Diario De Una Ninfómana (+18)

Diario De Una Ninfómana (+18)

Gonzalo R Baleato

13/05/2020

Antes de juzgarme llamándome puta, zorra o guarra, miraros al espejo y deciros si tenéis derecho a hacerlo. Esta historia no está hecha para gente mojigata e hipócrita que siguen los idealismos cerriles de la sociedad. Ni tampoco lo está para esos individuos puritanos que se azoran solo con escuchar la palabra follar. Así que si sois uno de ellos, os aconsejo que dejéis de leer esto, porque no voy a cambiar mi manera de expresarme por vosotros. No os voy a hacer creer que soy una princesita fina y educada, ya que referente a mi vida la educación solo es una perspectiva ajena, no una realidad.

Dicho esto, comencemos.

Mi obsesión por el sexo se remonta a mi niñez, cuando tenía trece años. Mis padres comenzaron a dejarme sola en casa por motivo de su trabajo. Los dos empezaban a las tres de la tarde y no llegaban hasta la doce de la noche.

Un día, jugando en su habitación tropecé y choqué contra una estantería al lado del escritorio en donde tenían el ordenador. Al querer colocarla de nuevo en su sitio, vi una cajita circular de plástico llena de cedés. Tenía mucha curiosidad en saber lo que era, y lo que más me desconcertaba era que todas tenían títulos eróticos. Nunca olvidaré la excitación que recorrió mi cuerpo cuando leí; Follando por primera vez el coño de una colegiala. Me sentí sofocada, percibiendo como mi propia vagina se humedecía. Fui al salón e introduje el disco en el lector de DVD. Lo primero que escuché fue la música tipo chill out y Jazz acompañado de leves gemidos femeninos. Y lo primero que vi fueron cortas escenas de mujeres y hombres desnudos como follaban. (Solo por recordarlo ya me estoy poniendo cachonda).

Luego seleccioné una escena. En ella, una jovencita morena y hermosa con el pelo largo, cara angelical y unos envidiosos labios carnosos, apareció en una habitación en donde un hombre desnudo no muy atractivo pero con una polla la mar de apetitosa se vio sorprendido por la muchacha. La chica estaba impresionada con lo que veía, y como si estuviera poseída se puso de rodillas y empezó a chupársela. Luego se desnudó ella también, y tumbada poco después en la cama, se dispuso a tocarse. Me senté en el sofá, comenzando a acariciar mis pezones y bajando lentamente hasta mi virtud, (si, a veces la suelo llamar así, y muchos chicos ya lo saben). Vi a la actriz meter sus dedos corazón y anular dentro de su vagina, sacándolos y metiéndolos con lentitud y suavidad. Yo hice lo mismo que ella, ¡joder! sentí tanto placer que la exaltación de mi cuerpo era incontrolable. No pude evitar gemir ni pronunciar tantas veces el nombre de Dios, y eso que soy atea. Pero desde ese día, supe con total certeza que me encantaba el sexo, o al menos masturbarme.

Me comprometí a darme placer a mi misma hasta que cumpliera los veinte años, y a partir de ahí, me follaría a los tíos que más deseaba. No creo que exagere al decir que desde que me hice mi primer dedo hasta que me follé al primer chico, me masturbé al menos unas seis mil veces, que sabiendo que fue durante siete años, creo que es bastante.

El día que cumplí los veinte, hice una fiesta en la casa del pueblo de mis padres, invitando a mi familia y amigas. Al anochecer les propuse a las chicas, a mis hermanos y a mi primo que jugáramos al escondite mientras los adultos estaban dentro tomando café, chupitos y hablando de cosas, y la idea fue muy aceptada. En una de las veces que le tocaba contar a una de mis amigas, estaba indecisa y no supe a donde ir, pero rápidamente se me ocurrió la idea de ir al campo de maíz de mis vecinos. Me adentré prácticamente hasta más allá del medio del campo, y de pronto escuché un ruido extraño. Entonces alguien me azotó el culo y cuando me giré del susto, vi que era mi primo.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté.

