Entre sombras

Entre sombras

Aldana

13/05/2020

LA HISTORIA RECORDADA

Apenas está amaneciendo en Skillwood, pero ya se oyen gritos de terror, tal vez se han llevado a otro habitante y alguien llora desesperado por recuperarlo, pero los gritos no sirven de nada, porque lo que un Ekta se lleva jamás regresa.

Hace más de ciento ochenta años que los Ekta no se habían manifestado con tanta fuerza, pero cuando Thierry Johnsacks vio a su hermano menor ser atrapado por uno confirmó el terror de todos: Los Ekta estaban de vuelta.

Skillwood es una de las últimas ciudades que quedan sobre la tierra, pues hace tan solo unos ochenta años (por el año 2700) los Ekta habían decidido atacar a los habitantes del mundo y hacerse con el poder absoluto.

Se retiraron luego de perder fuerzas y caer –aunque por muy poco- frente a los ejércitos Ikee de la tierra, que levantaron una gran barrera que devolvía a los Ekta a su mundo.

Los Ikee son humanos con facultades diferentes y entre ellos la única que siempre tienen en común es la habilidad de comunicarse telepáticamente.

Las fuerzas Ikee también disminuyeron y ambos bandos quedaron debilitados, pero todos sabían que era cuestión de tiempo para que los Ekta estuvieran preparados para volver.

Los líderes Ikee juraron proteger y cuidar a los habitantes de la tierra mientras sus fuerzas lo permitieran, pero de los siete que levantaron la barrera tan solo queda uno: Mkhyus y con 154 años, su final se hace evidente.

Los Ekta son seres que existen desde el inicio de los tiempos, son tan antiguos como la muerte misma. Fueron humanos que tomaron malas decisiones, que actuaron con ira, violencia y odio. Todos ellos asesinos, cometieron los crímenes más horribles durante su vida y al morir, el universo ha puesto sus espíritus en otro lugar: Strekta.

Un Ekta es inmaterial en la tierra y sólo puede estar en ella por sí mismo durante unos segundos, pero en grandes grupos pueden quedarse cuanto quieran.

Durante la guerra, los Ikee luchaban contra los Ekta mientras se levantaba la barrera, pero como ya estaban muertos volvían a aparecer y cuando la barrera al fin estuvo lista devolvió a los Ekta a su mundo y ya no los dejaba volver.

Mkhyus es el último Ikee adulto y como la población humana ha disminuido, en skillwood se cuentan solo 13 jóvenes Ikee que, aunque se sospecha serán más poderosos que las antiguas generaciones de guerreros, aún no han desarrollado sus habilidades para proteger a quienes lo necesitan.

¿DESPEDIDAS?

Arkans es el refugio de Skillwood, no ha sido utilizado en años puesto que no ha habido peligro del que resguardarse, pero debido a los acontecimientos de los últimos días se ha lanzado un comunicado por parte del consejo dirigido por Mkhyus:

“Los niños y jóvenes de Skillwood deben ser protegidos. Se invita a los padres a internar a sus hijos en Arkans con el objetivo de cuidarlos de la inminente amenaza Ekta que lamentablemente nos acecha. Es bien sabido que, una vez dentro, el refugio será llevado a un lugar seguro en las profundidades de la ciudad para evitar posibles intrusiones de individuos no deseados, por lo que, una vez dentro los refugiados no podrán recibir visitas y evidentemente, no podrán salir. Las puertas se cerrarán en tres días.

Decidan con amor, decidan con fe, decidan responsablemente.

Atentamente, CONSEJO IKEE DE PRESERVACIÓN DE LA RAZA HUMANA (CIPRAH)”

En casi todas las casas de Skillwood no se había tomado una decisión, a excepción de una familia que al recibir la invitación había respondido con un sí rotundo a la propuesta.

– ¿Pero que no les da pena no verme en quien sabe cuánto tiempo? – se quejó una chica poniéndose en pie luego de haber estado sentada en un sofá cerca del fuego-. ¿No van a extrañar a su propia hija? ¿La única que tienen?, esto es… es… UNA MIER…!

-ARIADNA! Cuidado con lo que estás a punto de decir- dijo una mujer de unos cuarenta años, de pelo rojizo y unos ojos verdes cansados-. La decisión está tomada hija, claro que te vamos a extrañar, pero… tú sabes Ari, es innegable que eres Ikee, si es verdad que los Ekta han vuelto querrán buscarte y nadie aquí es lo suficientemente fuerte para cuidarte, ni a ti ni a los otros doce.

-Pero no quiero irme, estaré lejos de todo, de ustedes y de mis amigos. Papá, no quiero irme, no quiero, no quiero.

– Ari, tampoco me gusta la idea de enviarte a otro lugar, pero ni siquiera estaremos tan lejos, serán solo algunos kilómetros. Además, tu madre tiene razón, no es seguro aquí arriba.

Ariadna Lowderey de dieciséis años acababa de comprender que ya no tenía opción y estaba destinada a irse bajo tierra. Ser parte de los trece siempre le había parecido asombroso, todo Skillwood la conocía por haber salvado a su padre con tan sólo cuatro meses de edad, “papi está muriendo” gritó la pequeña mientras su padre convulsionaba en el suelo, aunque claro, no volvió a articular palabra hasta que fue mayor.

El punto es que, como es obvio que a los cuatro meses no se está listo para articular palabras, todos dieron por sentado que Ariadna era Ikee, esto a pesar de que, desde entonces, no se han manifestado nuevamente habilidades excepcionales en la niña.

Aun así, Ariadna sabe que es especial, pero no en el modo en que los padres se los dicen a sus hijos, sino realmente especial. Por eso ha decidido que si debe irse a Arkans lo hará del modo correcto.

