Olor a manzanas, canela. Impregnan la casa desde hace un rato que llegaron con la compra. Al guardar las cosas a él se le cayó el bote de canela molida desparramando parte de su contenido. Ella le miró y con un tono cariñoso dijo «¡Ains mi manazas!» Levantó su varita y acto seguido el recogedor limpió el estropicio. «Menos mal que compré dos botes.» Sacando el segundo de la bolsa y guiñando un ojo.

«Mientras me cambio ves sacando los ingredientes para hacer el bizcocho» Y se fue. Y aquí está él, esperándola mientras coge tres manzanas. Toma el peso,un bol y el paquete de harina y echa unos 200 g. Después hace lo mismo con la mantequilla y el azúcar, con la misma cantidad exacta.

«¡¡Uhm y ahora qué más era!» Dice justo cuando ella llega a la cocina. Lleva puesto una camisa vieja y grande que la cubre hasta las rodillas, de color negra y en el centro el dibujo de un faro y una Luna llena.

«Pues medio limón». Dice

«¿Medio limón?»

«sí, medio limón.» Ella le mira con cara extrañada. Él la mira muy serio y comienza a decir.

«Unnnnn…»

«¡Ay no, no,no,no empieces,por favor!»

«….nnnnn limón y medio limón, dos limones y medio limón…» Se pone a cantar. Bueno a berrear más bien. Ella entre risas le pide que pare, que no la torture así. Acaba de partir el limón, lo deja en la mesa, se vuelve hacia ella, la coge entre sus brazos y la besa con ternura.

«¡Ains!» suspira ella. «Mi loquillo». Mira la repisa de la cocina y comenta

«Ya solo falta la levadura en polvo.» Vuelve a agitar su varita y, desde un cajón que se abre sale una bolsita de levadura y vuela hasta posarse en la mesa.»¡Ah, sí, y el azúcar glass» Se repite el proceso mágico pero esta vez desde el armario.

«Toooodo listo.» Confirma él. Ella repasa mentalmente. » Tres manzanas, 200 gr. de harina, 200 de azúcar y 200 de mantequilla. Medio limón, una cucharadita de levadura en polvo, otra de canela molida y el azúcar glass. Listo.»

Mientras hace esto él se apoya en la repisa y la mira. Observa como su frente se arruga un poquito mientras se concentra, como la comisura de sus labios se pone horizontal, como se aparta el pelo con una mano mientras con la otra va señalando cada ingrediente, como se da cuenta que le observa, y como sonríe levemente de forma simétrica. Estos pequeños detalles son los hacen que se enamore cada día de ella.

«¿Empezamos?» Sugiere ella.

«Yo ya empecé a amarte hace mucho tiempo.» Le responde sonriendo

«Tontorrón. Bah, vamos.» Ella ríe.

«No vamos a poder.» Su voz adquiere el tono de un viejo maestro cascarrabias. «se le ha olvidado una cosa muy importante.» Ella le mira extrañada. «Los huevos, señorita. Se le han olvidado los huevos.»

«¡JAJAJAJA!, que tontín eres.» Ella se ríe. Se acerca a él contoneándose y dándole un toque sensual a su voz le dice al oído. «los que quiero los tengo a mano.» Acto seguido le acaricia con suavidad y mimo la zona central de sus pantalones. «¡Uhm! Si usas esos creo que no tendrá el mismo sabor.»

«Bueno, cuestión de gustos.» Ella se aparte abre la nevera y coge tres huevos, los deposita con delicadeza en la mesa y dice. «Ahora sí, vamos a empezar.»

Él corta la mantequilla en dados agita su varita y la mantequilla se reblandece un poco. La echa en un recipiente donde habían puesto el azúcar y se lo pasa a ella que con una espátula de madera los mezcla.

«Pon los huevos dentro.» Él coge los tres y los pone dentro donde están el azúcar la mantequilla y el azúcar.

