DE LA OSCURIDAD A LA CLARIDAD

DE LA OSCURIDAD A LA CLARIDAD

Henry Arboleda

04/07/2017

«De la oscuridad a la claridad»

Henry Arboleda Marín.


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Titulo original: De la oscuridad a la claridad

Primera parte: Diciembre, 2014

2014, Tuluá – Valle del Cauca

El autor decide publicar el escrito

Abril 27 de 1996, New York – Estados Unidos

En un momento de crisis y angustia que envuelve al autor en una oscuridad que genera la desesperación, escribe relatos y aventuras de su niñez y adolescencia; como una luz a la realidad en la que se encontraba.

Escrito a mano alzada durante un tiempo aproximado de 3 años

Impreso en Tuluá, Valle del Cauca

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PROLOGO

Comprensión de mi destino, análisis completo de mi personalidad, sumario de mi vida; es lo que busco en cada página de este libro. Por eso en casi todas las latitudes, cada persona ha tenido su historia; la imagen de su espíritu. ¡Se renuevan los hombres, mueren las cosas!; pero el espíritu y el alma del ser humano queda reflejada para siempre.

Por eso se dice que la historia escrita es la gran maestra de la vida. Síntesis de los sentimientos y de los hechos. Estas historias basadas en mi vida real, las escribo primero que todo para que mi familia, mis amigos, y las personas que leen este libro, se gocen, y los que conocieron o conocen estos sitios nos compenetremos y volemos por el mundo cósmico de la imaginación y la verdad.

Para que mis hijos, nietos, hermanos, puedan contarles a sus hijos, quienes eran sus padres, sus abuelos, bisabuelos y sus tíos.

Mi colegio y mi universidad fue la calle, mi formación intelectual y concepción cristiana fue la vida, esfuerzo propio que adquirí por el ejemplo de mis padres y mi crianza. Cuando el tiempo y el destino viviendo en la oscuridad me quitan la venda para ver la claridad de la vida, fueron resultados pacientes de muchas horas de benedicta labor, casi reconstruyendo una vida que ya pronto parte, dejando un legado y ejemplo de superación.

Por lo demás, las fotos antiguas, las fechas, los nombres; los he escrito en este libro no para dar exactitud al texto sino para darle una apariencia visual al contenido. Agradezco a Dios, a las personas que de una u otra manera hicieron posible que este libro saliera a la luz pública, ya que hace 18 años lo escribí en medio de una tormenta de la vida, buscando una salida a la luz verdadera de la libertad.

Henry Arboleda Marín.


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Iglesia de Zarzal[1]

Por aquellos años de la década de los 60, la población de Zarzal no pasaba de los 20.000 habitantes, la escasez de personas para trabajar la agricultura era mucha, gracias a que su tierra es rica en minerales y gases nutrientes para cualquier tipo de plantaciones. Esto hizo que muchas personas llegaran a esta región “Oriundos” de otros pueblos y ciudades.

Zarzal está ubicado al norte del departamento del Valle del Cauca, como a 88 kms esta Cali, su capital. A este municipio están anexos varios pueblos, corregimientos, veredas y algunos caseríos. La Paila es uno de ellos, allí quedan las dos fábricas inscritas al pueblo de Zarzal, Colombina y el Ingenio Riopaila, que desde hace muchos años vienen ayudando al crecimiento y desarrollo de él.

Mis padres que ya habitaban en Zarzal hacia tres años aproximadamente, habían llegado huyendo de la terrible violencia que azotaba en aquellos años todo el territorio colombiano, mi padre que es de descendencia antioqueña y mi madre del mismo Valle del Cauca.


[1] Nuestra señora de las mercedes, fachada anterior a la iglesia que se derribó en el año de 1958.

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Fuente de la samaritana e iglesia nuestra señora de las mercedes[2]

Ambos se conocieron por los años cuarenta, la familia de mi padre había emigrado de Bolívar (Antioquia) en los años treinta al Valle del Cauca y a algunas regiones del departamento de Risaralda.

Antes de su llegada a Zarzal mis padres habían vivido en Caicedonia, pueblo donde nací y nació Carlos Alberto. Luego se mudaron para Chinchiná, donde muy pequeño cuentan mis padres, empezando a caminar, un día me les perdí a primeras horas de la mañana, obligándolos a publicar un anuncio en el altavoz de la iglesia; ayudando a que un amigo de mi padre le informará que había visto un niño que encontró una mujer que trabajaba en la zona de tolerancia del pueblo. Dirigiéndose de inmediato a aquella zona él confirma el encuentro, pero se halla con la sorpresa, que la señora no quiere devolverme porque había gastado dinero comprado ropa, tetero y leche para mí. Mi madre perdiendo la vergüenza llega al lugar donde me tenían, me toma en sus brazos y sale de aquella zona, quedando mi padre en un acuerdo de pago por los gastos adquiridos. Tiempo después mis padres motivados por el tío Aquilio, deciden mudarse a Zarzal, por ser un municipio que empezaba un desarrollo urbano y de muchas oportunidades en el sector de la construcción.


[2] Iglesia donde hice mi primera comunión, por la década de los 60

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perdiendo la vergüenza llega al lugar donde me tenían, me toma en sus brazos y sale de aquella zona, quedando mi padre en un acuerdo de pago por los gastos adquiridos. Tiempo después mis padres motivados por el tío Aquilio, deciden mudarse a Zarzal, por ser un municipio que empezaba un desarrollo urbano y de muchas oportunidades en el sector de la construcción.

Por aquel entonces las manadas de cocli hacían sentir renombre de Zarzal hasta el interior del país, ave muy parecida a la gallina con la diferencia de su pico, el color de sus plumas y de su carne; que es rojiza y dura. En la estación Ferrocarriles de Zarzal, donde se vendía la gallina guisada, se rumoraba que era cocli en vez de gallina; por esto fue muy conocida esta ave en la región.

Cocli[3]

El tren era el medio de transporte más popular y cómodo, para viajar a Cali, Cartago y Armenia (Quindío). Zarzal hacia cruce para poder comunicarse con todas estas ciudades; esta estación se caracterizó mucho por sus enormes ventas de comida, sancochos de gallina, dulces y otros; que eran muy apetecidas por muchos turistas y transeúntes que pasaban por este pueblo.

Locomotora[4]


[3] Ave cocli: En peligro de extinción que abundo en el siglo XX, con monumento en Zarzal.

[4] Primera locomotora que entro a Zarzal

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El Sol y el calor azotan mucho esta región en ocasiones de pleno verano, sintiéndose la temperatura hasta los treinta y cinco grados centígrados. Pero su pequeña población crecía a pasos gigantescos, gracias a que día a día seguía llegando gente de varias partes, en cosechas de algodón, sorgo, maíz, soya, etc., y se iban quedando a vivir en el pueblo. La caña de azúcar es uno de los cultivos más emblemáticos del valle del cauca.

Muchos lograban establecerse de lleno con sus familias, otros lograban emplearse en Riopaila cortando la caña de azúcar y otros trabajando en la fábrica de dulces Colombina.

Ingenio Riopaila[5]

Yo tenía por aquel entonces siete años, las travesuras y el juego eran mi mayor diversión, era temporada de vacaciones estudiantiles, jugaba con mis compañeros de escuela incansablemente, tanto en la escuela, como en las calles de mi barrio Bolívar, solo existía en mi mente juegos y diversión.

Mi familia estaba compuesta en esos años por dos mujeres y cuatro hombres, yo era por entonces el cuarto de los seis. Eduardo que es el mayor, tenía trece años y el menor, Carlos Alberto tenía dos años. José Raudino nombre que también le decían a nuestro padre, tenía ocho años; él se caracterizaba mucho por su comportamiento, su inteligencia y habilidades para aprender las matemáticas y las ciencias naturales,


[5] Este ingenio ha generado empleo desde antes de 1940 a muchos colombianos.

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incluso fue homenajeado por muchos profesores de la Escuela General Santander, llamada popularmente escuela Mangos.

El director de la Escuela, profesor Coronado llegó a quererlo demasiado y en ocasiones le dio el premio de Bandera por su inteligencia y comportamiento. Después de salir a vacaciones, muchos de los compañeros de estudio, solían irse para donde sus familiares que vivían fuera de Zarzal a pasar sus vacaciones de fin de año.

Mi hermano Eduardo, junto con los primos Leonel, José Fernando, y otros, planearon una aventura cerca de la casa como a media milla de allí; pero no querían incluirnos a José Raudino y a mí, porque éramos los más pequeños.

Consistía en ir y traer unos totumos verdes para secarlos al sol y hacer algunos “mates” para sacar agua de la alberca o tanque surtidor de agua para lavar la ropa, o para utilizarlos como recipientes para almacenar comida, muy típicas en aquel entonces.

Mi madre al enterarse nos negó irrevocablemente aquella odisea o aventura, pues siempre el instinto de madre hace que le advierta el peligro que muchas ocasiones los niños o jóvenes no entendemos, ni creemos.

Los mayores de los seis muchachos que habían planeado aquella aventura quisieron irse a escondidas de José Raudino y yo, pero la astucia de él freno que ellos se fueran sin nosotros, pues juro decirle a nuestra madre si nos dejaban, no quedando más para ellos que llevarnos a escondidas y corriendo el riesgo que algo nos podría pasar ya que éramos muy pequeños para sus aventuras.

Era sábado como las diez de la mañana, mi madre estaba muy ocupada haciendo el almuerzo y lavando alguna ropa, mi padre estaba trabajando y no regresaba hasta después de las doce, en descuido de ella salimos como en caravana, de mayor a menor, Eduardo y Leonel, comandaban aquel grupo de muchachos haciéndonos correr de vez en cuando ya que los más grandes tenían el paso más largo e iban apurados. Raudino y yo corríamos casi junto a ellos para no perdernos ningún detalle de aquel plan de conseguir aquel misterioso árbol de “mate”, que según uno de ellos decían que existía a las afueras del pueblo; además el tiempo que teníamos para regresar y estar en casa tenía que ser por tardar una hora, antes de que regresara mi padre, pues si no nos encontraba en casa se formaría la grande y además meteríamos a nuestra madre en problemas.

Por lo regular mi padre trabajaba los sábados medio día, su oficio era la construcción, y gracias a su hermano Aquilio que vivía en el pueblo antes de la llegada de mis padres a Zarzal, y trabajaba en este oficio, lo había encarrilado y dado a conocer hacía varios años a ingenieros y maestros de la construcción reconocidos en aquel pueblo; que dieron a mi padre la confianza en sí mismo para cotizarse junto con su hermano como uno de los mejores contratistas que ayudaron al crecimiento y desarrollo del mismo.

Mi padre ayudo a construir la desmotadora de algodón Almaviva, bodegas y hangares que se llenaban para tiempos de cosecha de algodón, y una que otra casa que se construía en cemento y ladrillo, ya que existían mucho las casas de bareque, barro y boñiga.

Mi madre inocente de lo que estaba sucediendo con sus hijos, no notaba la ausencia de nosotros porque estaba ocupada con los quehaceres del hogar y además cuidaba los muchachos más pequeños.

En aquel pueblo se vivía un tiempo de paz y tranquilidad además los niños podían jugar tranquilos por las calles por los pocos carros que circulaban dentro del pueblo que se podían contar con los dedos de la mano. A excepciones de la cantidad de vehículos que pasan por la variante o vía expresa entre varios departamentos.

Esta carretera pasa por un costado u orilla de Zarzal justamente donde la caravana de niños tenía que cruzar aquella variante para conseguir aquel misterioso árbol que se hallaba escondido entre los matorrales a orilla de la carretera central.

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Carretera Central[6]

Eduardo, Leonel y otros lograron cruzar la carretera, quedando atrás José Raudino y yo. Temerosos de como cruzar esta avenida, Raudino que estaba delante de mí y con su voz suave, como despidiéndose de mí me dijo: “quédate aquí, yo voy a cruzar y luego te paso”, yo le conteste, “pero no me vaya a dejar aquí solo”, él lanzando un grito dijo: ¡ya regreso!, pero ocurrió lo que tenía que ocurrir.

Al emprender la carrera para cruzar la avenida, miro solamente a la derecha que no vinieran carros pero no observo que a su izquierda, se acercaba a toda velocidad un camión cargado con tinas de alquitrán, solo se escuchó un freno estridente de aquel camión que se deslizaba por aquel pavimento caliente por el sol.

Raudino estaba parado en medio de la vía que traía aquel carro, estiro sus bracitos hacia adelante en señal de que el carro parara, pero la velocidad que traía era tarde para que los frenos detuvieran aquel gigantesco camión.


[6] Vista de una calle de Zarzal, tomada de Norte a Sur. (Carretera Central) y “Parque Santander”. Zarzal, septiembre 22 de 1938. En esta fecha ingreso el primer vehículo.

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Yo ni supe de donde salió ese fantasma, todo ocurrió en cuestión de segundos, solo se veían las marcas negras de aquel camión arrastrando su pequeño cuerpo y luego lanzándolo como a diez metros de distancia; yo pegue un grito que se confundía con el rastrillar y crujir de los frenos, luego vi que su cuerpo quiso pararse, pero sus piernas se doblaban como marionetas movidas por una cuerda, ya que estaba fracturado por todas partes.

Corrí donde estaba él y quiso estirarme sus manitas para que yo las alcanzara; al instante llegó Eduardo y el resto de muchachos que al ver la trágica escena se dieron a la fuga quedando solo Eduardo y yo con aquel pequeño cuerpo que se retorcía por el dolor y el sufrimiento. Mi hermano se agacho y le sujeto la cabeza, mientras que yo ordenado por Eduardo corría a una casa que estaba cerca a pedir ayuda y traer agua en una tutuma o “mate” como la que supuestamente íbamos a traer, la encontré al lado de un tanque o lavadero de ropa que estaba en el patio de esa humilde casa.

El llanto y la desesperación se apoderaron de mí y de mi hermano, al ver en el suelo el cuerpo inerte de aquella pequeña criatura que hacía poco me había lanzado un grito de ya regreso por ti.

La gente se fue aglomerando y en un momento se confundían unos a otros, el chofer de aquel camión fantasma también lloraba y no salía de su asombro, porque ni él se explicaba como ocurrió aquel trágico accidente.

La sangre fue llenando todo su rostro debido a que votaba bocaradas de sangre que se mezclaba con el agua que yo le traía y que mi hermano le daba. Luego empezó a sangrar por la nariz y los oídos, sus rodillas estaban repeladas por el pavimento, ya que usábamos por aquel tiempo pantalones cortos con tirantas. No sabíamos que hacer, una señora al verme tan pequeño y sollozando, quiso llevarme para su casa para calmar mi llanto y mi desesperación, pero yo forcejeaba con ella porque no quería separarme de aquel hermano que hacía poco yo le había pedido que no me dejará parado en aquella orilla de la carretera. Pero de repente como si Dios escuchara nuestro llanto y desesperación, se acercaba un médico que estaba de turno en el Hospital San Rafael del pueblo de Zarzal con un carro Volkswagen; que un amigo de él, se lo había llevado para que lo ensayara y si le gustaba se lo comprara. El doctor quiso ensayarlo dándole una vuelta al pueblo justamente por la variante, encontrándose con un trancón de carros que obstaculizaban el tráfico.

