Era la más pequeña en una familia aldeana conformada por siete hermanos mayores, nuestros padres trabajan siempre, mi hermana mayor “NAIARA” nos cuidaba…
En una granja alejada del pueblo, se mudó una nueva familia, mi madre fue a visitarlos un día, dijo que eran personas con mucha “alegría” fuera de los estándares de la sociedad a la que yo estaba acostumbrada, vivíamos regidos por reglas y en una constante monotonía, en ese entonces tenía 11 años, recuerdo que mi madre me levantaba a las 7:30 y contabilizando el tiempo no me podía demorar más de 15 minutos bañándome, cuando salía me revisaban que quedara bien bañada o si no me devolvían al baño usando el tiempo del desayuno, a la escuela se entraba a las 8:15 y terminaba las 1:15, 20 minutos almorzando, 40 minutos de tareas, luego media hora tocando el piano, y otros 20 minutos cenando y nos acostábamos a dormir temprano.
Mi madre siempre tenía tristeza en los ojos, no entendía el por qué, o tal vez no quería entenderlo en ese momento.
Un día mientras hacia mi tarea vi una niña que nunca antes había visto, en su mirada había completa y absoluta ternura, y su sonrisa era como una luz iluminando aquella calle vacía, iba despacio en cicla mirando con asombro todo, mientras voltee a mirar a mi madre por un segundo, ella había desaparecido, saque la cabeza por la ventana a ver si la veía, pero ya no estaba.
En la escuela ingreso una niña nueva, la maestra la estaba presentando, tenía la cabeza agachada, ella dijo “Me llamo Keila” con una voz tan dulce que fue imposible aguantar no mirarla, cuando levante la mirada era la misma niña de la cicla, estaba ahí parada con su sonrisa iluminando ese salón opaco y aburrido…
Esa misma tarde llegue con una sonrisa a la casa, sobra decir que mi madre me miro raro y posteriormente me regaño, ese día no cene, pero me acosté pensando en ella, al día siguiente en clase nos iban a organizar por grupos no paraba de desear que me tocara con ella y al final no fue así, pasaron las semanas hasta que la vi sola en el descanso, me acerque, pero mis nervios me ganaron y empecé a tartamudear ella se rió, me dio tanta vergüenza que salí corriendo.
Las semanas siguientes solamente estuve evadiéndola, ya no quería que me tocara en grupo con ella, pero ahí si me toco, no la podía ni mirar porque recordaba aquel día, quedamos de vernos en la granja donde ella vivía, yo acepte, pero fue muy difícil que mi madre me diera permiso, finalmente lo logre, cuando llegue, la mamá de ella me extendió la mano con una sonrisa, entonces recordé que mi madre me decía siempre que no podíamos tocar la mano de los inferiores como ella… pero, me pareció tan honesta y desinteresada que al final lo hice.
No entrare en detalles de cómo hicimos la tarea, pero sin dudarlo puedo decir que ha sido la mejor tarde que he tenido desde que tengo memoria, sacamos 9 en el trabajo, ahí ella se empezó a sentar a mi lado y a hablar, era muy divertido estar con ella no tenía que disimular nada y tampoco seguir las reglas de la sociedad.
Fueron pasando las semanas y nos volvimos muy buenas amigas, estábamos en la escuela juntas en todo momento y hacíamos los trabajos juntas, obteníamos las mejores notas, todo marcho de maravilla durante meses, hasta que la familia de ella se volvió a mudar sobra decir que ya me había acostumbrado a ella, mis días volvieron a ser monótonos como antes.
Pasaron los meses incluso los años, me gradué con honores del colegio, y no sabía que estudiar, pensé en tomarme un año sabático pero mis padres no me lo permitieron, entonces, solo por complacerlos elegí a lazar, me inscribí en una carrera de mecánica, ya que me recordaba a Keila en su cicla.
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