicológica.

Así mismo, desde la evaluación de las partes, acoto lo siguiente: en primer lugar, que el aporte que la antropología brinda para esta realidad problemática es que el comportamiento, más que unos patrones heredados deben considerarse de forma natural o social, ya que son estas fuerzan las que siempre ejercen al individuo a comportarse de tal manera y obligan a que se modifique en favor de su entorno social; en segundo lugar, la psicología nos brinda el sustento de que el comportamiento responde a múltiples factores emocionales-ambientales y además inconscientes, y que son aprendidos y adoptados por el individuo de forma que éste lo toma como suyo, así mismo se considera que el condicionamiento es una potencial arma de modificación de la conducta pero que usada de mala manera –como en la época de la conquista– genera daños de gran consideración en la población donde se le aplica, de la misma forma nos brinda sustento exacto acerca de la manipulación del inconsciente para la modificación de los patrones de identidad causado por el populismo como arma de convencimiento y que el aprendizaje se da siempre de una figura mayor a una menor –considerando que este último por méritos propios no lograría consolidarse– y que es necesaria una figura tutora para aprender –para bien o para mal–; en tercer lugar, está la minuciosa línea de tiempo que se elaboró y que ayudó a probar con fundamentos concretos la opresión que se fue dando desde tiempos coloniales, empezando por el estrés post-colonización que ha ejercido una fuerza tal, que hasta el día de hoy resulta difícil poder superarlo, la violación de nuestra identidad y la alteración de nuestra cultura son llagas que aún no cierran y que se plasman en las letras de algunas canciones vernaculares y aún más en el comportamiento del peruano de a pie, así mismo la aparición del populismo de la mano de Víctor Raúl Haya de la Torre en la década del 30, que generó una nueva forma de opresión que se sigue practicando hasta el día de hoy –lo que cae en la realidad de que aún seguimos bajo la manipulación y violación– y que terminó por completar la finalización del comportamiento atípico y pobre del peruano –al cual postula este ensayo– quitando por completo su constructo axiológico, de la misma forma el populismo es responsable –junto con la corrupción– de que exista tanto nivel de ignorancia en pleno siglo XXI, invirtiendo jamás un solo centavo en educación de calidad haciéndonos creer que somos una raza subordinada, incapaz e inferior, pero lo peor de todo es que ha hecho que se pierda nuestra brújula de la identidad que nos mantiene perdidos en el tiempo y espacio, y no sabemos siquiera el porqué; y finalmente en cuarto lugar, está el aporte que nos brinda la política y la religión en este contexto, a lo que yo postulo –en base– a la psicología del político 3 propiedades que en mis propias palabras son, ‘la primera’ es que un patrón compartido entre los políticos comunes que siempre hemos tenido está el hecho de que la gran mayoría no tiene ningún tipo de preparación que asegure que están capacitados para asumir el cargo, esta realidad es completamente risible pero a la vez alarmante ya que parece que esto se ha convertido en una especie de requisito para poder formar parte de algún partido político –en especial los de sangre populista– lo que infiere e invita a la deducción de que los líderes/fundadores de estos partidos políticos no solo quieren manipular al pueblo, sino que también lo hacen con sus títeres que le servirán para que la gente se identifique con ellos –ya que poner a un profesional preparado– va en contra de sus principios; ‘el segundo’ es el gran nivel de desarrollo relacionado al manejo de grupos que éstos han logrado obtener –no se sabe si de forma meritoria o no– pero esto sin duda es alarmante ya que parece un factor de predisposición entre estos sátrapas, entre sus características principales tenemos, la (risita sarcástica y falsa, mirada furtiva y dominante, facilidad de palabra, vigor para expresar sus equívocos ideales y brío y vehemencia para defender a sus líderes), justamente este último forma ‘la tercera’ propiedad del político peruano, que no es más que la de una especie de síndrome de Estocolmo u obsesión o dependencia, para con sus líderes, es realmente perturbador ver como estos se humillan, se prosternan ante ellos y se desnudan de todos sus valores a la misma que se despojan de todo su constructo axiológico ya que para ellos, no hay ser más perfecto en la tierra que sus líderes fundadores, y estarían dispuestos a dar la vida por defenderlos; por otra parte está el papel que juega la religión en esta trama, y –aunque parezca sorprendente– es de meritoria mención ya que la teología de la liberación fue un postulado nacido en la década del 60 en pro de los pueblos pobres y la gente marginal y oprimida de Latinoamérica, ésta logró poner en jaque a la primera potencia del mundo, lo que generó que éste; como arma de contención cree otro cáncer para nuestra sociedad que no es más que las sectas protestantistas, además de ello logró unificar –por un tiempo corto– la política, la sociedad y la religión (eternos agua y aceite), pero que de manera meritoria logró una verdadera revolución en pro de los más necesitados.

  • IV.REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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1era Edición
12 de Julio del 2017
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