Dos palabras y varias reflexiones

Dos palabras y varias reflexiones

Cristina_

17/05/2020

Dale al play, sube el sonido del audio, cierra los ojos y cuenta 10 segundos, mientras respiras de manera relajada…

Ya puedes bajarla un poco, empieza a leer, si puede ser… en voz alta, para que retumbe en tu cabeza. 

Dos palabras y varias reflexiones

Finalmente, con dos palabras poco originales conseguí describirme, después de que un desconocido hicera que me analizara a mi misma de una manera totalmente nueva. No impacientes… Aún no las voy a nombrar. Demasiado nos hemos acostumbrado a saber la respuesta y conclusión de todas las cosas sin analizarlas.

           Esa charla, la que me hizo verme y dejarme ver, empezó con un planteamiento un tanto sencillo: «pon nombre a esa voz interior que da paso a emociones y pensamientos que te exigen siempre ser la mejor versión de ti misma». Ya sabes, decía él, aquella que te insite en lo que debes hacer, en lo que es bueno para ti, y que repite que el sacrificio forma parte del reto. Yo la llamé «la pesada perfeccionista». Luego, minutos después, me pidió entonces que pensara en aquella que te hace sentir de otro planeta, más despreocupada, menos responsable, más atenta a lo que le rodea y más alocada. A esta la llamé «la re-molona». Pensando para mi interior, «Es la que me mola de verdad y donde desato toda mi parte más creativa». 

Parece evidente, ¿no? todos invitaríamos a un café, un cigarro o a una copa, a esta segunda versión menos ocupada, más relajada, le dedicaríamos tiempo sin mirar el reloj y seguramente al final de la cita, le insinuaríamos que cuándo tendremos el placer de volver a verla. Podemos estar de acuerdo que escasean en la rutina los momentos de recreo. 

           Sin embargo, la conversación amable con este desconocido, me hizo darme cuenta de que estas dos versiones no tenían porque ser opuestas. ¿Por qué nos empeñamos en catalogar como bueno o malo tan a menudo? Sabemos que sin algo de esfuerzo, realmente no hay tan grandes conquistas; sin el miedo y la incertidumbre, la aventura parece menos atractiva y que sin insistentes exigencias, a veces, nos encontraríamos pidiendo esos mensajes que declaran que alguien confía en ti y sabe que eres imparable.

            Pero, ¿qué es lo que nos hace a veces odiar esa disciplina y ese supuesto sentido común de la responsabilidad? ¿Es la falta de seguridad que tenemos en nuestros propios recursos y que nos hace querer rendirnos? ¿Es el miedo al fracaso después de tanta lucha? 

Pueden ser ambas cosas, de hecho creo que lo son. Pero no es solamente eso.  ¿Cuál es la recompensa después de un día duro o un largo día de trabajo? Cuántas veces vemos a la misma ansiedad hasta arriba de estrés, con falta de horas de sueño y aburrida, caminando encerrada en el cuerpo de diferentes personas. Hay algo que estamos dejando de atender y de comprender: esa necesidad de disfrutar y divertirnos que llevamos dentro, innata. ¿Nos permitimos suficientemente jugar y desconectar a nuestro antojo cuando ya no pueden resistirse más las ganas o vive esa necesidad en confinamiento en su cuerpo-casa, esperando a que toda las fases interminables de obligaciones y normas se resuelvan algún día? ¿Cuánto tiempo le dedicamos a lo que más nos gusta hacer?

Como los polos, estás dos voces que parecen opuestas, se atraen y en este caso, añado que se retroalimentan. 

¿Cuántas veces, algo que te ha parecido imposible, insoportable, has sido capaz de realizarlo con los ojos cerrados – y sin miedo- porque ese día te sentías con fuerza? Los mensajes que escuchamos atentamente, son aquellos que nos dicen lo que queremos oír ¿no? Deberíamos cuidar más de la alegría y de nuestro ánimo, para que a menudo salgan solas las palabras agradables. Cuando tú y tu mente os sentís llenas, nada parece imposible, ni siquiera demasiado difícil. Problemas, preocupaciones o dificultades pierden parte de su fuerza destructora y dan paso a un reto pendiente más.

             Desde esa conversación, decidí tener mi propio mantra, compuesto por esas dos palabras con las que idenfitiqué mis varias emociones. Entendí que mi versión más luchadora y exigente, y la otra más alegre y despreocupada eran parte de mí y merecían ser tratadas con respeto. Ninguna me define más que la otra. Ninguna es más importante que la otra.

Espera…  Aún esperas que diga las palabras…

He pensado que es mejor que no las sepas. Te diré, que están incluidas ya en este texto y me gustaría que fueras tú quien las intuyera. Y que además, encontraras las tuyas propias, para comprenderte y verte, quizás desde una ángulo distinto al que habías utilizado hasta ahora. No hay nada mejor que perderse en uno mismo. Con buena música. Y, sobretodo, después de haberte disfrutado.

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