El médico acercándose más, noto que había en el suelo una pequeña criatura necesitando de su ayuda; de varios gritos hizo que la gente que rodeaba aquel niño se retirara para que circulara el aire y poder darle los primeros auxilios. Todos le obedecían ya que él todavía usaba su bata blanca que no se había quitado porque estaba ensayando aquel pequeño carro, y al instante le tomo el pulso de su mano derecha y mirándole en los ojos le notaba que todavía tenía vida aquella pequeña criatura.

Mi llanto era incesante, la señora insistía en retirarme de aquel cuerpo que se marchaba lentamente, pero yo seguí forcejeando con ella porque no quería separarme ni un instante de él y de mi hermano Eduardo.

El Doctor lo levanto en sus brazos, pues su diminuto cuerpo no pesaba más de 30 a 40 kilos, lo llevo hasta donde se encontraba el carro Volkswagen e hizo que mi hermano se montara primero debido a que estos carros son demasiado pequeños y estrechos, por solo tener dos puertas.

Eduardo entro primero, luego yo; el médico deposito aquel pequeño cuerpo en los brazos de Eduardo que le seguía sujetando la cabeza mientras que yo le sujetaba los pies, la gente colaboraba dando paso para que el diminuto carro saliera de la caravana de carros que estaba atrapado entre la multitud de gente. Por fin logramos salir de allí.

El doctor puso a correr ese carro a toda velocidad y en medio del camino, iba interrogando a Eduardo. ¿Dónde viven ustedes?, ¿Quiénes son sus padres?, Eduardo le iba respondiendo ahogado en llanto y dolor.

De repente un vómito de sangre salía de la boca de Raudino y un temblor en su cuerpo hacia que se retorciera como queriéndose morir, todos sentíamos que moríamos junto con él. Llegamos al hospital, pues la distancia en que estábamos del hecho del accidente al hospital era menos de 2 km aproximadamente. El médico salió gritando que trajeran una camilla rápido, y mientras llegaban con ella, un señor que estaba allí en la puerta del hospital junto con el portero de turno, corrieron y sacaron el cuerpo; rápido lo llevaron a la sala de urgencias mientras que el médico pedía ayuda a los demás galenos.

La noticia corrió rápido por todo el pueblo, un señor que logro reconocernos llevó aquella mortal noticia a mi madre porque alguien le dijo que éramos hijos de don José Arboleda, maestro de construcción y que vivíamos cerca a los evangélicos. Mi madre se quedó perpleja y fría por aquella vil noticia, ya que ninguno de mis primos que estaban con nosotros, y que habían huido al ver aquella tragedia se atrevían a contarle a mi madre, por miedo a que los castigarían o los culparan por aquella aventura.

Pero como en pueblo pequeño infierno grande, la noticia corría por todas partes hasta que llego el aviso a mi padre, que se encontraba trabajando construyéndole la casa al ingeniero Oswaldo Paneso, muy conocido en el pueblo. Mi padre no dejando esperar un instante corrió hacia la casa donde lo esperaba mi madre, y una cantidad de gente confundida que no salían del asombro. Él abrazando a mi madre que gritaba ¡mis hijos!, ¡mis hijos!, le pregunto: ¿dónde están ellos? Aturdidos y casi corriendo salieron para el lugar de los hechos, sin saber que sus hijos ya estaban en el hospital.

Cuando mis padres llegaron al lugar de los hechos solo encontraron manchas de sangre y el murmurar de la gente que los confundían más y más. De repente alguien dijo: ¡ya están en el hospital!, “un médico que pasaba por aquí los recogió y los llevo al hospital”

Por aquel entonces no existían taxis, ellos siguieron a pie por toda la variante casi corriendo; mi padre hacia que mi madre avanzara, pues la distancia que hay del hecho al hospital a pie es aproximadamente de 45 minutos. Los minutos para ellos se hacían eternos, la distancia se hacía más lejos, mi madre corría y gritaba como loca, estaban viviendo minutos de angustia y de dolor.

Por fin llegaron al hospital, mi madre venia casi sin aliento pues sus pulmones ya no le daban más. Al instante, casi pisando los andenes de aquel hospital, el alma de aquel inocente niño estaba a punto de partir. Al entrar mis padres al hospital, los médicos salían del cuarto de urgencias con sus rostros quebrantados por el dolor, porque ya Dios se había llevado aquel ángel inocente de la tierra; solo se escuchó aquel grito de mi madre que se desplomaba en brazos de mi padre.

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Hospital San Rafael de Zarzal[7]

Antes de entrar a ver a su hijo, mi padre pregunto por nosotros, que estábamos con el policía de turno, interrogándonos cómo había sucedido todo, contagiándose de nostalgia y tristeza, al ver a ese par de niños viviendo una experiencia trágica a tan corta edad.

Al entrar mis padres donde estábamos nosotros, mi madre nos estiro sus brazos y llevándonos a su pecho estrechándonos, gritaba fuerte: ¿Por qué? ¿Por qué hijos?, ¿Por qué no me obedecieron? ¿Por qué no me hicieron caso?

Mi padre se unía a nosotros formando un cuadro de dolor y de angustia. Luego el policía le dijo que entrara para que hiciera reconocimiento del cuerpo, mi madre entro con él y atrás íbamos nosotros, ella al verlo encima de la mesa de cirugía se dejó desplomar sobre el niño, con gritos que decía: ¡hijo mío! ¿por qué te me vas?, ¿Por qué Dios mío?, cuestionaba a Dios.


[7]Hospital San Rafael de Zarzal

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Sus ojitos estaban entreabiertos como mirándonos por última vez, mi padre no aguantaba el sufrimiento de mi madre y se apoyó en ella para consolarla, pues temía que le pasara algo, porque él sabía que mi madre estaba embarazada con dos meses de gestación.

Mi padre al ver que mi madre no se separaba de aquel pequeño cuerpo, fue donde el médico y le dijo que ella estaba embrazada y que tenía miedo que sufriera algún percance y perdiera aquella nueva criatura que llegaría quizá a sustituir aquel niño que ya estaba en los cielos.

El médico ordeno inmediatamente a las enfermeras que le llevaran un calmante y que la retiraran del cuerpo del niño; ellas cumplieron la orden y por fin lograron sacarla de allí. Mi padre hablo con ella y logro convencerla de que nos llevara a casa mientras él se quedaba esperando el pequeño cuerpo.

El médico dijo a mi padre que al niño había que practicarle la autopsia, negándose irrevocablemente, porque él no iba a permitir que su pequeño cuerpo fuera rajado como vaca en el matadero, sabiendo el galeno que el niño había muerto de un paro cardiaco por los múltiples golpes en el cuerpo y en la cabeza. Por fin el médico acepto que se lo entregaran.

Mientras que mi padre reclamaba su cuerpo, mi madre en casa junto con nosotros y el resto de sus hijos, empezaba a preparar la sala de la casa en espera del pequeño cadáver. Los familiares y varios vecinos se unían al dolor de aquella familia que perdían un ser inocente que con solo ocho años terminaba su vida en un vil y trágico accidente, que por desobediencia de unos tontos muchachos que advertidos por el peligro, quisieron pasarse la barrera de lo atrevido, y la desobediencia.

Pronto la funeraria del pueblo llegaba a casa con todos sus preparativos, sin saber quién les había avisado, pero ya traían todo para un arreglo fúnebre, y en pocos minutos la sala ya estaba adornada de flores, rosas blancas y jazmines. En un rincón de la pared los vecinos habían colgado una cortina blanca con un cuadro del sagrado corazón de Jesús; a un lado casi en medio de la sala colocaron cuatro cirios y en el centro un crucifijo grande de metal, haciendo parecer esto un legítimo velorio.

Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos, el tiempo pasaba volando; eran las 4:30 de la tarde cuando de repente llegaba un carro gris grande, de marca “Station wagon” especial para funerarias. Mi padre se bajó sacando de allí el cuerpo envuelto en una sábana blanca, mientras que el chofer bajaba una caja blanca. Él llevo el cadáver del niño hasta uno de sus aposentos, mi madre volvía a entrar en crisis de nervios, lloraba incansablemente, mientras unas vecinas lo vestían con un pantalón negro y una camisa blanca, recuerdos de su primera comunión. Lo organizaron tan bien que al verlo no parecía que estuviera muerto sino dormido, luego lo introdujeron sobre el ataúd que ya estaba colocado sobre los cuatro cirios; la caja lucía un brillante bordado con un ribete de madera totalmente tallado. Cruzaron sus manitas en señal de respeto, y como a las 6:00 pm de la tarde del mismo día se daba inicio a la primera oración presidida por varias vecinas que se turnaban para rezar. Conocidos y curiosos entraban y daban los sentidos pésames a mis padres, los familiares se unían al dolor, muchos se arrimaban al pequeño ataúd y en silencio murmuraban una oración y un adiós.

La noche fue llegando, en la casa no cabían una persona más, pues mis padres y el tío Aquilio tenían muchos amigos. La noche seguía rápida, nadie dormía, la gente que llegaba era atendida, se preparaban cantidades de café para todo el que gustara acompañado de un pedazo de pan, costumbre que hay todavía en varias partes del país, además de trasnocharse junto al cadáver en señal de aprecio y consideración a la familia.

Al otro día domingo a las 3:30 pm su cadáver fue llevado a la iglesia Nuestra señora del Carmen del barrio Bolívar, allí se le celebro una misa entregándoselo a Dios para que lo reciba en su eterno descanso. La pequeña iglesia de inmediato se llenó de personas que se unieron a nuestro dolor. Al terminar la misa, el cadáver fue sacado por mi padre y mi tío, pues su ataúd era muy pequeño. Luego en caravana era llevado hacia el cementerio, la escuela General Santander se unían con la mayoría de su plantel y profesores haciéndole honores a aquel niño que se ganó el amor y cariño de toda su gente; pronto llegamos a aquel cementerio donde ya el sepulturero sabía dónde iba a ser su fosa.

Mi madre venia vestida de negro con un manto en su cabeza, y alrededor de ella estábamos todos sus hijos, en sus brazos cargaba a Carlos Alberto, el niño más pequeño de la familia, mi padre se encargaba de bajar el ataúd hasta el fondo de la fosa, había un silencio total, hasta que mi madre exclamo: ¡Dios lo bendiga hijo mío!, sollozando casi en silencio porque su alma ya no daba más llanto, todos sentimos que aquel pequeño niño se llevaba de su familia un pedazo de nosotros; pronto todos le dábamos un último adiós y un descanse en paz de aquel que en vida fue José Raudino Arboleda.


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Iglesia nuestra señora del Carmen[8]


[8] Transformaciones que sufrió la iglesia en el siglo XX hasta la fecha

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Pero la vida tenía que continuar, mis hermanos y yo seguíamos creciendo y estudiando en aquella escuela, evocando los recuerdos de aquel que ya no estaba y mi madre seguía avanzando con su embarazo.

En los meses siguientes nació otra hermosa niña llamada Jislena, no cumpliendo los nueve meses de gestación, o sea que nace sietemesina, quizá por la depresión que mi madre había tenido meses atrás. Dios recompensándola por aquella pérdida irrevocable, está creatura nos alegró el entorno familiar haciendo fortalecer el vínculo de amor.

Mi padre seguía trabajando la construcción y cada vez lo hacía con más ahínco para ayudar al crecimiento de toda la familia. Él había recibido unos pequeños ahorros, fruto de la herencia que le había tocado por parte de su padre; con ese dinero se había comprado un pequeño lote de terreno en el mismo Barrio Bolívar, en la carrera 9 con calle 10 y 11, para vivir más hacia el centro del pueblo, allí con mucho esfuerzo y valentía se construyó una pequeña vivienda de guadua, esterilla y parte de ladrillo y cemento. Esta obra la empezó de la parte de atrás del lote hacia adelante, un poco inconclusa; allí logro hacerse dos piezas y un corredor amplio con futuro de continuarla. Estrechos pero felices porque estábamos en propiedad y no había que pagar más renta y era lo que mortificaba a mi padre; además nadie quería alquilar con tanto niño.

Él poco a poco se ganaba el respeto y cariño de los zarzaleños, un día cualquiera le resulto venta de esa mejora y sin vacilar la vende y compra el lote de terreno que había enseguida y allí nos construye una vivienda mejor hecha en ladrillo y cemento; no dejando pasar mucho tiempo vuelven a ofrecerle compra por esa casa en que estábamos, la vende y compra otro lote de terreno en la misma cuadra de la carrera 9 entre 10 y 11. Allí terminamos construyendo una obra de mucho renombre que años después hizo que él empezara a vincularse con el comercio de Zarzal.

Eduardo que es el mayor de la familia, se unía de vez en cuando a ayudarle a mi padre en la construcción, mientras seguía terminando sus estudios, mi padre seguía con mucho esfuerzo y sacrificio terminando aquella bella obra de su casa en la cual vivíamos felices y poco a poco crecía una familia casi olvidando el pasado. Pero las cosas volvían de repente a tomar otro color, ya que le avisaban a mi madre que mi abuela Celsa Julia estaba muy enferma en la finca Catarina que existía en los adentros de Cartago (Valle); concretamente en el pueblo de Ansermanuevo perteneciente a ese municipio, sitio donde se crio mi madre y conoció a mi padre, donde más adelante contrajeron matrimonio y por motivos de aquella inolvidable violencia de los años 40, obligo a salir de allí a mis padres, los hermanos y sus respectivas familias que estaban ubicados en aquella región, debido a la política bipartidista de mi país; representados en dos colores azul (Conservadores) y rojo (Liberales) desterrando los conservadores a todos los liberales que existieran de esa región de Catarina. Mi abuela materna se había quedado en aquella región porque su color político lo permitía.

Ante la enfermedad de la abuela mi madre viaja inmediatamente a aquella región de Catarina en su auxilio, pues ella era la única hija mujer de cuatro hijos. Al llegar allí la encontró supremamente delicada, sufriendo una terrible y desconocida enfermedad, que obligo a sacarla rápidamente de allí en una camilla hecha de madera y caña de bambú llamada Barbacoa, amarrada con cuidado a un caballo, ya que por aquellas regiones solo existían caminos de herradura, hasta llegar a una fonda donde pasaba cada hora un carro sacando el café que era lo que abundaba por aquellas regiones.

Mi madre decidió traerla para Zarzal, internándola de inmediato en el hospital del pueblo, donde duro poco tiempo porque su enfermedad estaba muy avanzada y los médicos la habían desahuciado, trasladándola para nuestra casa y muriendo a los pocos días. Era otro dolor para ella pero lo recibía con más resignación pues era consciente de lo que la esperaba y que no podía hacer nada por ella.

Eduardo día a día colaboraba más y más a mi padre en la construcción. Más adelante y después de la recuperación de mi madre y como si no fuera suficiente con la familia que ya existía, mejor dicho como si la pobreza no perturbara la paciencia de mis padres o como si nosotros los hijos que existíamos no fuéramos suficientes, en pocos años más nacieron dos niños, conformando ya un total de 3 mujeres y 6 hombres. Pero gracias a mi Dios que da tantas bendiciones a los pobres, mi padre nunca falto con algún alimento para nosotros, pues trabajaba incansablemente para sostener aquella humilde y numerosa familia, ejemplo que sembró mi viejo y se quedó en cada uno de nosotros.

Mi madre le colaboraba mucho a mi padre, nos daba un cuidado único, aunque en ocasiones parecía que la volviéramos loca, cuando todos los muchachos gritábamos por la casa jugando incansablemente, porque para ella era mejor soportarnos a todos en la casa a que saliéramos a la calle a jugar, pues ya había sufrido algunas experiencias y no quería correr el riesgo de aquella última tragedia que había vivido algunos años atrás.

Mis hermanos menores y yo crecíamos felices, había armonía, alegría y paz en nuestra casa, como pobres, pero mi padre no faltaba con nada en aquellos tiempos.

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Sitios representativos de Zarzal[9]


[9] 1: Fuente de soda El globo, 2: cafetería Los Alpes y en el mismo lugar Expreso Palmira; 3: calle 10 con Av. la estación

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Un día en horas de la tarde la desgracia volvía a rondar nuestro lindo y hermoso hogar, mi madre nos llamaba a todos a que nos sentáramos juntos, casi alrededor de la cocina. Era las 5 de la tarde, hora en que siempre ella empezaba a darnos la comida, porque éramos muchos y empezando temprano, tendría tiempo de descansar antes de que llegara la noche; mi hermano Arles ya tenía por aquel entonces 8 años, cuando mi madre lo llamó tenia él en la mano una funda llena de pepas de mamoncillos verdes, que abundaban mucho en los patios de algunos vecinos; ella se la quitó y la guardo detrás del gabinete de la estufa de gas, donde se cocinaba nuestros alimentos y que mi padre le había comprado unos meses atrás en remplazo a la estufa de petróleo. El piso de la cocina no estaba terminado, estaba revestido de cemento, mi padre la había colocado en cuatro bloques de ladrillo, para que a la estufa no le callera moho con la humedad del piso y así se conservara mejor; Arles no perdía de vista todos los movimientos de mi madre y se fijaba mucho donde había colocado su bolsa de mamoncillos, pues se la había quitado con el fin de que él pudiera comer sus alimentos, y no le hiciera daño esa clase de fruta con la comida. Ella termino de darnos a todos la comida, mis hermanas mayores le colaboraban en arreglo de la cocina, en lavar los trastes y en tratar de que todo quedara impecable y limpio. Mi madre acostumbraba siempre que terminaba de darnos este servicio, poner a hervir en la estufa una olla grande con “agua de panela” para hacer el café o tomar fría como refresco a cualquier hora de la noche. Ya había pasado algunos cuarenta minutos desde que ella había puesto la olla y estaba a punto de hervir; Arles no había olvidado su funda de mamoncillos, y como mi madre no se la quería devolver, por considerar que no era justo que hacía poco había comido y si le devolvía esas pepas podía hacerle daño.

Después de la comida casi todos permanecíamos allí sentados, hacíamos los comentarios del día, mi padre hablaba sobre sus trabajos, mi madre de las cosas que pasaban en la casa y sus necesidades, los muchachos más grandes hablábamos de la escuela, era un descanso total y oportuno para el final del día.

De repente entro Arles a la cocina sin que nadie se diera cuenta, en busca de sus mamoncillos y al ver que no alcanzaba a coger la funda que estaba detrás del gabinete, abrió la estufa y empinándose en el borde de ella, le hacía presión hacia adelante tratando de alcanzar la funda; la estufa se inclinó viniéndose encima con la olla hirviendo, quemándole todo su pequeño cuerpo. Mis padres al oír el estruendo se pararon inmediatamente a ver lo que había ocurrido, mi madre exclamo en un grito: ¡Este muchacho se vacío el agua de panela! Pues la estufa estaba casi encima de él y la olla todavía vaporaba a un lado de las piernas de Arles, que gritaba: ¡mi pipi!, ¡mi pipi! Mi padre inmediatamente lo levanto en sus brazos y lo primero que hizo fue sumergirlo en un tanque o lavadero para refrescarle el cuerpo encogido por el calor de las quemaduras que le habían ocasionado aquel accidente; sin soltar el muchacho, mi padre corría por las calles en busca de ayuda; de repente pasaba un camión pequeño a varias cuadras de la casa y los gritos de la gente y de mi madre pidiendo ayuda llamaron la atención de aquel señor que conducía aquel carro parándolo inmediatamente, y viendo de lo que se trataba les abrió la puerta del camión y se montó mi padre con el niño, que no soltaba para nada. Mi madre también alcanzó a montarse y de inmediato lo llevaron al hospital; los gritos se hacían cada vez más fuertes para Arles, creía que había perdido sus testículos pues era la parte más afectada.

Ya en el hospital los médicos proseguían con la lucha de aquel niño que se retorcía por el dolor de las quemaduras mientras que mi padre les contaba a los médicos lo que había ocurrido. Los médicos decían a mi padre que el niño entraba en shock inconsciente debido a la metida del tanque de agua fría, pues eso podría matar al muchacho debido a la intensa quemadura de tercer grado y que su cuerpo tal vez no respondería al cambio brusco de temperatura, pero también sirvió lavar la miel pegada a su cuerpo, así ellos podrían quitarle todo el forro de la piel y evitar quizá una cicatriz si sobrevivía.

Mi padre gritaba por todo el hospital como loco pensando que por su culpa, el niño podría morir; todos tratábamos de calmarlo, mi madre oraba intensamente, los médicos que lo atendían no podían hacer que él reaccionara, había un caos terrible en aquella sala de urgencias; cuando de repente entro una doctora que visitaba aquel hospital por varias ocasiones, trayendo pruebas de laboratorio de otros casos diferentes a ese, pero que tenía mucho conocimiento de ese tipio de quemaduras. Los médicos de planta la pusieron al tanto de lo que había ocurrido, inmediatamente se puso al servicio del niño y les hizo ver que estaba vivo y que podían salvarle la vida. Antes de que Arles reaccionara, ya le habían quitado todo el forro de la primera parte del pecho, de las piernas, los testículos y debajo del cuello, ya que la cara se había salvado; reacciono debido a una inyección que la doctora le había puesto, lo hacía con unos gritos que ensordecía a todos los que estaban allí, lo que más repetía era: ¡mi pipi!, ¡mi pipi!, pues a un lado de sus testículos sus quemaduras eran más de tercer grado, pero gracias a Dios el niño volvía en sí y el peligro había pasado. Ahora lo que había era calmarlo para que durmiera y no sintiera el dolor de sus quemaduras que estaban al rojo vivo.

Cuando ya el despertó al otro día estaba en una pieza especial, le habían colocado un mosquitero encima de su cama cubriéndolo desde el cuello hasta los pies para que ninguna mosca o insecto se le arrimara y lo contagiara, pues cualquier mínima infección podría agravar la piel del niño.

Mi madre permanecía al pie de él, constante de cualquier necesidad que Arles tuviera, sus oraciones eran largas e intensas, mi padre ya se había calmado un poco, pues el peso que se estaba echando encima lo estaba atormentando. Todos trataban de hacerle entender que lo que él había hecho estaba bien, porque el agua había lavado la miel que tenía su cuerpo al meterlo al tanque, y lo más importante para los médicos fue que pudieron quitarle el primer forro de la piel sin que se arrugara y no quedaran cicatrices. Varios familiares se turnaban para cuidarlo, pues había que estarle soplando los insectos o moscas que lograban colarse en aquel cuarto casi hermético, además tratábamos que nuestra madre descansara un poco, ya que no quería separase ni un minuto de su hijo, y cada vez que despertaba lo hacía con gritos por el ardor y el dolor. Los médicos y las enfermeras estaban muy al tanto de él, especialmente había una enfermera muy amiga de mi madre que inclusive le ayudo en algunos partos de mis hermanos menores que habían nacido en casa; Aura era su nombre, consideraba mucho a mi madre por tantos sufrimientos y dolores que había pasado, la apoyaba en lo que fuera y estaba al máximo cuidado de Arles.

Los días iban pasando y su recuperación era exitosa, sus quemaduras del pecho iban sanando ligeramente, la de la pierna era la más afectada pero cerraba milagrosamente. Al cabo de algunos días, mis padres ya podían llevárselo para la casa, donde mi madre lo cuidaba con mayor atención y delicadeza, mi padre trabajaba muy duro para poder pagar aquella deuda del hospital y velar por todos nosotros y le dábamos gracias a Dios por no haber sido una tragedia más grande.

La vida continuaba para mi familia, que cada día aprendía a soportar las penas y sufrimientos gracias a unos padres que nos enseñaban como mitigar las adversidades de la vida, pidiéndole perdón a Dios porque en ocasiones lo cuestionamos sin saber que todo tiene un propósito y una razón de ser.

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Vista del parque Santander con la iglesia del Carmen[10]


[10] Lugar que más adelante se convertiría en nuestro centro de encuentro

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Eduardo ya tenía mayoría de edad y pronto tendría que presentarse a prestar el servicio militar, yo que soy el segundo de los hombres mayores también me vinculaba de vez en cuando a la ayuda de mi padre en la construcción, pues estudiaba media jornada y la otra se la dedicaba en su ayuda, el tiempo iba pasando ligeramente, Eduardo regresaba del ejercito pues no hizo los tres años completos debido a una enfermedad que le dio en una pierna por causa del frio en Bogotá; al regresar con su libreta militar y en lugar de seguir con sus estudios o buscar un trabajo que fuera mejor remunerado, cosa que hacían muchos compañeros de él marchándose para la capital como Cali y otras ciudades, decidió vincularse de lleno a la construcción con mi padre, mientras que el resto de familia seguíamos con los estudios y de vez en cuando a la construcción, ya que a mi padre le salían muchos compromisos gracias a su seriedad, responsabilidad y capacidad que ponía para sus encargos, pues manos le faltaban en aquel pueblo de Zarzal para cumplir con ellos.

Por fin mi padre lograba terminar la casa que estaba inconclusa, vendiéndola y al mismo tiempo comprando otro lote de terreno que había a unos cuantos metros de aquella misma cuadra o carrera novena, construyéndonos inmediatamente otra casa, mejor plantada y más grande e inclusive le llego a construir segunda planta. Cuando llegaban las cosechas de algodón, maíz, sorgo, y otras, yo me iba con un hermano de mi padre, el tío Lázaro que también vivía con nosotros, después de la separación con su esposa, trayendo al hijo barón y dejando la hija mujer con su ex esposa. Fernando que era el nombre de mi primo, tenía casi la misma edad de Eduardo, quizá uno o dos años menor que mi hermano. Mi primo también se iba a recolectar algodón o millo, todo esto lo hacíamos en tiempos de vacaciones de escuela, y el dinero que ganábamos lo compartíamos con nuestra familia y con lo que nos quedaba comprábamos ropa y uno que otro cuaderno porque hasta eso mi padre nos suplía; también utilizaba el dinero que me ganaba para ir al cine y alquiler de bicicletas y triciclos de tres llantas con cadena, cosa que se usaba mucho por aquel tiempo y era mi mayor diversión en aquel pueblo. Luego mi padre me hizo una carreta de madera con la que me iba todos los fines de semana para la galería o plaza de mercado a llevar todas las compras y remesas que la gente hacia para la semana o quincena, también vendía el periódico vociferando por las calles: “El país, Occidente, El tiempo, El espectador”. Estos periódicos se vendían demasiado, como pan caliente, pues la gente quería estar bien informada de lo que podía estar sucediendo en todo el país.

El trabajo y la escuela se fueron mezclando en mi vida terminando a lo último en abandonar mis estudios y vinculándome de lleno a ayudarle a trabajar la construcción a mi padre y a mi hermano Eduardo; el resto de familia seguía estudiando, en excepción de Carlos Alberto que es el tercero de los hombres que parecía seguir los mismos pasos de Eduardo y yo.

Al tiempo Eduardo se casó y se independizo pero no dejaba de cumplir con su aporte y colaboración para con mis padres, siguió viviendo en el mismo pueblo y a diario visitaba a mis padres no dejando de estar pendiente de todos nosotros. Él se convertía casi en nuestro segundo padre, estaba muy pendiente de mí y del resto de hermanos.

Yo seguí trabajando con ellos hasta que decidí entrar a estudiar de nuevo, pero nocturno para lograr terminar mi bachiller, tenía yo por ese entonces casi mis dieciséis años, ya empezaba mi corazón a sentir alaridos por alguna que otra chica que asistían conmigo a los estudios nocturnos que en ese entonces eran mixtos hombre y mujeres, y que al mismo tiempo seguía trabajando la construcción, si no lo hacía con mi padre lo hacía con mi tío Aquilio que también trabajaba la construcción, y que tenía una familia muy parecida a la nuestra.

Los hijos menores tenían casi mi edad, mis dos primos Toto, o (Edilberto) y Rigoberto, eran mis dos compinches de aventuras y diversiones. En ocasiones decembrinas en mi casa solía reunirse toda la familia que vivía en esa región de Zarzal y formábamos unas fiestas increíbles, con mis primos que teníamos casi la misma edad, nos amangualábamos disfrutando de lleno toda nuestra adolescencia, también compartíamos juntos los trabajos que tenían nuestros padres.

Una ocasión mi padre se comprometió a remodelar la casa de la familia Perea muy reconocida en el pueblo, que existía al frente de la normal de señoritas Nuestra Señora de las Mercedes, entre la carrera once y calle diez en plena esquina, las señoritas de la normal estudiaban dos jornadas, mañana y tarde, mis ojos se deslumbraban cuando salían aquellas niñas de clases, yo trabajaba haciéndome notar y en ocasiones se fijaba en mi alguna que otra de ellas que pasaban por allí. Mi padre en ocasiones me llamaba la atención porque descuidaba mi trabajo por pararme casi a escondidas a piropear alguna que otra señorita. De repente mis ojos se clavaron en una dama que tenía una cabellera larga color castaño que casi le llegaba a la cintura, que le hacía fuego a su lindo rostro y que le hacía contraste al caminar, al verla pasar por poco salgo de mi escondite donde estaba pues yo las podía ver claramente mientras que ellas casi no me podían ver a mí, espere que regresaran de nuevo a la jornada de la tarde para fijarme bien en ella, esta vez venia mucho más bonita, traía su uniforme impecable color azul claro y su blusa blanca como la nieve, toda tallada al cuerpo, sus zapatos negros brillantes como un charol, y sus cuadernos en la mano, era verdaderamente una doncella.

