¿Tunche, que es eso,se come?

Era 14 de octubre del 2016, 8:00 pm apuntaba el reloj. Partimos emocionados, nos conocíamos de mucho tiempo, pero sabíamos que la convivencia iba a ser lo innovador en esta nueva aventura que nos deparaba, todos nos sentíamos como astronautas, hasta caminábamos más lento de lo normal para poder decir adiós a nuestro seres queridos, el bus, la nave espacial que nos llevaría por una constelación de experiencias que nunca más se iban a repetir, aguardaba por nosotros, pues estaba todo el listo, nuestro viaje había comenzado, y ninguno de nosotros sabia como afrontar esa sensación de saber que talvez , esa sería la última oportunidad en que íbamos a viajar juntos. Nuestro viaje de promoción había comenzado y con maletas en mano, dimos bienvenida a nuestro camino.

Era realmente espacioso y cómodo, el bus, en que íbamos a viajar tenía ventanas amplias y asientos reclinables que muchos no dudaron en ponerlos a prueba y se echaron con frescura, ¿que esperaban?, era un viaje largo…Éramos un grupo de 17 personas, la mayoría varones, digo mayoría porque fueron mamas también y una compañera, que hasta ahora pienso que era la única con pantalones para decidir viajar con nosotros, un grupo de locos, 11 compañeros, amigos, hermanos algunos talvez. Nosotros estábamos decididos a hacer de esta nuestra mejor experiencia y nuestro mejor tema de conversación en nuestros reencuentros después de muchos años. Las mamas también tenían un objetivo, disfrutar de su segundo viaje de promoción, pues claro, también cuidarnos, obviamente.

Yo me senté con Alexis, mi mejor amigo, nos habíamos conocido en inicial cuando yo recién había aprendido a decir mi nombre completo, y cuando el al parecer solo sabía decir hola. Alexis sufría de un pequeño problema, se mareaba rápido y más aún en los viajes con tramos largos, hasta ese momento de mi vida, ya no me afectaba, todos sus vómitos y las infinidades de paseo del colegio me habían servido como entrenamiento. Estaba muy preparado, lo había planeado todo, alcohol, algodón, bolsitas negras extra grandes, y mi paquete de caramelitos de limón anti vómitos. Antes de cerrar mis ojos me asegure que todo iba bien con Alexis, lo vi tranquilo hasta casi ya dormido, así que decidí poner en marcha mi sueño a ver qué cosas nuevas me traía.

Una luz brillante casi dorada llamo a mis ojos para que se abrieran, estábamos cruzando nuestra serranía, de par en par los cerros se hacían a un costado para poder contemplar los abismos que nos daban la bienvenida, quise asomarme más a la ventana, y mover un poco la cortina, a mala hora desperté a Alexis, estaba tapado hasta los dientes con una colcha gruesa, no sabía cómo podía estar así, yo me moría de calor y por mi nariz pasaba un aroma no tan a rosas y más a pies.

No pudimos coger sueño nuevamente, ni Alexis, ni yo, par de cargosos que éramos, comenzamos a fastidiar a José y Alonso diciéndoles que había agua debajo de su asiento y que alguno de los dos se debió orinar, de vez en cuando agarrábamos nuestro celular ¿para qué? No lo sé, la costumbre supongo ya que ni señal había. No sé cómo ni en qué momento volví a cerrar mis ojos, pero cuando reaccione, la cabeza de Alexis estaba inclinada hacia la bolsa extra grande que había llevado para él, repito, mala hora en que lo desperté. Por más entrenado que estaba, no sabía cómo hacer para que deje de bromear mientras vomitaba.

Amaneció, habíamos llegado a Oxapampa y el sol estaba en todo su esplendor, no veía un sol ni un cielo así en años, como nos dijo nuestra tutora, íbamos a llegar cuando todo esté claro, tan claro que se veía como los pájaros se levantaban. Y el pájaro que estuvo a mi costado todo el viaje, ya se había levantado. Nadie dudó en poner un ojo hacia la ventana y ver ese hermoso paisaje lleno de infinidades de verde. Con ese sol si daba ganas de estudiar, aunque la primera regla era no decir esa palabra.