-Al menos podré despedirme de mis amigos, digo, de los que no bajen… porque supongo que la madre de Leela no la dejará ir, después de todo no es Ikee y tan solo se tienen la una a la otra.

-Claro que puedes- dijo el padre de Ariadna, un señor alto, de ojos grises que la miraban como con compasión y tal vez, algo de culpa-. Yo iré contigo, te buscaré algunas cosas en el pueblo para que lleves contigo, cosas que podrían serte útiles.

– ¿Un pársan?

-Ari, sabes bien que un pársan no se compra, te encuentra.

Ariadna y su padre se despidieron de Aura, la madre de la chica y se dirigieron al centro de la ciudad. Esta parecía más pequeña de lo que en realidad era y mucho más triste y oscura, las casas, los árboles e incluso las personas parecían haber cambiado. No había niños jugando en la calle ni habitantes conversando alegremente, todo estaba diferente, como si de pronto la felicidad de Skillwood se hubiera alistado para irse bajo tierra y estuviera esperando asustada de salir en un rincón en donde nadie la encontraba.

– ¿Seguimos en Skillwood? ¿o es que acaso nos hemos transportado por arte de magia a Shaelleby?

-Hija no debes hacer esos comentarios, Shaelleby es un pueblo triste, pero eso no significa que no tenga vida, es solo que no hay jóvenes para alegrar el lugar, todos allí tienen al menos ochenta años. Por lo demás, yo también he notado el cambio, pero supongo que la llegada del comunicado del consejo ha hecho que los miedos de la gente se intensificaran y no es para menos, quien sabe cuántas familias se van a dividir-. Ellian, el padre de Ariadna dijo esto último como si estuviera reconociendo que nada volvería a ser como antes, con un aire de “quien sabe que pueda pasar”.

Continuaron caminando por una calle iluminada, en el camino, Ariadna miraba todo como si fuera la última vez que fuera a hacerlo. Los bubbles azules, que aleteaban alegremente mientras soltaban pequeñas burbujitas brillantes por el pico se le hacían las aves más hermosas sobre la tierra, las lampértigas, que se acomodaban en las copas de los árboles para dormir iluminaban el camino y eso le parecía asombroso, incluso pensó que los simpes movimientos de las señales y anuncios eran increíbles.

Se detuvieron en una casa pequeñita pero hermosa y muy bien cuidada, la puerta azul lucía elegante y por las ventanas se dejaba entrever la chimenea con un fuego encendido a pesar de que a esa hora de la tarde apenas comenzaba a hacer un poco de frío. Llamaron a la puerta y enseguida les abrió una chica de la edad de Ariadna, morena, con pecas y unos ojos negros, tan negros como la noche.

  • ¡Lee!, disculpa, he venido a verte, quiero contarte algo.
  • Claro, no hay problema alguno, pasen. Buenas tardes señor Ellian, adelante-. Dijo la chica con respeto.
  • Hola Leela, gracias.

Entraron y se sentaron en cerca de la chimenea, por una puerta apareció una mujer bajita y delgada con una bandeja de galletas de coco y tacitas con té de bunga bangkai.

  • Ellian, que bueno verte, hace bastante que no voy a visitarlos, ¿qué tal está Aura?-. Preguntó Stella, la madre de Leela.
  • Bien, es decir, preocupada como todos, pero bien. Estamos aquí porque Ariadna quiere despedirse de Lee…
  • ¿Despedirte Ari?-preguntó Leela.
  • Lee, me voy a Arkans, tengo que decir que no por voluntad propia pero ya ves, no me han dejado opción y no es que a alguien le interese mi opinión, después de todo solo se trata de mi vida por lo que no tengo derecho a decidir.

Ariadna parecía ponerse más y más roja con cada palabra, afuera había comenzado a llover de pronto y empezaba a hacer algo de frío. El reloj marcaba las siete cuando su padre la interrumpió.

  • En fin, mi hija no acaba de comprender la situación. Pero es cierto, Ari se va al Arkans.
  • Leela también se va. – Dijo Stella. Su voz había pasado de tener un tono amable y cálido a uno melancólico y preocupado, su expresión se tensó y miró a su hija esperando alguna intervención, pero Leela no dijo nada-. Se va porque yo no sería capaz de protegerla y tan solo la tengo a ella, si, ya sé que me voy a quedar sola, pero no la pondré en riesgo solo para estar acompañada.

La conversación se alargó durante unos veinte o treinta minutos, Leela le explicó a Ariadna que su madre tenía miedo, pero a diferencia de su amiga ella no se sentía obligada a ir, sino que estaba emocionada.

  • Piénsalo Ari, los trece y otros como yo, todos juntos aprendiendo, porque nos van a enseñar algunas cosas, apuesto a que sí, no van a tenernos de vagos ahí abajo.

Pero Ariadna no podía emocionarse, la idea del encierro se le hacía insoportable. Luego de despedirse Ellian y su hija se dirigieron a una pequeña tienda que era más grande de lo que aparentaba. A Ariadna le encantaba ir ahí, llegaban objetos novedosos de todos los pueblos, incluso de Allabrem, ahí queda bastante más gente que en Skillwood y Shaelleby juntos y casi todos ahí son inventores, incluso hay un chico Ikee que tiene la capacidad de ponerle algo de magia a las cosas para hacer que tengan cualidades excepcionales.

Entraron a la tienda y la chica se perdió entre las estanterías que ostentaban los objetos más extraños que jamás había visto, mientras, su padre buscaba algunas cosas como si tuviera pensado lo que necesitaba.

En la sección de belleza Ariadna quedó prendada de una mariposa para adornar el cabello que aleteaba y cambiaba de colores, además le encantó un espejo que le permitía probarse diferentes cortes y peinados.

En las estanterías de curiosidades descubrió una bolita de cristal que cabía en su puño, era del color del cielo y tenía un puntito negro en el centro, le gustó a pesar de no saber lo que era y decidió pedirle a su padre que se la comprara.

