Aclaración preliminar
Antes que nada he de dejar claro, que este relato corresponde a una historia real, sólo se han alterado algunos detalles a fin de preservar la identidad de sus protagonistas y se han añadido algunos comentarios para aderezar la narración, hacer más comprensibles algunas situaciones o simplemente enlazar hechos.
Nadie puede darse por aludido directamente, los personajes corresponden con arquetipos de individuos que circulan por la Web.
Nada de lo aquí narrado es consecuencia de mi imaginación, he transcrito lo que me han contado, lo he adapto y lo he encadenado para darle forma.
El origen del título de la obra, proviene de una de las primeras conversaciones que mantuve con la protagonista a través de Messenger, al verme fumando, me preguntó qué fumaba, le respondí que Marlboro, antes de leer el párrafo siguiente que me había enviado, en el que decía: marihuana o haschis? las carcajadas fueron mutuas, y acto seguido me declaró marqués de Marlboro, a lo que respondí: la marquesa eres tú y a partir de ese momento, siempre la llamé mi querida marquesa.
Conservo algunas de sus fotografías, pero ella gustará más de las obras de Tamara Lempika, pintora a la que admira tanto como yo.
Los derechos de copyrhigt son de mi exclusiva propiedad, nada ni nadie puede atribuirse derechos sobre esta obra.
Gonzalo Álvarez García
@ordosgonzalo
Habría que comenzar por encajar esta corta narración en la historia, algo nada difícil ya que los cristianos y sus jerarquías nos lo han puesto muy fácil desde los inicios del cristianismo.
A finales del primer milenio y a punto de desaparecer lo poco que dejaron los cristianos del Imperio Romano, la nobleza no sólo pugnaba por el poder territorial y terrenal, también pugnaba por el poder eclesiástico tan importante como el poder civil, ya que ambos comenzaron juntos su andadura de la mano de Constantino I al proclamar a la fe cristiana como la religión oficial de Roma, allá por el año 313.
Así que casi trescientos años después de la revolución religiosa de los musulmanes, nace en Roma Marozia de Spoleto, hija bastarda del Papa Juan X.
Marozia se casó preñada del Papa, con Alberico I el Mayor, a los 16 años de edad, cuando el Papa era mayor que ella 30 años, así que para tapar las apariencia que ya había tapado la madre de Marozia, su madre la casó con el Marqués de Camerino y Duque de Spoleto y a ese hijo lo impondría como el Papa Juan XI, en una demostración de poderío absoluto.
La presencia de mujeres en la residencia pontificia era algo tan habitual que rayaba el escándalo, hasta tal punto que esta época fue bautizada por el Cardenal Caesar Baronius como la época de la pornocracia, que los cultitos y piadosos cristianos prefieren llamar Saeculum obscurum, es decir, Siglo oscuro, para el común de los mortales.
Hay que decir que durante ese período posaron sus nalgas en la silla de San Pedro : Sergio III, Anastasio III, Landón, Juan X, León VI, Esteban VII y Juan XI, León VII, Esteban VIII, Marino II, Agapito II y Juan XII, una docena de Papas nada más y nada menos, todos ellos corruptos y puteros.
Como siempre los meapilas cristianos intentaron ocultar la historia, que fue recogida por el Obispo Luitprando de Cremona, al que terminaron por descalificar, acusándolo de ser un resentido y puede que fuera un resentido pero seguro que no era un alcahuete.
La última vez que hablé con ella, me preguntó si ya había empezado a escribir su historia. Nos habíamos conocido en la red, en una de tantas webs de contactos, a las que cada vez se suman más y más personas ávidas de ser escuchada o conmovidas, gastar el tiempo o resultar graciosas, entretenidas o simplemente vacilar a la gente; en cierta medida Internet, para muchas mujeres ha sustituido a la calceta y para muchos hombres (al igual que para muchas mujeres) es una forma de divertirse y pasar el rato ligando o engañando a los demás con la sola pretensión de llevarlos “al huerto” o a la cama. En aquel tiempo disfrutaba de la creencia de estar escribiendo una historia sobre las relaciones en la red, relaciones que hasta entonces me parecían de lo más vulgar, pero descubrí a varias mujeres que tenían algo que merecía la pena contar.
De una de ellas estoy corrigiendo sus escritos, de las otras, la verdad no creo que tengan la importancia ni el interés que despertó en mi Begoña, en tanto que síntesis de lo que está sucediendo en nuestras globalizadas vidas y como ejemplo cuando menos curioso de lo que está pasando en las páginas de contactos de Internet.
Begoña era una de tantas mujeres con las que mantenía un diálogo, en la perseverancia de tratar de entender nuestro acontecer diario, en la red de redes que es Internet, un medio nuevo que gracias a las telecomunicaciones nos acerca más y mejor; quería averiguar en qué medida afecta a nuestro comportamiento social esta madeja capaz de entremezclar gentes de distintas culturas, países, intereses, condiciones sociales y grados de salud mental.
Intercambiamos cinco o seis conversaciones a través de Messenger, en las cuales hablamos de poesía, pintura, ópera, literatura, arquitectura y un sinfín de chorradas varias, hablamos por teléfono varias veces y a la semana siguiente se presentó en la ciudad en la que vivía para conocerme en persona, decía que le parecía un tipo raro, eso de ser “constructor de sueños” no le encajaba muy bien en sus esquemas. La verdad, no salía de mi asombro; que de buenas a primeras alguien se interese tanto por conocerme…
La fui a esperar al aeropuerto; ese día mi coche estaba en el taller, pasaba la revisión y en su lugar me dejaron una furgoneta de las del reparto, así que con ella me fui a recogerla, tan pronto la vi asomar por la puerta no había duda, era ella, inconfundible en medio de la marea de gente, con un bolso de viaje de los que llevaban las señoras que viajaban en las diligencias de la West Fargo, como en las películas de vaqueros, algo más pequeño pero similar a uno que usaba mi madre para guardar la calceta, de tela, con asas de madera, fondo verde y flores multicolores, falda amplia, hasta los tobillos, guantes negros de encaje, sombrerito de hongo… salía del plató… o mejor dicho, entraba en escena, dispuesta a cautivar a su público, arriesgándolo todo sin temor a equivocarse, sin el más mínimo asomo de duda, completa, estupenda, grandiosa… comenzaba la función.
Nos fundimos en un abrazo, nos besamos e iniciamos nuestro andar juntas las manos hasta el exterior de la terminal. Al llegar al aparcamiento vi que aminoraba la marcha, se detuvo ante la puerta de un Audi color perla que estaba aparcado justo al lado de mi furgoneta… ese no es… lo siento pero mi coche está en el taller y me han dejado esta furgoneta hasta mañana.
Ah, no importa si es muy bonita; le abrí la puerta y se sentó tan tranquila, salimos del aeropuerto de Guacimeta y me contó que ya había estado en la isla de Lanzarote, que le recordaba a un desierto por su aridez, dejando entrever su escaso entusiasmo por el entorno.
Ya conocía el lugar, había pasado por allí una de sus vacaciones, por lo tanto no le resultaba nada extraño, estábamos en pleno agosto y el calor no tenía clemencia, más bien al contrario.
Messenger tiene un especial magnetismo para las personas que quieren comunicarse desde lejos, como si establecieran contacto con el futuro perfecto de sus sueños, el medio se convierte en una prolongación de lo mejor de sí mismos, proyectando una imagen idealizada, y mostrando a los demás sólo la cara buena, o la que se preste mejor para al maquillaje, todos lo saben y les da igual en medio de la desvergüenza, en la esperanza de que cuele y les haga felices, por eso los contactos temen el cuerpo a cuerpo, ese que hace perder la magia o descubrir la cruda realidad que se oculta detrás del maquillaje, resulta muy fácil disfrazarse en Internet, pero muy difícil aceptar la realidad.
De cualquier forma, éste es un mercado como el de los automóviles, pero en el que no hay kilómetro cero o recién salido de fábrica, es un gran mercado de automóviles usados, de segunda, tercera o cuarta mano…lo que tengamos que descubrir, siempre vendrá manoseado, ajado por el tiempo… rebotado. El envoltorio suele ser estupendo, atractivo, casi perfecto y cargado de promesas de felicidad a bajo costo. La realidad es otra cosa.
Me viene a la mente un chiste que suelo contar a mis amigos y me contó a su vez un gran amigo allá por los años del franquismo, un domingo en El Rastro un personaje encaramado en una silla voceando: a peseta! a peseta! me acerqué a él y le pregunté: y usted que vende? Yo? Nada.. pero a que es barato?
Me decía alguien habitual del chateo que lo bueno de Messenger, es que sale más barato que ir al cine o tener que viajar para ver a un amigo, ligas con quien te da la gana, le tomas el pelo, te lo pasas bomba y se lo acaba creyendo. Claro que la opinión más generalizada sobre Messenger, o mejor dicho sobre los contactos en la Red, es que la falsedad y el engaño son su moneda de cambio, a veces con resultados realmente dramáticos y execrables.
Lo realmente mágico es cuando ese alguien se ha inventado un personaje, lo lleva sus últimas consecuencias y se acaba convirtiendo en él (en su personaje) se convierte en autor, intérprete, guionista, director y productor de su propia obra, en síntesis un creador, que en el caso que nos trae, es de carne y hueso aunque parezca otra cosa.
He conocido gente mucho más extraña y sorprendente, pero su caso a pesar de parecer patológico no lo es y no me parece ético hablar aquí de estas gentes más bien enfermas y necesitadas de atención especializada, que sufren enormemente y hacen daño, aún sin quererlo a aquellos que les rodean. No es el caso de Begoña, que es clara y rotunda sincera, apasionada y de una “locura” controlada.
