PÉTALOS DE ILUSIÓN

PÉTALOS DE ILUSIÓN

Majo Carranza

30/07/2017

Y allí va aquel caballero llevando un ramo de rosas en la mano con la mirada fija en ilusiones, en futuros presos de los idilios y las imaginaciones del primer amor, ese que te deja volar sin límites entre rosas, detalles e historias románticas épicas que valen la pena contar a futuras generaciones. El susodicho va con la mirada en alto, seguramente repasando el dialogo que le dirá a su enamorada en el momento de acción, aquel momento en que el ramo pase de sus manos a las de ella, haciendo que sus mejillas enrojezcan y su mente no piense en otra cosa que no sea en ella y en ese grato momento. Miedo no existe, solo grandes y firmes pasos que lo llevaran a un futuro feliz y romántico capaz de superar cualquier tragedia, cualquier desdicha y cualquier tristeza porque claro; ha triunfado en el amor, pelea que muchos ya han dado como perdida. Repasa cada segundo del momento próximo, limpia sus grandes manos de sudor para no andar con incomodidades, analiza nuevamente las rosas y duda en que esas eran las más frescas, bonitas y coloridas de toda la floristería, simple y llanamente porque su enamorada merece siempre lo mejor. Las distancias se acortan, e igualmente el valor que tanto agobiaba a aquel caballero en el inicio de su recorrido pero, con tan solo pensar en la cara de felicidad de ella, sale casi que corriendo hasta su destino final sin hacer mucho esfuerzo para no dañar demasiado las flores. Y regresa la ilusión, el grato sentimiento de calor que ella le brinda. Sus labios son lo primer que se le viene a la cabeza mientras sigue con su recorrido alargado por el trágico tráfico; esos preciosos labios pequeños llenos de curvas perfectas formando delicadas líneas en su hermosa cara, aquel color pálido pero brillante a la vez que siempre tenían, y esa hermosa forma que tenían cuando se extendían en una llana y simple pero perfecta sonrisa. Le entraba un bochorno con tan solo pensar en tener esos labios enfrente, con tenerlos sobre sus labios, con besarlos profundamente y no dejándolos ir nunca. Aquellos labios, aquellos ojos, aquella nariz, aquella cara, aquello brazos, aquellas piernas, aquellos senos, aquel cuerpo…cualquier cosa proveniente de ese ser solo podía ser de una manera; perfecta. Cada vez su parada está más cerca, y aquel joven repasa todo lo que ha pensado decirle apenas le vea, apenas abra la puerta y la vea allí, recostada en el picaporte como se imagina que estará. Luego de dar mil vueltas por todas las esquinas buscando la dichosa casa de la dichosa muchacha, el joven con el ramo toca el timbre aun con los ojos llenos de ilusión.

Y espera.

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