«Así no, uno a uno. Despacit…» Ella se arrepiente de decir eso, mientras el sonríe y mientras va rompiendo uno a uno y vertiéndolos canta «Deeeespaciiiitoooo…»

«¿Por qué, por quéeeee?, ains. Mientras remuevo ponte detrás anda y…dame tus manos que vamos a remover juntos» Otra vez esa sonrisa picarona. Él se sitúa detrás, posa sus manos sobre las suyas, ella dalea la cabeza hacia la izquierda dejan su cuello justo a la altura de la nariz de él. «Mira así» Y remueven muy despacio el contenido.

Él se deja llevar por el movimiento y por el embriagador olor del perfume que despide su cuello. Pega más su cuerpo al de ella y ella cierra los ojos mientras siente como deposita sus labios con dulzura sobre su piel. Primero sobre su mandíbula y luego baja como una gota de rocío en un hoja refrescándola por completo. Beso a beso recorre toda su garganta provocando que se ericen todo los pelos de su cuerpo mientras no paran de remover.

Las manos de él abandonan las de ella y posándose en su cintura bajan despacio por sus caderas.

«¡Uhm, veo que tus manos tienen ganas de hacer cositas!»

«Muchas, ganas.» le susurra al oído.

«Pues, perfecto.» Ella hace un gesto con las manos y de un armario salen un tamizador volando y un cuenco.

«Coge la harina y tamízala junto a la canela y a la levadura en polvo.» Él, con la sangre en otros lugares solo es capaz de decir.

«Pe…pe..peeroooo».

«Ni peros, ni manzanos. Venga, vengaaaaa. » Dicho esto le saca la lengua. y se ríe. No le queda más remedio que aceptar la nueva situación y se pone a tamizar la harina junto lo demás.

Al observar la harina le viene a su mente el vestido blanco que llevaba la primera vez que la vio. Estaba tan hermosa. Su suave y rubia melena se alargaba por su espalda mientras su cabeza se daleaba de izquierda a derecha al ritmo de los cellos que tocaban en el escenario. Él, situado dos metros más atrás, había dejado de prestar atención al concierto y la música se había convertido en el ritmo que llevaba su corazón. Era el ángel más hermoso que había visto nunca.

Ha pasado tiempo desde entonces, y aún siente su alma vibrar como aquella primera vez. Y agradece a la fortuna que hizo que algunas personas se fueran y dejaran el camino libre hasta ella. Se acercó y, a pesar de su enorme timidez le habló. Y no sólo monosílabos como era de acostumbrar en estos caso o … peor … balbuceando; fue una conversación amena fluida, como conocidos de siempre. Conectaron a niveles muy profundos. Al acabar el concierto se dirigieron a un bar a tomar algo y entre tapa y tapa acabaron desayunando en la casa que tenía él en el centro de la ciudad, después de una noche desenfrenada de amor y pasión. Sonríe al recordar todo eso y la ira, mientras remueve los huevos y el azúcar. Piensa que no ha cambiado nada y en voz alta le dice » Te deseo».

Ella se vuelve y dice

«Tontorrón, ¿Has acabado de tamizar la harina?».

«Sí.» Le contesta. «¿Puedo comerte entera ya?»

«¡Ains, que muchacho este, siempre pensando en la comida.» Sonríe picarona. «Ahora tienes que pelar….las manzanas, cortarlas primero en rodajas y después en tiras finas.»

«Pues me pongo a ello ahora mismo, a pelar…las manzanas». Con un chasquido de manos aparece un cuchillo y coge las manzanas. Le quita la piel poco a poco, una a una. Cuando acaba se pone a cortarlas en rodajas con el mismo cuchillo. Coge una manzana entre sus dedos y con la otra la herramienta, ésta se desliza con suavidad entre la carne de la fruta, de fuera hasta dentro para luego volver a salir al exterior empapada en su zumo. Ella, sin que él se percate lo observa sintiendo un calor que le inunda sus secretos más íntimos. Se muerde el labio inferior con los dientes y piensa, dejándose llevar por la fantasía, en que bien maneja él el instrumento. «Un momento,si él es muy torpe.» Vuelve a la realidad y agitando sus dedos bloquea el cuchillo justo cuando iba a producir un tajo en uno de sus dedos.

