Desperté. Estaba tratando de dormir, y despertaba a cada rato porque alguien me hablaba, sostenía mi mano. A veces apretaba fuerte, otras era imperceptible. Y cuándo hablaba sentí que no me podía mover, pero al mismo tiempo sentí que salía y entraba de mi cuerpo.

Susurraba a mi oído palabras que no recuerdo, pero estaba sobre mí.

Y pude ver su rostro. Si es que se puede puede llamar rostro, porque lo único que tenía era un agujero donde debería estar su boca, no poseía nariz, ni ojos, ni cejas. Tenía cabellos blancos pero sucios, un poco rizados que le caían de la cabeza. Olía a quemado, a hojas quemadas.

Noté que me faltaba el aire, cuando lo recuperaba me despertaba. Me senté en mi cama y sentí como estaba frente a mí, me besaba, me doblegaba y volvía a caer en un sueño profundo, para tenerla encima de mí, susurrando.

Pude verme acostada, y pude ver muchas cosas. Estaba viviendo entre el sueño y la vigilia. Pero no miraba más allá que oscuridad. Y la luz que he visto, era ella con sus caricias en mi cabello y cuello. Con esos susurros eróticos. Ella era sensual pero aprisionante.

El deseo empezó a recorrer mi cuerpo, mi piel se erizó, y jadeaba con cada caricia sobre mis senos. Su aliento cálido se desplazaba de mis piernas hasta mi vientre. Estaba atrapada en un sueño de gozo, sentía como sus largos dedos me llevaba a la cúspide del placer.

Caí en consciencia y estaba sudorosa, acalorada y sentí mucha paz. Mi mirada errabunda la buscaba en mi habitación, sin embargo solo pude ver la tenue luz de la luna atravesar mi ventanal. Tengo que buscar la forma de evocarla nuevamente.

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