Quede deslumbrado podía decir casi flechado, por los días que estuvimos trabajando allí no perdía de vista, la entrada, y la salida de aquella mujer que en ocasiones pasaba acompañada con otras señoritas, por ultimo deje de verla ya que mi padre había terminado aquella obra, y yo no me atrevía a decirle ninguna frase conquistadora, además me considero un hombre bastante tímido y más para estos asuntos, pero mi corazón había quedado intranquilo, porque quizás no tendría la oportunidad de volverla a ver con tanta exactitud y claridad como la podía ver escondido desde esa esquina.

A los días mi amigo Oscar Zorrilla, amigo de estudio, de pequeñas aventuras, y vecino ya que vivía a unas cuantas casas de donde vivía yo, me invito a que lo acompañara a una invitación que le había hecho una amiga de él al barrio las Mercedes que queda un poco a las afueras del pueblo, con el fin de festejar en una caseta que tenía el barrio para recoger fondos para la junta de acción comunal del barrio. La noche estaba bien estrellada y la luna alumbraba como lámpara de esquina, el calor había bajado un poco, pues en la noche siempre llega una pequeña brisa primaveral.

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Magnolia[11]

El barrio las mercedes quedaba un poco retirado del sitio en que vivíamos, pero como el pueblo era pequeño y lo podíamos recorrer a pie tranquilamente de norte a sur, o de oriente a occidente no había ningún sitio lejano. Esa noche vestíamos nuestras mejores ropas, pues como les digo estaba ya en mi plena adolescencia y hasta mi voz empezaba a cambiarme. Cuando nos fuimos acercando a aquella caseta se alcanzaba a oír ya la música y a ver algunas mesas con comida y fritanga especialmente las empanadas típicas en esta clase de eventos. Al momento estábamos allí, de repente salieron dos señoritas una de ellas llama a mi amigo Oscar, mirando de repente hacia ellas, quedando


[11] La doncella que deslumbro mi corazón

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yo deslumbrado y tonito, pues lo que mis ojos veían era aquella señorita que había visto pasar aquellos días al salir de la normal de señoritas; quien llamaba a Oscar era la hermana de aquella doncella que yo había visto antes. Ambos nos acercamos a ellas, Oscar me las presentaba, cuando estreche su mano casi me quedo con ella. Le dije, mucho gusto, Henry Arboleda, ella me contesto, Magnolia Zuleta. Estaba más linda que antes, a pesar que no tenía su uniforme, vestía con una falda floreada amplia que también la hacía ver bien hermosa, su pelo lo tenía recogido con un moño grande que le hacía juego con su vestido.

Su hermana Edelmira lucia igual, pero no parecían hermanas, ya que Magnolia tiene los ojos cafés claros y Edelmira ojos verdes. Mi corazón seguía latiendo más fuerte.

Oscar dijo, ¿bueno y no nos van a invitar a entrar?, ¡claro que si¡, dijo Edelmira, la fiesta está a punto de comenzar, y estamos esperando que llegue más gente, no nos hicimos el rogar y entramos, pidiéndoles el favor a ellas que se sentaran con nosotros, diciendo ellas que pertenecían al comité de organizadoras de la fiesta, y que además eran hijas del presidente de la junta comunal, pero que estarían con nosotros ya que eran muchas las personas que ayudaban a atender a los invitados.

Al instante el baile se iniciaba, no quedaba nadie sin bailar, solo Magnolia y yo estábamos sentados, dejándome seducir por su vos y su belleza; mi amigo Oscar no paraba de bailar, mi boca me temblaba para invitarla pues estaba tan linda y radiante que con solo mirarla tenia, ella miraba la gente bailar, hasta que de repente desperté como de un sueño y como un relámpago me pare, extendí mi mano en señal como de venia y le dije, ¿bailamos?, ella se sonrió y parándose me dijo, ¿pensé que no me invitaría a bailar?, ¡perdóneme señorita¡, le dije, estaba distraído. El incidente lo hice borrar en segundos, demostrándole los dones de bailarín que ya tenía, pues había aprendido en fiestas de navidad, y en una que otra que celebrábamos en casa de mis padres.

Ella no se quedaba atrás, hacia mover su delgado cuerpo, y su cabello se movían con el ritmo de la cumbia llevando un compás exacto y rítmico que gustaba cada instante más y más. Yo seguía fijándome en sus ojos, y en su cara, que en ocasiones tenía que disimular ella para no perder el ritmo de la música, yo la ponía nerviosa, estaba seguro que también ella empezaba a flechar su corazón, como estaba el mío. De repente la música paro, pues se había terminado el disco, y nosotros quedamos en aquel salón sin darnos cuenta, como petrificados en el tiempo; ya el disco había acabado y se nos había hecho corto, de repente empezó otro, recuerdo el disco, el pescador de Barú. La gente volvía a parase, a seguir el baile, unos con diferentes parejas, otros con las mismas, nosotros continuábamos juntos por mucho rato, pues el discómano era bastante ágil para no dejar que los invitados se sentaran y no perdieran el entusiasmo a la fiesta. Nosotros ya habíamos bailado varias piezas, y considerábamos que era justo sentarnos y tomar algún refresco ya que el calor ahogaba aquella caseta; Oscar estaba enjuagado en sudor decidimos salir un rato para tomar un poco de aire y comer unas cuantas empanadas que eran parte de aquel comité. Compartimos algunas conversaciones y luego decidimos entrar de nuevo, para seguir el baile.

Pues como no hay dicha que dure cien años, ni cuerpo que la resista, la fiesta estaba llegando a su final, yo le prometí que la vería el próximo domingo en la Iglesia del barrio Bolívar, a la cual yo pertenecía y ella con su familia asistían cada ocho días sin perderse un domingo de misa. Nos despedimos de ellas dándoles las gracias, quedando yo encantado por aquella señorita que conocí aquel día, y que aquel dia tenía el honor de conocerla más de cerca y cerciorarme que era la mujer que flechaba mi corazón.

Paso la semana y yo no cumplí con aquella cita, pues me estaba enviciando al juego del billar pool, costumbre que estaba cogiendo de asistir todos los fines de semana al café bar ¡El Belmonte! con mis primos, sitio muy popular por aquellos tiempos en pleno centro de Zarzal, y que además pertenecía a mi tío Aquilio, también allí solíamos reunirnos muchos amigos, era un club solo para hombres, yo no tenía edad suficiente para permanecer allí, varias ocasiones la policía y el ejército hacían redadas y salíamos de allí disparados pues solo podían quedarse los mayores de dieciocho años con documentos, porque también vendían licor.

A la semana siguiente encontré a Magnolia y Edelmira casi casual pues yo venía de aquel club y ellas venían de misa, las salude. ¡Hola muchachas! ¿Cómo están? Edelmira me contesto, bien, ¿y ese milagro? Yo no encontraba que decirles, ni de dónde venía, les dije, estoy dando una vuelta por estos lados a ver si me encuentro con Oscar Zorrilla, Magnolia no decía ninguna palabra, notaba en ella que estaba disgustada, porque le había faltado a la cita pasada. Yo le dije, Magnolia discúlpame que no fui el domingo pasado a la cita, ella solo dijo: olvídalo; corto inmediatamente la conversación, y yo para salirme con la mía, le dije, ¿Para dónde van?, ¿Las puedo acompañar? Edelmira contesto, tenemos poco tiempo para estar aquí en el parque, mi madre nos espera en casa temprano, pero si usted gusta démosle algunas vueltas al parque, saludamos algunas amigas, y ya nos regresamos, yo les dije para mí es un honor acompañarlas.

Por lo regular en aquel parque Santander, solían reunirse muchos enamorados, y gente que salía a refrescarse en horas de la noche con sus familias después de un merecido fin de semana, el pueblo no tenía mucho donde la gente divertirse, además el parque gozaba de unas amplias bancas de cemento y unos hermosos prados y arboles con flores y enredaderas que hacían embellecer el lugar convirtiéndolo en un verdadero paraíso digno para el amor y romanticismo. A un lado queda la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, al otro frente queda la alcaldía, edificio viejo en el cual existía la cárcel, la inspección de policía, la tesorería, el juzgado penal, en fin todo lo concerniente al gobierno del pueblo.

Después que habíamos recorrido varias veces el parque, y habíamos saludado a varios amigos y amigas, yo las invite a tomar un refresco al frente donde había varias fuentes de soda, Magnolia dijo, no gracias, de verdad que ya se nos hizo tarde, más bien en otra ocasión, si puede. Yo le dije ¡claro que si se puede! y ¿Las puedo acompañar hasta su casa? Ellas dijeron, está bien. Nos fuimos caminando despacio hasta llegar casi a su casa, nos paramos, y yo le dije a Magnolia, discúlpame de nuevo por el domingo pasado, ¿podríamos encontrarnos el próximo sábado de nuevo, aquí en el parque? Ella me contesto no sé, no estoy segura, yo le dije, ¡prometo no faltarles!, ella me contesto, todo depende de mí mama, a veces se enoja si estamos con alguien que no conoce, yo le dije, yo estaré pendiente por si sale. Las deje en la esquina de su casa pues no quería que las regañaran por mi culpa, las vi alejarse casi hasta que entraron a su casa, pensé que no mirarían para atrás, pero antes de entrar ella me alzo su brazo en señal de despedida, yo me regrese para mi casa contento, pues casi me sentía seguro de que ella me estaba correspondiendo.

Cuando llegue a mi casa les conté a mis hermanos lo que me estaba sucediendo, no dándome cuenta que ya ellos sabían porque me habían visto en el parque caminar con ellas, e inclusive me dijeron que ellas estudiaban en el mismo colegio o normal donde estudiaban mis hermanas. Yo le respondí a mi hermana Margarita, pues ahora tengo quien me sirva de mensajera. Yo empecé a trabajar duro esa semana, para ganar buen dinero y poderlas invitar algún lugar agradable y quizás podérmele declarar, seguía trabajando con mi padre y mi hermano, no me atrevía a decirle nada a Eduardo de lo que me estaba pasando, y aunque él también lo sabía no me decía nada.

Por fin llego el fin de semana, mi padre me pagaba lo justo por la semana de trabajo, de ahí acostumbrados a darle a nuestra madre una parte de nuestro sueldo, para colaborarle en sus gastos de la casa, ya que a mi padre a veces le quedaba duro sostenernos a todos, el resto de dinero que me quedaba compraba ropa o para mis gastos personales, por aquellos días me había comprado un set de ropa completo, un pantalón de terlenka bota ancha que se usaba mucho en aquel tiempo, unos zapatos de charol, que hacían juego con una camisa de seda, bueno tenía mi look completo para cualquier ocasión. Me di una ducha extensa, cantaba en el baño temas soñadores que retumbaban en toda la casa, tenía a la familia impresionados por mi actitud, me preparaba de tal manera ya que estaba seguro que ellas saldrían. Me vacié casi medio frasco de colonia que mi hermano usaba, mi madre notaba todo mi nerviosismo, pero no se atrevía a decirme nada, me alistaba muy bien, tal como lo hacía Eduardo cuando estaba soltero.

Eran casi las siete y treinta de la noche, ya me disponía a salir, les pedí la bendición a mis padres, era costumbre y respeto, mi madre me contesto, ¡Dios lo bendiga hijo, y no llegues muy tarde! casi saliendo en la puerta, le conteste, ¡No mami! y salí de casa, en cinco minutos estaba ahí, sabía que ellas llegarían más tarde porque les quedaba más lejos el parque. El lugar empezaba a llenarse, eran casi las ocho de la noche y ellas no llegaban, ya empezaba a angustiarme y a pensar que quizás sus padres no las dejarían salir, pero había algo en mí que me hacía sentir seguro de que ellas vendrían. De repente sin que mi instinto me fallara las vi que aparecían por la esquina del restaurante El Niágara, casi único en el pueblo, mi corazón empezaba a latir con más emoción, pues ambas venían hermosas, a pesar que Magnolia era un poco mayor que Edelmira, se veían casi iguales. Las espere casi en el mismo lugar donde las encontré aquel domingo pasado, deje que se acercaran un poco más y luego les salí al encuentro, Edelmira dijo: “puntual no”, las salude muy formal, Magnolia me dijo, ¿Hace rato está esperando? Yo le dije: ¡Mucho!, casi toda la semana; se sonrieron y casi en coro, dijeron: ¡Eh!, no exagere.

Sin perder tiempo, las invite a una fuente de soda que quedaba al frente del parque, donde los sábados y los domingos solían hacerle pistas de baile, ya que se llenaba de jóvenes y era uno de las diversiones sanas que teníamos para pasar un fin de semana. Ellas aceptaron y camino hacia la fuente, vimos que se acercaba Oscar Zorrilla, ya amigo de ellas y que gracias a él yo las había conocido. Como caído del cielo inmediatamente lo invite a que nos acompañara a aquella fuente, y así formaríamos un cuarteto perfecto, ya que Edelmira y Oscar se gustaban y me queda de perla mi conquista.

La noche empezaba y cual como la soñaba hermosa y linda, como estaba Magnolia. Antes de entrar yo les pregunte hasta que horas les habían dado permiso, Magnolia me contesto, hoy mi madre tiene una visita y podemos quedarnos hasta las once y media a más tardar, en mi mente respondí, genial, suficiente para mi conquista. Entramos a aquella pequeña fuente de soda, estaba casi llena, nos ubicamos casi cerca de la pista de baile, la música que estaba sonando era de Leonardo Fabio, y Leo dan, que estaba muy de moda en aquellos tiempos, al instante se nos acercó el mesero, ambas pidieron coca cola con hielo, Oscar pidió una caneca de ron, ellas se miraron como asombradas, pues no estaban acostumbradas a esto y menos sentasen en una mesa de un establecimiento y pedir licor, nosotros les hacíamos aparentar una edad mayor, y que quizás ya estábamos acostumbrados, pues todo esto era para impresionarlas y hacerlas sentí seguras de que estaban con dos jóvenes con mucha experiencia.

