Quién iba a pensar que él, a sus 35 años, estaría temblando como una hoja mientras el sobre se deslizaba en el buzón con el ruido sordo de una ilusión arrojada a la basura. ¿Qué pensaría ella cuando lo abriera? ¿Recordaría aún el significado de esa alianza? dándole vueltas a esas preguntas, regresó presuroso a la pensión, se sentó a fumar un cigarro y a contemplar el tapiz descolorido. Recordó de inmediato el sobre en el que había empacado su señal, hace tanto ya, para condenarla pronto a la oscuridad de un baúl tras el vistazo rápido en el tren, de una fotografía en la que se la veía sonriente de brazo de un joven elegante, abogado quizá, en una fiesta; mientras él sorteaba imposibles para volver a su lado.

Ahora en pocos días, ella, con un niño en brazos y un marido reclamando un café caliente en una mañana fría, temblorosa como papel, destapará el sobre y encontrará la alianza, señal inequívoca de que había regresado, de que estaba vivo; aunque en realidad, con el sonido sordo de una alianza en un sobre envejecido llegando al fondo del buzón, él haya muerto.

La agonía empezará con la pregunta sin respuesta que formulará mientras una taza de café se escapa de su mano y se estrella contra el suelo, al tiempo, que la alianza danza libre sobre el mármol del mesón. ¿Por qué ahora? El sobre antes blanco denuncia una larga espera de tonos amarillos y un remitente conocido de antemano aguarda en un lecho inmaculado; conservado como el recuerdo, como los suspiros, por el resguardo envejecido.

La irrupción de un grito que la convoca a la sala, la saca de su ensoñación y, al mismo tiempo, le da la certeza de que no hay marcha atrás, de que el tiempo ha hecho mella en el sobre y en la posibilidad de utilizar su contenido, que ahora reposa en el bolsillo de su vestido. Sabe lo que tiene que hacer, así que se entrega a la vida de madre y esposa abnegada, interrumpida apenas por la confirmación, a través de una fugaz caricia, de que la alianza sigue en su bolsillo y de que no lo ha soñado todo.

Y, finalmente, a la mañana siguiente, una mujer de gabardina, temblorosa como un papel, desliza un sobre inmaculado, como el día que nace, la vida que se avecina, en un buzón.

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