Demoraron unos minutos más en la tienda y cuando salieron ya había oscurecido por completo y ambos sabían lo que eso significaba: Los Ekta atacan de noche, además Aura estaría furiosa por la demora y eso resultaba igualmente aterrador.

El camino de vuelta le pareció a Ariadna mucho más corto, tal vez porque en el fondo no quería volver a casa y enfrentar la idea de que tendría que irse, o porque la noche estaba tan extraordinariamente oscura que se sentía en otro lugar, distinto a Skillwood y eso le gustaba.

Finalmente llegaron a casa, las ventanas iluminadas anunciaban lo que Ariadna y su padre imaginaban, Aura estaba esperando y seguramente estaba molesta y preocupada. Entraron.

– ¿Han ido a despedirse de alguien a Moonsegad? -. Dijo la mujer apenas entraron, por la posición en la que había puesto las manos amenazadoramente a los lados de su cintura los recién llegados supieron que se vendría un sermón, o por lo menos varios minutos de charla acerca del cuidado que se debe de tener al andar a oscuras en estos tiempos, pero no, simplemente añadió:

-Han tardado y me he preocupado, de cualquier modo, ya están aquí y mañana nos espera un día ajetreado, es mejor que nos vayamos todos a la cama.

– ¿Por qué ajetreada mami? -. Preguntó Ariadna con una vocecita aguda, siempre hacía eso cuando su madre estaba enfadada porque parecía suavizarla.

-Bueno, mmm es que, bueno, mañana…-. Aura hablaba como si no encontrara las palabras correctas.- Mañana iremos a inscribirte al Arkans, han soltado un nuevo comunicado, los trece entrarán antes, mañana por la noche debes estar allá. Iremos a inscribirte en la mañana muy temprano y en la noche debes estar dentro, los demás llegarán al día siguiente.

Ariadna miraba a su madre como si no acabara de comprender nada, ¿entonces esta sería la última vez que dormiría en su casa, con sus padres?, ni siquiera podría despedirse de sus otros amigos, no habría tiempo.

-Pero, mamá, es un día menos para mí, es injusto, papá di algo-. suplicó.

-Ari eso no lo hemos decidido nosotros, aunque admito que también me toma por sorpresa. Me alegro de haber comprado todo hoy, mañana podemos ir a la tienda de dulces y esas cosas de chicos semidesnudos que te gustan, por si quieres llevarte algo. -Dijo Ellian intentando animar a su hija, pero solo consiguió ruborizarla.

-Papá, a mí no me gustan “las cosas de chicos semidesnudos”-. Dijo haciendo énfasis en la última palabra. – son algo así como las verristas que tienes en el armario, las del bisabuelo de tu padre…

-REVISTAS, la palabra es revistas, no verristas Ari.

Ariadna tardó quince minutos en explicarle a su padre en que consistían las flirtsatrs, pero él parecía no comprender del todo.

-Papi, una flirtsart es como un libro con fotografías, información y artículos sobre cosas que le gustan a la gente de mi edad y las fotografías son en realidad hologramas y, además, no es mi culpa que los modelos, inventores, guerreros y lo que sea aparezcan sin camisa, eso es lo que vende, tú mismo me lo has dicho…

La discusión quedó zanjada con esa explicación tan despreocupada de Ariadna, que nunca tenía problemas en decir todo tal como se le venía la mente.

A las once de la noche la familia Lowderey se había ido por fin a la cama y dormía, la noche no tuvo sobresaltos y el silencio facilitaba el descanso, pero en su interior, Ariadna estaba nerviosa y su subconsciente se lo hacía notar llevándola una y otra vez a la misma pesadilla en donde se veía bajo tierra, pero no en Arkans, en un ataúd.

DEACON WYATT

A las seis de la mañana con treinta minutos todos los Lowderey estaban listos para comenzar el día, pero a diferencia de otros días esta vez no demostraban sentirse muy alegres, por el contrario, parecían estar alistándose para algún tipo de batalla que no querían librar.

Ariadna se había puesto su chaqueta azul con pinchos, jeans negros y unas grandes botas de combate que su papá le había regalado por su último cumpleaños, se sentó en un lado de la cama y mirando a sus pies pensaba para sí misma si estaría en casa para el siguiente.

-Ari, baja pronto o se nos va a hacer tarde-. La voz de su madre sonaba un poco intranquila.

Ariadna bajó las escaleras y se sentó a desayunar, pero nada tenía sabor, nada de ese día le estaba gustando.

Cuando salieron por la puerta el camino a la oficina de inscripciones le pareció cortísimo, las ventanas del auto de su padre parecían mostrarle lo que estaba obligada a dejar y cuando observó su reloj se percató de que ya eran casi las ocho de la mañana.

“Justin keller… si, si, está en la lista, deme un minuto” decía una señorita mientras revolvía papeles sobre la mesa, cuando por fin Justin Keller se inscribió para bajar en el Arkans fue el turno de Leissam Dilky y recién entonces el de Ariadna.

– ¿Adriana Lowderey? -. dijo la señorita mientras buscaba el nombre de Ariadna en una lista que tenía por título “Nueva posible generación Ikee: Trece miembros”.

-Eh no, es ARIADNA…-. Dijo Ari.

-Oh, ya veo… bueno no, en realidad no veo, no, no veo tu nombre en la lista, lo siento niña-. La señorita parecía un poco disgustada, tal vez por el típico tono en la voz de Ariadna que siempre parecía transmitir enfado.

– ¡Pero ahí estoy, soy la primera! -. La señorita estaba por acabar con su paciencia.

– Ah, si ya vi. Necesito que respondas unas preguntas, ¿Tu edad?

-17.

– ¿Serie de registro?