Los minutos pasaban rápido, la música estaba variada y buenísima, colocaban una tanda romántica y otra de baile, que los aprovechábamos casi sin sentarnos, hasta que la cambiaban de nuevo a música romántica, así disfrutábamos aquella hermosa noche; de repente, sonó un disco suave en ritmo de bolero, la invite a que lo bailáramos, ella se sonrió, y parándome le extendí mi mano, y al verla me extendió la de ella y se levantó; la lleve de la mano hasta la pista, la acerque más hacia mí, mientras que bailábamos aquel bolero, suave le preguntaba, que si tenía novio, ella me dijo: No, tuve uno y mi padre lo corrió porque quiso pasarse de listo, yo le dije: ¿Usted acepta que yo valla a su casa?, ella dijo: Todo depende de mis padres, yo le dije ¿Qué tengo que hacer?, ella dijo: Tiene que ir y hablar con ellos. Era un reto bastante atrevido para mí. Pues nunca había pasado por tal experiencia, pero esta señorita seguía gustándome, cada momento más y más, y estaba casi dispuesto a todo. Yo le dije, voy a planear como hablar con ellos, ella dijo ¿Qué? ¿Qué pretende?, yo le dije: nada, por ahora ir a visitarte a tu casa, ¿si tu gustas?, ella me dijo ¡claro!, por mí no hay ningún problema. Aunque ella pensaba solo en estudiar, y quizá sus padres no permitirían que alguien la enamorara y le interrumpiera sus estudios; al fin y al cabo ella dejo que yo lo hiciera. Pues sentía en ella que le latía su corazón, al igual que el mío, y así ella se sentiría más segura de que su mamá no la indagara, con quién andaban y donde estaban. A mi amigo Oscar sus padres ya lo conocían, pues hacía tiempo los visitaba como un amigo, pues las dos familias tanto la de Oscar, como la de ellas ya se conocían.

La noche continuaba ligeramente, estábamos tan entretenidos, y tan felices que no nos dábamos cuenta de la hora, hasta que Edelmira pregunto, ¿Qué hora es?, Oscar dijo: ¡esta temprano! son las once; al escuchar ellas la hora, se pararon como picadas por un animal, y dijeron: nos tenemos que ir, y fueron saliendo, mientras que Oscar y yo llamábamos al mesero para cancelar la cuenta. Las alcanzamos casi a la salida de la fuente, sabíamos que éramos culpables por su tardanza, pues esto podría empeorar las cosas para que las dejaran salir más adelante. Ellas nos llevaban casi a paso apurado, notábamos su preocupación por llegar tarde a su casa, de repente, se me vino una buena idea, como Oscar era conocido por los padres de ellas, le dije a Oscar, arrimemos hasta la casa de ellas y a ti te conocen, les pedimos disculpas por la tardanza y así no las regañan.

Efectivamente así fue, los padres de ellas, justo estaban sentados refrescándose en el andén de su casa, la visita que habían tenido, hacía poco se habían ido, nos fuimos acercando a aquel anden donde estaban ellos; Oscar saludo con una vos fuerte y segura, ¡Buenas noches!, sorprendiéndose ellos por nuestra llegada, contestaron ellos: Buenas noches, y antes de que Oscar continuara, la mamá de ellas, dijo: ¿Dónde estaban? ¿Porque se demoraron tanto?, Oscar contesto: las encontramos en el parque y las invitamos a una fuente, y ella contestó: ¿Y así estaba de bueno, que se demoraran tanto?, todavía esta temprano, contesto Oscar. Magnolia casi interrumpiendo, me presento como amigo de Oscar, y que ellas ya me conocían, porque yo había venido el día de la integración a la caseta del barrio. Yo me presente ante ellos de mano, Henry Arboleda, Lilia Navarro, seguí Henry Arboleda, Juan De Jesús Zuleta, de repente, don Juan exclamo, ¿Acaso usted es hijo de don José Arboleda?;¿El constructor?, le conteste, sí señor, efectivamente, el nombre de mi padre, estaba a relucirse y venia en mi ayuda, gracias a que ya era reconocido en el pueblo, don Juan dijo: pues claro su papa es un buen maestro constructor, y esa casa que reformo al frente de la normal de señoritas quedó muy bonita y muy buena, yo conteste, gracias, pues yo también trabaje allí, y también mi hermano el mayor. La conversación se volvía interesante, olvidando el tema de la tardanza, las muchachas se entraron despidiéndose de nosotros y dándonos las gracias por aquella invitación, quedando solo los padres de ellas y nosotros, parados en ese anden, al instante Oscar, dijo: bueno, muchas gracias y disculpen la tardanza, contestando don Juan: por aquí a la orden muchachos, yo casi le contesto que volvería lo más pronto posible. Gracias a Dios, todo mi plan estaba saliendo a flor de piel, ellos ya me conocían, y nos despedimos, yo me despedí: Gracias don Juan son ustedes muy amables, y hasta mañana, que pasen buenas noches, nos fuimos retirando muy respetuosamente, Oscar me dijo: que tal te parecen, yo le dije, son muy formales, y ¿ellas?, dijo Oscar, yo le conteste: el amor está tocando a la puerta de mi corazón, y estoy dispuesto a abrírselo a esa niña, gracias a usted que me la presento, y así nos fuimos charlando camino a nuestras casas. Nos despedimos de nuevo le di las gracias a mi amigo Oscar.

Por el día miércoles la espere en las afueras de la normal, sorprendiéndose ella , ya que aquella normal era muy estricta y en aquellos tiempos no permitían que ninguna alumna luciendo los vestidos o uniformes se entrevistarán con hombres desconocidos o con sus novios por ser un colegio pedagogo, en el cual les enseñaban cómo comportarse, para más adelante, cuando salgan y si alguna quiere seguir la carrera del magisterio o profesora, tuvieran un buen ejemplo, para sus alumnas y una buena reputación para la normal de señoritas. De repente ella me dijo: ¿Qué haces aquí, estás loco?, ¿No ve que si me ven con usted me pueden castigar tanto en el colegio como en mi casa?, yo le dije: perdóname, pero tenía muchos deseos de verla, y además quería decirle que el próximo sábado la iría visitar a su casa. Ella contesto: está bien, ¿Y qué les vas a decir a mis padres?, yo le conteste: yo veré como me las arreglo con ellos, pero dígame de su parte ¿No hay problema?, ella contesto: estaré encantada esperando su visita.

La acompañe casi hasta su casa, me despedí de ella dándole un beso en su mejilla, enrojeciéndonos casi por completo los dos, sus amigas que iban casi cerca de ella, al ver que yo me despedí, y me alejaba, se les fueron acercando para elogiarla, o quizá hacerle alguna broma sobre mí. La vi alejarse, y de vez en cuando volteaba la cara, y alzaba sus manos en señal de despedida, yo me regrese para mi casa feliz y contento, pues todo me estaba saliendo bien, tal y cual como lo estaba planeando, pues nunca había sentido esa linda sensación, y ese deseo de tener una novia, ya lo bueno de todo era que me sentía casi correspondido, ahora tenía que idearme otro plan.

Llego el sábado, los nervios me atacaban de tal manera, que a ratos me hacían pensar que desechara aquella cita, pero mi corazón me decía que no, aunque no sabía con qué pretexto llegaría yo a tocar aquella puerta y preguntar por ella. En mi casa aunque todos lo sabían, que ya el muchacho estaba enamorado, no me atrevía a hacer ninguna pregunta, pues era un reto que me había buscado y tenía que hacerlo yo mismo, ya que me consideraba casi un adulto, llegaron las siete de la noche, estaba casi arreglado y perfumado, listo para aquella aventura, al ir saliendo les pedí la bendición a mis padres, costumbre que todos teníamos, me respondieron mis padres casi en coro: Dios lo bendiga, amen respondí en baja voz, pensé que me preguntarían para donde iba, pues estaban en todo su derecho, pero quizá por respeto no lo hicieron, además ellos ya sabían, pues mis hermanos de vez en cuando, comentaban en voz alta, y también mi comportamiento y la actitud con que me comportaba lo decía todo.

En el camino me eché la bendición, entre a una tienda y compre unos confites y especialmente una caja de chicles Adams, de las grandes, cosa que siempre observaba a mi hermano Eduardo, y veía cuando el novio de mi hermana Margarita le traía cada vez que le hacía visita. Por fin llegue a su casa, se me hizo corta la distancia, ya estaba frente a su puerta, respiraba profundamente, sostenía el aire y soltaba suavemente, esto lo hice por dos ocasiones, y decidí tocar con tres golpes suaves la puerta, al instante salió don Juan Zuleta, su padre reconociéndome al instante, lo salude extendiendo mi brazo fuerte, y le dije: Buenas noches, respondió: Buenas noches, y antes de preguntar por su hija, me dijo: siga, está usted en su casa joven, yo le dije: muchas gracias, es usted muy formal; di unos cuantos pasos y ya estaba adentro, aunque su casa no era tan grande, buscaba rápidamente con mis ojos, donde estaba Magnolia, y de inmediato se paró doña Lilia que estaba sentada con algunos de sus hijos, la salude muy formal, y ella me dijo: ¿Y ese milagro?, yo le dije: Pasaba por aquí; siéntese me dijo ella, don Juan dijo, sentémonos mejor allí en la sala para que me cuente de su papá como va con los trabajos. Ya sentados en los muebles de su casa, me relaje, y le respondía a don Juan, le está yendo bien, muchas gracias, por ahora le estamos trabajando al paisa Rafael y al señor Guillermo Lenis, eran personas muy distinguidas y respetadas del pueblo, tenían mucho dinero y propiedades, además ayudaban a la gente y generaban mucho empleo, se habían asociado comprando unas tierras por un corregimiento cerca a Zarzal, llamado Guasimal; don Juan dijo: Yo los conozco, ¿Qué le están haciendo?, yo le respondí que le estamos construyendo una casa, y unos corrales para el ganado en Guasimal; yo conozco por allá, ¡exclamo don Juan. Justamente por ahí vive una sobrina, esposa de don Carlos Osorio, ellos tienen una parcelita a orillas de la carretera, y unos trapiches paneleros, yo le conteste, que más o menos conocía, pero la finca de estos señores quedaba bien adentro de Guasimal; de pronto, doña Lilia habla y pregunta por mi madre, yo le di algunas descripciones de ella, relacionándoles con algunas vecinas de la cuadra donde yo vivía, les dije, ¿ustedes conocen a una familia Torres? Que el señor de la casa tiene una ebanistería, en la carrera novena entre calle diez y once, el dueño se llama don José Torres, y la esposa doña Berta de Torres, de inmediato casi con una voz alta, me contesto doña Lilia, ¡Pues claro¡, ellos son amigos de nosotros, y conocidos del mismo pueblo, de donde somos nosotros, hablo don Juan; usted ha oído nombrar a santuario, recalco, santuario Risaralda, pero poco conocía de mi país, pues estaba todavía muy joven, y nunca había salido de mi pueblo, le conteste, no señor, don Juan dijo: Ellos se vinieron primero que nosotros de por allá de esa región, nosotros hace como seis o siete años que nos vinimos, y por allá todavía hay más familia; muy bien dije, y repetí, yo vivo casi al frente donde ellos, en una casa de dos plantas, contesto don Juan: Oh! si la conozco, es una casa muy bonita, que tiene un balcón grande y su frente esta enchapado en azulejos grandes con granito pulido, le dije: si señor allí vivo yo, doña Lilia pujo, Juumm!, pero tienen dinero, ¿Esa casa debe de haber costado mucho? yo le conteste: La hicimos nosotros mismos.

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Henry y Magnolia[12]


[12] Década de los 70s, en un lugar de Zarzal, pueblo testigo de nuestro amor

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Ya habíamos entrado en confianza, ya mis nervios casi habían pasado, de repente entro Magnolia, en sus manos traía un pocillo con café, vestida muy linda, con ropa de salir, me levante y le dije: Buenas noches, correspondiéndome ella, y entregándome la tasa de café, se la acepte con el mayor de los gustos, gracias le dije, me lo tome muy despacio, agradecido les dije en voz alta, está muy sabroso, de repente Magnolia se sentó casi a mi lado, mientras colocaba el pocillo en una mesita de centro cerca donde estaba yo. De pronto hablo Magnolia, mamá ya terminamos lo que estábamos haciendo, podemos salir un rato con Edelmira que ya está lista también, yo no salía de mi asombro, por dentro me preguntaba qué era lo que estaba pasando, ¿Por qué? era ella la que estaba planeando prácticamente la salida al parque, doña Lilia dijo ¿Y a dónde van?, ella contesto, a dar vueltas y sentarnos un rato al parque; pero no se demoren, como hace ocho días, exclamo doña Lilia, recuerden que estas calles por aquí son muy oscuras y solas, yo casi interrumpiendo les dije, yo les prometo que las traeré temprano, solo vamos a caminar por ahí.

Las cosas habían salido mucho mejor de la que yo pensaba, Magnolia se paraba a contarle a Edelmira, que todo estaba listo, pues ella también tenía sus planes, para colaborarme quizá a que todo saliera bien; nosotros terminamos la conversación por esa noche, doña Lilia se paró primero, y salió para donde estaban su hijas, para darles quizás algunas recomendaciones; al poco tiempo salimos felices y dichosos pues ya había conseguido la primera salida, contando con el permiso de sus padres. Esa noche las lleve a otro lugar más romántico, en el camino le entregue la caja de chicles y los confites, cosa que los compartió con su hermana Edelmira, caminamos casi todo el centro del pueblo, conversando y planeando muchas cosas, de vez en cuando le tomaba su brazo, sintiéndome correspondido por ella, visitamos algunas fuentes de soda, escuchamos música, nos chupamos unos helados, disfrutamos sanamente de aquella noche, y antes que llegara la hora requerida por su madre, ya estábamos en su casa, esa noche no nos encontramos con Oscar, pero habíamos disfrutado mucho, le había contado mucho de mi vida, lo mismo ella me contaba sobre ella y su familia. Ya en su casa, su madre nos preguntaba cómo nos había ido, ella le contaba todos los sitios que habíamos recorrido, don Juan, estaba sentado con ella jugando cartas, y me dijeron ¿Sabe jugar cartas?, muy poco casi no soy muy aficionado a ellas, don Juan me dijo: ¿Usted sabe jugar fierro?, ¿Qué es eso? le dije yo; se sonrieron, y quizá entendieron que nunca había jugado cartas, dijo don Juan, a veces viene un amigo llamado Alonso, que apropósito también es constructor y nos enseña a jugar fierro, es muy divertido, aquí nos reunimos muchos de la familia y amigos a jugar, Hernando Caicedo el novio de mi hija Edilma es muy bueno para estos juegos, con el jugamos monedas y apostamos algunos centavitos, pero no muchos, para no mal acostúmbranos, así que lo invitamos para más adelante, yo les dije: Muchas gracias, vamos a ver si aprendo más adelante. Ya me sentía más tranquilo, me sentía como en casa, pues de veras, que empezaba a gustarme toda su familia.

De repente, entro un señor, con una señora joven, saludando muy efusivamente, y doña Lilia se paró y me los presento, me dijo: mi hija y mi yerno, yo los salude muy formalmente, y él me dijo Omar Castaño, y ella me dijo Otilia Zuleta. Poco a poco los iba conociendo, y notaba que también esta familia era numerosa como la mía, yo les dije: viven también aquí; no, me dijo Omar, vivimos como a cuatro casas de aquí, que bien les dije, les queda cerca para estar todos en familia, y donde esta Edilma que me han hablado de ella, contesto doña Lilia, ella está en Cali, salió ayer y viene mañana domingo, ahí me daba cuenta que era una familia compuesta por seis mujeres, y tres hombres, al instante dijo doña Lilia, mi hija Edilma, es la mayor, y trabaja en Colombina hace algunos años, y ella es la que nos ayuda a todas estas mujeres. Ella se vino primero que nosotros de Santuario, traída por un tío hermano de don Juan, y una tía hermana de doña Lilia, que se habían casado, y también vivían en Zarzal hacían varios años.