Begoña, nació en un pueblecito de provincias, de esos tantos de la España vertebrada de diferencias, de origen humilde como en todos los cuentos de hadas, apenas alcanzó a las cuatro reglas… leer y escribir malamente, para años más tarde incorporarse a la formación profesional y después sufrir la deformación de los “mass-medias” de McLuhan, como buen resultado de esta sociedad de consumidores de vida enloquecedora y de aceptación del todo vale, que sabiamente definió como “Aldea Global” a mediados del siglo XX.
Este canadiense, fue un autor muy leído por la generación del 68, sus aportaciones sobre los medios de comunicación han pasado a ser temario en muchas universidades de la “Aldea Global” y de la “Galaxia Gutemberg”, términos acuñados por él y de los que suelen gozar mucho los periodistas, en su tumba reza: “Veritas liberabit nos” (La verdad nos hará libres) y en la de Groucho Marx: “Perdonen que no me levante”, si la pillas… maravillas.
La verdad es que la vida de cada uno de nosotros no está escrita en ningún guión, por eso a veces, nos sorprende y nos deja patidifusos, cuando de repente nos vemos envueltos en situaciones que no nos esperábamos, que no creíamos que nos pudiera suceder a nosotros, pero que nos están sucediendo.
En los últimos años me ha tocado relacionarme con gentes de lo más variado, podría decir que lo mejor de cada casa, estafadoras profesionales, prostitutas de noche y tiernas madres de día, cocainómanas desbocadas, aprendices de varias especies y petardas a gogo entre un largo etc. (también hombres, por supuesto)
“La liberación de la mujer” ha dado pié a un amplio muestrario de ejemplos de lo que no es liberación y si cualquier otra cosa, alejada de un uso adecuado de la independencia y sobre todo de la libertad.
Siempre recuerdo a Marcuse y Angela Davis, ésta, dicen que le dijo, en pleno fulgor de Mayo del 68: “cuando seamos libres decidiremos libremente que queremos hacer”.
Bueno… pues eso, eso es lo que tenemos, mujeres que ha tomado libremente decisiones, y que hoy dominan un inmenso mercado, están presentes en millones de páginas web haciendo gala de esa libertad, opinando y actuando ante y con los hombres de forma libre y sin cortapisas. Esto indudablemente hace que algunos hombres se vuelvan inseguros de sí mismos.
La tecnología lo ha cambiado todo a una velocidad de vértigo, la inmediatez con que se suceden las cosas a veces nos deja descolocados, nos pilla en paños menores a la vuelta de la esquina y lo que creíamos que podría suceder en el futuro, resulta que ya te ha pasado. Hemos hecho del futuro una prolongación del presente sin darnos cuenta que es el presente el que lo determina y lo condiciona.
Nos dolemos de lo que nos está sucediendo pero no nos arrepentimos de lo mal que lo hemos hecho, del mal que nos hicimos al pretender disfrutar en presente lo que le estamos robando al futuro. Nos comimos toda la tarta y ahora ya no queda más para disfrutar de ella, tan sólo su recuerdo.
Begoña, como cualquier mortal, puede caer bien o mal según a quien, pero en cualquier caso, -no seré yo quien la enjuicie- no deja de ser una persona sorprendente y digna de admiración.
De cuerpo armonioso, esbelta, graciosa y bien dotada, ella se encuentra una mujer “normalita pero no de las del montón,” aunque en el fondo se considere la Verga de Triana; de perfil helénico, sin vestigios de maquillaje, pelo negro salpicado por las canas de la veteranía, ojos azules protegidos por lentes ligeramente oscuros y graduados, le dan un aire de dama aristocrática.
A poco que reflexionemos sobre lo de “normalita pero no de las del montón,” nos damos cuenta de que todos los mortales somos del montón; no puedo evitarlo, pero siempre que alguien menciona la frase, viene a mi mente la imagen de las montañas de cadáveres que los nacis apilaron durante la II guerra mundial, esos hombres y mujeres desnudas, anunciando con su desnudez que poco o nada nos diferencia ante la locura, la muerte y la barbarie, que la diferencia está en las marcas de nuestros cuerpos, en nuestras conciencias y en nuestra forma de ver y llevar la vida, aunque formemos parte de ese montón.
La globalización nos va enseñando que somos un montón de gente que vive amontonada en un montón de ciudades, con un montón de problemas y que tenemos un montón de complejos y complejas formas de relacionarnos, pero que al final nos sentimos solos. Por eso mismo no resulta sorprendente que millones de personas acudan a Internet en busca de alguien o de algo con quien relacionarse, con quien interactuar.
Temprano aprendió (Begoña) del viejo refrán machista, desgraciadamente tantas veces efectivo, que “mueven más dos tetas, que dos carretas”. No se podía ser una celadora de telefónica o una funcionaria municipal, toda la vida, eso resulta muy aburrido, a nadie le gusta sentirse un ser anodino, minimizado, desconocido y por encima mediocre, nuestra imaginación es capaz de generar prototipos idealizados a los que sólo nos basta vestir adecuadamente para que resulten creíbles por los demás y así realizar nuestros sueños, dar la imagen de que somos personas encantadoras, maravillosas, sorprendentes, especiales…o nada conflictivas, claro que, mientras alguien es capaz de mantener el engaño la felicidad dura, hasta que se descubre el entuerto y entonces estas muerto.
Tan pronto tuvo la oportunidad se casó con un marido de posición relevante y pública, que le hiciera mujer respetable, “no se casa una con gentes vulgares” así que se buscó a un Pastor de Cristo, (nunca pregunté si era anglicano, luterano, o católico) nada más chocante en un pueblo de provincias marcado por el franquismo, pero bueno, hay de todo en la viña del Señor, y en aquella época había que agudizar la imaginación, no en vano éramos un pueblo acaudillado.
Las mujeres de los pastores de Cristo no deben tener hijos -por suerte para los pastores- ya que su nacimiento lleva implícito cierto pecado de fornicio y resta tiempo para el oficio… del ministerio. Dicho sea con todo el respeto del mundo y sin ánimo de ofender a nadie.
Así las cosas, lo primero que recibe Begoña de su marido es un manual del método Ogino, (lo de los condones sólo lo usaban las putas, por lo de las purgaciones, además… no se habían inventado los de sabor a fresa), esto era más bien por aquello de evitar correteos en el coro de niños que nunca paran con sus juegos y sus gritos. Ya cantaba Serrat aquello de locos bajitos o algo así.
Cada noche el obispo preguntaba a su mujer que tal llevaba lo del método y si ya era entendida en el asunto que le preocupaba.
Begoña, siempre le contestaba que no había razón para preocuparse, era un método sencillo y a poco que se cuidara nunca caería embarazada, la cosa estaba chupada, si eso es una chorrada…
Una mujer siempre desea ser madre, su función en la vida es crear vida, sin ella no hay descendencia, sin ella la humanidad desaparece, cómo se le puede pedir a una mujer que no haga aquello para lo que está destinada en la vida…
Y después en la iglesia, a la gente les dicen otra cosa…
Y una casada sin hijos no deja de ser una amante oficializada, sin otro valor de cambio si su marido que no la deja preñada, los hijos dan a las esposas un patrimonio compartido que llegado el momento repartirán y negociarán con el marido sufridamente, como uno más de sus bienes gananciales.
Begoña, de tonta no tiene un pelo y a la primera… tras! un hijo, una inversión a largo plazo que augura un divorcio bien advenido. El que quiera tener hijos que pague para presumir de ellos, no se van dejando regados los hijos por el mundo adelante, además, los hijos de un pastor de Cristo son una bendición del Señor. Así que a fornicar como conejos y a olvidarse de los consejos, que más pronto que tarde nos hacemos viejos.
Con lo tranquila que queda la conciencia sabiendo que se fornica por bien de la humanidad y no pecando por placeres mundanos o desgastándonos las manos en tanto pajillear.
Entre tanto va creciendo la prole hasta el trío y Begoña ampliando horizontes sin importarle su desvarío para incomodo del obispo, que ve mermar a su parroquia de mujeres pías y penitentes en busca de comprensiones, palabras de aliento, solícitas de su consejo y que a veces dan tranquilad a su conejo.
La mayoría de los hombres, y la mayoría de las mujeres, desarrollan su Ego hasta límites insospechados… un pastor de Cristo ha de ser modelo de vida, por tanto ha de estar por encima del bien y del mal, ha de ser un modelo casi perfecto carente de errores o equivocaciones mundanas, han de ser otros los que se equivoquen, los que tengan defectos, bajas pasiones como el egoísmo, el odio, el rencor o la impureza. Una especie de esquizofrenia divina a la que es ajeno o ajena quien se siente por encima de los demás.
Son recelosos de las maldades de otros, dudan de la honestidad ajena y creen que se les envidia, llegando a la paranoia de que les quieren hacer daño por celos o por envidia. Por consiguiente, han de establecer un cierto margen entre ellos y los que les rodean, poniendo en duda cualquier acercamiento o deseo de intimidad que ponga en peligro su
integridad emocional y el dominio absoluto de la situación.
Una amiga me contaba que hace tiempo, una de sus pasiones era poner cachondo al cura que la confesaba, se pasaba tardes en el reclinatorio contándole como la tentaba el diablo para masturbar a su amante a media noche en el coche.
El cura por lo visto era un salidillo y no quería perder detalle, preguntando a cada momento como se lo hacía, por si fuera pecado o no, ella lo adornaba de maravilla y cuando creía que ya estaba punto, lo cortaba con aquello de: la tentación de Satanás no me deja vivir en paz, no puedo seguirle contando.
Una vez terminado el sacramento, el cura cerraba el confesionario, según él para rezar por sus pecados y le mandaba en penitencia rezar un montón de oraciones, arrodillada frente al altar, según ella, para poder contemplar su culo.
Se lo acabó llevando a la cama, estaba para comérselo, me decía.
Volviendo a Begoña…
El obispo es trasladado a una capital de primer orden, ampliando el universo de Begoña, que de provinciana de tercera pasa a serlo de primera, ahora vive en una capital señera, de renombre, en la que ve el cielo abierto por primera vez, a pesar de su más de un millón de habitantes, donde el individuo deja de ser percibido como tal y pasa a ser un simple mortal. En la gran ciudad, descubre la magia de la ópera cargada de oropeles, señoras encopetadas, grandes puestas en escena, dramas descomunales, personajes de leyenda… que van a dar rienda suelta a su imaginación lo indecible, una imaginación hasta entonces alimentada con los medios limitados de un pueblito de tercera, revistas y televisión que a pesar de las imágenes, no son nada comparado a la presencia en carne y hueso de tamaño despropósito.
Descubre el teatro, la representación, la farsa, la grandeza… y poco a poco va creciendo su imaginación.
La deslumbra el arte, los pintores, su bohemia, son personajes importantes nacidos como ella, de cuna humilde hasta llegar a estrellas, pintan por dinero, se lo gastan como quieren, sus pinturas son sus hijos y sus mujeres cualquiera, son borrachos, fornicadores, mal hablados y eruditos, incluso a veces malditos, pero al fin y al cabo genios mimados por sus admiradores, gentes importantes como los grandes actores, farsantes y arrogantes pero al final seductores.
Y es que mucha gente piensa que es importante, porque está cerca aquellos, cerca de que la sociedad que los encumbra como tales, desdeñándose a sí mismos. Son importantes porque conocen a gente importante, no porque ellos en si lo sean, están convencidos de que los individuos carecen de importancia para los demás, luego sólo son importantes si están al lado de alguien al que ellos consideran importante.
Hasta entonces, como ya hemos dicho, la vida de Begoña había transcurrido entre bambalinas, una vida anodina de un pueblito del reino, lejos de la metrópolis y la parafernalia que conlleva el sufrir y disfrutar de las tribus urbanas. En la metrópolis las formas y el estilo de vida (el mal llamado glamur) deslumbran sus ojos, los valores de “ser original” y destacar como la nata sobre la leche, la llevan a meditar a cerca de su papel en la vida, sobre esas cosas que atraen mucho a las gentes de medio pelo, como un caramelo a un niño, los usos y gustos de gentes distinguidas en una sociedad cosmopolita, la llevan a construirse un personaje a su medida, -distinto al de las demás mujeres-, debe ser inconfundible en la marea humana de vanidades, marcas, modelos y estilos de los que está saturada una sociedad opulenta como la nuestra.
Begoña es consciente de que si se quiere ser alguien en la vida se debe ser única, la competencia es mucha, las falsificaciones tienen de odioso, el no ser originales, pero la originalidad no se consigue a base de comprar marcas originales, las marcas sólo son el sello que se les pone a las copias que se venden en el mercado.
No quiso caer en el error -se cae fácilmente-, así que comenzó por crear su propio estilo, acorde con su personalidad, acorde con su personaje, el que comenzaba a ser, una especie de marquesa de nuevo cuño. Va construyendo un prototipo de mujer única, irrepetible, marcada por el enigma que la hace inconfundible, genial como a Picasso, o a una divina como la Calas.
Une a la elegancia del sombrero y su lenguaje, la delicadeza de la piel blanca que distingue a la nobleza europea, el encanto de los encajes enguantando sus manos, la irrefrenable feminidad de las faldas y el donaire del abanico.
Nada de marcas que se venden en grandes almacenes, eso es cosa de gentes vulgares sometidas a las dictaduras de los mercados, resignadas a ponerse y llevar lo que les imponen, carentes de gusto, creatividad y de libertad para pensar por sí mismas, serviles de los intereses comerciales. La mujer acaba siendo esclava de las modas que dicta el mercado y se convierte en un pelele consumista sin más imaginación que la necesaria para justificar su dependencia de la moda.
Es en esencia una nueva sufraguista que reivindica el derecho a la individualidad frente al maniqueísmo de la sociedad de consumo. No está dispuesta a que nadie le venga a decir que color se lleva este año, ni qué tipo de tejido el siguiente. Se viste en una recoleta tienda, cuya dueña le mima por lo selecto de sus compras, algunas de las cuales adquiere en otros países, selecciones exclusivas para clientas distinguidas.
Su tiempo libre lo dedica a las relaciones, a la vida social, sea verano o invierno, cada estación le imprime un estilo distinto y le lleva a lugares diferentes, pero apenas pisa las playas.
La playa ohh, llenas de mirones, exhibicionistas, pelotas, gente oliendo a bronceadores, arena en los ojos, señoras presumiendo de siliconas, jovencitas que te dan envidia, todos quemándose la piel, estropeando el cuerpo, prefiero el zoológico, por lo menos los animales son naturales, jajaja. Ese afán de estar bronceada, para aparentar ser una mujer que no trabaja, que dispone de todo el tiempo para estar en la playa o en el centro de belleza de tal y tal, expuesta a los rayos ultra violeta. Primero se queman la piel, después se tienen que poner la crema hidratante, la defoliante, la anti-arrugas… un montón de porquerías para nada, al final están peor de lo que estaban, se pasan la vida machacándose lo más sensible del cuerpo, con lo que más se goza en el amor… por favor… esas mujeres no se fijan, que cuando alguien las ve, enseguida se da cuenta de que tiene la piel hecha un asco, llena de manchas del sol y de los bronceadores?. La piel hay que cuidarla con agua y jabón, mimarla y saber usarla…
La piel ha de ser blanca para los blancos, los morenos son otra raza, como los negros…que yo no soy racista, pero cada uno debe cuidar su piel…
Una mujer europea es blanca por naturaleza, y la finura de su piel no la tienen otras mujeres del planeta…
Su vida había dado un vuelco, el lenguaje de los intelectuales disparó su imaginación hacia el infinito, su mente se desbordaba cada tarde, cada noche, en medio de conversaciones sobre lo divino, lo humano, lo absurdo y lo ridículo. El surrealismo había llegado a su vida para convertirla en uno de sus personajes. Habla sin tregua, opinando a diestro y siniestro sobre lo que piensa siente y padece sobre cualquier tema, no deja resquicio de dudas, no deja títere con cabeza.
Por aquel entonces aún se llevaba lo de las tertulias en los cafés o en las tabernas, una costumbre casi desaparecida en estos tiempos en los que el individualismo hace su agosto, ahora los artistas se cuelgan en la Web como todo hijo de vecina, matando el encanto del cara a cara de los ruidos de fondo, de los excesos, de la algarabía y de la camaradería. Ya no hay complicidad, solidaridad, ni manchas de vino en la camisa, ya no hay recuerdo de la sonrisa del tabernero, ya no retumba el eco de las palabras, una más alta que otra que con un manotazo en la mesa daban énfasis al verbo, lugares de encuentros y desencuentros en los que reafirmar lo dicho.
La cultura tabernaria ha muerto, los intelectuales lo son de oficio y Real Decreto de tal editorial o de tal partido.
Los artistas nacen en probetas de laboratorio y los escritores entre copiar y pegar de los ordenadores o manteniendo a un «negro».
Begoña se encarna en musa de pintores, poetas y trasnochados, deslumbrándoles con sus sombreros, sus guantes, sus faldas y sus conversaciones delirantes.
En medio de la vorágine, el sexo la descubre a ella pillándola por sorpresa, ya en una edad madura, cuando es una mujer hecha y resuelta, todo lo que conocía hasta entonces, no era sexo, ni era nada. Conviene recordar que hasta bien entrada la transición democrática, las mujeres en España eran menores de edad hasta los 21 años y si contraían matrimonio antes de esa edad, sus maridos las tutelaban como si fueran sus hijas, lo cual puede dar una idea de cómo andaba el patio por aquel entonces.
Conoce a Renatto un artista que va a marcar su vida, llenándola como nunca había podido imaginar. Amanece y anochece para amanecer de nuevo, sin saber cuántas horas y días han pasado juntos, en un desenfreno de lujuria y de un sexo nunca antes gozado.
Nace a la vida, descubre un tesoro enterrado en su cuerpo y siempre codiciado por los hombres, el complemento que le faltaba, no basta con un buen cuerpo que sólo sirva de percha, hay que saber usarlo, gozar de él, disfrutarlo amando, sintiendo a plenitud la emocionante sensación que transmiten los sentidos. El cuerpo es una fuente inagotable de placer de la que apenas bebemos, no le sacamos rendimiento y cuando
lo descubrimos ya no nos queda tiempo para disfrutarlo a plenitud.
Andaba mi querida Begoña, entre pintores manirrotos, arquitectos, poetas, artistas y bohemios de varias tintas, ganándose a pulso el divorcio de su obispo, cuando aprende el oficio de jugar a la bolsa, -en mi pueblo no había tal cosa- se diría sorprendida, viendo que ganaría dinero con su divorcio y los valores recién adquiridos se pone manos a la obra sin más historias.
Hablábamos de los valores en los que estaba invirtiendo diciéndome: … este chico arquitecto del que estoy tan enamorada, me decía el otro día que invirtiera en construcción… le interrumpí rápidamente: ese arquitecto amigo tuyo te llevará a la ruina, cuando estalle la burbuja va a ser peor que lo de Hiroshima… Pero si se vende todo lo que se construye… te equivocas, se construye más de lo que se puede vender, invierte en acero o en cemento, es lo que se mantendrá en el mercado los próximos años, la India, China, los países de gran crecimiento son los que tiran del carro, nosotros no crecemos ni a la mitad de su capacidad y eso que están despegando, cuando reviente la burbuja más de uno se va a enterar. De vez en cuando se acierta que le vamos a hacer.
Hay que ver, lo que hacen las grandes ciudades, nos abren los ojos a las vanidades, al dinero, al glamur, al poder, a la grandeza… y pensar que en los pueblos pequeños sólo hay pereza y tristeza… o sol y playa para los que tienen la suerte de vivir en la costa o en una isla.
