Hay atardeceres en los que sabes que a partir del día siguiente todo será distinto. Te aferras al último rayo de sol con angustia y deseas volver atrás porque piensas que solo así seguirás siendo feliz.

Van pasando los días hasta que te despiertas una mañana antes de amanecer y ves que el sol sigue saliendo cada día. Que tal vez lo que necesitas es volver a nacer con esos primeros rayos. Con un día nuevo y una historia nueva por vivir. Propia. Tuya. De nadie más.

Y entonces entiendes que no todos los atardeceres se regalan, porque nunca sabrás quién sí y quién no al cien por cien. Porque son tuyos y especiales para ti.

Porque antes de dar todo de nosotros debemos saber guardar algo nuestro por si algún día nos faltan y nos quedamos vacíos. 

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