Exclama don Juan, y me dice: usted conoce a mi hermano José Zuleta, creo que vive cerca de su casa, él es peluquero vive más exactamente por la carrilera; yo hice memoria, y recordé una peluquería que mi padre solía mandarnos tiempo atrás a que nos recortaran el pelo, y luego él iba y cancelaba, porque nos mandaba de dos, en dos; yo le aclare que sí, era por la tienda Se Vende, si por ahí cerca. No lo podía creer, a medida que me describían toda su familia, yo la iba conociendo cada vez más y más; con todo, aquello noche había ido esplendida, los pocos minutos que me quedaban, Magnolia me invito a que nos sentáramos en los muebles de la sala, pues ya parecía que sus padres me habían aceptado como novio o amigo de su hija, todo salía más fácil de lo que pensaba. Compartí con ella unos cuantos minutos más, y le dije que tenía que irme, pues se estaba haciendo tarde, y yo también tenía quien me esperaba en casa. Mi padre también era hombre estricto, y él nunca llegaba tarde a casa, aunque ya me consideraba adulto, con mis dieciséis años, le tenía respeto a las reglas de la casa, recuerdo que mi padre decía, que para una persona ser mayor de edad, tenía que pasar de los dieciocho años y tener cedula de ciudadanía, y votar en las elecciones si era preciso. Me pare junto con ella, y me despedí de toda su familia, Magnolia me acompaño hasta la puerta, allí nos quedamos casi otros diez minutos, me atreví, y le di mi primer beso, correspondiéndome ella con la misma intensidad, ella me dijo, ¿nos vemos mañana? Yo le dije, si claro ¿A dónde?, ella me dijo en la iglesia, y así va a misa, a las seis de la tarde empieza; le quite otro beso y le dije, allí estaré, me despedí muy cariñoso, y le dije que pases buenas noches, y que sueñes con los angelitos; no me falles mañana, me dijo ella, yo le dije, te prometo que no te fallare de ahora en adelante, me fui alejando de ella, y se quedó mirándome hasta que doble en la esquina. Me sentía el hombre más feliz de la tierra, pues en verdad había llegado el amor a mi vida, y muy temprano por cierto, a mi edad.

Al otro día domingo, yo rumoraba con mis hermanos, todo lo que me había pasado la noche anterior, cosa que mis padres con discreción escuchaban todo lo que me estaba sucediendo, solo mi padre en son de charla, decía, no estudie y trabaje, para que vea como es la vida, él lo decía porque estaba muy chamaco para empezar a alentar al corazón. También los rumores en la normal de señoritas, se le iban formando a Magnolia, sus amigas más íntimas empezaban a burlase y hacer sus comentarios, aunque para ella como para mí era lindo tener esa sensación dentro en nuestros cuerpos, yo empezaba a tener más orden en mi vida, ya quería mantener bien vestido, bien peinado, y si era posible bien perfumado, todo iba tomando otro rumbo en mi vida, no me perdía ninguna cita con ella, en ocasiones llegaba primero o minutos antes al lugar de encuentro, aunque casi todas nuestras citas empezaban en la iglesia del barrio Bolívar, en muchas ocasiones le guardaba puesto a ella y su familia, ya que aquella iglesia solía llenarse mucho para los fines de semana, por los feligreses que bajaban de veredas y caseríos a mercar al pueblo no se regresaban hasta no escuchar la misa.

Nuestro noviazgo llevaba pasos gigantescos, hasta que llegaron tanto a familiarizarse las dos familias, que se visitaban muy a menudo. Más adelante entre a reemplazar a mi primo Fernando Arboleda, que trabajaba en un almacén o miscelánea llamada Monterrey, del señor Alfonso Libreros, allí se vendía de todo, desde ropa, joyas, perfumes, abarrotes, pero se caracterizaba más por la venta de licores, y hacíamos domicilios en un triciclo, cuando pedían especialmente cerveza, a las tiendas o establecimientos públicos. Fernando se unía al clan de constructores de mi padre, ya tenía mucho conocimiento también de aquella materia, su padre Lázaro, y él, se habían quedado de lleno a vivir con nosotros en la casa de mis padres, aceptando nuestra madre y criándolo como a un hijo, y nosotros lo tomábamos como otro hermano más, vivíamos felices, era una familia numerosa pero ya nosotros íbamos creciendo y trabajando ya nos estábamos formando como hombres responsables gracias al ejemplo que nos daban nuestros padres.

Mi noviazgo seguía viento en popa, ya llevábamos como dos años de relación, para ambos parecía que habíamos alcanzado el cielo con las manos, ya sus padres me habían dado toda su confianza, la cual nosotros respetábamos al pie de la letra. Cuando llevaba varios meses trabajando en ese almacén, me había ahorrado unos pesitos y quise darme un paseo, mi pensar era viajar y conocer Medellín, casi todo lo tenía planeado para un fin de semana, yo venía hablándole a Magnolia de este viaje, lo mismo a mis padres, quería hacerme una aventura; por esos días ya había cumplido mi mayoría de edad, estaba adquiriendo mi cedula de ciudadanía, ya me sentía casi un hombre, también nos habíamos presentado para el ejército militar, junto con mis primos, los hijos de mi tío Aquilio; no me llevaron porque nos presentamos tres primos y solo se llevaban uno de la familia, escapándome yo de esa, ya que Eduardo, nos hablaba que eso era muy duro, y no solo eso, era un verdadero perder el tiempo. Mi padre me ayudó a pagar aquel documento, nos decían que si pagábamos pronto, nos salía más económico, así lo hicimos y pronto tenía ya mi libreta militar y mi cedula de ciudadanía, ya me sentía un hombre completo, con todos mis documentos al día. Magnolia se alegró por mi suerte, quizás mi suegra no porque nos veía muy enamorados y temía que su hija no terminara sus estudios. Yo seguí con mi plan de mi paseo por Medellín, cuando en esos días, había llegado un amigo hijo de un vecino de mis padres, y además compadres, que estaba haciendo el curso para la policía en Bogotá, y al visitarnos se enteró que yo salía para Medellín esa misma semana, dañándome mis planes, y diciéndole a mis padres que mejor me fuera con él para Bogotá, que él me enseñaría la ciudad y que además no correría peligro al irme solo para Medellín, mis padres me decían que era mejor que le aceptara aquella invitación, pues así quedarían ellos más seguros de mi aventura o paseo que iba a realizar.

Por ultimo acepte, pues los instintos de madre cuentan mucho y por verla feliz era mejor aceptar. Llego el día de nuestra partida, para ese entonces me había ahorrado como ochocientos mil pesos, era mucho dinero, y más para un joven inexperto y poco conocedor de la vida, ya me había despedido de la novia, ya rumorábamos matrimonio, éramos un par de adolescentes que no sabíamos ni lo que hablábamos, debido a que estábamos tan enamorados nos creíamos todo; ella seguía con sus estudios pues le faltaba poco para terminar sus estudios de normalista, y yo seguía con mis trabajos de construcción al lado de mi padre y hermano. Mi madre me echaba la bendición y me deseaba buena suerte, salimos como eso de las cinco de la tarde, la ruta a Bogotá era por la Uribe, pueblo que hace cruce para varias ciudades y va para el interior del país; nos gastaríamos como nueve o diez horas de camino. Cuando llegamos a la Uribe, Álvaro Torres empezó diciéndome que le comprara el pasaje, que él me lo daría en Bogotá ya que su sueldo no se lo habían dado porque él estaba por fuera de la institución, yo inocentemente empecé corriendo con algunos gastos más, pues él me prometía pagarme todo en Bogotá. Llegamos como a las cuatro y treinta de la madrugada, el frio empezaba pegarme fuerte, lo que yo usaba de abrigo no era suficiente para aquella temperatura tan baja que sentía después de venir de tierra caliente, además iba a la merced de este amigo. Por haber llegado tan temprano las rutas de los buses no estaban en circulación, habría que esperar hasta las seis de la mañana que empezarán a circular los buses urbanos, el me propuso que pagara taxi hasta donde él tenía que llegar primero y presentarse para luego el ubicarme en un hotel o pensión mientras que el salía. Apenas llegamos a un cuartel o caí de la policía, el superior le ordeno que tenía que uniformarse y cubrir algunas zonas que le correspondían en la mañana, quedando yo solo en aquel cuartel o CAI, prestándome el policía de turno un camarote que estaba en un rincón de aquel establecimiento para que yo descansara mientras el regresaba del turno que le habían asignado. El regreso como a las cinco de la tarde, el compañero de turno me había comprado algunos alimentos y eso porque yo le había dado el dinero, estaba asustado al verme tan solo pero lo único que me conformaba era que estaba bien cuidado por la policía, el llego excusándose diciéndome que él no esperaba esto, yo le creía todo lo que él me desea ya que mi familia y yo creíamos en él, se cambió rápido y me dijo que cogiéramos otro taxi hacia el centro de la ciudad, llegamos y nos bajamos por los lados de San Victorino o San Andresito, era una parte céntrica de la ciudad pero no muy llamativa. Al momento se ubicó y encontró un hotel, no muy bueno y me hizo registrar, y allí empezaba ya a mostrar mi documento de identidad con mi cedula y mi libreta militar, allí volvió y me dijo que le prestara cien mil pesos que al otro día me pagaría todo junto, como persona inocente, primer vez que salía de la casa, confiado de aquel amigo que no me engañaría ni me dejaría por ahí tirado, le iba soltando el dinero sin ninguna desconfianza, él me prometía que al otro día vendría por mí y me llevaría primero a conocer el alto de Monserrate. Confiando en él me dejo allí en ese hotel y nunca más regreso, yo salía solo a los alrededores de aquel viejo hotel, no me alejaba mucho pensando de que en algún momento podría llegar él, y si no me encontraba pensaría que me había perdido y quizás llamaría a la casa y asustaría a mi familia, lo espere como dos días más, lo que había conocido de Bogotá era muy poco, no más que los alrededores de aquel sector, de repente me encontré con la estación de la Flota Magdalena que quedaba cerca donde me había quedado, no vacilando en ningún momento me acerque a estas oficinas y pregunte a qué horas salía bus para Cali, ya que era el único bus que me llevaría de regreso a la Uribe, llevándome la buena sorpresa que en una hora saldría ese bus, corrí feliz hacia ese hotel, pague lo que debía, recogí mi equipaje y me regrese a aquella flota de buses que me traería de regreso a mi casa. Por fin llegue a mi pueblo, estando ya en casa, empezaron a rodearme mis hermanos, y mis hermanas para que les contara como era esa ciudad de que tanto se hablaba en el Valle y que es, la capital del país. Cuando mi madre empezó a interrogarme como me había ido empecé a redactarles paso por paso lo que me había sucedido, quedando todos anonadados de lo que me había sucedido con ese amigo tan de la casa y quedando frustrado mi paseo por Medellín que era mi mayor anhelo.

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Parque Gaitán[13]

Mi vida seguía igual, seguía trabajando con mi padre, mi relación con Magnolia seguía a flor de piel, enamorados como dos tortolitas que ya pensaban en matrimonio y nada más. Yo seguía haciéndole visita todos los fines de semana y una que otro día de la semana, pues ella aún no había terminado sus estudios, aunque ya faltaba para graduarse; nos veíamos cada que teníamos oportunidad, al salir del colegio, o en cualquier salida que ella tuviera que hacer en la calle, o en los días de mi visita que sus padres me permitían llegar a su casa, cada vez iba adquiriendo más y más conocimiento en la construcción, mi hermano me enseñaba y me iba perfeccionando cada día más y más, aunque muchos


[13] 1: Mercado público de Zarzal en la década de los 30s. 2: ahora en el mismo sitio Parque Gaitán

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la ven como una profesión pobre y no calificada, no como la de un ingeniero, o arquitecto; mi padre y mi hermano Eduardo la hacían valer con dignidad y respeto, además lo hacíamos con amor y seriedad, ya que era nuestra forma de ganarnos la vida y el sustento para nuestras familias, también así fue que él logro adquirir tanto prestigio y renombre en aquel pueblo de Zarzal, y regiones del norte del valle del cauca, muchos ingenieros y arquitectos adquirían sus servicios para hacer obras de renombre, y así poníamos nuestro apellido en alto.

Mis padres tenían unos compadres que vivían en la misma cuadra, cerca de nuestra casa, ellos eran los padrinos de unos de mis hermanos menores, Jhon Jairo, y por esto había una estrecha relación, entre las dos familias, Libardo Rúa, y Marlene Domínguez, también tenían varios hijos, y eran nuestros compinches tanto de colegio, como de vecindad con todos mis hermanos menores. Don Libardo, tenía un buen trabajo en la fábrica de dulces Colombina, la gente que venía de otros pueblos se enganchaban a trabajar en esta empresa, que pagaba todos los servicios prestados, y que además iba teniendo mucho renombre en el Valle del Cauca, y hasta el interior del país, mi padre le había pedido en conversaciones anteriores, que me ayudara a entrar a esta empresa, contestándole don Librado que el requisito mayor era tener todos los documentos en regla, mi padre le decía que ya los tenia, él le dijo que iba a tratar de hacer todo lo posible para vincularme en esta empresa. El tiempo iba pasando, Magnolia y Edelmira por fin terminaba sus estudios, nuestro noviazgo cada día cogía más fuerza, sus padres celebraban con júbilo aquel logro alcanzado por ellas, y uno de los mayores regalos para ellas, era que las mandaran a pasear a Santuario su tierra natal.

Después de terminar sus estudios y haber paseado por sus tierras natales, Magnolia, y Edelmira, cogieron sus diplomas y sus papeles personales y los llevaron a Cali, más concretamente a la gobernación, para radicarlos y esperar que las nombraran si tenían suerte como profesoras de escuela, que eran lo que habían estudiado. Mientas tanto pasaban los años y nuestro noviazgo seguía firme. Edelmira se puso a trabajar voluntaria en una casa conservadora, como secretaria, tratando de que con la política, pudiera más adelante salir favorecida en algún trabajo o algún político le ayudara a agilizar los papeles que habían radicado en la gobernación, y la pudieran nombrar pronto como profesora. Magnolia, seguía en su casa colaborándole a su mamá en los quehaceres del hogar, también en espera de su nombramiento. A Edilma por fin le llegaba la fecha de su matrimonio, con Hernando Caicedo, ya tenían todo preparado, era diciembre del setenta y tres, poco me relacionaba con ellos ya que Edilma trabajaba las doce horas, diurna o nocturna, y Caicedo permanecía en Cali, porque trabajaba en la Hitachi, de técnico de televisión, y poco los veía. Les llegó la hora, era una noche hermosa para ellos, ya estaban listos y preparados para recibir la venerable bendición de Dios, a la casa de doña Lilia, había llegado mucha familia de diferentes partes, Medellín, Cali, Santuario y otras partes más, había muchos invitados que se unían a este majestuoso evento, al novio lo conocía casi toda la familia Zuleta y Navarro, pues ya llevaban más de cinco años de noviazgo, y él tuvo la oportunidad de conocer toda esta linda familia.