El bus puso freno a su marcha y junto con él se puso de pie un joven, le calculamos unos 20 años, tenía puesta una capucha unos pantalones holgados, con muchos bolsillos, unos botines y un trapo en la mano de color naranja con machas marrones. Se presentó, su nombre era Fritz, nuestro guía. Una impresión a primera vista seria que Fritz, nuestro nuevo compañero de aventuras era callado, reservado o talvez solo cansado.

Hicimos un transbordo, de una nave a otra, bueno sin tanta película, solo pasamos de un bus al otro, al bus que nos llevaría a nuestro hotel, y a nuestro primer recorrido, en ese lapsus creo que a Fritz le sirvió para recobrar todas sus energías, dio un salto energético, y se presentó nuevamente, “Mi nombre es Fritz, disculpen que no les haya dado la bienvenida como de verdad se la merecen, yo seré su guía en estos días, si tienen alguna duda háganmela saber, ya que yo estoy aquí para ayudarlos en todo lo que necesiten”.

Cuando llegamos al hotel, nuestras habitaciones ya estaban listas, un hotel rustico hermoso, “Trapiche” se llamaba. Habitaciones con 4 camas, Los dos José, Ocharan y Aspauso decidieron venirse con nosotros, Alexis agarro la cama junto a la ventana, que tonto, la luz lo iba a cegar. Yo me adelante y me di un clavado en la cama del medio, poca luz, era fresca y pues no tenía que moverme para ver la tele. Lamentablemente no pasamos más de 2 horas allí, era hora de tomar desayuno. Con una lavada rápido a medio cuerpo bajamos, tantas horas en el bus sin ver rastros de comida nos hacía desesperarnos, cuando llegamos al restaurante era un lugar pequeño pero acogedor, juntamos las mesas y nos sentamos ansiosos. Nos sirvieron un gran vaso de jugo y un gran plato de estofado, con su respectiva yuca por supuesto, teníamos que desayunar algo consistente ya que nuestro estomago valiente, tenía que soportar las penurias del hambre tantas horas.

Nos enrumbamos hacia la salida de Oxapampa, nuestro camino ya estaba marcado, Pozuzo, Huancabamba. Al principio no sabíamos nada de lo que hablaba Fritz, ni como sabia tanto. Cataratas, puentes, trochas, cerros verdes, arboles de miles de formas diferentes, colinas, ríos, animales, aves, vacas, ovejas, todo eso en un simple camino de 2 horas. Yo solo me puse a imaginar la infinidad de cosas que podríamos conocer si nos tomamos un pequeño tiempo tan solo para observar, para capturar y para sentir la naturaleza a nuestro alrededor, esperaba que alguien más se sintiera como yo.

El camino estaba acompañado de las palabras de Fritz que nos narraba cada reseña histórica de cada lugar y que al parecer conocía cada cerro y cada árbol. Después de dos horas y un poco más de viaje el clima nos estaba avisando que ya estábamos en nuestro destino, un clima cálido fresco que corría por nuestro cuerpo. Habíamos llegado a Pozuzo. Tierra de Alemanes-Austriacos, así se contaba, pues este pueblo tiene calles y “barrios” característicos de Alemania, sus casas tienen un diseño clásico europeo de siglo pasado, una linda plaza también aunque extrañamente desolada, paseamos por medio de 3 horas, nos tomamos muchas fotos y entre broma y broma reclamábamos nuestro almuerzo, nos dio resultado, llegamos a almorzar en un restaurante típico de comida austro-alemana.

Todos, algo tristes, subíamos con pasos deprimidos al bus porque sabíamos que era hora de volver íbamos a dejar el hermoso Valle de Pozuzo , pero a la vez ansiosos de que al día siguiente otro lugar , esperaba por nosotros. Ya era oscuro y como nos dijo Fritz, en la Selva el clima no avisa que hora es, parecía ser las 9 pm cuando tan solo eran las 7 de la noche. Era muy necesario que el chofer esté atento con los dos faros del bus encendidos pendiente a cualquier incidente, a esa hora de la noche, la trocha no era muy clara y la neblina espesa parecía hacer flotar el carro. Todo se prestaba para una buena historia…

El Tunche nos dijo Fritz, ¿El Tunche? ¿Qué es eso? es un tipo de pescado dijo uno por allí, y carcajadas se soltaron sin prudencia. No, no replico Fritz, el Tunche es un ser oscuro de la antigua mitología de la selva peruana, este demonio vaga por la selva, Y José sin pensarlo dijo, “el único demonio aquí es Ayran él es el único con cachos “. De pronto como por arte de magia sonó un estallido leve. Fritz fue el primero en levantarse, la llanta dijo.

Tuvimos que bajar en medio de la carretera era arriesgado quedarse dentro, ya que otra llanta podía reventar y otro repuesto no había hasta en kilómetros de distancia, yo tenía una gran idea, quedarnos adentro en lugar que en medio de la trocha oscura, pero como nunca nadie escucha al pequeño no había de otra. Bajábamos tan temerosos, como si recién estuviéramos aprendiendo a caminar. Fritz continúo….Esta es su casa, su terreno, el Tunche no comparte, y no le gustan los intrusos, toma la forma de personas, de animales , hasta de tus familiares, le gusta jugar con uno, le hace creer cosas que no hay y lo más tenebroso es que su silbido se parece al de las aves. Todos mis amigos se habían juntado, se peleaban por no quedarse fuera del círculo, es más ya ni uñas tenían de tanto mordérselas, yo solo sonreía, tenía muy clara mi idea que era parte de su trabajo, no me caía mal, más bien la historia me parecía interesante.

Estábamos todos, las mamas, mi compañera, la tutora con el chofer alumbrándolo, Fritz, Aaron, los dos Jose, Ayran, Raul, David, Michael, Alexis, Alonso, Gabriel y Seiji, ¿Seiji?, ¿dónde estaba Seiji?… Subimos y bajamos del bus muchas veces pensando que se había quedado pero ni su silueta se notaba.

Les dije chicos al Tunche no le gusta los intrusos, dijo Fritz soltando una risa sencilla. Hubo un silencio profundo, por varios segundos, hasta que decidí buscarlo, y como nadie se quería quedar solo todo fuimos en grupo, los hombres y Fritz nuestro guía que parecía burlarse de nuestras caras de espanto.

¡Seiji! , ¡Seiji! gritamos hasta el cansancio y nada, hasta la luna llena llego, pero Seiji aún no aparecía. Fritz nos llevó por algunos posibles caminos que nuestro compañero, pudo recorrer. El camino estaba lleno de Ramas y de hoja secas, con linternas alumbrábamos el suelo ya que era casi imposible para nosotros caernos, más de uno se resbalo gracias a los caminos rústicos y la piedras.

Se escuchó un crujido, seguido de un golpe y un grito de ayuda, era Alexis, se había caído pisando una rama, pensábamos, estas ramas tenían una forma algo extraña, no estaban sujetas al suelo y mucho menos enredadas entre ellas, tenían un tono amarillento casi blanco, con forma rígida. Aguarden, dijo Ayran, estas no son ramas, son huesos, son cadáveres. Por ahí se soltó más de una lisura, de pronto una sombra más negra que toda la oscura que nos rodeaba nos pasó por las piernas, eran como animales corriendo huyendo de algo.

Un silbido simultaneo que parecía venir de cada punto de la selva, se escuchó. Ya no teníamos voz, el miedo se la había comido. Después de muchas horas Fritz, al fin hablo, y solo para decir la peor frase que podrías escuchar en medio de la selva, “Miren, allí, el Tunche”. Una silueta deforme, la cual no se le podía diferenciar su tronco ni su cabeza ni sus pies era algo totalmente abstracto, no tenía rostro, ni siquiera, pero sentías que te estaba observando. De pronto como una gelatina, la silueta se iba deformando más y más. No sé qué pasaba pero nadie podía tener una reacción rápida, ni siquiera Fritz sabía que estaba sucediendo.

Levanto sus brazos, si es que se le podría llamar brazos, el demonio oscuro, nos había señalado, éramos su presa, los intrusos y que ahora teníamos que pagar el precio.

Corrimos sin pensarlo, parecíamos una manada de perros huyendo de algún depredador, agitados, cansados, aterrorizados , corrimos por cualquier lugar y en cualquier dirección, en ese momento nadie pensaba en nadie, si te salvabas tu solo ,no importaba, lo único que importaba era sobrevivir. En mi opinión no había mejor ejercicio que correr horrorizado, no sientes el cansancio y tienes una gran meta, Vivir. Subíamos trocha arriba hasta que una luz grande, y reluciente se escondía entre las ramas, corrimos con más desesperación aun, nuestro bus, era nuestro bus. No dudamos ni por un segundo subir y cerrar todas las puertas y ventanas. Nos sentamos todos en la parte de atrás, Alonso el primero que había llegado, se sentó en el asiento. Y se escuchó “Uno ya no puede dormir en paz, quítate, Alonso, soy yo Seiji”. Seiji estuvo ahí todo ese tiempo, disfrutando de un placentero sueño, arrecostado sobre un asiento acolchonado.

Le pegamos, más que en el colegio, algunos lloraron por la impotencia mezclado con el miedo maldito, nos había hecho pasar el mayor susto de nuestras vidas. “Chino”, te pegaría si tan solo tendría fuerzas para hacerlo.

Decidimos ya con el bus a nuestra disposición ir hacia la tiendita más cercana, estaba en toda la carretera y era una parada común entre los viajeros, no vendían gran cosa, pero alimentos suficientes como para curar nuestro hambre, sí.

En el camino decidimos no hablar más del tema, algunos hasta se rieron luego de sentirse protegidos tras el fierro del autobús, tantas hipótesis surgieron, nuestra imaginación, era la sombra de un árbol, solo estábamos alucinando por el hambre dijo Aspauso. Pero yo no, yo no estaba tan seguro de que todo eso fuera parte de nuestra imaginación, y recordé perfectamente que Fritz nos dijo que este demonio jugaba con su presa, les hacía creer que todo estaba bien pero que nunca se puede huir del Tunche.

Cuando llegamos a la tienda , vimos que había un pequeño televisor, algo antiguo, pero en este se podía apreciar las noticas, al menos, era un noticiero de la zona… “Un bus interprovincial se desbarranco, por intensa neblina, bus provenía de lima con 50 personas, y 17 personas las cuales iban en un viaje de promoción, provenientes de lima, lamentablemente no se puedo hallar ningún sobreviviente. Todo el pueblo de Oxapampa les brinda las más sentidas condolencias a la promoción José Suguiyama Oki, y a los familiares de los fallecidos.

Solo eso, nada más, eso bastaba para terminar nuestro viaje. La noticia nos había matado.

Vi terror en cada una de las caras, Fritz aterrorizado salió corriendo, ¿A dónde? No lo sé, a la Selva supongo. Las mamas no sabían cómo mantenerse de pie y mis compañeros, mis amigos, parecían estar viviendo una ilusión donde nada era lo que parecía y donde todo estaba bien, nadie tenía el suficiente coraje de dejar de mirar el televisor.

Alexis, mi hermano, mi amigo de infancia, si iba a ver algo por última vez en ese momento y rodeado por arboles era a él, tenía la cara tiesa, los ojos blancos como dos lunas llenas de aquella noche, temblando observe que giraba su cabeza hacia donde yo estaba y sus carnosos labios entumecidos, partidos en miles de partes, por el miedo. Balbuceo:

Jared, estamos jodidos- dijo

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS