La chica que quería vivir dentro de un cajón

La chica que quería vivir dentro de un cajón

Ante un mundo lleno de odio, peleas y muerte, una niña del barrio porteño miró con cariño al cajón de su mesita de luz y pensó lo mucho que le gustaría vivir ahí dentro y estar sola un momento. Allí dentro ella crearía su mundo, donde ante cualquier problema se escondería en un rincón.

No habría luz ni sonido, para dejar volar su imaginación. Con papeles olvidados construiría una casita y sería amiga de las basuritas acumuladas. Aburrimiento nunca tendría, porque era ese el lugar donde guardaba los libros para leer antes de dormir.

A su cajón lo cerraría con clave, la cual sólo sería conocida por sus seres queridos, quienes la conocían muy bien, así ningún ser indeseado podría entrar, pero sí dejaría pasar a sus amigos para merendar y mirar videos en el celular que, por su tamaño, sería como una gran pantalla como las del cine que le gustaba visitar.

Tal vez crearía una ventanita, para poder mirar la lluvia caer, algo que para ella era muy relajante. Bloquearía la entrada y se dedicaría a contemplar la belleza de la naturaleza, dejando espacio en su mente para pensamientos e ideas, como si fueran las hojas del viento. Con las biromes guardadas escribiría miles de cuentos y poemas. La mayoría serían sobre un mundo hermoso donde no exista el egoísmo ni la pobreza, sino uno en el que abunde la generosidad y el amor.

Eventualmente todos sus amigos se olvidarían la clave de el cajón de su amiga, ya que ella se había encerrado en sus propios pensamientos y no dejaba a nadie entrar. Los días irían pasando y la pequeña niña, quedando cada vez más sola.

Uno de los grandes problemas que surgirían sería lo mucho que extrañaría a sus padres y abuelos. Ellos siempre tenían la clave de entrada, pero al ser adultos no podrían meterse en el cajón. Con la tristeza que esto le generaría, los cuentos y poesías pasarían a ser metáforas tristes sobre su encierro y la lluvia una ventana a su corazón. Los pensamientos se convertirían en fuertes ráfagas de melancolía. Las únicas amigas que quedarían serían las basuritas, pero estas no le hablan, sinó que ante al ver el estado de la niña, se esconderían en la casita a susurrar feas críticas sobre ella.

Un día, después de darse cuenta que todo eso está mal, intentaría salir del cajón, pero descubriría que no se puede, que ya estaba cerrada por completo. Esto provocaría tal angustia en la niña que se rompería en un llanto de largos días y noches enteras, hasta que llegaría el momento que el gato de la casa la escucharía y , como ellos entienden todas las lenguas, hablaría con ella y la consolaría. Luego de lograr que ella le confesara que quiere salir, él buscaría la ayuda de los adultos, quienes saben abrir cajones, pero sólo si se los pide.

La niña saldría del cajón, del rincón. Abrazaría a sus padres y abuelos y dormirían una siesta eterna. Finalmente se daría cuenta de que no necesita encerrarse para encontrar su mundo de generosidad y amor.

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