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Normalistas del colegio Nuestra señora de las Mercedes, 1974 [14]


[14] Grado de Magnolia y Edelmira. Doña Lilia orgullosa del grado de sus hijas, en compañía de sus novios Hernando, Henry y el hippie Jairo Echeverry

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Boda de Edilma y Hernando[15]

Magnolia y Edelmira, se habían vestido hermosísimas, recuerdo que por aquel tiempo, la moda era de los peinados altos o en torre, yo era uno de los invitados especiales por ser novio de la hermana de la agasajada, me había comprado unos pantalones bota campana, ceñidos a mi cuerpo, ya que era demasiado delgado, los hacia lucir despampanantes, con mis zapatos tacón alto, lucía a la moda. La relación de Edelmira y Oscar Zorrilla, hacía mucho tiempo se había roto, ya que Oscar era hombre poco serio para llevar una relación larga y extendida. Edelmira por ese entonces se había cuadrado con un joven Zarzaleño llamado Jairo Echeverry que estaba terminando su carrera de agrónomo en la ciudad de Armenia, y en ocasiones nos encontrábamos los cuatro y salíamos a rumbear o alguna que otra fuente de soda, Jairo usaba el pelo largo, se familiarizaba mucho con los hippies de ese entones, no era muy apetecido por esta familia Zuleta pues ellos eran muy dados a la antigua


[15] Con las manos entrelazadas jurándonos amor en la boda de Edilma y Caicedo, en casa de doña Lilia

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de esa época; todos los invitados llevábamos un look nuevo que mostrar. Después de haber recibido la bendición y Dios haberlos declarado marido y mujer, terminada la ceremonia, todos los invitados felicitábamos aquella pareja en la iglesia. Ambos estábamos alegres y radiantes, salimos con ellos en desfile por las calles del pueblo, rumbo a su casa, pues nos esperaba una tremenda fiesta acompañado de un sabroso banquete, vino y champaña. La casa era demasiada pequeña para tanto invitado, ahí me daba cuenta de tan numerosa familia que son los Zuleta Navarro, solo con ellos se llenaba la casa, las fotos, llovían por todos lados, Magnolia y yo casi no nos perdíamos ni un disco de baile, no nos separábamos por nada en el mundo, fue una noche linda de muchos recuerdos, tanto para los novios recién casados, como para nosotros, que ya soñábamos a grandes rasgos y veíamos nuestro futuro ya marcado y muy cerca. La fiesta termino casi a la madrugada, mi familia, que también habían sido invitados, ya se habían retirado para la casa, yo todavía me quedaba al lado de mi único amor, casi en las horas de la madrugada me despedí de ella para que pudiera descansar, porque sus zapatos nuevos le habían sacado peladuras en los pies de tanto bailar. Fue una noche inolvidable, yo tenía que madrugar porque mi padre y Eduardo tenían mucho trabajo.

El tiempo pasaba, nuestro amor se aferraba cada día más, yo la visitaba casi todos los días, como ella había terminado ya sus estudios, mi suegra no podía resistencia a que la visitara, no había disculpas para que dijeran que yo le quitaba tiempo para sus estudios, pues ella estaba en espera de su nombramiento.

Un día llamaron a mi padre para la reforma de una casa, a pesar que había tanto trabajo, mi padre y Eduardo se dividían, para coger varios frentes de trabajo, yo empezaba a unirme al combo de Eduardo, ya me pagaban tal y cual se ganaba un oficial de construcción, ya ganaba más y hasta me quedaba para ahorrar algunos pesitos, que los iba acumulando para mi futuro matrimonio. Magnolia y yo, ya veníamos hablando de este tema, en ocasiones le daba dinero a ella para que lo guardara o si quería podría ir comprando las cosas necesarias para el matrimonio, cosa que nadie se enterara de esto. Cuando ya tenía una cantidad razonable, me fui para uno de los mejores talleres de fornituras metálicas, y mande hacer todo el juego de alcoba; mi padre se enteró de esto y viéndome tan joven e inexperto me llamo la atención y por mucho que me aconsejaba yo no le hacía caso, pues en realidad estábamos ciegos de amor, y creíamos que con solo comprar algunas cosas importantes para el matrimonio, teníamos para toda la vida, pues yo había visto a Eduardo, y a Margarita, hacer casi lo mismo; habían comprado antes de casarse algunas cosas para el hogar, creía que ya sabía lo que era un matrimonio. Mis hermanos tenían poco tiempo de casados, yo los veía felices, y no se les notaba ninguna necesidad, pues yo creía que así era para todo el mundo, la ceguera del amor no nos hace entender experiencias de los mayores, aunque ninguno de ellos tenían nada para lamentarse sobre el matrimonio, y además yo no aceptaba ningún consejo; trabajaba cada día más duro y seguía ahorrando para hacer realidad aquel sueño.

Por aquellos días, una amiga de Magnolia, que se había graduado con ella, le había salido un nombramiento para Guacari, para trabajar en una guardería infantil, que habían puesto en la normal de señoritas de aquel pueblo, rechazando ella este nombramiento, se lo cedía a mi novia, y ella agradeciéndoselo feliz y contenta lo acepto, pero que tenía que irse a quedar viviendo o viajando cada ocho días en aquel pueblo. Felices las dos familias tanto la de ella como la mía, por esta separación tan repentina, porque ellos pensaban que hasta ahí duraría nuestro romance, nos aferrábamos más y hacíamos que cada ocho días que nos encontrábamos se compenetrara más nuestro amor fiel y sincero. Sufríamos, ella aceptaba su primera responsabilidad, no aflojaba el trabajo por nada en el mundo, a veces se nos hacían eternas las semanas, pero esto hacia que nuestro amor creciera más y más. Después, ella notaba que el poco dinero que se ganaba no le alcanzaba para viajar cado ocho días y pagar su alimentación, además el fin de semana me lo dedicaba a mí y no le quedaba tiempo para preparar las clases de la semana siguiente, todo se nos estaba complicando; en ocasiones ella no podía viajar, yo subía hasta Guacari y nos veíamos a solas en diferentes lugares de ese pueblo, porque donde ella se hospedaba era una casa de familia de mucho renombre en el pueblo y no permitían que ella llevara su novio. El tiempo iba pasando, la angustia para los dos se volvía más tensa, ella ya llevaba algunos meses de trabajo, se había acoplado a esos niños, a pesar de ser tan joven pasaba la prueba, se daba a querer de los demás profesores, madres de familia, rectores y hasta donde vivía; ya empezaba a gustarle su profesión como profesora, sus padres estaban orgullos al ver a su hija ya casi establecida con su trabajo, el esfuerzo que habían hecho para que estudiara no era en vano, y no podíamos olvidar aquella situación de nosotros, teníamos que ir aceptándola poco a poco, aquel amor tenía unas raíces verdaderamente fuertes y bien establecidas, las fortalecíamos cada vez que nos encontrábamos y la alimentábamos con el puro y sincero amor.

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Jardin de la Normal de Guacari[16]

Esta separación hizo que yo agilizara más mi proyecto y aumentara más mis ahorros pues ya teníamos casi todo lo necesario, todo lo hacíamos a escondidas de sus padres, solo nos faltaba su vestido y mi vestido, ya habíamos marcado una fecha, en una ocasión fuimos a escondidas y hablamos con el cura del barrio Bolívar donde se había casado su hermana y mis hermanos, el cura nos dijo que primero teníamos que hacer un cursillo prematrimonial con un juez que daba unas clases los fines de semana en la normal de señoritas, justo donde Magnolia se había graduado casi un año atrás, nos inscribimos y ahí fue cuando sus padres se enteraron que nosotros estábamos en vísperas de matrimonio; pase tremenda vergüenza, yo les explicaba a ellos, que pronto les íbamos a avisar, ellos pegaron el grito al cielo, pero ya era tarde, porque nosotros teníamos casi todo preparado y comprado, estábamos


[16] Magnolia adaptándose por primera vez a los niños de prescolar

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verdaderamente locos de amor y de hacer realidad esos tres años de una relación pura y sincera. Hicimos aquel famoso cursillo que nos exigía el cura, aquel señor nos enseñaba, que el matrimonio no era un juego, que los altibajos y obstáculos que nos íbamos a enfrentar eran muchos, que era verdaderamente una responsabilidad de ambos que no podíamos jugar con ello; era un juez con mucha experiencia y además ya tenía casi veinte años de casado y nos hablaba con mucha propiedad, nosotros quizá solo veíamos por los ojos del amor, vivíamos la inocencia plena de la juventud.

Nos dieron el certificado de aquel famoso cursillo, a los pocos días lo llevamos donde el cura para ir cumpliendo todos los requisitos que nos exigían para podernos casar, el cura nos mostró un libro grande donde asentaba las fechas de los matrimonios, bautizos, misas, etc. todo lo concerniente a lo que se celebraba en esa iglesia, notamos que la lista de jóvenes que habían para contraer matrimonio era grande; puso la fecha para el catorce de agosto del mismo año de 1976, fecha que coincidía con su primeras vacaciones de trabajo, y desde la fecha en que nos inscribimos a la que él nos asignó, solo faltaba como cinco semanas. Magnolia yo seguíamos trabajando incansablemente, ya casi era una realidad aquel sueño, ella había mandado hacer el vestido blanco donde una amiga de su madre, yo todavía no había comprado el mío, los días se nos venían encima, pues no habíamos anunciado mucho ese matrimonio a los familiares ya que nuestro mayor deseo era casarnos y salir fuera del Valle del Cauca; ya había comprado lo pasajes en avión, Pereira – Medellín, Medellín – Pereira, decisión que habíamos tomado en vez de hacer una fiesta y gastar dinero en cosas innecesarias, preferimos con ese dinero disfrutar una hermosa luna de mil en Medellín, tierra de la eterna primavera.

Faltaban solo cinco días para ese esperado y anhelado compromiso, yo todavía no había comprado mi vestido, mi novia ya tenía casi todo, yo estaba en espera de terminar pronto unos trabajos que había iniciado y faltaba poco para finalizarlos, pues ese dinero lo tenía destinado para comprar mi vestido para el matrimonio; trabajaba hasta los domingos, consistía en encielar una casa completa en las afueras del pueblo vía Roldanillo, tenía mis nervios casi de punta, casi me atrevo a decir que hasta miedo tenía, pero era un miedo diferente, era dar un paso hacia el futuro incierto, hacia algo desconocido, pero que lo anhelaba con todas las fuerzas de mi corazón. Mis padres también empezaban a sentirse nerviosos, era porque ya faltaban pocos días y yo no había comprado mi vestido, ya era jueves, ocho de la noche, estaba terminando mi compromiso, y el patrón nada que llegaba para recibirme y darme el resto de dinero que me adeudaba; lo espere, hasta que por fin llego, esperaba que no me fuera a poner ninguna objeción por mi trabajo pues lo había hecho con mucha atención y cuidado, eran los primeros pasitos que estaba dando como contratista de obras pequeñas, gracias a Dios todo salió bien, hasta me felicitaron por este trabajo, me cancelo y quedamos programados para otro trabajo.

Al otro día, muy temprano salimos para Buga, me acompañaba mi papa, y Eduardo, mi padre tenía buena experiencia sobre estos trajes, pues él solía vestir muy bien y de vez en cuando usaba este tipo de vestir; Eduardo había escuchado que en Buga se conseguía mejor este tipo de vestidos enteros. Por fin llegamos a este pueblo, lo primero que hicimos fue buscar la iglesia del señor de los milagros, llegamos, y lo primero fue arrodillarme para darle gracias a Dios por permitirme ese sueño que le había pedido con mucho amor y con mucha fe y que muy pronto se haría realidad; salimos de allí y empezamos a buscar en los mejores almacenes del centro de Buga, un vestido que pegara con mi edad y mi personalidad, por fin encontramos el famoso almacén Valer, en los bajos de un viejo edificio del centro, frente al parque principal; me sentía asustado y nervioso porque pensaba que solo allí entraban personas ricas y adineradas para comprar ese tipo de prendas. La presencia de mi padre y la de mi hermano hacían que inmediatamente el vendedor saliera a ofrecer sus servicios, a la orden, dice el vendedor, mi padre contesta, buscamos un vestido completo para este joven, el tipo me mira y me dice, que colores le gustan al señor, enséñeme los que tiene, dije; llevándonos a un rincón del almacén y enseñándonos todas las gamas y colores que tenían, no se nos hizo difícil encontrar aquel traje, ya que había mucha variedad para escoger; me medí unos cuantos, me decidí por el que me gustaba y pronto salimos de allí, ya se nos hacía tarde para regresar, los últimos buses salían como a las siete de la noche. Feliz con mi traje en la mano mi cabeza me daba muchas vueltas, ya no me quedaba dinero para aquel viaje de luna de miel porque había comprado mi traje de pie a cabeza

Regresamos a casa, al otro día ya era viernes, solo faltaba un día y toda mi familia estaba súper nerviosa porque mi madre sabía que ya me había quedado sin dinero, ese viernes visite mi novia como última noche de novios; en su casa estaban más nerviosos que en la mía, Magnolia me preguntaba cómo nos había ido en ese viaje a Buga , contestándole que todo había salido de maravilla, que solo nos quedaba un día para cerrar con broche de oro aquel sueño de jóvenes inexpertos que queríamos unirnos al sacramento eterno del matrimonio. Ella también estaba nerviosa, sus dos hermanas mayores, ya casadas, la preparaban, le hablaban mucho de sus experiencias ya vividas, y yo lo poco que escuchaba de mis hermanos, amigos y mis suegros, especialmente doña Lilia, era que no salían de su asombro, de lo rápido que todo había pasado, la forma en que nosotros habíamos planeado todo, habíamos salido más listos que otros, y aunque llevábamos las cosas muy a la ligera, todo estaba saliendo bien, gracias a Dios. Ultimamos los detalles, parecía que no se nos escapaba nada, me despedí de esa última noche de novios; Magnolia me despidió como de costumbre, acompañándome hasta el portón de su casa, nos dimos los últimos besos de solteros, y le dije, hasta mañana mi amor, que sueñes con los ángeles y les des las gracias por permitir que este amor llegara hasta la culminación del matrimonio, ella me contesto, hasta mañana mi negro, duerma y descansa que mañana sellaremos este amor con la bendición de Dios. Me fui alejando, y ella se quedaba allí parada viéndome doblar la esquina ansiosa también a que llegara ese otro día como yo lo estaba esperando.