«¡Ains!, mi torpecillo.»

«Gracias, cielo.» Le dice.

Ella no sabe y ni cuántas veces ha evitado que se corte, o que, o que se grape un ojo o que se machaque los dedos con un martillo o que queme la casa. Ya ha perdido la cuenta. Es muy poco cuidadoso consigo miso, en cambio…En cambio con ella lo es mucho. La protege de sus temores, de sus miedos, de sus enfermedades. De todo, siempre está ahí cundo le necesita. Sin pedírselo, sabe estar justo en ese momento. Recuerda el primer fin de semana que pasaron juntos, ella quería que fuese todo perfecto, pero cogió frío y le subió la fiebre. Además el estómago hizo de las suyas así que no paraba de ir al lavabo. Un desastre se sentía mal, no sólo a nivel físico, también psicológico. Él no se merecía esto, pobrecito. Le pidió que la llevara de vuelta a casa y él se plantó y dijo que no que él había venido a disfrutar con ella. Y eso hizo, disfruto pasando el tiempo a su lado, controlando su temperatura, yendo a buscar medicinas para bajarla, contándole historias para que se relajase y descansase, cayéndose por la habitación del hotel para hacer que se riera. Y cogiéndola entre sus brazos mientras ella dormía. Ese fin de semana fue uno de los mejores para ella y en el que confirmó que estaba enamorada de él. Que lo amaba hasta las trancas, y bueno a su tranca también…Se paró y dejó su recuerdo y volvió al presente.

«Ahora échales un poco de limón y ves poniéndolas poco a poco aquí dentro. » Señalando a la mezcla con los huevos. El se pone a su lado y va a meter todas de golpe. «Espera ponte detrás mio y ve echando una a una.»

«¿Detrás? Pero si así tardarem…»

«Ponte detrás, hazme caso» El tono de su voz tiene un toque sensual. Él la mira, la entiende y se coloca en dicha posición. Alza un dedo y poco a poco, una a una, las manzanas van pasando una a una del cuenco a la mezcla. Mientras ellas las va integrando él la abraza por la cintura. Le besa el cuello, una vez, dos veces, tres… y a la cuarta se lo muerde. Se aprieta mas contra ella, empujandola contra la encimera a un ritmo de la canción de bésame mucho, haciendo que su vientre y lo que no es su vientre se froten con el mueble. Ella suelta un pequeño gemido.

«¡Uff! Noto un calor sofocante» Susurra ella.

«Tranquila, que eso se soluciona con facilidad». Sus manos bajan por su cintura hasta su cadera y empieza a subirle despacito su camiseta hasta que la parte baja de la espalda queda al aire.

«Y si esto no es suficiente, un poco de humedad te aliviará» Le sugiere él.

«¿Ah, sí? ¿Y como me vas a dar ese alivio?». Entonces él le susurra a un oído. «Ya lo verás» Le da un mordisco al lóbulo de su oreja, cosa que a ella le provoca un placentero cosquilleo que le recorre todo el cuerpo. Y, despacito, el se pone de rodillas, le besa su espalda, su nalga derecha, baja por su su muslo dejando la huella de sus labios mientras que con la otra mano le agarra la otra nalga. Con sus besos llega hasta la rodilla se pasa al otro pie y en pieza a subir. Los labios dejan paso a su lengua que avanza sin descanso entre sus muslos hacia al centro. Cada vez más cerca. Ella se muerde los labios mientras se agarra con fuerza a la encimera. Nota como él, su lengua, entra dentro de ella, lamiéndola cual helado. Él disfruta de sus labios carnosos, saboreándolos como a una tarta de manzana. Nota crecer la temperatura entre sus labios y los chupa para aliviarles. Ella grita «PARA» se da la vuelta, lo levanta y dice.

«Creo que mi horno ya se ha precalentado bastante, es hora de que metas tu bizcocho dentro.» Y le va empujando hacia el dormitorio…

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