– 9187, con registros previos al año de edad-. La madre de Ariadna contestó esta pregunta por ella porque su hija parecía no tener ni idea del número de serie de registro que llevaba en el brazo desde que la nombraron parte de los trece.

-Muy bien, necesito sus códigos de padre aquí- Dijo la señorita acercando una pantalla a los padres de Ariadna-. Bien, ya está, debes estar dentro del Arkans a las 17.00, el descenso se definitivo se hará mañana a las 20.00. Puedes traer una, tan solo una maleta mediana con cosas indispensables para ti, aquí tienes una lista de objetos que no están permitidos.

Salieron de la oficina y volvieron a casa, eran casi las once de la mañana cuando Ariadna subió a su habitación para poner algunas de sus cosas en una maleta que había usado tan solo una vez en su vida, cuando fue con Lee y Nimya de viaje a Dranstret.

Cogió la lista de objetos no permitidos y leyó en voz alta:

“Enhorabuena, has decidido bajar en el Arkans (si, claro, lo he decidido yo), te recordamos que puedes llevar algunas pertenencias esenciales, pero lo demás te será proporcionado en el refugio.

No se permiten:

  • Elementos que puedan dañar físicamente a cualquier ser humano, como cuchillos, fuego, armas y afines. (Tendría que dejarme las manos en casa)
  • Medios de comunicación con el exterior.
  • Alimentos de cualquier tipo.
  • Artículos de broma (se hace énfasis en los espejos distorsionadores y los puertagritos)
  • Cualquier elemento que atente a la moral y las buenas costumbres.

*Se recuerda a los estudiantes que el supremo jefe del Arkans se reserva el derecho de sancionar a los alumnos que infraccionen las reglas llevando elementos del listado.

Ariadna miraba alrededor de su habitación, quería poder llevarse todo ese cuarto con ella, los cuadros con fotos de ella, su familia y amigos, toda su ropa, sus reproductores de música, sus flirtsatrs, todo.

Finalmente, después de mucho meditar llenó su maleta hasta la mitad con su ropa favorita, no deberían ser más de veinte prendas, unas zapatillas, elementos de higiene personal, su peluche favorito, un mini reproductor lleno de las canciones que más le gustaban, su libreta de notas, una linterna, algunos libros, una mochila pequeñita por si debía cargar cosas, una foto de su familia y la pequeña bolita de cristal que había comprado el día anterior con su padre. Miró su equipaje y sintió que de algún modo había puesto su vida ahí.

A las doce del mediodía estaba lista, bajó las escaleras con una lentitud intencionada sin mirar nada más que sus pies bajando los escalones, sentía ganas de llorar, pero no lo haría, Ariadna no lloraba nunca porque tenía la gran habilidad de transformar la tristeza en enojo desde que su hermano mayor había fallecido, si no lloró entonces, tampoco lo iba a hacer ahora.

Sus padres estaban sentados uno al lado del otro y tenían un paquetito en sus manos, en cuanto la vieron le pidieron acercarse.

  • Queremos darte algunas cosas, te podrían ser de utilidad- Dijo Ellian, sus palabras transmitían la intención de no querer herir a su hija.
  • ¿Un pase a la luna?, no me extrañaría que me enviaran mucho más lejos- Ariadna se arrepintió de haber dicho eso cuando su madre apartó la vista pareciendo estar a punto de llorar.
  • Ya… vas a seguir con eso, pero no, en realidad son cosas que pueden gustarte, mira ven acá. -Su padre abrió el paquete y sacó tres cosas- Esto es una cobija Khalis, que siempre te mantiene caliente, aunque haga mucho frío- Dijo extendiendo una manta que bien cubriría al menos a dos personas.
  • Está buena, supongo que bajo tierra hace frío- Ariadna intentaba sonreír. Su madre volvía a mirarla e intentaba hacer lo mismo.
  • Esto- Continuó Ellian-. Es una navaja Metlown, no iba a comprarla al principio porque podías herirte, pero el vendedor me ha explicado que está diseñada para que no pueda herir a los humanos, asique no pueden prohibírtela, de cualquier modo, puedes necesitarla, además, tus compañeros no saben que no puedes herirlos con ella asique…
  • ¡Ellian! – Gritó Aura-. No le des ideas, ya sabes que a veces Ari olvida que debe comportarse.
  • Bien, perdona-. El padre de Ariadna se disculpó a la vez que le guiñaba el ojo a su hija que respondía con un guiño de vuelta-. Por último, he comprado para ti algo que realmente me gusta, es muy curioso en realidad, es una cámara browser, es para tomar fotos como cualquier otra, pero al reverso de esta aparecen datos e información de lo que sea que hayas fotografiado, he comprado una con capacidad ilimitada.
  • Esto sí que me gusta papá, sabré todo sobre todos.
  • Ari-. Intervino su madre-. Hija yo también quiero darte algo, lo tengo desde que era pequeña y lo he llevado siempre conmigo- Aura se descolgó un collar de plata con un colgante en forma de estrella, en la parte de atrás tenía grabada la palabra “Speciallis”- Toma, llévalo contigo y cuando te sientas sola pronuncia la palabra grabada en la parte de atrás, entonces te sentirás mejor.

Ariadna recibió sus regalos muy agradecida, observó a sus padres y de pronto estaba abrazándolos como si no fuera a verlos nunca más. El reloj marcaba las doce y treinta minutos cuando su padre les propuso ponerse en marcha, de ese modo podrían almorzar en la “Mesa del rey” antes de irse al Arkans para dejar a Ariadna.

Ellian puso la maleta de su hija en el auto y emprendieron la marcha. Una hora y media después estaban llegando al restaurant. La mesa del rey era un lugar enorme, muy limpio y perfumado, estaba adornado con pequeñas estatuas color oro y en la entrada había un duende vestido de traje recogiendo los abrigos de los comensales.

Ariadna y su familia se sentaron en una mesa no muy grande y al instante una chica de unos veinte años comenzó a recitar la carta, incluyendo los postres disponibles ese día.

-Bueno, yo quiero una pierna de amariguno, pero sin sal, que esa carne es ya muy salada y para beber deme vino de ámbar-. Luego de hacer su pedido, el padre de Ariadna se recostó en el respaldo de la silla y comenzó a observar el lugar con detenimiento.

Aura pidió un plato de almejas de tierra con patatas y Ariadna, que no tenía nada de hambre pidió un sándwich de queso. El almuerzo fue silencioso, pero estuvo cargado de miradas, suspiros y sonrisas piadosas.

Cada cuarto de hora un pequeño bubble azul soltaba un montón de burbujas por el techo de la mesa del rey, por otro lado, el encargado de las bebidas hacía algún truco con fuego y el duende de la entrada no dejaba de confundirse al entregar los abrigos. De pronto un lino de tamaño mediano se deslizó por debajo de la mesa y a pesar de que casi golpeó a dos personas en el camino Ariadna fue la única que al parecer se había dado cuenta. El lino sacó un papelito de su bolsillo de piel (su propia piel) y lo puso en la rodilla izquierda de Ariadna.

¿Deacon… Wyatt? – logró articular el padre-.

    Deacon Wyatt- leyó con discreción-. Eh, ¿alguno de ustedes sabe quién es Deacon Wyatt? – Ellian tuvo de pronto un ataque de tos y Aura intentaba aliviarlo dándole aire con las manos.

  • Si, ¿por qué tanta sorpresa?
  • Es que me has tomado por sorpresa, ya sabes… Deacon era el hijo de Marina, la mujer que trabaja en el hospital, en el área dental. Lo asesinó su propio padre cuando él mató a su padre.
  • ¿Eh? No entiendo- La explicación de Ellian, lejos de aclarar dudas parecía ser más confusa.
  • Es que se mataron el uno al otro, al mismo tiempo, cada uno con un arma. Henky, el padre de Deacon disparó al muchacho en el corazón, mientras que el chico le voló la cabeza- Ariadna acababa de comprender todo a la perfección.
  • No es necesario que seas tan gráfico querido, con decir que está muerto era suficiente- apuntó Aura.
  • Bueno, pero sigo sin entender por qué te ha dado con toser al escuchar la pregunta.-Es que, bueno, tenía tres años más que tú, vivía en Horn-Alley. Fue mi primer cuerpo. No olvido la expresión de satisfacción en su rostro, sonreía como si hubiera cumplido un sueño.

El padre de Ariadna es el director de la agencia de homicidios, hace veinte años era quien hacía las autopsias, pero logró escalar gracias a su esfuerzo. Cada vez que recordaba sus días como miembro del equipo médico forense sus ojos se entrecerraban como intentando olvidar algo, por eso es que el tema casi nunca salía a relucir.

Cuando terminaron de comer fue hora de partir al Arkans.

LAS SILLAS SUELEN CAER

Había bastante gente esperando afuera, pero no porque fueran a entrar muchos al refugio, la mayoría eran acompañantes que iban a despedirse, madres que abrazaban y no soltaban, padres que daban consejos, todas familias a punto de separarse.

De pronto una voz profunda, grave y ronca como ninguna, comenzó a llamar a los alumnos por una especia de altavoz.

-Todos los que han venido a refugiarse deben acercarse a la entrada para ser prontamente ingresados. Va a llover y no queremos que metan lodo.

Ariadna y sus padres se acercaron a la entrada y entonces comprendieron que era momento de despedirse. La chica esperaba que su madre rompiera a llorar, pero la mirada de la mujer se mantuvo impasible, serena y su expresión parecía estar en completo control, ambas se abrazaron, se dieron un beso y la madre le susurró a la hija “Sólo tienes que decir la palabra mi amor”.

Llegó el turno de despedirse de su padre y para su sorpresa, Ellian lloraba de manera silenciosa, pero no podía evitar que unos grandes goterones se escaparan por sus ojos, a Ariadna se le apretaba el corazón, le dio a su padre el abrazo más fuerte que pudo, lo besó en la mejilla, tomó su maleta y se dio la vuelta rápidamente sin vacilar, como si fuera a derrumbarse con tan solo mirar hacia atrás.

Por el camino pudo ver a muchos despidiéndose, ninguna cara conocida todavía. Tal vez adentro o al día siguiente se encontrara con alguien.

Cuando llegó a la entrada se sorprendió al descubrir que la voz que parecía ser la de un hombre grande y pesado, pertenecía en realidad a una mujer delgada con aspecto de bibliotecaria.

La mujer había comenzado a llamar a los alumnos por su nombre.

  • ¿Leissam Dilky? – pronunció la mujer, unos segundos después se asomó una chica bajita y morena con aspecto gruñón, entró por la puerta.

Lo mismo ocurrió con Odel Sartori, una muchacha alta y delgada de cabello castaño, a continuación, entró Vincent Nevitte, que parecía no tener más de quince años, Justin Keller, de cabello rubio, alto y al parecer bastante guapo, después llamaron a Alana Holler, una chica de cabello negro y cara de miedo, entraron luego Kiran, Joel y Marian Rebblerros que al parecer eran trillizos o algo.

  • Ariadna Lowderey.

Comenzó a caminar con decisión intentando demostrar que no sentía miedo alguno. Al atravesar la puerta de metal, la luz del día se perdió. Alcanzó a oír los siguientes nombres, aunque por la oscuridad no pudo ver a quienes pertenecían, asique no sabía quiénes eran Lilianne Roth, Avery Colins, Dylian Terrence y Mitchel Trunn.

