Mesa para uno, café para dos

Mesa para uno, café para dos

Martin Cabello

26/07/2017

Llego ella, se encontraba a unos pasos de mi, estaba agitada, agobiada, con la frente empapada de sudor, “Es el coste de ser una amante del arte» pensé. Admire cada ángulo de su cuerpo, atisbe sus movimientos al caminar. Reluciente y sencilla a la vez, no existiría tal combinación durante unos milenios mas. No deje de mirarla ni una milésima de segundo, puedo incluso decir que por un instante me sentí mas cerca de ella a su piel que sus propias prendas. Y situándose frente a mi observaba a una bruma, un destello de luz, ¿que se yo? Solo puedo decir que no hay poder divino que pueda separar mis ojos de donde se encontraba ella. Si, es ella, es una mujer, pero no cualquier mujer. Faltaría todo el papel del mundo para describir cada detalle sobre lo que estaba viendo, pero tratare de hacerlo visceral: Observar su mirada hacia el infinito, tocar su mano mientras se escucha el canto del viento. Cada macula y cada borde de su rostro, ojos color vida, nariz imperfecta, cejas que denotan autoridad. Y una boca, claro, una boca tan frágil pero a la vez tan penetrante. Se comporta como un animal al asecho, solo esperando la llegada de una presa para ser comida a besos. Como me encantaría ser la presa.

No había ninguna otra cosa en este universo que me hiciera sentir todo y a la vez nada. Ella era poesía andando. Sus piernas reflejaban dos rimas exquisitas, sus caderas se movían al sonar de una voz amorosa, su pecho se expandía con cada bocanada de aire sutil que la rodeaba. Parecía como extraída de los cuentos infantiles, donde la dulce princesa se acercaba a su príncipe. Sin embargo, ella no era una princesa, y yo mucho menos un príncipe. era algo mas trascendental que eso, ella era poesía.

Encontramos un restaurante para almorzar, y como de costumbre, ella inhibía por completo todas mis necesidades de mortal, como lo que son comer y dormir, por eso pedí un simple café descafeinado y una gâteau du dimanche, pero ella, ordeno una baguette, con cuatro diferentes embutidos y cuatro quesos especiales, incluso acompañado de la salsa de la casa. Sigo sin comprender como ella logra comer tan tranquila cuando en mi estomago estalla una guerra civil. Que falso mito de las mariposas en el estomago, lo que había dentro de mi eran avispones. Pero debía mantener la calma, no mostrar debilidad alguna frente a ella, aunque fuese un manojo de sentimientos por dentro.

Nos encontrábamos sentados, frente a frente, como dos niños jugando al sube y baja, solo que nuestras subidas eran las miradas, y nuestras bajadas eran las risas. No demoro mucho tiempo en que ella se diera cuenta de lo que sucedía en ese abismo entre ella y yo. Parecía una rivalidad sobre quien podía resistir mas tiempo sin besar al otro. Mas que un abismo, como ella lo percibía, yo sugeriría que era una veta de amor que solapaba con gran estruendo en ese espacio muerto entre nosotros, se sentía un fuerte hecatombe de sentimientos guardados. Con gran esfuerzo le dije:

-“Nunca encuentro las palabras correctas para describirte, por mas que escribo en mi pequeña libreta un sinfín de ellas, ninguna puede equipararse a lo que estoy viendo en este momento. Soy perfectamente capaz de describir una metrópolis completa con todo y sus habitantes. Pero por mas que lo intento tu sigues siendo algo inexplicable ¿Por qué?

Ella se encogió de hombros y con una sonrisa, de esas que son estacas en el cuerpo, de esas que estrangulan a uno y lo dejan sin respirar, sin hablar, sin poder pedir auxilio.

-No comprendo, ¿Por qué mencionas esto? Estamos sentados aquí, disfrutando de un almuerzo, que podría ser casi una cena debido a la hora. Yo pienso que estas algo melodramático por la lluvia que acontece por la ventana. Pero dime, ¿Por qué dices eso?-

Poesía de la locura, equiparable a un sueño bizarro entre las largas dunas de duda de mi mente. Seria preferible rodear esas dunas y evitar malos versos, pero uno no controla la homeostasis, la homeostasis nos controla. Por lo tanto, se sigue el camino de las dunas, así lo queramos o no. Sin mas preámbulos, me adentre a las “dunas” y dije:

Me acostumbre a amarte de lejos, a mirarte sin que tú te percataras.

Me acostumbre a pensarte, hacerte mía en sueños.

Me acostumbre a tu aroma, aquel que solo queda después de te vas

Me acostumbre a tu suave abrazo, que por viejo lo he sentido de mil maneras.

Me acostumbre a tus labios, que fueron remplazados únicamente por el calor de mis dedos suaves sobre ellos.

Me acostumbre a tu ausencia, me acostumbre a amar la soledad que me dejas

cuando te vas, me acostumbre a tu presencia en mi mente;

¿Y ahora que he de hacer con tu presencia?