Todo vale y todo ocurre, entre masas de gentes que se mueven de un lado para otro sin que les importes un pito, gente que tiene sus propios dioses, sus propias reglas y sus propios males, que no sabemos lo que piensan, lo que sienten, lo que opinan, van vienen y se reúnen en amasijos como si fueran una piña, donde va Vicente? donde va la gente. Ocultos tras el anonimato de las masas, agazapados en lo corriente, escondidos en el rincón de la barra de cualquier bar de copas, a media noche cuando todos los gatos son pardos, de amanecidas que van ajando sus vidas anodinas, vidas vacías rellenas de sueños ahogados en copas de frustraciones, en locuras a medias, en felicidades pendientes.
No es de extrañar que lo de la prensa rosa tenga tanta audiencia, a veces me siento culpable por no ver la tele, me hablan de cosas de las que no me entero y se me queda cara de poker, cuando me dicen: Pues debes ser el único que no conoce a fulanita de tal, sale mucho en la tele. Claro que la tal, es una señora a la que le pagan para que acuda al plató a decir cuantas más sandeces mejor, y su nivel de lenguaje no llega a los 300 palabros, con lo cual me quedo no ya tranquilo sino algo cabreado por ver tanta memez por el mundo adelante.
Sin claros principios, sin cimentaciones éticas, surge como de la nada una nueva marquesa, a la que aún le falta descubrir algunos valores sociales de distinción, pero que con el tiempo ira adquiriendo, sin causarle mayor trauma, como si no fuera una autodidacta.
Coincidiendo con su divorcio, de nuevo se traslada de ciudad y esta vez lo hace a la capital de veraneo de nuestra burguesía más refinada, donde algunos creen que se sitúa el ombligo del mundo, a la orilla de la playa de La Concha.
La cultura culinaria llega a Begoña, el totxo de merluza con almejas y angulas, regado con los mejores caldos de la Rioja, van a dar el toque de gracia a nuestra marquesa emergente, refinando su paladar. El placer oral, es el primero que descubrimos en nuestras vidas, cuando succionamos el néctar del pezón de nuestras madres, recibiendo el alimento y la sensación de estar protegidos, abrigados en su regazo percibiendo todo su amor y ternura… que sensación más placentera…
Amor por los sabores, deleite de olfato y lengua, placeres que se conjugan en la intimidad del cuerpo en toda su plenitud.
Pero los burgueses que son muy suyos, no toleran la mediocridad, señores de señorío, herederos de blasones, apellidos no perdidos por causa de cruces extraños, siempre han renegado de sus bastardos, ninguneándolos, para bien o para mal.
La verdad es que desde que se desprecia a los marxistas y se huye de sus términos, se ha perdido en precisión y vocabulario, antes solíamos decir con toda precisión: fulano de tal obrero, y ese fulano de tal no reunía las características de mengano, que era pequeñoburgués, por un casual, la verdad es que somos cada vez más pobres, más mediocres hablando.
Nuestra burguesía siempre ha prestado mucha atención a los detalles, un sinfín de lugares comunes, les sirven de referencia para tasar bien a quienes pretenden entrar en su círculo sin haber pasado previamente por su filtro, se suele preguntar, y éste de quien viene siendo? Si no tienes rama en el árbol… ya te estás cayendo.
Begoña, no tiene en cuenta todo esto, y en todo caso, se hace la loca, al fin y al cabo, a la sociedad lo que le importa es el parné, lo del pedigrí se compra.
La nobleza se lleva en la sangre y se conoce por el apellido, no hay lugar para dobleces ni advenedizos, ser una SEÑORA no se compra en El Corte Inglés ni con acciones del Santander, por mucho que te vistas con Carolina Herrera y te perfumes con Chanel.
A nadie le gusta ir de hortera, o eso que ahora llaman friki, pero la verdad es que el personal de abordo sigue vistiéndose en plan fotocopia para identificarse con alguna tribu o para desmarcarse de ellas, por cierto que me llaman mucho la atención los de la tribu gótica, esos que van disfrazados de cadáveres ambulantes, no entiendo muy bien que gusto le ven a su disfraz, me recuerdan a los zombis, o será a los zumbados?
Begoña se hacía la loca ante mis comentarios, como quien levita sobre el lodo mientras cruza la calle.
Una de las ventajas de Messenger, es que permite a muchas personas tomar contacto con gentes a las cuales no tiene, ni tendría nunca, acceso en su medio, en su pueblo, en su país, en su cultura, o en su posición geográfica. Esto que parece una apreciación simple, no lo es, imagínese a una persona que vive en una remota población de la selva brasileña hablando con un habitante de Roma, no tienen nada en común salvo el interés por “conocerse”, hurgar en la vida del otro (a) y al final armarse un tremendo lío.
La vida dará un nuevo aire a Begoña, haciendo dinero con la bolsa y descubriendo la informática, los tiempos han cambiado con la democracia y si no se tiene cuna, se tiene dinero, poderoso caballero…
La capital del verano y su sociedad, no parecen ser un medio en el que encaje su personaje y no es el mejor momento de la historia de sus gentes. Visto lo visto, mejor es huir de la pureza, donde el tufillo a falsa grandeza se descubre de una sola mirada, y las marquesas de nuevo cuño, como que no pegan por esos pagos, así que puso tierra por medio y a otra cosa mariposa.
Después del divorcio, toca disfrutar de la libertad de dejar la iglesia, añorando los tiempos de la bohemia decide retornar a lo viejo conocido y abandona la novedad, vuelve a su reino de taifas, armada de nuevos bríos, al rencuentro con su artista.
Los bohemios ya hemos dicho, son gentes liberales que gozan de amplia tolerancia en sus desbarres y desmanes, aunque un tanto crápulas y desaliñados, no reparan en clases sociales, apellidos de abolengo, escuelas, ni títulos nobiliarios, su escala de valores es otra o son muchas y variadas según la escena o se les venga en gana, a veces no miden a todo el mundo con el mismo rasero, a veces es cuestión de dinero, pero al fin y al cabo la diva, la musa, es ella, única, original, como cada cuadro, como cada verso del poeta y eso es lo que ahora importa, el mundo le ha abierto sus puertas y antes de que se cierren es mejor entrar que quedarse fuera, no hay tiempo para monólogos ni hay que esperar a Godot.
El artista de Begoña, Renatto, es un fornido y rudo hombre de delicadas manos que labran la madera y la piedra, de exquisito gusto por los colores y amante apasionado, vuelve a llenar la vida de la marquesa, le resulta atractivo e interesante y se va a convertir en el centro de su atención, absorbiéndola por completo.
La vida con el artista la lleva de cenáculo en cenáculo, de taberna en taberna, de feria en feria, galería y plazuela, van los amantes soñando sus felicidades y emprenden una vida nueva y cargada de novedades para Begoña, se van a vivir a una casa en el campo, donde se refugian, se aman y sueñan.
Vivían en el campo, solos, apartados de vecinos, de curiosos, de ruidos, de contaminación… disfrutaban con intensidad una relación de pareja entregada a su luna de miel que recuerda al Imperio de los sentidos, calor de cuerpos desnudos al abrigo de las pasiones.
Cuando me lo cuenta, transmite un deje de nostalgia, de emoción contenida, a punto de saltarle las lágrimas.
Es hermoso comprobar que los seres humanos guardamos los más gratos recuerdos de nuestras vidas como si fueran tesoros escondidos en el fondo del alma y cuando son mostrados a los demás deslumbran nuestros ojos, acristalándolos.
La casa, de paredes desnudas, carente de cuarto de baño, apenas amueblada con un catre en el que pasaban casi todo el día, una mesa que hacía de tablero de dibujo, soporte de esculturas y de vez en cuando de algunos platos en los que de vez en cuando comían. El río quedaba cerca, así que las necesidades sanitarias estaban cubiertas de forma muy natural, nada ecológico pero si biológico.
Pasaban semanas enteras sin bajar al pueblo, fornicando sin apenas comer, a veces sin saber qué día era, no existían las horas, él pintando ella durmiendo, cuando él dormía ella dibujaba o pintarrajeaba, sin distinguir la noche del día, meses y meses mientras el tallaba con delicadeza cada una de las piezas de simple madera hasta convertirlas en sensibles legados.
Entre lecturas de Miguel Ángel y Velázquez, Fidias y Vitrubio transcurrían los días y las noches, las semanas y los meses, hasta acabar las obras del artista, que llevarían a la ciudad.
Ese era el día más feliz de Begoña, podría disfrutar de bañera, jabón y agua caliente, ponerse una preciosa falda, enfundar sus manos con guantes, tocar su cabeza con un sombrero y mover el viento con su blanco abanico de encaje.
La musa asomaba a la vida y la vida le sonreía cada vez más y más, agradeciéndole su indolencia y su gracia, regalándole el sol cada mañana para que pudiera disfrutar el común de los mortales con su bella imagen alegrando el escenario de la vida.
Ella se encargaba de las ventas, la organización de las exposiciones, el transporte, los catálogos, incluso de algunos bocetos para nuevas obras, se había implicado en la vida de su pareja hasta la médula, en un amor comprometido, cómplice y solidario.
Un amor de esos que soñamos con alcanzar y que nos enteramos de que lo hemos vivido cuando ya lo hemos perdido por culpa de nuestra torpeza.
Transcurría así el tiempo, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, hasta que un buen día, un sospechoso bultito en el pecho, comienza a preocuparla y al cabo de algunos meses, termina dando con sus huesos en el hospital, dramáticamente le detectan un cáncer de mama en toda regla que termina con la extirpación de un pecho.
Se encontró en el borde del abismo cayendo en picado hacia la locura. Nada más terrible podía haber llegado en el mejor momento de su vida, que la cercenación de una de sus hermosuras más preciadas, no es posible admitir tal error de la naturaleza, así que cual delirio paranoico reniega de su existencia, nadie ha cortado nada, nada falta en mi belleza, no hay error que reconocer.
Meses de angustia y desesperación, meses de dolor y tristeza, que llevan a la resignación de saber que se está perdiendo un partida importante en la ruleta de la vida y que parece anunciar lo peor. Cuando nos encontramos con la Parca, frente a frente, la sensación de que el suelo que estamos pisando se va a hundir de repente y nosotros tras de él, hace que un tembloroso frío recorra todo nuestro cuerpo vaciándolo como un cementerio a media noche, dejándonos sin consuelo un amargo sabor de boca.
Por nuestra mente pasan como bólidos los recuerdos de toda una vida que creemos a punto de perder y con ellos un sinfín de sentimientos encontrados que dejan de tener sentido como si nunca hubieran existido jugando a perdonarnos a nosotros mismos.
Pero no había llegado gratis hasta el borde de la meta, así que sacó fuerza de flaquezas y se jugó el resto apostando todo por la vida, no podía dejarse vencer, no, no había llegado su hora.
Cualquier tragedia operística quedaba ahora reducida a la anécdota ente su descomunal lucha contra la muerte, no podía darse por vencida, había luchado toda la vida para permanecer a flote en un medio hostil y competitivo, con las escasas armas que le dio la vida, ni una sola concesión al desánimo, ni un paso atrás, había de agarrarse al timón como el capitán de un barco a punto de embarrancar en la costa y poner proa hacía alta mar en busca de la salvación.
Luchó contra la muerte metástasis incluida, hasta derrotar a las dos en una doble partida.
Salió airosa del trance, la vida le había jugado una mala pasada y tenía que reponerse a pesar de todo, no estaba dispuesta a volver a sufrir viendo de cerca a la muerte y menos a compadecerse de la cornada.
Renatto, había desaparecido de su vida tan lentamente como habían transcurrido sus días en el hospital, la había abandonado al mismo tiempo que los dolores y el trauma de su cercenación, haciendo un todo doloroso más fácil de olvidar entre quimioterapia y caída del pelo, entre viajes y viajes, entre empacar y desempacar equipajes lo fue perdiendo de vista y de su vida.
Las jornadas de hospital llevaron a Begoña a la conclusión de que una mujer de su talento no podía dejar pasar la vida de aventura en aventura, la bohemia tiene su encanto, es romántica y creativa, pero los años han pasado y se encuentra en el otoño de la vida, de esa vida que podemos perder al doblar la esquina. Lo que le queda por vivir lo ha de vivir como si fuera lo último que hiciera en la vida, cada segundo ha de ser el último segundo.
Es que es muy jodido… tu, no es que te hayan extirpado una glándula mamaria, es que te han cortado una teta!
Ya dije que no está dispuesta a compadecerse, menos a que la compadezcan, no va a sentir complejo de nada: A buenas horas voy yo a dejarme llevar por depresiones, no me queda tiempo para esas cosa, con lo bien que me lo paso riéndome de los tíos… disfrutando de las cosas buenas de la vida…
Tenía que acudir cada mes a reconocimiento y ser sometida a radiaciones, viajaba en tren y aprovechaba para distraerse con el paisaje y el traqueteo del convoy, eso la relajaba y le daba tiempo para pensar en otras cosas, no admitió nunca la posibilidad de un implante mamario a base de siliconas ni cosa que se le pareciera, la vida va dejando sus huellas en nuestro cuerpo como los ríos dejan su cauce en las tierras por las que pasa, las canas son señal de la madurez y quien las oculta se engaña, se miente y se avergüenza de ella misma, las arrugas guardan los mejores momentos de la vida y saludan con sus marcas la alegría de habernos visto crecer, no hay nada que esconder, nada de qué avergonzarse, los cuerpos son nuestro distintivo, los hemos ido marcando a lo largo de la vida con lo que fuimos y son testigos de lo que somos. Ella sabe que es un testigo de su tiempo y así lo expresa en su vivir cada día.
En sus constantes viajes al médico conoció a un camarero en el bar en el que paraba, un muchachote del norte, bonachón y buena gente que una noche la invitó a tomar una copa y después a pasear mientras le contaba su vida y milagros, pero tan pronto tuvo la oportunidad, para no andarse con monsergas ni circunloquios… le espetó a bocajarro: “me falta una teta, pero tengo un polvo loco, así que vámonos a la cama”, así sin más ni más. Se montaron una juerga de las que hacen época y al final le pidió que para su próximo viaje se buscara un amiguete, ya que quería probar un sándwich, ya puestos, cuando la vida te pone en el brete, que no se diga que no lo había intentado, al cabo del mes, armada con todo su desparpajo, lo volvió a celebrar sin importarle un carajo, por lo visto con resultado satisfactorio, pero he de aclarar que se trataba de una alucinación transitoria, ya que Begoña es mujer de pareja, como queda reflejado a lo largo de su vida y en sus muchas relaciones, son momentos de debilidades o de alucinaciones… tal vez.
Me contaba esto con total naturalidad y me quedaba casi boquiabierto de la pasmosa amoralidad de la que hacía gala, disfrutando como con saña diciendo lo que decía, en una clara venganza no sé de qué o de quién… tal vez de la vida.
Cuando cambiamos el ritmo de nuestras vidas, pasamos por momentos de incertidumbre, zozobra e incluso caos que poco a poco van dando paso a una nueva etapa, en la que entramos como tanteando las paredes a ciegas, a ver de qué va la cosa, sin saber lo que nos espera.
Tratamos de construirnos una nueva realidad, distinta de esa que queremos dejar atrás, que nos ha hecho infelices, que no nos gusta, que nos persigue como una pesadilla y en ese intento, si no alcanzamos la locura saldremos airoso del envite.
Los beneficios de sus inversiones no los va a malgastar en un compañero de vida, una mujer no gana su dinero para que venga el primer amante y se lo dilapide. Todo lo contrario, va a usar su talento en alcanzar una pareja que le dé la gran vida que una marquesa merece.
Con el bagaje cultural adquirido y un personaje atractivo con aires de grandeza, deslumbrará a muchos hombres, se rendirán a sus pies, soportarán sus desaires y sus rarezas haciéndoles tilín- tilín en sus cabezas, no se encuentra todos los días a una mujer de tan extraña belleza y sería de estúpidos dejar pasar la oportunidad de meter las narices en la vida de una mujer sorprendente, aunque solo sea para oler sus orejas.
Al fin y al cabo, un hombre es un ser inferior frente a una mujer atrayente, su machismo le hace merecedor de ser tratado como tal. El hombre que ve a una mujer como un objeto, no puede quejar de ser tratado de igual forma, es una cuestión de equidad, lo que tu me das, eso te doy.
Su nueva pareja habrá de estar a su altura, habrá de tener gustos similares, gozar de una posición económica sólida, contar con un estatus social que le dé cierto empaque y disponer de un porte de persona agradable y de apariencia respetable. Un Mirlo blanco, para los tiempos que corren, un todo en uno con peso neto marcado en el envoltorio, al menos así lo cuenta ella.
Ha de ser fuerte para hacer el amor, alto, bien parecido, con la percha suficiente para colgarle un Armani, capaz de manejar un BMW, que cuente con ingresos que soporten viajes periódicos al extranjero, que no se queje mucho y si lo hace que no se note, dócil cual borreguillo y con cipote de burro, a estas alturas de curso ya se sabe que al hombre que no se le domina con la cabeza, se le domina con el sexo.
Era consciente del reto, de lo difícil que se lo ponía, pero unas buenas dosis de paciencia, audacia y talento, darían su resultado.
Para agudizar el ingenio… unas cuantas revistas especializadas, libros relacionados con el tema de la autoestima, un poco de imaginación, nuevas tecnologías, unas gotas de amargo Angostura y una guindilla, se agita la coctelera y dele duro con eso que alguno caerá tieso.
Begoña tiene pasión por el “divertimento”, lleva las situaciones hasta los extremos, fuerza al máximo, hasta el límite y cuando está a punto de romperse el último hilo, entonces resuelve con un golpe de gracia lo que parecía perdido, para iniciar de nuevo el ciclo.
A las amigas, las usa de damas de compañía como acostumbran las marquesas, las acompañantes no son gentes de nobleza, hacen bulto y distraen a la galería, mientras sus dotes de observadora hacen diana en la presa elegida. Amigas más bien mediocres, que no lleguen a su altura, que no puedan competir con ella en nada, pero que no resulten molestas.
Las amigas han de tener un cierto grado de dependencia, para que no te abandonen como el desodorante a media noche sin rematar la faena y si pueden que te lleven o traigan en coche para tener una excusa y salir corriendo, diciendo “es que se va mi amiga y me acerca hasta el centro”, “dejé mi coche en su casa, lo siento”, para ahuyentar a las moscas, las vacas mueven la cola, las marquesas a sus damas de compañía.
Son unas mojigatas incapaces de rematar la faena, los tíos caen como moscas y no se comen una rosca, siempre les ponen pegas, así que yo me aprovecho y tengo donde elegir.
Su individualismo quedaba patente, el grupo le sirve para atraer a su presa con más facilidad y ahorrarse excusas y explicaciones.
Su forma de vestir, sus aires de gran señora, la hacen merecedora de todas las miradas, no se deja abordar por cualquiera, esquivando miradas que no interesan, manteniendo en vilo a cualquier hombre que llame su atención, en toda reunión siempre es el centro al que se dirigen los ojos de cuantos hombres merodean los alrededores.
Galas, óperas, conciertos, estrenos, exposiciones, cafeterías, clubs, pubs o discotecas, le parecen adornados con su presencia, aunque aparenta discreta su sola presencia desata el murmullo.
Las regatas de vela, la pesca, la navegación o las exposiciones náuticas, son un buen lugar para la pesca de un buen partido.
El hombre que no puede mantener un yate, menos pude mantener a una marquesa…
Los marineros ya se sabe, cada vez que llegan a un puerto se buscan una nativa que llevarse a la boca, siempre hay alguna tonta que cae embobada después de un paseíto en el barco…
Durante uno de nuestros paseos nocturnos, me comentó divertida, que había conocido a un capitán de yate, el cual la paseaba a escondidas de su mujer, al cabo de una semana le espetó: “te doy tres meses para divorciarte”, no la volvió a llamar nunca más. Si es que ser amante de un hombre se queda para las mediocres, una mujer que se precie es la dueña de su hombre y de todo lo que él tiene…o se ama intensamente o no se ama, los amores a medias no me interesan…
Para qué nos vamos a andar con chiquitas. Después de haber sido esposa de un obispo, no se casa una con un monaguillo, digo yo…
Su concepto formal del amor deja las cosas más claras y no anda con remilgos a la hora de establecerlo como una condición secundaria en la vida, pero en el fondo sabe que no es esa su verdadera opinión, le asusta tener que reconocer que puede llegar a sentirse enamorada y atrapada por el amor de un hombre, sabe que esa desazón que produce la química del estar enamorada la eleva hasta los cielos como un ciclón sobre el agua, la pasión de sentirse enamorada le vuelve loca le descontrola, por eso desprecia la idea y habla de ello como si tal cosa no existiera.
Amor… eso son chorradas, un tío te lo hace bien en la cama y estás a gusto con él entonces la cosa funciona, el día que te deja de gustar o ya no estás a gusto, a otra cosa mariposa y a volar… para que nos vamos a engañar.
Hay tíos que te gustan más que otros o que te lo hacen mejor que otros, con los que te encuentras más a gusto pero nada más…
Quería engañarse diciendo todo esto, o tal vez transmitirme una imagen de mujer dura que no se creía ella misma, Begoña es una mujer encendida, a veces vehemente, de las que se apasiona dándolo todo a su amante.
Ser honrados con nosotros mismos es más difícil que el fingir, la honradez es cosa de valientes y mostrarse ante los demás como un ser tierno lleva muchas veces a la falsa idea de creer que las personas honradas y tiernas son gentes débiles y fáciles de manejar, es un valor impuesto en una sociedad marcada por los prototipos duros, agresivos, competitivos, fuertes inasequibles a las flaquezas o el desaliento en la lucha por ser el (la) mejor.
Una noche hablamos de mis escritos y de lo que me atraía el tema de las relaciones en la red, eso de conocer las razones que movían a tanta gente a husmear en la vida ajena como queriendo descubrir algo nuevo… de repente me cortó y se puso a contarme como un buen día echó mano de internet y se dedicó a la busca de “hombres interesantes en medio de tanta basura”, cómo los fue auscultando como hacen los médicos con sus pacientes…
Les hablas de pintura y si no saben distinguir entre Picasso y Dalí, a otra cosa, si no conocen ni una ópera, o no saben de música clásica, es que no tienen sensibilidad, si no diferencian el románico del gótico es que no han ido a la escuela… A no, para esas cosas yo soy muy exigente..
Ahora claro, si sabe mucho pero es un empleadillo de sueldo medio, para que perder el tiempo, si no me va a poder mantener mis gustos…
Y mira, a mi ya no me ata nadie, yo lo que quiero es viajar y ver mundo, que para cuatro días que me quedan por vivir… pues a disfrutar de las cosas buenas…
Conocí a un hombre apuesto y de buena conversación, charlamos varios meses y un día chateábamos por videoconferencia… yo tenía puesta la bata de casa y va y me dice: nunca te veo escotada, mira… abrí la bata le enseñé la teta y la cicatriz, se puso pálido, desencajado, no articulaba ni una palabra, entonces le dije: que pasa? te has quedado mudo, no te gustan las mujer con una sola teta? Apagó la cámara y no volvió a aparecer nunca más.
Y eso que estaba muy enamorado de mí, que se quería casar conmigo, y se comía el mundo a mi lado…
Anduve con otro, que ponía una foto en su Nick de estas en plan cachas, un día le dije que pusiera la cámara, cuando vi a aquel hombre me quedé pasmada, no tenía nada que ver con el de la foto, era un amasijo de grasas y arrugas avejentadas y eso que las cámaras te dejan más guapa de lo que eres, no se aprecian las arrugas ni se nota el maquillaje, para que veas que no sólo son las mujeres la que usan esos trucos de retocar las fotos o poner la foto de cuando eran más jóvenes, a los hombres los ves delante de ti y sales corriendo…
Podía haberse puesto un pecho de silicona, incluso dos, podía haberlos mejorado para resultar más atrayente, pero no estaba dispuesta a mentirse ni a mentir a nadie, así la había hecho la vida a fuerza de ser sincera.
Por eso yo no le oculto nada a nadie, el hombre que me quiera amar me tiene que aceptar como soy…y con mi carácter… que también tengo genio.
Por las tardes salíamos a tomar café en alguna terraza, como los ingleses toman el té, pero en plan tostada con mermelada, a ella esas cosas le divierten mucho, ve pasar a la gente, cotillea y se ríe de las escenas más sencillas y corrientes como si nada, habla de música, de pintura o de sus incursiones en alguna discoteca, no deja de ser el centro de atención de los viandantes, que al verla quedan prendados de su apariencia, como el que ve esas estatuas vivientes en las calles céntricas de las grandes ciudades. A veces no podía ocultar mi rubor ante tantas miradas ajenas.
Al atardecer, paseábamos por la orilla del mar mientras las garzas volvían a tierra, para posarse en los escasos árboles dispuestas a pasar la noche, entre tanto, ella lo contemplaba todo con parsimonia, mimando el paisaje con la mirada, como una enamorada de la vida, de la inmensidad del mar.
Al llegar a casa, nos disponíamos a ver una de las tres películas que me había traído en DVD, cuando de repente sonó su teléfono… enseguida me di cuenta que estaba saliendo de escena para pasar a la tramoya… -una discusión familiar la iba a desnudar ante mis ojos tal cual es sin su personaje- un asunto que no viene al cuento, pero que desvelaba que no había diferencia entre el querer y el estar siendo, entre lo que somos y lo que mostramos de nosotros ante los demás. Era todo carácter, marcada con líneas rectas, de trazo definido, negro sobre blanco inconfundible, sin lugar a dudas, nada sobraba, todo estaba claro y preciso, no era dudosa, su voz era clara y firme, sonaba como el timbre anunciando que alguien llama a la puerta. Me retiré discretamente dando la espalda… se levantó del sillón y dirigiéndose a mi me tomo por el brazo: No te vayas quiero que escuches lo que le tengo que decir a estos memos de mis parientes…
Terminada la conversación me contó los pormenores del asunto, que como he dicho no vienen a cuento.
Pero volvamos a sus aventuras de Messenger y sus escarceos en la tela de araña que es la Web, después de muchas incursiones en Internet, un día conoció a Jacinto; encajaba en su perfil, había entrado al trapo, ya se había rendido a sus pies y era de la misma ciudad, así que fue rápido y fácil, quedaron en salir a bailar y se conocieron.
Huelga decir que el hombre quedó deslumbrado y que Begoña era más de lo que podía aspirar en su anodina vida.
Resulta que Jacinto es un obrero de una fábrica de automóviles, pertenece por tanto a la aristocracia del proletariado. Buen sueldo, trabajo por turnos, el cerebro algo tocado –como casi todos los que trabajan en una cadena- pero un muchacho sanote y de buena percha.
Me sacó a bailar un pasodoble y nada más acercarle el muslo ya noté que la tenía tiesa… eso si me llevaba como una pluma.
Jacinto… perdía la cabeza por las mujeres, estaba bailando con él y no paraba de ver para las mesas…Le dije: Si te veo mirando a otra mujer, te suelto y te vas a junto de ella para que baile contigo, maleducado, que falta de respeto mientras estas conmigo… No apartó la mirada de mi cara… bueno… al rato siguió con lo mismo.
Pero si es que los hombres perdéis el culo por una mujer… pero bueno el pobre es un bendito…
Acabaron viviendo juntos, a pesar de ser una pareja contrahecha, él no tenía nada que ver con ella, pero la aguantaba con mucha paciencia, se sentía encandilado por su personaje y eso le hacía feliz.
Jacinto era la respuesta a su crucigrama, el BMW, el ropero de Armani, un buen sueldo, libertad y disposición para viajar… qué más podía pedir? Bueno lo del yate y esas otras cosillas, …pero bueno una también se sabe adaptar, de momento para ir tirando no tengo queja…
Yo le digo: Jacinto me marcho a Viena, y a él le da lo mismo, me dice: diviértete nena que Viena merece una cena, como se nota que no vio Casablanca… y yo me lo paso en grande de compras por Viena y cuando regreso le cae la baba con cualquier chorrada que le traiga, si es que los hombres sois como niños pequeños… con tal de que se os haga caso.
Viena… Viena se rindió a sus pies, recuerdo que me envió una foto de la ópera de Viena, en la que está sentada, con su largo vestido blanco, tocada con un sombrerito, guantes y abanico de encaje… divina, como la mismísima Sisí emperatriz, de cine… o de alucine, vaya usted a saber, pero en todo caso daba la sensación de estar rodando la película de su vida.
Después viajó a Paris y aprovechó para vestirse por dentro con la lencería francesa que haría de las delicias de Jacinto, A veces, noto en falta algún tanga en el cajón, yo creo que se las lleva en el bolsillo cuando se va al trabajo y a la hora del bocata se va al baño, se las restriega por las narices y se la casca… me decía.
Subí a lo alto de la torre Eiffel, temiendo que mi liguero soltara las medias de lo que temblaba aquello, pero cuando contemplé Paris a mis pies, sentí un hormigueo que me recorría todo el cuerpo, vamos, que merecía la pena estar temblando; Paris es precioso, es una ciudad que te enamora, pasear por el Senna en barco es una gozada… no se qué haces tú perdiendo el tiempo viajando por América… Hacía tan solo un mes que había regresado de América, pero en ningún momento se interesó por mi viaje, era como un desprecio, creo que en ese continente no hay nada que le interese, o más bien, lo único que le interesaba era hablar de ella y de su vida en una especie de sano narcisismo.
Llamé a Jacinto desde Paris y lo único que me preguntó es si había pasado por el campo de futbol de no sé qué club, claro cariño, le dije, por los Campos Elíseos, por allí pasa todo el mundo incluso los futbolistas, pobrecillo es que no da para más sabes…
Quiero creer que lo dice con amor materno, casi queriendo entender su simpleza, alejada de cualquier tipo de desprecio o menosprecio.
Si estoy buscando a un hombre sensible y culto, entre otras cosas, es para disfrutar de viajar juntos, te hace falta alguien con sensibilidad, no un paleto…
Por las tardes de verano salimos a tomar algo a una terraza, y él se sienta siempre de espaldas a una pared, yo al principio no le daba importancia, pero con el tiempo me picó la curiosidad, porque siempre tenía las manos bajo la mesa, después me di cuenta de que la derecha la tenía en el bolsillo y siempre cuando había alguna mujer enfrente y miraba para un lado y miraba para el otro, y yo pensaba, que le estará poniendo tan nervioso? claro!!! Se la estaba pelando!!! Se masturbaba!!!! El muy guarro… ya no sabía si montar en cólera, darle una bofetada allí mismo…
Yo nunca le dije nada, un día revisé sus bolsillos en casa y efectivamente, se la pelaba el muy guarro, pero claro o lo mandaba a la mierda o fingía no saber nada y no le hacía ni caso al asunto. Sabiendo que era un enfermo lo mejor era que lo controlara, yo sabía de qué pata cojeaba así que lo tenía a pan y agua cuando me daba la gana, que si cariñito por aquí, que si hoy no tengo ganas, que me duelen los ovarios… antes de salir de viaje, un polvete y el equipaje, no falla…
Jacinto encantado de la vida, -me lo imagino en la fábrica contándolo-, …esta semana mi mujer se va a Francia de compras y los compañeros boquiabiertos…
Messenger, o mejor dicho, la Red sigue dando sus resultados, cientos de pardillos que van picando el cebo y sirviendo de conejillos de indias de la marquesa, a la espera de ser examinados, admitidos o rechazados en su larga lista de espera, todos están agregados, ella es como la isla de San Borondón para los canarios, nadie la ha pisado, pero todo el mundo habla de ella como si existiera.
Claro que no todos los viajes de Begoña son por Europa, también son a otras ciudades del solar patrio y no va de compras precisamente, va a tiro fijo a pasar revista y entrevistar a su próximo pretendiente, un penitente que espera con ilusión a una mujer de bandera, envuelta como una marquesa, un primor para sus ojos y un sueño casi hecho realidad.
En cada uno de estos encuentros, Begoña despliega todos sus recursos, emitiendo destellos de grandeza, que deslumbran a cualquier hombre, dejándolos desconcertados desde el primer momento. Su oratoria convincente, sus artes de conversadora, el movimiento de su abanico, su delicadeza, su compostura, etc., etc. la hacen irresistible a cualquiera.
Una vez el galán puesto de rodillas, le toca la penitencia y ha de contar cuáles son sus recursos y sus bienes, a ella le corresponde deducir si es cierto o dudoso, si conviene como partido o si es simplemente un farsante, hecho lo cual queda visto para sentencia, con las espaldas cubiertas no hay compasión que valga, o es un partido importante o no merece la pena y por supuesto no le dará ninguna pena dejarle con la miel en los labios, al fin y al cabo la miel… ya se sabe.
En esta vida cuando te enamoras de alguien, tienes que estar dispuesta a arriesgarlo todo con ilusión y sin temor a perderte nada por la persona a la que amas…
Si lo bueno de estar enamorada es sentirte ilusionada, que estas como en una nube y no piensas en otra cosa que no sea la persona amada, que te trae de aquí para allá, que te deja como embobada…
Y sobre todo ganarte al hombre, que se enamore de ti de verdad, que sea una pasión entregada…
No es ninguna mojigata, carece de perjuicios y menos aún de pre-juicios, está abierta a todo sin condiciones y eso le hace fuerte ante los demás, desconcertando al más pintado, desorientando a cualquier hombre engreído.
Entre idas y venidas por Platerías, el obispado quedaba cerca, así que para no perder el tiempo con tonterías, aprovechó para conocer al obispo en persona, a ver qué buena suerte le traía.
Con paciencia y buenas artes se hace conocida en la catedral, hasta dar con monseñor, de charla en charla hasta tomarse un té y dejar caer su interés por tan reverendísima persona, en un juego de palabras de amor y ternura hacia los seres humanos que penamos en esta vida y soportamos las pruebas a las que nos somete el Señor. No sé si ha logrado su objetivo de ligarse de nuevo a un Pastor de Cristo, pero al mínimo descuido, lo dejará listo.
Pero si a nada que encuentres a un hombre sensible, formado y con un mínimo de cultura puedes hablar de cualquier tema sin asustarte de las burradas que dicen algunos…
Cuando inicia una conversación con alguien desconocido, lo hace como si continuara una conversación del día anterior en la que hubiera algo pendiente de aclarar, es como si ya conociera a su interlocutor de tiempo atrás, nada es nuevo todo le es familiar y se siente atraído por ella. Quien la escucha se siente encantado cuando ella le dirige la palabra, es como una… si, como si una divinidad le estuviera hablando, alguien que le hace sentirse importante.
Una mañana entramos en una tienda de moda, se detuvo para ver una falda e inmediatamente teníamos a nuestro lado, a dos dependientas dispuestas a atendernos, una de ellas le dijo: que vestido tan bonito lleva puesto, espero que le guste algo de lo que tenemos. Me sonó a vergüenza, como reconociendo… vestidos de esa calidad no los tenemos en nuestra tienda.
Volviendo a su concepto sobre los hombres, me contaba:
Ligarse a un tío normalito lo hace cualquiera, son gentes simples y fáciles de conquistar, pero no son esos tipos los que me interesan a mí, me gusta la gente interesante y esa gente suele ser difícil, tienen una cabeza muy bien amueblada y unos principios, gente culta y delicada con la que puedas mantener una conversación sobre arte, música o pintura, no esos botarates que sólo te hablan de futbol, de la fórmula I y de no sé que otras tantas bobadas…
Cuando consigues que un hombre así se enamore de ti, entonces es cuando disfrutas de estar enamorada de algo que merece la pena, pero la mayoría están casados o ya no quieren saber de estar enamorados y ahí entro yo, que me los conquisto y los pongo a mis pies, y si aguanta y tira, entonces es que somos felices los dos y eso es lo que busco, ser feliz y disfrutar de la vida con un hombre que merezca la pena, lo que me fastidia es perder el tiempo con esos peleles que hay por el mundo adelante…
No queda tiempo que perder, cojamos el farolillo y salgamos al campo de noche a cazar gamusinos, esos duendecillos de los que habla mucha gente pero que nadie ha conseguido cazar, corre, corre, que el tiempo se escapa y ya no queda más que el otoño para disfrutar, antes de que llegue el frío invierno de nuestras vidas.
Aparte de los aquí mencionados Begoña sólo me contó dos o tres historias, sin embargo estoy convencido de que había tenido muchas más y sigue teniéndolas, porque la última vez que hablé con ella, andaba detrás de otro obispo, después de haber cotejado a varios arquitectos uno de los cuales nos ocupó a ambos durante unos días.
Me estaba contando su aventura con él y me resultaba una persona conocida, así que se lo hice saber, para su sorpresa le mostré una foto en la que le reconoció y le conté que hacía más de 30 años que le conocía, pero que algunos de los datos que me daba no se correspondían con mi amigo, le llevé hasta una web en la que podía obtener más datos sobre él, incluso su dirección actualizada y semanas después de marcharse me comunicó que no era él, pero que le visitaría igualmente pues le parecía una persona muy interesante.
Salió a su encuentro, le visitó en su estudio, se conocieron, se tomaron unas copas, visitó algunas de sus obras y le regaló un libro que trata sobre ellas, quedando tan amigos.
Por supuesto mi amigo no sabe nada de esto, pero ella me contó con todo lujo de detalles su encuentro.
Pero volviendo a su amigo, que no al mío, se da la casualidad de que el hombre que estaba buscando se parece mucho a mi amigo, y por tanto no era difícil averiguar sobre él ya que vivían en la misma ciudad y ejercían la misma profesión.
Se alquiló un piso cerca de su estudio, al que se marchó a vivir una temporada, visitando con frecuencia al hombre en cuestión por el que parecía muy interesada, estaba casado, con deseos de divorciarse según él, solo había que darle un empujoncito o ponerlo contra la pared.
Y eso hizo, después de tres meses de ir y venir, deshojar margaritas y promesas incumplidas, el hombre quería arrancarse la lengua con la que tanto había mentido fingiendo un amor que nunca había existido.
La indignación de Begoña la llevó a despreciarle cual trapo que se usa para limpiar letrinas de leprosos.
Después de arrastrase a mis pies como un perro faldero, me dice que no es capaz de romper con su mujer por que le parte el alma cuando ha tenido la desfachatez de destrozar la mía a mentiras.
Muchos de esos que pululan por Internet, lo único que hacen es divertirse ligando tías, a la hora de la verdad, te presentas delante de ellos les dices que cuando empezamos a vivir juntos y se arrugan como los gusanos, sobre todo los casados…
Intentamos transmitir algo a los demás, pero no valoramos como lo decimos, rompemos en un tropel de palabras que se atropellan unas contra las otras sin tener en cuenta los resultados de lo que estamos diciendo, porque decimos lo que estamos sintiendo. Otras veces decimos lo que pensamos pero no lo que sentimos. Quien nos escucha, a veces, hace lo mismo: solo se fija en como lo decimos, como lo sentimos o porque se lo decimos.
