No cabe duda de que la noche no solo es una simple etapa del día, es más que un parte-aguas entre el sol, el ruido y el reposo. Llega a ser un canal directo al frenesí.
No pasaban más de la media noche y el techo del cuarto, -donde estaba intentando no dormir-, hecho de aluminio, convertía las gotas de lluvia en fuertes pisadas, pisadas de un gigante dispuesto a destruirme. El eco era tan grueso que ni mi propia respiración podía ser palpable, todo se resumía en fuertes y continuas pisadas sobre el aluminio.
Dije que estaba intentando no dormir, pues esa era mi misión aquí, hacer acto de presencia, así de simple. No cabe duda de que el materialismo adquirido por un hombre que no se pudre, más bien renace en dinero, trae consecuencias absurdamente desorbitantes, miren que pagar 250 pesos por noche a un joven pobre diablo como yo, por cuidar bienes materiales que tal vez solo en sueños podre tener, ¡me parece demasiado!, sobre todo porque sé que aquel que me paga por esta actividad puede reponer cualquier bien perdido en un simple parpadeo. Pero admírenme aquí, pues la necesidad de no solo soñar sino también, de concretar mis metas me ponen en este lugar. No era suficiente con las pisadas que recibía el aluminio que estaba sobre mí, para estremecerme los nervios, pues el cuarto solo tenía una ventana, cuya transparencia dejaba ver el largo y profundo terreno de la nada, solo estaba sentado con un foco alumbrando el interior del cuarto, una taza de café, y también, un arma. Un revolver, un revolver 36, ligero, bello, con un color café, -que me hacía recordar los ojos de aquella chica-, con seis balas, que me llenaban de tentación para poder hacer volar un casquillo de estas.
El rebotar de las gotas de lluvia sobre la tierra me atrapó, la transparencia de la ventana se convirtió en un transmisor de entretenimiento. La poca luz que provenía del foco me dejaba ver como la unión del agua y la tierra se volvía homogénea en el suelo, y yo, encontraba paz, la paz de saber que no eran pisadas, solo gotas de agua.
Cuando estaba ya en los aposentos de la perdición, cuando el romance entre mi mirada y la transparencia de la ventana estaba en su clímax, un ruidoso y destrozador rayo se dejo caer como un latigazo muy cerca de la ventana, tan cerca como para hacer que mis pupilas se unieran a mi cerebro, y así poder solo pensar en eso, en el rayo. ¿La lluvia no cesará? El rayo fue como un rotundo ¡No!, que obtuviese por respuesta a mi pregunta.
Al volver la vista a la ventana vi que las gotas ya no eran transparentes. Sobre el cristal dejaban un rastro marrón, rojizo, una combinación de colores brutal, muy brutal para poder retar a lo que se le llama normal. Vi como mas rayos caían frente a la ventana, cada vez mas fuertes, cada vez más impacientes por romper el suelo…
¡Uno, dos, tres! Y al tercer latigazo, de la nada, sobre la ventana se postro una mano, una mano grotescamente moribunda, las uñas de esa mano parecían estar completamente fuera de los dedos, por su forma podía ver uñas para no ver garras, ese pedazo de carne parecía estar lleno de sangre, de lodo, de mugre, parecía estar pidiendo clemencia. Debajo de la mano nacía una extremidad con unos harapos empapados en mierda. Extremidad y brazo golpeaban la ventana fuerte, muy fuerte… ¡Zas! ¡Zas! Y ¡Zas! Si esa mano quería decir algo, sin duda, era que quería entrar, pero yo no quería saber el propósito de su petición.
Sin pensarlo, con las manos temblando y alternando la vista de la ventana al revolver, tome este ultimo dispuesto a cumplir mi tentación si era necesario. Pero al volver la vista a la ventana, la mano… ¡la mano ya no estaba, y los latigazos cesaron!, suspiré… ¡Zas! ¡Un latigazo y un golpe se presentaron sobre la ventana al unísono…! ¡Y la imagen en la transparencia ya no solo era una mano, ahora un torso en negro sombrío!
En la parte donde se supone que esta la cabeza, se veían entre sombras una cabellera que parecía recién expuesta a una explosión de bomba, electrificada… y entre tanta sombra resaltaban dos perlas blancas, tan blancas que el resplandor de los rayos no era necesario para iluminar las circunferencias… dos puntos negros adornaban el centro de los círculos blancos, y sin expresión palpable en la oscuridad, ahí estaba un rostro, una persona… una presencia viéndome fijamente, dejando caer el peso de su brazo sobre la ventana que nos separaba.
Entre cada resplandor que soltaban los rayos, se veían en la ventana destellos de carne podrida, una sonrisa,-que me incitaba a querer huir-, sin paladar, sin labios, con los dientes pelados y chuecos, y los harapos no solo cubiertos de porquería, también desgarrados.
– ¿Qué quiere esa sombra…? ¡deja de apuñalar la ventana…!
Entre sudor y coraje dirigí el revolver a la ventana y descargué el carrete, y al ser mi primera vez disparando un arma, mis nervios me obligaron a cerrar los ojos… ¿todos los disparos habrán llegado a mi objetivo…? abrí los ojos para tener la respuesta, solo dos agujeros en la ventana, no me importo buscar el destino de las balas restantes, corrí hacia la ventana, quería ver a la presencia muerta, y ahí estaba con lo que aparentaba ser su cabeza, y dos agujeros tatuados en ella…Mi mirada cayó en insatisfacción, pues detrás del ahora muerto molestar, los resplandores dejaban ver un hoyo en la tierra, y ahora pude ver que las gotas eran rojas, ¡rojas…! solo pensé que no podía ser el único hoyo, ¡eran demasiados rayos azotando el suelo,,,! que seis balas no hubieran sido suficientes… Y mi mente en un estado de alarido, susurró:
– la lluvia hace que nazca la vida, la pureza, las flores, la paz, el aroma penetrante de la vida… sin embargo, cuando la noche te lleva por el camino del frenesí y no estas a gusto con la desgastante rutina, quieres experimentar. Y dejas de ser el único con este deseo, pues como cualquier unidad viviente, la naturaleza también quiere salir, experimentar y sacudirse en su lujosa capacidad de manipular los organismos, agitarse y ver que sale como resultado del merecido ensayo. Ver el resultado de su propio y divertido frenesí.
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