Ahora lo sé, -Continué- me acostumbre amarte de lejos y tu presencia no es necesaria, bajo la mirada buscando que entiendas sin palabras aquello que inunda mi corazón. Tu mano busca mi barbilla, alzándola suavemente, asientes conocedora de mi alma, miro las expresiones en tu rostro, lo sabes, ya no hay más que esperar. He estado tanto tiempo acostumbrándome a todo esto que ya no lo soporto. No te necesito, tengo la capacidad de vivir perfectamente sin tu presencia, el problema es que no quiero hacerlo.

Se quedo sin palabras, la sonrisa no desapareció, solo cambio. Sus ojos denotaban una impetuosa impresión y no dejaba lugar a dudas que en algún momento de esa conversación, en esa mesa, bajo la luz de una bombilla barata, con un ventanal mirando a la calle llena de lagrimas del cielo. Miro a su alrededor, pero en menos de un segundo volvió su mirada hacia la mía nuevamente y pronuncio esas palabras que jamas habría imaginado escuchar:

“Ya nos estábamos tardando mucho en este ir y venir del carajo”

Mi cuerpo y mi ser se separaron por un instante, no tenia ni la mas mínima idea de lo que quiso referirse con eso. No comprendía nada. Solo sabia que ella estaba consciente de todo lo que iba surgiendo entre nosotros. Mientras dentro de mi ocurría un caos, ella continuo:

“Tengo que decirte que nadie ama de la misma manera, ni si quiera las dichosas almas gemelas. Por lo tanto no esperes lo mismo. Siendo claros, algo sucede entre tu y yo, de eso no queda duda, pero lo que si debo poner en la mesa es que ya es muy tarde, nos hemos visto tantos años, hemos salido tantas veces, y justo ahora lo dices, ¿Por qué aquí? Por que ahora? Explícame».

Poco a poco fui asimilando a que se refería con su primera respuesta, ella ya esperaba que hablaríamos de esto algún día, mas no esperaba alguna fecha exacta. Esos juegos que había entre nosotros, miradas, risas, frases para enamorar sin autor ni destinatario, pero que ambos sabían de quien era y para quien estaba dirigida.

Toque su mano con mi mano, dibuje mis iniciales en su dorso, como queriendo dibujar un tatuaje, querer hacerla mía. Mas yo se que eso no era posible, ninguna de las dos cosas eran prácticamente posibles, no puedo tatuarla con mis manos, pero puedo si puedo dejar marca un tanto mas profunda que donde llega la dermis. Puedo tocar con mi mano su corazón, ese símbolo de calor y vida. La

desnudo con las palabras, se tienta a caer en mis brazos. No hay resistencia alguna, pero sus ojos, su ojos tan profundos y absorbentes. Me hechizan a mi primero, sin si quiera poder defenderme. El sonido que sobresale del universo me es indiferente, yo solo amo su voz, no me interesa nada.

No llegaría a pensar que tanto podría cerciorarme de su querer, mientras conversa conmigo y yo finjo escucharla, mientras tanto, mis ojos la admiran, mis oídos la escuchan, mi nariz la siente, y mis manos no se están quietas, quiero moldearla, probar de su ser, acariciar su alma.

En algún momento pareciera como si ella hubiese visto todo lo que pasaba por mi mente, por que en el instante en que puse mi mano sobre la suya, se levanto de su silla, atravesó la mesa con su torso, y mientras mi presión sanguínea iba en aumento, sus labios cruzaron con mi mejilla derecha y sentí su dulce presencia junto a mi piel. Es inimaginable los golpes que me estuvo dando la vida por tantos años, para que con un simple beso, hayan sido destruidos, junto con un mal pasado. Mi cuerpo no respondía, mi cerebro tampoco, lo único que provoco en mi fue hacerme temblar como una luna en el agua.

-No te prometo nada- Dijo ella, con un tono de voz débil, mientras aun seguía de mi lado de la mesa. -no te prometo estar contigo a la mañana siguiente, no te prometo que nos casaremos, no te prometo que viviremos en una cabaña en la playa, no te prometo horas de felicidad, no te prometo acompañarte a todos lados, no te prometo que ser la mujer de tus sueños. Solo te prometo que jamas te olvidare.-

Después de cinco minutos de un juego de miradas, ambos nos levantamos de la mesa, debido a una señal indirecta del mesero que estaban por cerrar. Tomo su bolso y salimos a la oscurecida calle, barnizada por la lluvia de esa temporada. Caminamos juntos, mi intención como de costumbre, era acompañarla hasta su estación de salida del subterráneo que la llevaría a su casa. Pero ese día era distinto, ese día definió lo que se convertiría en una batalla por la felicidad, no estaba seguro de verla a la mañana siguiente, no se si hoy, o en unos años, o incluso en alguna otra vida. No se si siendo jóvenes, adultos o ancianos; en forma de personas, de agua y piedra, flor y tierra o lluvia y celo. Solo pensar que no la veré de algún modo, me provocaba un desgarro al corazón y un estallido de paroxismos. Tal vez no debería pensar tanto, no todo esta perdido, mientras ambos sigamos caminando por esta calle rumbo al subterráneo, todo seguirá siendo perfecto.

Lo único que deseo en este momento, es que esta maldita calle no se termine nunca.

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