-Bien ya están todos adentro- dijo la voz grave de la mujer-. Lo siento, la electricidad no funciona hasta que la puerta se cierra, por eso estamos a oscuras, pero todo encenderá en un minuto.

Justo después de que la mujer hubo terminado de hablar la puerta se cerró, y entonces las luces se encendieron. Estaban en una sala gris, sin muebles a excepción de trece sillas puestas contra la pared, cada una de ellas tenía el nombre de alguno de los trece.

La mujer los invitó a sentarse en sus respectivas sillas y comenzó a hablar nuevamente:

  • Hola a todos, mi nombre Millicent Dott, soy la encargada de su estancia aquí, me aseguraré de que nada les falte y de que se sientan como en casa, asique si en algún momento tienen una pregunta o necesitan algo, lo único que deben hacer es llamarme.
  • Yo tengo una preguntita, señorita Dott-. Ariadna levantaba la mano esperando que se le concediera la palabra.
  • Oh señorita Lowderey, adelante.
  • ¿Por qué hemos entrado hoy y los otros entrarán mañana?

Se escuchó un pequeño murmullo pues al parecer todos tenían la misma duda, la señorita Dott los hizo callar con una simple mirada.

  • Todo será explicado abajo, por ahora basta con decir que ustedes son diferentes al resto y por lo tanto serán instruidos de manera diferente. Bien, ahora extiendan los brazos a los costados.

Las sillas comenzaron a temblar, de pronto unos cinturones robotizados salieron de los lados de estas y se cruzaron en el pecho de los que estaban sentados, las luces parpadearon, entonces las sillas comenzaron a deslizarse rápidamente como si supieran a done debían dirigirse.

Iban en diferentes direcciones, aunque Ariadna sospechaba que se dirigían todas al mismo lugar, el viaje en silla no era nada agradable. Primero fue un desplazamiento a la izquierda, pero de pronto la silla comenzó a descender por un túnel oscuro y Ariadna sentía que el estómago se le iba a salir por la boca, unas chispas de color naranja comenzaron a salir de la banda que sujetaba la silla a la barra y entonces esta se detuvo, todo estaba a oscuras, Ariadna no alcanzaba a tocar fondo con los pies y no había nada cerca para llamar a alguien.

No era normal que la silla se hubiera detenido en la mitad de un túnel oscuro y sin haber llegado al suelo, de pronto el cinturón se abrió y Ariadna estuvo a punto de caer, pero una rápida reacción la ayudó a mantenerse firme en la silla, no sabía bien que hacer ya que esperaba que alguien fuera a ayudarla, pero ¿y si nadie se daba cuenta?, comenzó a gritar por ayuda pero entonces la silla se deslizó unos metros más abajo y se detuvo otra vez, Ariadna se quedó en silencio, horrorizada ante la idea de que de pronto podría caer sin freno alguno.

Pasaron unos segundos hasta que recobró la calma y entonces, en medio del silencio logró escuchar voces, eran como si vinieran desde lejos, de alguna otra habitación, puso atención para ver de dónde venían y así poder pedir ayuda.

“No están listos… escuchar de… morir” había dicho una voz de mujer, que salía débil por algún agujero a la derecha de Ariadna. “Opciones… ocultos para… seguro”

Las palabras no tenían sentido para Ariadna asique decidió ignorarlas y volver a gritar, pero en cuanto abrió la boca la silla comenzó a deslizarse estrepitosamente, se podían ver chispas de fuego saliendo de ella y el sonido metálico le hacía doler los dientes. Bajaba cada vez más rápido y sin detenerse, Ariadna estaba segura de que el aterrizaje, cuando menos, la dejaría bastante herida, pero entonces la silla bajó la velocidad y comenzó a descender lenta y suavemente hasta quedar agradablemente posada en el suelo.

Sin demorar Ariadna se bajó de la silla y la miró con desprecio.

  • ¡Maldita cosa de mierda! ¡Casi muero en un túnel mugriento! ¡Quién fue el idiota que…-. Pero entonces sintió unos toquecitos en el hombro, se volteó y vio detrás de si a los demás, acompañados de un anciano un poco calvo, de cabello canoso, ojos grises y una cicatriz en la mejilla. Ella sabía quién era y solo pudo bajar la mirada y articular una torpe disculpa.

EL SECRETO

El anciano la miró, no articuló palabra y comenzó a caminar en dirección a una puerta de metal que se abría desde abajo hacia arriba, todos lo iban siguiendo, asique Ariadna hizo lo mismo.

Del otro lado de la puerta había trece pupitres perfectamente ordenados, las paredes estaban adornadas con alegres cuadros de todos los colores y en una de ellas algo que parecía ser algún tipo de extraña chimenea entregaba un calor reconfortante. Nadie hacía ruido, algunos no levantaban la mirada, Ariadna había estado conteniendo la respiración sin darse cuenta y a su derecha Leissam Dilky retorcía nerviosamente un mechón de su cabello.

El anciano se plantó frente a todos y los miró uno por uno, su rostro, marcado por el paso de los años, tenía una expresión firme y estricta, pero sus ojos parecían mostrar compasión.

  • Bien- comenzó a decir el anciano. Nadie movía un músculo, parecían temerosos-. ¿Por qué están todos tan asustados?-El anciano habló con una voz cariñosa a la vez que articulaba una sonrisa-. No les voy a hacer daño, al contrario, mis niños, he venido a darle la bienvenida, mi nombre es Mkhyus.

El silencio seguía siendo el mismo, todos sabían quién era aquel hombre y no querían por nada del mundo molestarlo. Las historias sobre el Ekta que había mantenido a todos a salvo durante tanto tiempo eran incontables y los chicos no podían creer que estuviera frente a ellos. Al ver la nula reacción, el anciano continuó hablando.

