Sobre las causas fundamentales del sufrimiento humano

Sobre las causas fundamentales del sufrimiento humano

Germayed

26/05/2020

   

“En este gran dormitorio, como llama un texto taoísta al universo, la pesadilla es la única forma de lucidez”. Emil Cioran

Observo con amplio detenimiento el efecto que sobre el hombre trae el sufrimiento y sus consecuencias directas. Más adelante hablaremos sobre dichas consecuencias. Por ahora nos interesa abordar el asunto del sufrimiento desde el método empírico, es decir, la información captable por los sentidos y procesada por el ingenio mediante el uso exclusivo de la razón. Este breve escrito radica en encontrar el origen del sufrimiento. Cierto es que el sufrimiento está en composición de varias emociones y sentimientos, tales son: la indignación, la pérdida, la soledad, el dolor, la incertidumbre y la idea-realidad de que somos finitos y nuestros días contados están desde incluso antes del nacimiento.

   Dar con un concepto universal de sufrimiento es una labor complicada. Al estar compuesto por varias emociones y sentimientos, es infructuoso acentuar un significado estandarizado; sin embargo, diríamos pues, que el sufrimiento es un tipo de experiencia aparente que surge como consecuencia de la conciencia que de sí mismo tiene el hombre y que se refuerza mediante pensamientos capaces de captar la realidad, de sentirla, vivirla e interpretarla. La interpretación de la realidad está en relación con las sensaciones que derivan del vivir, sensaciones ajenas al goce, y axiomáticamente percibidas como amenaza ante el impulso vital de la supervivencia. Dichas conclusiones dan por valido preguntarse ¿El sufrimiento inicia en la materia? De igual manera, ¿inicia en la psique el proceso de interpretación de estímulos provenientes de la materia y concienciado mediante el pensar? Estas preguntas nos llevan a reflexionar acerca de la posible relación entre el sufrimiento y el pensar. No sin más que decir, el pensar sobre sí mismo es quizá el inicio del dolor. Al tomar conciencia del dolor cuenta nos damos de que ajenos a él no somos, por lo tanto, rehuir del dolor es una empresa inalcanzable para el género humano.

    El motor principal del sufrimiento es la angustia y la incertidumbre, la no certeza del qué pasará, del qué sucederá y si nosotros estamos en vísperas del perecer o por el contrario del pervivir. Hay dos variables importantes que señalar para entender la causalidad del sufrimiento: Incertidumbre y desaparición. No expondré ampliamente el tema de la planificación de la cotidianidad como método para evitar el sufrir, porque desde el momento de su concepción racional, son inviables las propuestas y sugerencias generadas. He visto, analizado y reflexionado las manifestaciones de dolor de otros, he comparado sus reacciones con mi propia experiencia. Es pertinente acotar los distintos tipos de sufrimiento, sus causas y consecuencias.

  • Sufrimiento físico
  • Sufrimiento emocional
  • Sufrimiento espiritual

   El primero inicia en la materia. El hombre al hacer consciente la certeza de que la probabilidad de perecer es cierta, recurre a múltiples mecanismos para salvaguardar su integridad física. La búsqueda de alivio constituye un verdadero ejercicio de voluntad, motivado por el deseo impetuoso de la supervivencia. Pero, más allá de las interpretaciones biologicistas, -que si bien, son válidas para explicar esa constante búsqueda del bienestar- nos atañe, pues, buscar de entre los cuasi infranqueables suburbios del inconsciente, una explicación capaz de generar concierto en cuanto la logicidad de los argumentos. La información generada mediante el movimiento acaecido en el mundo fenomenológico, es decir, el entramado cohesionado de cosas perecederas y sujetas al conocimiento por su tangibilidad, nos muestra al hombre como una cosa más, un objeto dual, es sujeto en cuanto dotado de razón está y por ello, se estudia a sí mismo, convirtiéndose en objeto de su propia reflexión.

    El que sufre es forzado a pensar sobre lo que siente, la realidad del dolor le arropa, escapar del terror no es una opción. El deseo de vivir es intangible, no es real, por lo tanto, él mismo mediante su voluntad, no puede alcanzar el bienestar porque no es una cosa que pueda verse ni tocarse. El que sufre es también forzado a pensar en soluciones efectivas para frenar el tormento que segundo a segundo le embarga. La razón y el ingenio han creado objetos capaces de generar bienestar y prolongar la no desaparición por rumbos de tiempo desconocidos e inciertos; en consecuencia, aquellos aquejados por la amargura crónica de enfermedades dolorosas, atados al mundo mediante su tangibilidad y forma, siendo pues, los objetos artificiales, el método más efectivo para mantener al cuerpo físico aferrado al espacio sensitivo; estas conclusiones nos dan respuesta a las preguntas fundamentales de este escrito. La materia es el inicio de todo pesar, dolor, incertidumbre y sufrimiento.

