Vacaciones en Paz

Vacaciones en Paz

Siyra Labiad

21/07/2017

Ya es verano y como llegan los vencejos desde el sur del Sahara también llegan los niños de esas tierras huyendo del calor. Pequeñas aves que dejas sus nidos en busca de aventuras.

Ayer, fui a recoger un paquete que me mandó mi madre con ellos, los niños que vienen a Galicia para pasar el verano, con el objetivo de esquivar los 50 grados que pueden alcanzar los campamentos en estas fechas. Para recogerlo quedé con la madre de acogida de la niña que traía mi paquete, en la plaza del ayuntamiento de Vigo, a las 12:45.

La noche anterior apenas pude dormir y me levanté muy temprano, estaba ansiosa por tener entre mis manos ese paquete y no por lo que contenía en sí, sino por su olor, su dulce olor. Quería tocar ese paquete que envolvió mi madre con sus propias manos, supongo que es otra manera de verla o tocarla después de tanto tiempo, así que a las 12:00 ya estaba en la plaza del ayuntamiento, mirando como un turista perdido, en mi propia ciudad, a todos lados.

Pero lo que yo no sabía era que no sólo iba a llegar la niña que traía mi paquete, sino todos los niños saharauis que pasarán el verano en Vigo, pues tenían un evento en el ayuntamiento. Había que hacer la foto de bienvenida o más bien de “postureo” de todos los veranos. Aún me acuerdo de cada una de las que me hicieron a mí también. Así que empezaron a llegar niños por todos los lados y por un momento creí estar en un sueño. Los niños iban llegando y a medida que se acercaban unos a otros aquella plaza parecía estar de celebración, peor no era de extrañar, la alegría la llevan en los genes.

Y de repente me encontré jugando entre ellos desde la distancia, me alejé como tantas veces del mundo terrenal. Y me encontré participando en la conversación de dos niñas que estaban a unos seis metros de mí.

  • Vaya vestido más bonito llevas- Dijo la niña del pantalón vaquero y camiseta blanca, más con las manos que con la boca.
  • Me lo compró mi madre María- Le contestó la niña del vestido rojo- Tu camiseta blanca se manchará dentro de nada- prosiguió con una carcajada.
  • ¡Aquí la ropa no se mancha aunque sea blanca tonta!, no hay arena!!- Le contestó con las cejas arqueadas y los brazos abiertos de par en par como queriendo enseñarle que efectivamente ahí no había arena en ningún lado, sino asfalto.

Al grupo llegó otra niñas sorprendiéndome con un abrazo por la espalda.

-Chicas! Vamos a buscar a Aisha- dijo enolviéndome en un abrazo.

Yo estaba entre ellas con la boca abierta pero muda, sin poder hablar.

Cuando abrí los ojos vi unas gotas en el suelo, entre mis zapatos, y levanté la vista en busca de nubes, peor no, ese día no llovía en Vigo, eran mis lágrimas.

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