[D] es para DIOS – En el principio Dios creó todo de la nada. El cielo y la tierra. El día y la noche. Y creó el hombre y la mujer. Y después descansó… (se fatiga cualquiera después de semejante hazaña). Todo fue bueno – narra el Libro del Génesis. Excepto que por algún lado (y por ser tan microscópicos), se le escaparon los virus y bacterias que han acechado a la humanidad desde la creación.
Si algo positivo produjo la pandemia 2020, fue un “prequel” apocalíptico, que develó la ignorada debilidad que habían escondido los seres humanos detrás de sus Mercedes Benz, sus muebles de IKEA y sus carteras Louis Vuitton.
El plan divino recapituló la fragilidad de la vida y la susceptibilidad que tiene el cuerpo ante la invisibilidad de esos aparentes e insignificantes microorganismos. Como un recuerdo de que todos somos iguales de blandura y cada vida es importante. Detrás o delante del cubre boca. Con o sin virus. Vivo o muerto.
Dios, como tantas otras cosas en la vida que no se pueden ver, ni percibir – tuvo nuevamente el minúsculo poder de cambiar el rumbo de la vida.
Siempre tuvo la ultima palabra, y prefirió no utilizar otra de sus creaciones (Internet) para dejarnos saber que era tiempo de rebuild – reboot – reimagine. (Dios es bilingüe en cualquier idioma).
La pandemia dejó que las trompetas de Jericó se volvieran a escuchar (como el famoso relato en el Libro de Josué), pero en este siglo – el muro que cayó, fue la prepotencia del hombre.
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