     La experiencia nos absorta de múltiples sensaciones provenientes de nuestro cuerpo. Poco tolerantes somos ante las sensaciones de dolor, tanto las nuestras y la de nuestros más cercanos familiares y amigos. Por ello, la sensación que inicia en la materia, es la génesis original de todo sufrimiento. La materia sujeta está a la oxidación, resquebrajamiento y desaparición; estas tres variables explican por qué la finitud de la materia es motivo de excesiva preocupación y generadora del más atroz sufrimiento. Siendo conscientes de que su cuerpo está constituido de materia, el hombre intenta frenar su desaparición, ¡pero no!, ante las leyes de la naturaleza, la voluntad racional de conservación de la vida física es insuficiente. Pues la imposibilidad de frenar la desaparición, no encuentra el humano, artilugio alguno que le permita seguir viviendo. El mundo de las cosas no ofrece al hombre la fórmula de la juventud eterna. El deseo de frenar el cambio y conseguir formas tangibles, a costa de lo que fuere, genera en el hombre una inmensa sensación de frustración. Si el cuerpo, expresión del mundo es cuanto a su constitución llanamente material ¿por qué no acepta la realidad y vive según las reglas de la propia naturaleza?

    El mundo no ofrece al hombre alternativa segura para frenar su inexorable desaparición. Ofrece el mundo prolongar por tiempo corto el funcionamiento del cuerpo, mas no detener la muerte física. Entonces ¿para que buscar en el mundo soluciones que nunca llegarán? El ego reafirma su posición como digno representante del espacio fenomenológico, apoderándose del inconsciente e instándole a luchar en batallas perdidas. La batalla contra la desaparición, no es posible en última instancia. El resultado será siempre igual. La materia se enajena y perece. No hay otra realidad. En tanto, cuesta aceptar esta situación si el deseo de vivir rebosa por doquier. Algunos conscientes de esta verdad, prefieren evitar acercarse a ella, acallando las voces del devenir. Otros, sabiendo perfectamente sobre el destino de su propia existencia física, se arrojan al abandono y a la indiferencia. Cuando se les pregunta el porqué de su actitud, responden “El fin último nuestro es perecer, si nuestro mundo se desmorona con el paso del tiempo y el destino qué nos aguarda es inevitable, seguir gastando energías en lo perecedero no es una opción, preferible es prescindir de lo exagerado y vivir lo necesario” Allí, cuenta nos damos de que la materia se disgrega no sólo como tangibilidad, sino también como idea. Si bien, habla Platón de que las ideas son eternas por provenir del logos, la idea que de la materia posee el sabio, cambia radicalmente y es consciente de que no es necesaria para alcanzar la plenitud.

    El sufrimiento emocional posee la misma matriz del sufrimiento físico. El que sufre por otros, y el sufrimiento derivado de sus propios padecimientos corporales tienen una estrecha relación causal. El otro, formado de materia y su consecuente forma, desaparece ante los sentidos del que desea mantenerlo siempre a fuerza de vista. Siendo la vista el sentido capaz de penetrar y captar los pixeles de la realidad; el otro, fijado como integrante vital de esa realidad, su desaparición genera hondo dolor porque acostumbrados estamos a ver y tocar, pero no aceptamos la certeza de las ideas y la imaginación. No soy el indicado para pregonar y hasta garantizar el consuelo generado a partir de recordar al otro y mantenerlo vivo en nuestra memoria. Pero si, es una válvula de escape imaginar al otro y conscientes estar de que su forma y contenido estará vigente en nuestro ser. Este método no es absoluto en términos de efectividad. El mundo físico nos obliga a aceptar como única y autentica realidad aquello que es demostrable y verificable mediante los sentidos básicos.

    Siendo las emociones abstracciones intangibles, la metodología para abordar una explicación e interpretación objetiva traspasa los linderos de la ciencia. Una vez más reitero, las explicaciones biologicistas son valederas, pero la naturaleza de este escrito, está circunscrita a analizar desde una lógica post-positivista la condición humana. La materialidad del cuerpo y de los objetos del mundo, deben presentes estar a alcance nuestro, – ellos-, sin lugar a dudas, reafirman nuestra propia existencia.