Cuando tratamos con alguien susceptible, es muy difícil que llegue a entender lo que realmente le queremos comunicar. Cualquier cosa que le digamos va a ser tergiversada o sospechosa de segundas intenciones.
La pregunta es: qué la mueve a ser como es?
Andaba con uno de esos tipos, él decía que estaba muy enamorado, que si contigo pan y cebolla y todas esas cosas, entonces me dije: así ahora vas a ver quién soy yo, me alquilé una casa, me fui a vivir a su pueblo, cuando le dije venga, ya estoy aquí, aquí me tienes para vivir contigo, no volvió a llamarme, le fui a buscar a su casa y no tuvo valor no abrió la puerta, un cagado… Pero en Internet era un valiente.
Si los hombres sois todos iguales os creéis que las mujeres somos unas tontas que nos enamoramos y entonces podéis hacer de nosotras lo que queráis, manejarnos a vuestros antojos, os pensáis que las mujeres de más de 45 sólo sirven para ser amantes de fin de semana…
Si les digo que estoy casada se piensan que no voy a dejar a mi marido… claro porque él seguro que no va a dejar a su mujer, eso sí, le pone unos cuernos que no veas…ya lo dice el refrán, piensa el ladrón que todos son de su condición y eso me revienta.
Le estaba contando mi último viaje al cono sur americano, lo dura que es la vida en esa zona del planeta, las grandes diferencias entre países limítrofes, sus carencias y la hermosura de sus tierras… cuando de repente me cortó tajante:
No sé que les veis a las suramericanas, siempre andan que si papito, que si mi amor, si no valen para nada… donde esté una europea ni veinte de esas mujeres, dicen que son muy buenas en la cama, porque no has probado conmigo, que ya te ibas a enterar… además después de la cama, de que habláis con ellas… de futbol claro, de vais a hablar, de otra cosa no saben… ni cocinar saben…Ni vestirse saben, les pones un traje de noche y parecen espantapájaros, siempre con ropas ceñidas y las tetas apretadas o rellenas con algodones…
Acto seguido me cuenta su pasión por la Calas y su afición a la opera, luciendo su arte en el dominio de la escena. Extiende sobre la mesa todo su saber sobre la diva, Alfredo Krauss, Pavarotti, Zubi Meta y remata la faena en un concierto en Viena.
Cuando habla de María Calas, lo hace con devoción, recordando su grandeza hasta en los momentos de ocaso… recogiendo flores de sus admiradores y hortalizas de sus detractores, Calas ponía en su regazo las flores y las hortalizas las enviaba al foso de la orquesta, miope como estaba las distinguía al tacto sin inmutarse y con la misma parsimonia recogía unas y otras sin perder su grandeza de diva. La compostura, el porte y su donaire imprimen en su memoria el registro de una gran mujer que no solo supo alcanzar una gran dignidad, la supo mantener hasta el último momento.
La dignidad se pierde fácilmente, lo difícil es sostenerla, mantenerla y ampliarla.
La escucho atentamente, mis ojos apenas se apartan de sus manos, una sostiene el abanico cerrado, mientras la otra le sirve de apoyo, ambas sobre sus rodillas, las cuales va cruzando lentamente de vez en cuando alternándolas, por momentos abre el abanico como si fuera a usarlo, pero de repente lo recoge para posarlo otra vez sobre su mano. Parece una flor completamente abierta invadiendo con su fragancia la habitación, sus palabras suaves, delicadas en los acentos, con la entonación justa pero clara y firme.
Es un ejercicio de seducción, atrae enteramente mi atención, como el encantador de serpientes que hace danzar a la Cobra atraída por el sonido de la flauta y el movimiento delicado y armonioso, que acompasan ambos en un perfecto acoplamiento casi sensual.
Para una mujer que pone ante si metas tan difíciles, como la de conquistar el corazón de un clérigo debe ser un reto tremendamente atractivo y cargado de morbo, escudriñar en las entrañas de un hombre célibe, en teoría alejado de las cosas mundanas y más aún del las del sexo, lleva parejo el riesgo del rechazo inmediato, de la ruptura en el solo intento. Pero ella no se arredra, insiste en hurgar con saña hasta descubrir la calidad de la madera de la que está hecho y una vez descubierta, la irá carcomiendo poco a poco cual termita, lentamente, hasta horadarla, debilitarla y cuando esté a punto de caer dejarla que se pudra con el tiempo. Seducir y deslumbrar con atinado acierto.
Siente el placer de saber que es capaz de desmontar un reloj sin que deje de contar el tiempo, sin que pare su tic, tac.
La palabra es una arma, que cuando se dispara.. intimida, hiere, mata o enmudece al adversario.
Su honradez consigo misma (es decir con su personaje) no admite concesiones ni da lugar a equívocos, es tajante, no deja pasar una.
Recuerdo que el día que se interesó por mi situación económica, me la soltó sin dudar un segundo: “Que pena que no hayas usado tu inteligencia para ganar dinero, hubieras sido un buen partido para cualquier mujer.”
A veces me recordaba a un personaje de novela de los usados como caricatura, me parecía increíble que estuviera escuchándola; una noche se lo comenté y me dijo: “Verdad? parezco increíble, pero me aburre la gente vulgar que carece de imaginación y talento.” No atinaba a distinguir si hablaba de sí misma, del personaje que estaba representando o de la sociedad en la que vivimos. Me llenó de dudas.
Qué es verdadero? , qué es falso?, quién miente?, quién nos engaña?, qué locura es esta?, quién está cuerdo?, quién está loco?, a qué tanta patraña?.
Por un momento tenía ante mí a una niña de 12 años sobre tacones de aguja, un ser endeble, intentando mantenerse en equilibrio para no caerse y romperse en mil pedazos.
A poco que profundizara en sus argumentos, éstos se desvanecían como el humo dejando su desnudez al descubierto.
No podía hacer brotar de nuevo su pecho, pero era capaz de crearse enteramente de nuevo, volver a nacer de sus propias cenizas como el ave Fénix.
Una genial locura en medio de su cordura, que daba rienda suelta a su ilusión por seguir viva.
Me conmovía, sinceramente me emocionaba y me sorprendía tener delante de mis ojos tamaño personaje que hacía que mis oídos estuvieran atentos a cualquiera de sus sonidos, como si se tratara de una rareza.
La vida nos muestra su mueca más amarga cuando no conseguimos lo que tanto anhelamos, en ese momento nos damos cuenta de lo que perdimos y despreciamos, entonces perdemos la razón y alcanzamos la locura.
Mientras tanto, desgranaba una a una sus vivencias como si estuviera dictando sus memorias a un escribiente, lo hacía con esa intención pero no lo mencionaría hasta el día en que se marchó, diciéndome que escribiera lo que me había contado, nos abrazamos nos besamos y nos dijimos hasta luego.
Por un momento me encontré sentado en el patio de butacas de un teatro cualquiera escuchando un monólogo, todo a oscuras salvo el escenario y en medio de él la actriz que recitaba su oratoria elocuente y conmovedora.
A estas alturas de mi vida lo que más me emociona es descubrir que aún hay gente sin maldad en esta vida.
Cuando se marchó estuve semanas pensando en ella, en sus desvaríos y en sus fantasías, mientras una imagen fija aparecía cuando la recordaba: una tela de araña brillante y cristalina que deslumbra en una noche de luna llena.
He omitido de forma consciente, todo lo concerniente a nuestro trato más íntimo, porque me di cuenta, que lo que esperaba de mi es que escribiera su relato y no otra cosa.
Tampoco narro algunas partes de su relato, por considerarlas improcedentes, en todo caso, lo que narro es lo que considero menester para entender y disfrutar al personaje.
Había comenzado a escribir sobre el tema de las relaciones en Internet dos años antes, pero al cruzarse en mi vida Begoña, cambió totalmente el panorama, dando pie a esta obra.
Creo haber contado lo que ella quería contar, hablé con ella en dos ocasiones, después de haber concluido gran parte de la obra, se la comenté y pareció no darle importancia, lejos de ello me contó que había logrado conquistar el corazón del Obispo y se sentía muy satisfecha, a la espera de un nuevo reto, como un depredador de caza mayor..
La brevedad del relato no es forzada, responde a mi forma de entender la vida, sin adornos y sin pretensiones.
Nada de lo aquí contado es producto de artes o amaños literarios, nada ha sido inventado, adornado o edulcorado para satisfacer a nadie.
Begoña, se ha construido a sí misma, no ha tenido una formación académica, no ha recurrido a la filosofía, ni a una corriente de pensamiento, es una consecuencia del azar, una búsqueda personal e individual que huye de una realidad que no acepta.
Begoña, como el universo, es producto del caos.
La verdad, siempre es subjetiva, la verdad objetiva es producto de la observación desde distintos puntos de vista en el espacio y en el tiempo.
Los seres humanos, a veces somos tan engreídos que llegamos a considerarnos el centro del universo.
Cuando me puse a escribir esta obra, procuré sentarme en el borde el universo y dejar que hablara Begoña, al tiempo que observaba sus ademanes.
Disfruté como un niño y me dejé embelesar por su monólogo como un mero espectador.
Es una obra corta y fácil de leer, ideal para los viajeros, aquellos que leen en su Smatrphone, o en su Tableta.
Espero que hayan disfrutado de su lectura, tanto como he disfrutado yo de la compañía de Begoña y de sus narraciones.
alvarezgarcia.gonzalo@gmail.com
Arrecife Lanzarote 2006
Aclaración:
Cuando digo, «si la pillas… maravillas», es que ninguna de las dos frases es cierta y corresponde a eso que se ha dado en llamar Leyendas Urbanas, inventadas por los internautas.
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