  • ¡Hay que verlos!, jóvenes en silencio, me parece antinatural. Señorita Dilky, va a arrancarse ese mechón, joven Keller relaje la mandíbula, Sartori, Nevitte, pueden levantar la vista- El hombre conocía a cada uno de los presentes y hablaba con un tono que parecía una mezcla de risa e impaciencia-. De acuerdo, a lo que hemos venido. Se preguntarán por qué han venido antes, pero la respuesta es tan fácil que dejaré que adivinen, adelante.

Los jóvenes se miraron entre sí, todos tenían posibles respuestas, pero nadie se atrevía a hablar, hasta que Odel Sartori levantó la mano.

– ¿Es porque es posible que seamos Ikee? -. Mkhyus asintió y sonrió.

– pero, y eso… ¿qué tiene que ver? -. Intervino Dilyan Terrence.

– Tiene que ver en que nos ayuda a mantener la calma y el orden- La respuesta de Mkhyus era vaga y nadie la comprendía en su totalidad-. Hay ocasiones en las que es necesario ser herméticos.

– Entonces lo que quiere decir es que vamos a ocultar algo a los demás, algo que podría desatar el caos, ¿no es así? – Ariadna habló espontáneamente y sin pensar.

– Ariadna Lowderey, niña eres tan astuta como tu padre. Así es, están aquí un día antes porque debo explicarles algunos asuntos en privado- Mkhyus había oprimido un botón en la pared y entonces una pantalla emergió de esta, el anciano se sentó en una silla acolchada a un costado de esta y continuó- Les han dicho que es posible que los Ekta hayan vuelto, pero la verdad es que lo hicieron, no es una posibilidad, es un hecho. Sabrán también que ustedes si son posibilidades, por lo que hemos de cuidarlos con especial dedicación al igual que al resto de nuestros jóvenes. Sus padres lo saben, lo han mantenido en secreto para evitarles preocupaciones y cerciorarse de que bajasen, pero también saben que se acerca la batalla.

– Nos van a hacer paleadores, digo, peleadores- Alana Holler se había puesto roja tras su equivocación.

– Si y no, lo que digo es que deben estar preparados por si en algún momento deben defender a otros o a ustedes mismos. Aquí podrán aprender a desarrollar sus poderes y…

– ¿Desarrollar?- dijo un coro de voces.

– Si, ya sé que se supone que deben esperar a que aparezcan, pero debido a la urgencia les explicaremos como acelerar el proceso. Ahora, presten atención, como decía, tendrán que asistir a clases, en el bloque común dedicarán el horario de 7am a 13 pm a aprender acerca de supervivencia, sanación y defensa. Pero, luego de almorzar, ustedes trece dedicarán el horario de 14 pm a 18pm a aprender desarrollo de habilidades Ikee y ataque.

Los ahora alumnos se miraron entre sí, había emoción en sus rostros, estaban claramente animados con la idea de aprender a desarrollar sus habilidades, pero la sonrisa se les borró cuando Mkhyus les dijo que no podían contar acerca de eso a nadie porque hacerlo podría provocar temor en los estudiantes más pequeños y envidia en los más grandes, sin mencionar la preocupación por la vida de aquellos a quienes dejarían en la superficie.

  • Ahora se les mostrará la manera de acceder al aula secreta, en donde tomarán sus clases.

Apareció Millicent Dott por la puerta con una amplia sonrisa, llevaba consigo trece cajitas azules pequeñas y entregó una a cada uno. Cuando abrieron la caja, encontraron una llave dorada en su interior.

  • Las llaves son para que puedan entrar al aula secreta-. Millicent hablaba con su voz grave que discordaba enormemente con su amable apariencia. Nadie se había dado cuenta de que Mkhyus se había ido-. Deben cuidarlas muy bien y no perderlas porque podrían caer en manos equivocadas. Ahora quiero que me sigan, voy a mostrarles en donde es.

Millicent los guió a través de un pasillo iluminado, se detuvo frente a una puerta y la abrió, lo que había detrás era un pequeño armario de limpieza, con turboescobas y otros productos, Millicent alargó la mano y movió los elementos de limpieza con el fin de mostrar a los alumnos que los objetos eran reales, lo que hizo a continuación dejó a todos estupefactos.

  • Se entra por aquí, lo único que tienen que hacer es extender la mano y hacer el movimiento de girar una llave dentro de la habitación-. Así lo hizo y automáticamente el armario de limpieza se llenó de un resplandor blanco y de un segundo a otro Millicent ya no estaba.
  • ¿A dónde ha ido?-. preguntaron varios alumnos al mismo tiempo.
  • Al aula secreta imagino, pero ¿qué hacemos?- dijo Leissam.
  • Yo creo que hay que esperar a que vuelva, no puede dejarnos aquí, no conocemos bien este lugar-. Comentó Kiran Rebblerros que hasta entonces se había mantenido en silencio.
  • No, yo creo que quiere que hagamos lo mismo, o habría vuelto enseguida-. Justin Keller había dicho esto en voz baja, pero todos lo oyeron-. Deberíamos hacerlo.
  • Bueno, pero ve tu primero, fue tu idea, si te pasa algo lo sabremos y no cruzaremos-. Agregó Nevitte.
  • Ya, y ¿cómo vas a saberlo si no estaré aquí? Eres todo un genio.

El asunto se había tornado en una discusión en donde algunos querían quedarse a esperar, otros querían cruzar, oros querían ir a buscar a alguien que les dijera qué hacer y entre tantas palabras que salían de bocas enojadas, Ariadna, que estaba ajena a la discusión, se limitó a coger su llave y entrar en el armario.

  • Vale llorones, iré yo a buscar a Dott, si no logro hallar la manera de comunicarme con ustedes en unos quince minutos se van a buscar a Mkhyus de un soplo. Les conviene ir por ayuda si me tardo, que si no lo hacen me hago Ekta para venir a matarlos-. Dicho y hecho, Ariadna giró su llave en el aire y la luz se la tragó.