  Identificamos y reafirmamos nuestro yo en el otro. Cruda desesperación si pasamos desapercibidos y nuestros suplicios tienen eco vacío en la insoslayable infinidad de la nada. El sufrimiento emocional por perdida es equivalente al sufrir generado por el deseo de seguir conservando nuestro cuerpo en situaciones de desaparición inminente. Se aleja la materialidad del otro. El alejamiento temporal, se emplaza como idea del retorno; el retorno del ser querido es y será siempre un anhelo que perdurará en el espíritu. Es la idea del volver la que mantiene con vida la materia del otro en nuestra imaginación. El alejamiento temporal tiene razones para nosotros pensar que la integridad del otro estará a salvo, pero ¿a qué integridad nos referimos? Naturalmente la integridad de la materia. La desintegridad trae consigo presunciones e hipótesis que, si no son comprobadas por nuestros sentidos, traerá consigo angustia, desesperación e incertidumbre; emociones y sentimientos que desencadenan sufrimiento. Una vez más, la materia condiciona y origina el sufrimiento emocional. La angustia, es el germen del no saber, la desesperación es el hecho concreto del no saber y la incertidumbre es aceptar la desaparición, pero con matices de reaparición. El hombre, -quizá por razón alguna-, guarda esperanza como mecanismo de consuelo y salvaguarda moral, ante la imperiosa fuerza de los hechos no siempre ceñidos a su deseos y voluntades.

   La posesión de un cuerpo nos hace sufrir. La interacción con los demás, trae consigo emociones generadas a partir del estrecho contacto con el otro. El otro, hecho de materia, estará bajo nuestra tutela emocional. La emoción es exaltación si nuestros deseos son satisfechos y nuestra voluntad concretizada; salta pues, la felicidad como producto y posterior manifestación de nuestros anhelos. En el mundo humano, los sentidos dan sentido a la felicidad, es decir, la materia en formas subjetivas concretas, satisfacen deseos y anhelos, así, pues, el deseo de poseer una casa suntuosa, un carro o estar con ser querido, o comer un pan con bocadillo, es prueba de qué necesitamos de la materia para estar bien de ánimo. Este fenómeno es real en el sentido de que su existencia es verificada por nuestra empírea, pero irreal después de haber tenido experiencia de su existencia; pues, sólo el recuerdo de las sensaciones queda. Los recuerdos son causa directa-indirecta del sufrimiento emocional. Si nuestra experiencia ha sido agradable y nunca más volveremos a estar con el otro, y ese otro ha desaparecido del mundo y sólo su idea se mantiene presente en nuestra psique, el deseo de retornar es impetuoso, pero sabemos pues, que el retorno al pasado es imposible; concluimos pues que la imposibilidad, la voluntad trastocada y la finitud del poder, es causa y consecuencia del sufrimiento humano.

   Es evidente que el sufrimiento es norma mientras estemos influenciados por la dimensión material del cosmos. Pero ¿hay alguna manera de evitar sufrir? La respuesta radica en no mantener contacto alguno con ningún ser material. Mantener vínculos emocionales con otros, es generalmente fuente de sufrimiento, es preciso pues, mantenerse alejado de los demás y si es posible no seguir acentuando el sufrimiento formando familias; esto sólo aumentará la angustia y la desesperación. Si bien, los momentos agradables con el otro, son fuente corriente de dicha, esa dicha es efímera, porque la mayor parte de su vida, el hombre vive sólo de recuerdos, pues, los recuerdos, al ser inmutables, recrean escenarios intangibles, y el deseo de recrearlos físicamente son y serán inválidos. Cada momento es particular y no habrá otro igual en forma y fondo. Pues, es recomendable mantener a raya los vínculos emocionales con todo ser material; de esta manera, ocupados estaremos en nuestra materialidad y en la angustia que en nosotros existe a diario. No tener familia es fuente agradable de bienestar. Dejar que el todo siga su rumbo causal y no interrumpir el orden natural de las cosas es, sin lugar a dudas, fuente de bienestar y felicidad. Al parecer la felicidad es ajena al mundo, entonces ¿Por qué buscarla en la materia de este mundo, si sabemos que no la hallaremos? Nuestro ser, trascendental y no material, al no estar consciente de la realidad objetiva del cual proviene, busca por doquier el bienestar y la paz que existe en aquella dimensión causal de su propia existencia. Perdido pues, no haya la manera de encontrar la felicidad absoluta. Al tomar conciencia de que la materia es fuente de sufrimiento, el espíritu, prefiere apartarse y mantenerse eternamente en el espacio de las almas infinitas, Espacio no sujeto a disgregación, en donde, la apariencia de los seres es tal cual, no muta, ni se transforma. Desgraciadamente, para todos aquellos encerrados en el mundo material, para retornar al espacio de la bienaventuranza plena, debemos primero experimentar el terror a la muerte. La vida física es un reto. Trascenderla implica enfrentarnos al vació más atroz y despiadado.

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