—Pues supongo que lo mismo que tú. Esconderme, primita.

Siempre me ha parecido un chico cariñoso, divertido, atractivo y la cicatriz que tiene en la mejilla hacia la nariz me pone muchísimo. Creo que yo a él también le pongo. Lo noto cuando me mira, me toca y cuando me habla, sobre todo después de esa noche. No voy a racanear con los detalles, pero si omitir información intrascendente de lo que hablamos. Lo que ocurrió es que después de conversar un poco acabamos follando entre el maíz. Mi primo me había desvirgado, y no os imagináis como me gustó. Fue un polvo rápido, pero intenso.

Me da igual que penséis que eso es incestuoso, asqueroso, inmoral o una perversión. Para mí es sexo, solo eso. Es más, esa noche habíamos follado unas cinco veces cuando a algún otro le tocaba contar. Mientras los demás jugaban ignorando lo que hacíamos, nosotros practicábamos todas las posturas físicamente posibles. No os imagináis de qué manera se movía mi primo ni la forma en que desplazaba su lengua por mi clítoris. Era casi imposible no gritar de puro placer, pero tuve que retraerme para que no nos pillaran. Ahí fue cuando me di cuenta de que mi primo también era un adicto al sexo, o como se les suele llamar a los hombres, sátiros. Pero este no es su diario, no es su relato. Aunque me dijo que también estaba escribiendo sus aventuras sexuales.

Para los que tengan curiosidad sobre los detalles de lo que hicimos, decir que a pesar del poco margen que teníamos, salimos satisfechos todas las veces. También aclarar que después de estar encima de mí follándome muy duramente y antes de que él se corriera entre el maíz, que por cierto, supo apartarse a tiempo, en ningún momento utilizamos condón. Conozco a mi primo de toda la vida y sé que está sano. No quiero ir de docente moralista pero no os aconsejo no utilizarlo, el sexo se disfruta más cuando eres consciente de la escasa o casi nula probabilidad de pillar una ETS o quedarte embarazada.

Ahora tengo veintiséis años. Sigo viviendo en la casa de mis padres y cuando necesito un buen polvo me voy a la ciudad a buscar a mis “presas”. Lo bueno de vivir con mis viejos es que me controlo más al tener las cosas más complicadas para conocer a un chico y follármelo, porque tengo que buscar otros lugares en donde hacerlo con él. Aunque hace unos días se ha mudado una familia a unos metros de mi casa, y hay dos chicos que creo que son sus hijos; uno de unos veintitantos años y el otro de poco más de treinta.

A día de hoy me he acostado con un gran número de chicos de diferentes edades, etnias y razas. He tenido varias experiencias lésbicas. Hice algún que otro trío y hasta participé en un bukake, pero eso si que no me gustó nada. A mi si no me penetran o me estimulan la vagina, ya el resto no me llama tanto la atención. ¡Pero oye!, todo sea por experimentar. ¡Ah! Tampoco me gusta mucho el sexo anal. Asimismo decir que a pesar de cuidar que mis parejas sexuales estén sanas, limpias y que usen protección, uno se corrió sin querer dentro de mí porque se había roto el preservativo, pero fuimos rápidos y no tuvimos nada que lamentar. Y con el bukake…bueno, sufrí una reacción alérgica en la piel, fueron dos semanas bastante horribles. No obstante, mis aventuras me ayudaron a tener más precaución, no hay que temerle al sexo por lo que pueda pasar, solo hay que estar un poco más alerta pero sin olvidarse de disfrutar.

En esta semana voy a intentar acercarme a esos jóvenes vecinos, y me los voy a follar de tal forma que van a estar saciados durante una buena temporada. Les voy a dejar la polla tan quemada por la fricción, los huevos tan hinchados y la pelvis tan machacada que ni se van a poder levantar.

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