TRANSPORTE LUMINOSO

Ariadna no supo cómo llegó a una enorme sala, aparte de un aterrizaje de bruces en el suelo, no sintió nada cuando la luz se la llevó. El aula era inmensa, y había todo tipo de cosas, en un rincón habían libros y más libros perfectamente ordenados, en otro habían recipientes con líquidos extraños puestos en una mesa larga y de madera, en la esquina del fondo, la más alejada se veían cajas de metal de diferentes colores.

Ahora Ariadna estaba realmente interesada en conocer todo el Arkans, podía imaginarse todas las cosas increíbles que vería. Se puso a caminar examinando todo con la mirada y de pronto sus ojos se fijaron en un cuadro enorme, mostraba un ave dorada volando sobre el agua, quería tocarlo y estaba a punto de hacerlo cuando escuchó una voz a sus espaldas.

  • Oh, Ariadna querida, has sido la primera en bajar, ¿Crees que demoren mucho los demás? Una parte importante de ser Ikee es tener agallas, hacer caso al instinto, no creí que titubearan tanto.
  • Señorita Millicent…
  • Maestra Dott, no soy maestra en realidad, no enseño nada aquí, pero son las reglas-. Las palabras de Dott no sonaban arrogantes, pero demostraban un gran respeto por las normas.
  • Bien, maestra Dott, es que debo avisar a mis compañeros que es seguro que bajen, se han quedado arriba esperando.
  • Increíble, todos unos héroes, bien, no creo que bajen si no les avisas. Puedes hablarles si oprimes aquel botón-. La maestra señaló un botón negro en la pared que estaba junto a unos agujeritos que parecían ser los encargados de transmitir la voz del hablante. Ariadna se apresuró y dijo:
  • Eh, montón de miedosos, pueden cruzar. Les advierto que duele como el demonio, pero yo no demoré más de un minuto en recuperar la conciencia.
  • Ariadna…
  • Vale. Es mentira, no pasa nada chicos, vengan rápido que no van a creer lo que es este lugar.

En cinco minutos ya habían cruzado todos y no hubo mayores inconvenientes excepto por el hecho de que Joel cayó sobre Marian y Mitchel aterrizó sobre su mano izquierda y la profesora Dott tuvo que enviarlo a la sala de sanación. Todos estaban impresionados con el lugar y no dejaban de inspeccionar objetos y hacer preguntas que Dott no respondía, parecía disfrutar oyendo las teorías de los alumnos.

En un rincón Keller y Sartori debatían en torno a lo que era una bola blanca con manchas más oscuras:

  • Mira Justin, esto parece una representación de la luna, tiene cráteres y todo…
  • No, Odel, es una de esas bolas para ver el futuro, estoy seguro.

Cerca de la entrada los hermanos Rebblerros admiraban un cuadro en la pared que al parecer, a cada uno le mostraba algo diferente.

  • No me van a tomar el pelo, sé bien lo que veo, un caballo azul y unas rosas marchitas.
  • Pero Marian, cómo es posible…
  • Kiran y yo vemos lo mismo, es decir que eres tú quien miente.

Cerca de la profesora Dott, Ariadna y Leissam jugaban con unas burbujas que estaban en un frasco, idénticas a las de los bubbles azules pero estas, al reventar, emitían diferentes sonidos.

  • Basta, basta, basta. Ya he dejado que curioseen bastante, ahora quiero que pongan atención. – Todos los alumnos se acercaron a Dott y en silencio escucharon todo lo que tenía que decir.- En este lugar aprenderán más de lo que han aprendido en toda su vida descubrirán objetos y quien sabe, algo de magia, que jamás habrían creído posibles. Detrás de la puerta gris hay algo que sé que les va a gustar, pero no pueden entrar hasta que estén preparados, sin embargo, a pesar de lo emocionante que todo esto pueda resultarles, deben mantener la existencia de este cuarto en secreto. No está demás comentarles que es probable que se unan más compañeros, evidentemente pueden haber Ikees imprevistos, si eso ocurre, a ellos se les dará la misma información.

Los jóvenes escuchaban al tiempo en que asentían con la cabeza, pero en realidad, ninguno de ellos había escuchado todo lo que Millicent Dott acababa de decir. Cuando hubo terminado de hablar, los estudiantes pudieron hacer preguntas respecto a las clases.

Justin Keller fue el primero en levantar la mano.

  • Profesora Dott, ¿esto es la luna o una bola de cristal?-. Los demás dejaron escapar una risita, excepto Ariadna que sentía que Justin prometía ser el típico chico al que le gusta llamar la atención.
  • Respecto a las discusiones que tenían antes- comenzó Dott-. Esa esfera no es ni lo uno, ni lo otro. Es una esfera de miedos y es un arma muy peligrosa y útil, si logras derramar sobre ella una lágrima de tu enemigo, este sentirá el peor de los temores. Con respecto al cuadro en la pared, deben saber que se trata de un aparato electrónico que, según entiendo, muestra diferentes imágenes solo para hacer discutir a quienes lo observan, lo han traído hace poco y no le encuentro la utilidad. Las burbujas… bueno, ya vendrá alguien que les cuente acerca de ellas.

Ariadna se perdió en medio de las explicaciones de Dott, no le interesaba escuchar pues sabía que utilizaría todos esos objetos en algún momento de su entrenamiento. Ahora, lo único importante para ella, era conocer a los 12 posibles Ikee restantes y ver en quienes podría confiar.

Justin Keller se había apartado también del grupo y entonces Ari supo que él no sería uno de sus mejores amigos. Keller se había estado acercando disimuladamente a Ariadna y cuando estuvo lo suficientemente cerca de ella susurró “malhablada, pero bonita, funciona para mí”, luego se alejó con una sonrisa prepotente.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS