Los niños pueden resultarnos tan tiernos e inocentes, tan puros como antes, pero piensen en un niño actual, o mejor aún, pongan a una niña en su imaginación; una niña de tan solo 9 años de edad con cabellos cafés y ondulados cubriendo su espalda, una tez blanca y ojos de avellana que al verla pensarías en todo menos en cada trastorno que había en su interior, un sin fin de problemas en su cabeza, una mente tan brillante pero agobiante, oscuridad así como luz, momentos de regocijo y exaltación, ternura y amor revestidos por tristeza y enojo; pero desesperantemente, todo eso sin existir, sin un verdadero motivo de origen. Imaginen a una tierna niña amante de los felinos, que al verla, al menos yo, podría pensar que es mil personas a la vez.
Abril 7, 2004
Hoy es mi cumpleaños número 9, se que nadie vendrá a verme de nuevo, solo como siempre, mi doctor, mi psicólogo y las enfermeras enojonas que siempre me asustan. Mama y papa me han abandonado, creo que ya no me quieren pues tienen años de no visitarme; estoy muy triste.
Recuerdo el día en que llegue ah este feo lugar, tenía 6 años y me prometieron solo sería un rato, un rato que se volvió hoy 3 años ya. Mami insistió en traerme aquí por culpa de la vieja loca de mi colegio, es decir, la psicóloga; mi papi, acepto sin importarle mucho y mi hermano solo se burlaba de mí. Aunque sigo sin entender porque estoy reclusa aquí.
Tengo muchos amigos y amigas, sé que me quieren al menos, hoy me dieron tarjetas de cumpleaños hechas por ellos y el personal me dio un pastel enorme de chocolate y mi doctor me regalo un gato de peluche al que llame Ruperto. Todo como cada año, al parecer ellos ahora son mi familia…creo que moriré de tristeza.
Ya es de noche, Carlos y Alejandrina, mis compañeros de habitación, ya duermen, solo yo sigo despierta como todas las noches en este lugar; tengo miedo, ya esta silencio todo y el calor es sofocante; solo de vez en cuando se escuchan los pasos de alguna enfermera por el pasillo para revisar a los niños…a mí nunca me hacen caso cuando digo que me siento mal…podría estar meriendo justo ahora y a nadie le importa, debería estar mejor en un orfanato. No exagero al decir que podría morir, tengo una cortada en mi codo con una ligera coloración morada alrededor a causa de golpearme con el borde de mi buro; pero se torna cada vez mas morado, podría ser algo más que un golpe, podría tal vez estarse pudriendo mi brazo y se me caerá…es más, creo ya siento más dolor.
Por fin me visita la enfermera; una enfermera grande, gorda y tosca que siempre me mira con cara fea…me odia, lo sé; pero al menos me ayudo con mi dolor de brazo medicándome…que extraño porque esa medicina no me supo feo, no sabía a nada. Todo vuelve a estar en silencio, los parpados me cierran y caigo en un profundo sueño.
Abril 8, 2001
Hoy desperté con un dolor en todo mi cuerpo, mis compañeros salieron a jugar pero yo no quise aunque los doctores me obligaran; no entiendo, tengo mil enfermedades y aun así me obligan a hacer cosas que no puedo; parece que ya están artos de mi. Ese medicamento que me aplico la enfermera por la noche, parece que no ayudo mucho, pues desperté peor.
Y ahora duerme mi dulce y querida Elizabeth, que mañana te espera una vida de lo mejor, donde nadie podrá molestarte, donde estarás sola…mas sola. Cierra esos hermosos ojos de avellana, déjate envolver por tus sueños y no te lastimes esta noche; suelta esa navaja preciosa, que ya logro ver tu sangre. Duerme, duerme para después poder ser felices las dos. Elizabeth despertó en un cuarto distinto, oscuro y siniestro, con crujiente suelo y paredes húmedas, un olor a putrefacción invadía sus pulmones; en ese instante abrió los ojos con sus temerosas pupilas temblando y el sudor rodando su frente, aun era de noche, madrugada ya, aquello había sido parte de una pesadilla, así que Elizabeth seguía en aquel mismo reclusorio.
Rayos de sol invadieron su habitación, no podía verse más pálida, triste y ojerosa como cada vez al despertar; la rutina comienza como cada día. Elizabeth desayunaba junto con el sin número de niños, poseía una perturbante cualidad, era lograr autocompasión para sí, los doctores artos del comportamiento falso de esta niña, no tenían más que tenerla, pues hacía años que no recibía visita de familiar alguno, aunque tentados a postrarla a su suerte.
Elizabeth era tan repelente en ocasiones, desesperante y depresiva sin causa alguna, pese a ser un hospital mental, siempre supieron que aquello provocado por la niña era irreal. La enfermera encargada de Elizabeth contaba al demás personal las extrañeces que cometía la niña, principalmente la de adorar los espejos y pasarse horas frente a estos hablando consigo misma. El día transcurría como cualquier otro, llego la tarde y cayó la noche, otro día más con los eternos quejidos de Elizabeth, y por supuesto llenándola de placebos, a los que inocentemente la niña aceptaba como medicamento.
Oscuridad espesa inundaba ya el hospital, la hora de dormir volvió a llegar, apenas pasaron dos horas de las 8:00pm cuando una desagradable escena paralizo al escaso personal nocturno: la cocinera yacía muerta sobre la parrilla, quemada en partes, hervida por los aceites de la freidora, sus dedos cortados en palillos de brocheta, y su propia espátula enterrada en su frente, cubriendo su rostro quemado, una espesa cortina de sangre de un rojo penetrante. Llamadas a policías, detectives y nada era cuadrante, no era un asunto apto para personal policiaco. Al retirarse un enfermero nervioso se percato de que Alejandrina había presenciado toda la escena, alterado la cuestiono a lo que ella contesto que recién había llegado, se había desviado al levantarse al baño; la dejo volver a la cama un tanto más tranquilo pero su mente quedo viajante.
Alejandrina volvió a la habitación, asustada vio a Elizabeth sentada rectamente sobre su cama, siguiéndola agobiantemente con ojos aniquilantes, alejandrina automáticamente le susurro no haber visto nada y de un salto subió a su cama tapándose completamente; bajo su manta, respiraba agitada y asustada, sudaba, sabía que alguien estaba afuera parada a su lado y de un impulso tiro su manta para percatarse que todos dormían, incluso la propia Elizabeth. Siguiente día, tratando de no hacer notar lo ocurrido la noche anterior. Misma rutina, mismas desesperaciones. Elizabeth desayunaba sola cuando Alejandrina llego a acompañarle; llego nerviosa casi derramando su plato de cereal, aunque tranquilizándose tras la conducta amable de su amiguita. Esa misma tarde, que todos los niños salieron al jardín, Elizabeth como siempre prefirió quedarse en su habitación por un supuesto dolor abdominal. Apenas quedo sola y se puso de pie frente a su espejo de cuerpo completo, quedo rato en silencio, solo fija la vista a sus propios ojos; en ese instante de transe para Elizabeth, la despertó un correteo fuera en el pasillo, sus compañeros venían ya para asearse y cenar; Alejandrina le tendió una pequeña flor a Elizabeth junto con una enorme sonrisa, a lo que la niña califico como desagradable, tonto y falso, tirando la flor al suelo mientras unas lagrimas salían por los ojos de miel de Alejandrina para terminar borrándose al posarse en sus redondas y sonrosadas mejillas; Carlos un niño de 9 años y compañero de cuarto, molesto, fue a llamar a alguna enfermera, falta no hacia pues recién entraba la enfermera de Elizabeth, había presenciado el acto grosero de la niña. Consolando a Alejandrina, invito a Carlos acompañarla a jugar; Elizabeth y su enfermera quedaron solas en el dormitorio, ya los niños cenaban y el ambiente tenso y pesado se creo, pues ambas sabían que no eran de su agrado; aunque Elizabeth fuera una niña de 9 años, potenciaba tanta dureza en su carácter cuando ella lo quisiera así, era como si algo la dominara, como si por momentos fuera una distinta a la otra; pero nada de eso. La enfermera miraba a la niña con desprecio, y este era mutuo, la tomo del brazo a tirones llevándola con el director del sanatorio, y Elizabeth llevando una gran y sínica sonrisa.
Luego de presentarse con el director, la enfermera se retira; el psicólogo y la niña permanecen en silencio unos segundos, Elizabeth rompe la atmosfera preguntando de manera grosera si seria expulsada del lugar, a lo que el psicólogo afirma con la cabeza; le muestra su expediente a la niña, cargado de falsas enfermedades, quejas y episodios maniacos falsos y agresiones para sus compañeros. Ahora sería llevada a un mejor lugar para quien realmente podría necesitarlo. Elizabeth, catatónica por la noticia, grito como loca paranoica que todos estaban en su contra, que no era valorada ni apreciada, que trataban de asesinarla y nadie la quería.
De nada sirvió tanto sufrimiento, solo esa última noche y Elizabeth dormiría en otro sitio. Los dos salieron del despacho hacia la central de enfermeras para indicar el descenso de Elizabeth; la niña volvió a su habitación donde ya la noche había bañado cada rincón. La enfermera encargada dio la noticia a los compañeros de Elizabeth, con un tono tan serio y casi victorioso; luego de no escuchar reclamo alguno salió de la habitación dando un portazo. Carlos miro a Elizabeth, Alejandrina tapada hasta los ojos los veía, tanto odio mutuo podía ser como mil enfermedades de las que Elizabeth se inventaba.
Los tres niños desviaron sus miradas, alejandrina, pese al maltrato de su amiga sentía tristeza de perderla, años juntas y ahora se quedaría sola con Carlos. Elizabeth esbozó una sonrisa ligera pero maligna para sí al taparse. 4:28am, alejandrina despierta sin motivo aparente, somnolienta, escucha un golpe ahogado dentro del ropero, confundida talla sus ojos y mira hacia Elizabeth, ella dormía; comenzó a ser presa del miedo, despierta a Carlos sacudiéndolo, le cuenta del ruido y llegan al ropero. Apenas lo abrirían sigilosamente cuando una luz los encierra, perplejos y asustados veían a Elizabeth aluzándolos con su linterna y explicándole cualquier tontería la niña vuelve a dormir. Proceden nuevamente, delicada y silenciosamente la puerta continúa abriéndose aunque el golpeteo había cesado ya.
Carlos tubo que tapar la boca de Alejandrina para ensordecer su grito por lo visto ahí dentro; el niño, atónito coloco su mano lentamente sobre el vidrio, pues ahí, sin reflejo, dentro de aquel espejo yacía una posible replica de Elizabeth, asustada abrazando sus piernas, viéndose a lo lejos. Impactados cerraron el ropero, al ver que la cama de Elizabeth estaba ya vacía, corrieron llamando a gritos al enfermero; quedaron pasmados al ver salir tranquilamente a Elizabeth del baño dirigiéndose a la habitación sin cruzar su mirada con ellos. El enfermero en turno llego minutos después, tranquilizó a los niños, pero un grito desgarrador los hizo correr de nuevo, ahora la escena fue la siguiente: rastros de sangre y sesos guiaban hasta una caja acartonada, que al abrirla contenía viseras y piel en corte entero; la caja postrada sobre un gabinete el cual dejaba ver extremidades sin piel y por supuesto, cubiertas en sangre. Esta vez la mala suerte fue para un interno.
La agilidad y la destreza con que estas muertes se cometían, era impresionante y temible para todos; el desquiciado estaba entre ellos. Llego el sol, ya Elizabeth había empacado sus cosas, sería llevada a un orfanato común sin enfermos mentales ni psicólogos interrogantes; Alejandrina lloraba, ahora Elizabeth se mostraba solidaria, abrazándose se despidieron, aceptando cortésmente una segunda flor de su amiga, Elizabeth sonrió. La enfermera no podía esperar más y tiro del brazo de Elizabeth al tiempo que las niñas se despedían con la mano. Alejandrina entro al hospital nuevamente.
Le fue informado al director el fin de Elizabeth en ese lugar, deduciendo que las muertes reducirían. El área de Elizabeth ahora permanecía limpia y sola; Alejandrina jugaba en el jardín cuando al voltear al cielo, su mirada se detuvo en la ventana de su dormitorio; un rostro infantil la veía, una siniestra mirada en un tierno rostro sucio y con cabellos desarreglados. Alejandrina corrió a informar lo visto, lo cual le fue refutado como algo increíble, a consecuencia, solo fue aun mas medicada; el sol se ocultaba lentamente y Elizabeth ahora instalada en su nuevo lugar se sentía feliz, su rostro era otro, iluminado y mirada viva, se sentía tan tranquila pues aquello la había dejado ya.
Pasadas dos semanas, pese a la despedida de la niña, no fue suficiente para que muertes perversas dejaran de surgir. Poco a poco el personal disminuía, aun más de lo que ya, y maniacamente el sitio continuaba abierto al público, los niños eran trasladados a otro sanatorio; Carlos estaba tan harto de Alejandrina por su conducta histérica, no quería que se volviera como Elizabeth, no quería que su pesimismo la contagiara. Por otro lado, Elizabeth aprendía a ser feliz, ya no mas tormento, ya no mas esa actitud negra y negativa; una mañana Elizabeth recibió una carta donde alejandrina la ponía al tanto de los hechos, completamente desconcertada, la niña no entendía nada de que se trataba, así que solicito una visita al lugar. El permiso le es concedido un día después, mientras tanto la perseverancia de la negatividad extrema continuaba vagando por los corredores del hospital.
Vacio ya el sitio de personal, con los últimos cuatro pacientes por trasladarse, Alejandrina vagaba por el lugar, triste por pensar que su amiga la había abandonado, el pesimismo la invadió, los pensamientos mas autocompasivos le inundaron, la perversión rodo por su mente al suponer que su amiga siempre la vio como un desecho, como un estorbo del cual solo pretendía burlarse. La enfermera buscaba a la niña pues el autobús la aguardaba, en ese instante las puertas se abren de par en par, era Elizabeth acompañada de un empleado, fue explicada su petición la cual no le fue denegada, así que los tres continuaron buscando a Alejandrina. Afuera comenzaba a nevar, el cielo cerrado regalando obscuridad ligera, un ambiente espeso llegaba. 40 min después y un grito ensordecedor de las entrañas hiso correr a Elizabeth y su acompañante; tercer piso y la peor escena: jeringas clavadas por el cuerpo colgando de la enfermera, y esta, atada con cadenas, el cuerpo abierto de un delicado corte desde la garganta hasta la región abdominal mostrando sus viseras. Otro ataque igual de enfermizo que los anteriores; rápidamente el joven tapo los ojos de Elizabeth, pasos en el piso inferior lograron hacer correr a la niña zafándose del joven, el cual, corriendo tras ella, no logro esquivar un delgado fierro saliendo de una de las paredes dañadas de ese piso inconcluso; enterrándosele este por su ojo derecho para terminar perforándole el cráneo y quedar muerto.
Elizabeth y Alejandrina se reencontraron en su vieja habitación, mirándose una a la otra, ahora Elizabeth era quien lloraba, mientras la otra niña se mostraba altaneramente sensible, gritándole todo reclamo, recordándole que nunca la quiso, que la hacia sentir un cuerpo inútil, que debido a su constante desprecio ella jamás podría quitarse ese complejo, así que por todo aquello, Elizabeth debía morir, pues a pesar de todo aseguraba Alejandrina que siempre trato de dañarle con todo, y aun hasta ese justo momento. Elizabeth llena de pánico no comprendía ni una sola palabra, corrió a la puerta, la cual se cerro de golpe, se giro, Alejandrina estaba a escasos centímetros de su rostro que podía sentir su aliento a muerte; Elizabeth cayo temblando al piso suplicando gritada mente.
Alejandrina la aturdía con todas las vivencias amargas que le hiso pasar al ritmo de que la golpeaba fuertemente con su puño; la malcriada le advirtió una severa tortura. Arrastrándola de los pies, la postro sobre la que fue su cama, atándola de pies, manos y cuello; la agobiada Elizabeth lloriqueaba tan desgarradoramente al ver las hojas de bisturí que la endemoniada niña acariciaba lentamente ante sus ojos; cortes superficiales en la piel equivalentes al daño causado. ‘’te matare lentamente para que sientas todo lo que me causaste’’, eran las palabras de Alejandrina; otro corte mas ahora en el parpado de Elizabeth; con un gran cuchillo, Alejandrina cortaba pedazos de piel de la niña, colocándolos en su propio rostro; continuaba cortando su cuerpo al grado de dejarle ver casi el hueso. Elizabeth no tardaría en morir, la sangre empapaba el suelo.
Ya muerta Elizabeth, no podía faltar el toque personal: una gran incisión de la garganta al ombligo, con ese mismo objeto, Alejandrina lo hundió hasta sus propias entrañas cayendo muerta.
9:00am, Elizabeth despertó de golpe en el orfanato completamente sola, su ropa ensangrentada y con un cuchillo en sus manos, frente a ella una niña muerta con sus entrañas al aire, y en los periódicos, la noticia de diez asesinatos desquiciantes. Elizabeth, una niña tan acomplejada y llena de autocompasión propia, logro ser víctima de su pesimismo atrapador, llevándola a locuras verdaderas, que no alcanzaría diagnostico psicológico para describirlas.
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