Hasta el 2019 palabras como: Cuarentena, Pandemia, Terror, Muerte, Virus, eran términos que juntos solo podíamos imaginarlos en una película de ciencia ficción, incluso hasta inicios del 2020 cuando comenzaban a llegar las noticias desde la lejana China, aún veíamos esa «película» impensable a nuestras propias realidades, bastaron tan solo dos meses para que la ficción se convirtiera en realidad y al día de hoy desde el encierro en cada uno de nuestros hogares, nos seguimos cuestionando ¿qué es todo esto que está sucediendo? Invitándonos a reflexionar acerca de lo vulnerable que es en realidad el ser humano, tirando al piso la teoría de Nietzsche que nos habla del «superhombre» y es que solo bastó un simple virus, un agente diminuto, una cosa invisible a la vista humana, para que esa idea del hombre todo poderoso, el que todo lo puede, el que todo lo logra, se venga en picada.
En tan solo 4 meses del 2020 hemos visto suceder cosas inimaginables, hemos visto factorías enteras cerrar sus puertas, cruceros detener sus trayectos, pistas de aeropuertos como estacionamiento para los aviones ya que el tráfico internacional se detuvo, los todopoderosos buques militares de las potencias ser obligados a atracar en puerto, el precio del petróleo llegar a cifras negativas un escenario jamás visto en la historia, hemos visto como el mundo se ha detenido desde el confinamiento de nuestras salas y habitaciones. En cuatro meses la cifra de muertes por una misma enfermedad ya sobrepasa los cientos de miles según reflejan las cifras oficiales, no obstante el número real de caídos jamás lo sabremos a ciencia cierta.
Ningún país estaba preparado para una situación de estas proporciones y ello se vio reflejado en el colapso de los sistemas sanitarios de numerosas naciones, principalmente en los países más pobres tal y como ha sido el caso de Ecuador donde la provincia del Guayas se ubica entre las localidades más golpeadas por el SARS-CoV-2 a nivel mundial según un reporte del Financial Times.
Son muchos los factores que han incidido para que estas situaciones drásticas y de dolor hayan calado tanto en la ciudad de Guayaquil, el contar con un sistema sanitario muy por debajo del nivel esperado, las condiciones de pobreza de varios sectores, la pésima administración de autoridades tanto nacionales como seccionales, la tardía toma de decisiones y principalmente la desobediencia de la gente ante las medidas de restricción a la movilidad y del confinamiento, es doloroso ver como ciudadanos recurrían a las redes sociales para denunciar que en sus casas los cuerpos inertes de sus familiares llevaban hasta cinco días sin poder ser sepultados, las filas de pacientes en las unidades de emergencia de los hospitales esperando por un turno para ser atendidos, las aglomeraciones en las funerarias para poder reservar un servicio funerario para familiares, los testimonios de personas que no contaban con un trabajo estable ante de todo esto y vivían del comercio informal o del día a día o contando ahora con los recursos necesarios para alimentar a sus familias. El dolor causado es indescriptible, los gobernantes jamás pensaron que una situación así pudiera darse en nuestras ciudades, los ciudadanos jamás creyeron que podrían contagiarse de una enfermedad así quizás por soberbia, quizás por desconocimiento, quizás por egocentrismo, pero sucedió.
Hablamos de un virus que en el momento de contagiar no hace diferencia entre ricos o pobres, entre políticos o empresarios, entre sacerdotes o ateos, entre famosos o espías de la CIA, entre buenos o malos, un virus que simplemente ataca humanos estén donde estén, sean quienes sean.
Mucho se habla de que después de todo esto la humanidad deberá cambiar, que ya han comenzado los cambios, que seremos otros, se habla de solidaridad con los que más necesitan, se habla de buscar nuestro lado espiritual, de reconectar con nuestra fe; será que llegaremos a cambiar, será posible una nueva sociedad, respetar la naturaleza, concientizar sobre el cambio climático, ser solidario con nuestros semejantes que están de posición de desventajas, será que luego de esto la tan ansiada equidad entre la población se acercara a la esperada, podrá acaso el ser humano dejar al lado ese espíritu de superioridad que le motiva a pasar por el otro y por sobre todo con tal de lograr lo que quiere.
En nuestro país hace 4 años vivimos el terremoto de Manabí y Esmeraldas en este tan doloroso 16-A y nuestro espíritu solidario se volcó a la ayuda a estas dos provincias llegaron donaciones desde el rincón más recóndito de la nación, fuimos todos un solo puño, por un momento dejamos de lado las diferencias políticas, dejamos las hinchadas de un lado y fuimos todos un mismo equipo, dejamos las clases sociales aparte y todos nos unimos con el único afán de ayudar, lo hicimos y los hicimos bien, sin embargo 4 años después hemos vuelto a pensar en esa persona a la que le llego nuestra donación, acaso hemos pensado en cómo estará esa familia a la que se le cayó su casita y le enviamos ropa y comida ya que no tenían nada, hemos vuelto a pensar en ese anciano al que le llegaron el agua y las medicinas que recolectamos en nuestra universidad, hemos pensado hoy en ese niño que comió de una lata de atún que compramos en el supermercado y enviamos a los bomberos para que le llevaran, hemos tenido tiempo para incluir en nuestras oraciones a aquellas personas a las que alguna vez ayudamos.
Si algo debería traernos el SARS-CoV-2 antes de cualquier otro cambio imaginable, considero que debería ser HUMILDAD, durante los últimos siglos el hombre se ha autoproclamado amo y señor del planeta, abusando de su «superioridad» sobre las otras especies, consumiendo desmedidamente recursos, destruyendo ecosistemas completos, todo por las ansias de poder y acumulación de riquezas, poco o nada nos interesa bajar una montaña entera si es que ello representará acumulación de riquezas, el hombre cree poder hacerlo todo y ser inmune a todo, este virus nos ha dado una cachetada de frente y sin previo aviso para decirnos que no somos todo lo que nos creemos, somos una simple especie como todas las otras que debe ajustarse a las normas del planeta, respetarlo, cuidarlo, cuidar de todos con los que convivimos estén a nuestro nivel evolutivo o por debajo, este virus nos está obligando a ser humildes, considero que si tenemos algo que aprender de esta pandemia es que si bajamos nuestros egos, si nivelamos nuestra autoestima, si llegásemos a ser más humildes, las cosas comenzaran a cambiar y a partir de la humildad llegar a ser más solidarios, más justos, más equitativos, pero sobre todo más humanos.
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