Al otro día mi padre, preocupado me preguntaba, que iba a hacer sin dinero para ese viaje de luna de miel, casi me decía que renunciara al viaje para no quedar mal, pero yo no podía, pues la había ilusionado y hasta yo anhelaba ese viaje, además ya teníamos los tiquetes comprados.

Mi padre viendo la insistencia mía, y lo seguro que yo estaba, y que ya faltaban algunas horas, me decía: no sé cómo te las vas a arreglar pero todavía estas a tiempo de desistir de ese viaje, casi un poco disgustado, pero muy nervioso. Mi madre empezó arreglar mi vestido, ya tenía mi camisa blanca aplanchado, y mi traje listo, encima de la cama, mi pequeño equipaje ya estaba arreglado para llevarlo esa noche a la casa de los suegros y así tener todo listo para el domingo salir en la madrugada en el primer bus que salía para Pereira, porque el vuelo lo teníamos para las ocho de la mañana. Magnolia y yo, sabíamos que no haríamos fiesta, solo un pequeño brindis entre las dos familias y eso sería todo. Cinco de la tarde, toda mi familia estaban casi lista, mis hermanas y hermanos se habían puesto bien bonitos, yo aún no, estaba tratando de coger todo con calma, porque en realidad no sabía que hacer sin dinero suficiente para aquel viaje, empecé a vestirme sin prisa, ya solo me faltaba el nudo de mi corbata, mi madre llamo a mi padre para que me colaborara con esto, pues él solía hacer muy bonitos nudos, a menudo en fiestas o eventos especiales el utilizaba este tipo de trajes, todos mis hermanos y hermanas se cruzaban de un lugar a otro terminándose de dar sus últimos retoques, había un nerviosismo y una tención total en toda la familia y ya cuando estaba casi listo, Eduardo me trajo un aguardiente doble, para que me lo tomara y bajara mis nervios, pues me veía demasiado tenso; él había pasado por lo mismo. Mis hermanas me hacían como un pequeño examen oral de cómo tenía que responder al cura, cada vez que él me preguntara, y también como tenía que colocar la argolla de novia, y en que dedo. Mi madre me llamo a solas y abrazándome me dijo, hijo llévate contigo esta bendición, y te deseo toda la suerte del mundo; casi arrodillado ante ella, le di las gracias y me bendijo, mi padre hizo lo mismo, pero algo diferente, me abrazo y luego metió en el bolsillo de mi saco algo, y me dijo, sé que lo necesitas. Abrasándome me dio su bendición, le agradecí, no sentí al instante que me había echado, pero sabía que él me apoyaría, y me sacaría de este apuro en que estaba.

Seis y veinte de la tarde, ya casi se nos hacía tarde, pero confiados, porque de la casa a la iglesia, solo quedaba unas cuantas cuadras, me eche la bendición y salimos como en caravana abrazado al brazo de mi madre que me llevaba hacia aquel compromiso que había pactado y que lo anhelaba junto con aquella novia que había conocido casi tres años atrás. Atrás venia mi padre, y todos mis hermanos y algunos vecinos; los otros se asomaban y me levantaban la mano en señal de felicitaciones, yo iba muy alegre y seguro al lado de mi madre. Llegamos a la iglesia, entramos y ya habían dos parejas junto al atrio del altar, esperando también aquella bendición, Magnolia no había llegado aún, la iglesia estaba casi llena, de repente llegaron dos parejas más que venían a recibir el sacramento del matrimonio ya eran muchos los que nos casaríamos esa noche, la iglesia se llenaba más, y más; Natali, el organista de la iglesia entonaba la marcha nupcial, mientras que Magnolia no llegaba, de repente toda mi familia se puso de pie y me llamaron la atención que saliera a recibir a la novia, mi madre me tomo del brazo y abrazados salimos al encuentro donde estaba ella parada en entrada de la iglesia acompañada con toda su familia y abrazada al lado de su padre don Juan, que la sujetaba en son de espera y entrega, no le perdía la vista, estaba más linda que nunca, parecía como una princesa salida de la nada que me esperaba en aquella puerta, el sol de la tarde no se había ocultado, todavía alumbrando aquel encuentro que sellaríamos esa noche con la bendición de Dios.

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14 Agosto de 1976, Bendición de nuestra unión por el padre Hernán Toro[17]

Mi madre me entregaba a ella, como su padre me la entregaba a mí, yo le extendí mi brazo derecho, y ella se dejó avanzar hacia mí, alcanzando mi mano, no habían palabras, yo doble mi brazo derecho para que ella se sujetara a mí, el organista aumentaba el volumen de su órgano, tocando aquella bella melodía, avanzamos muy lentamente hacia el


[17]En la iglesia Nuestra señora del Carmen, con los pajecitos mi hermano Jhon Jairo y mi cuñada Liliana Zuleta

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interior de la iglesia, la gente nos observaba con mucho detalle, la lleve junto al altar donde habían cuatro matrimonios más y yo me ubicaba con ella casi en el medio de ellos, ya estaba el padre esperando que nosotros nos acomodáramos porque ya se le hacía tarde, debido a que él tenía que celebrar otras misas después de estos matrimonios. El padre se acercó dónde estábamos todos nosotros, y en voz baja, nos preguntaba que si ya todos nos habíamos confesado, varios le dijimos que no, él nos dijo, arrepiéntanse de sus pecados, y recen mentalmente un padrenuestro. Magnolia me miro un poco sorprendida y me dijo: yo ya me confesé; me sonreí nervioso y le dije que no había tenido tiempo, invoque el nombre de nuestro señor, cerré mis ojos por unos segundos y le pedí perdón por todos mis pecados, y al mismo tiempo le daba las gracias por permitir el sueño que teníamos, y hacerlo realidad. El padre empezó la misa, con un saludo para nosotros, y para los feligreses que presenciaban aquel encuentro con Dios, ya el cura habiendo leído el evangelio que le correspondía, y explicándolo todo, se acercó dónde estábamos en grupo, el empezó a preguntar a cada uno de nosotros, nuestras promesas matrimoniales, que si estábamos dispuestos a amar nuestras esposas, como Dios lo exigía, contestando cada uno de nosotros que sí, y después de habernos leído todas las promesas y mandamientos del matrimonio, y casi en el mismo momento, las cinco parejas seguimos a colocar la argolla de matrimonio, que nos habían traído los pajecito, como símbolo de lealtad y compromiso.

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Nuestra boda[18]

Yo veía en los ojos de Magnolia, mucha felicidad, sus manos le temblaban de nerviosismo, igual estaba yo, después de haber terminado nuestro pacto, el padre levanto su mano derecha, y nos bendijo, en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, los declaramos marido y mujer.


[18] Hermoso recuerdo de uno de los momentos más felices de mi vida, que si tuviera que volver a elegir, la elegiría de nuevo a ella.

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Nuestros padres[19]

Era un sueño hecho realidad, y hoy le doy gracias a Dios por haberme dado esta mujer, que si volviera a escoger me casaría de nuevo con ella.

Ya en Medellín, disfrutábamos de cada minuto, cada momento para nosotros parecía un sueño, íbamos conociendo mucho de la ciudad, Magnolia tenía tanta familia que hasta en ocasiones les llegábamos de sorpresa, don Benjamín Acosta, era un familiar que en una ocasión visitamos, nos dijo que nos saliéramos de pagar hotel que allí tenían una pieza desocupada para que nos quedáramos con ellos, nosotros les agradecíamos, pero por la privacidad, estábamos muy felices solos. Los días, se iban acortando, fueron tan hermosos que todavía los guardamos en el baúl de nuestros recuerdos. Nos despedimos de toda su familia quedándome encantado de ellos pues hasta serenata recibimos de la familia Acosta, tan numerosa y atenta; recogimos nuestro equipaje del hotel abordamos el avión y rumbo a nuestro Valle del Cauca, felices nos esperaban nuestra familias que nos chocholeaban y nos preparaban tremendos banquetes de comida de parte y parte.


[19] A la izquierda mis suegros Juan de Jesús Zuleta y doña Lilia Navarro, a la derecha mis padres José Arboleda y María Elena Marín

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Aeropuerto Internacional José María Córdova de Medellín[20]

La vida continuaba, mi padre nos tenía una alcoba preparada con todas las cosas que habíamos comprado, armario, peinador, cama, nochero, y hasta parte de vajilla que nos habían dado, mi madre había preparado esa alcoba como suite de hotel, la casa era demasiada grande.

A Magnolia se le cumplía ya los dos meses que tenia de vacaciones, seguía trabajando y viajando cada ocho días de Guacari a Zarzal, en ocasiones viajaba a diario, solo trabajaba media jornada según su reglamento y se venía a cumplir el rol como esposa; yo seguía trabajando con mi padre y Eduardo, este amor se alimentaba a diario como dos tortolitas. Al cabo de unos días, don Libardo Rúa, paso a mi casa trayéndonos la noticia que ya había hablado con el súper intendente de Colombina, sobre sobre mi posible integro a la fábrica, me traía hasta la cita con el jefe de personal, para el día siguiente a las diez de la mañana, mis padres y mi esposa se alegraban por esta noticia, pues mi madre anhelaba que yo tuviera otro tipo de trabajo, ya que ella decía que esto de la construcción no prometía nada para los jóvenes y nos quería ver en otro estatus mejor. Don Libardo me había dicho que cuando estuviera en la portería de Colombina, preguntara al portero por


[20] También conocido como aeropuerto de Rionegro. Allí arribamos para disfrutar de nuestra luna de miel

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él, que él me haría pasar y me llevaría personalmente al jefe de personal.

Efectivamente al otro día muy temprano ya estaba en la Paila, el bus en el que había viajado me había dejado cerca a la portería de aquella enorme fábrica, al acercarme allí, note que estaba llena de personas tratando apenas de conseguirse un formulario, o una cita para poder ingresar a la fábrica en busca de trabajo, habían personas de varias partes de Valle, Tuluá, Andalucía, Bugalagrande, Zarzal, etc. Hacia escasos minutos que había llegado, cuando escuche en medio de la multitud de gente que estaba buscando cita para más adelante una entrevista me llamaban con mi apellido, buscaba con mis ojos rápidamente quien me llamaba, y descubrí, que era un conocido de Zarzal que había trabajado con mi padre, Eduardo y nosotros en algunas obras que habíamos realizado en el pueblo, me le acerqué y lo salude muy formal y me decía que estaba desde las ocho tratando de conseguir que le recibieran los documentos, por si tenía suerte lo llamarían más adelante, pues ya había sacado todos los exámenes que estaban exigiendo el jefe de personal, yo me puse a pensar, por un instante de que exámenes me hablaba, y que era lo que tenía que hacer, luego le dije, es que yo tengo una cita para ahora con el súper intendente de aquí, el trato de sonreírse sobresaltado y me dijo, ¿Como la conseguiste?, respondí que un amigo de mi familia que trabaja aquí me la consiguió para ese día a las diez; el sorprendido me dijo, ¡mucho mejor!, anda dile al portero eso, efectivamente así lo hice, rompí algunas filas, me anuncie ante el portero y le dije, que si era posible comunicarme con el señor Libardo Rúa, contestándome el portero, ¿tiene usted cita con él?, sí señor, le conteste, fuerte y seguro; al instante alzo el teléfono y se comunicó con la sección en que trabajaba aquel señor, se demoró algunos segundos a que le contestaran, y dijo con el señor Rúa, aquí en la portería hay un joven que dice que tiene una cita con usted hoy, su nombre es Henry Arboleda, está bien en seguida, el portero me dijo que lo espere, que ya baja; gracias, le dije y me retire un poco, mi amigo que permanecía al lado mío, seguía como asombrado, pues no era fácil conseguir una cita, y mucho menos una entrevista para entrar allí, y yo prácticamente ya estaba adentro, seguimos dialogando allí parados por un buen rato, pues yo le contaba más o menos como ocurrió todo, y que además hacía poco me había casado, y él me dijo, ¿con la misma novia que tenías hace tiempos?, yo le dije, ¡Si¡ pues ella es la mujer que conquisto mi corazón, y ya necesitaba tener trabajo estable y seguro. ¡Muy bien!, me contesto. Ya habían pasado unos cuarenta minutos, cuando de repente el señor don Libardo Rúa estaba allí parado conversando con el portero, al instante el portero me llamo, y me dejo pasar, ya adentro salude de mano al señor Rúa, y me dijo, ¿hace rato llegaste?, más o menos le conteste, nos fuimos caminando por un andén largo que nos llevaba a una rampla, y de allí al segundo piso, donde quedan las oficinas, la gerencia, y toda la administración; don Librado, lucía una bata blanca encima, y en uno de sus bolcillos, varios lapiceros y un termómetro de reloj, parecía un típico laboratorista químico, llegamos al segundo piso, y al abrir una puerta grande ya estábamos en una sala que nos conducía a varias oficinas, lo primero que note era que habían varias personas, hombres y mujeres en espera que los llamaran para la entrevista, don Libardo me dijo, espérame aquí sentado, yo voy hablar primero con el jefe de personal Heriberto Gonzales para que le entregues los papeles y te haga la entrevista, sí señor, le conteste, mientras el entraba y conversaba con aquel señor, yo dialogaba con algunos de los que estaban allí sentados en espera, pues uno que otro me decía, vamos a ver qué suerte tenemos, era mucha la ventaja estar allí adentro, que estar afuera en la portería en espera si los llamaban o no.

Al poco rato salió don Libardo, con un papel en la mano y prestándome uno de sus lapiceros me los paso y me dijo, llena este formulario, me explico cómo hacerlo, y cuando lo termines y firmes lo pasas por esa ventanilla a la secretaria y esperas que te llamen ok, me dijo; mientras tanto bajo a la planta cuadro un trabajo delicado que estoy haciendo y apenas termine subo a ver cómo va la cosa, yo le conteste, muchas gracias don Libardo, aquí lo esperare para contarle como me ha ido. Efectivamente así lo hice, empecé a llenar aquel formulario y en cosas que no entendía le peguntaba aquel señor que estaba allí y que ya lo había llenado y estaba en espera que lo llamaran para la entrevista con el jefe de personal Heriberto Gonzales. Por fin lo llene, lo firme, y se lo pase aquella secretaria que recibía los documentos, paso una hora aproximadamente, ya habían atendido a tres personas que estaban delante de mí, como a las once y cuarenta y cinco de la mañana la secretaria salió y pregunto, el señor Henry Arboleda?, Si, señorita, le conteste, pase por aquí por favor, me dijo, gracias respondí y respirando profundamente me dirigí acompañado de aquella dama que me señalaba a donde tenía que ir. Al frente de mi estaba un señor de tés trigueña, con unos lentes oscuros bien parecido, al cual salude estirando mi mano, no sabía que decir, si buenos día o buenas tardes, pues era casi medio día, yo dije buenas, como algo informal, contestándome él, buenas, siga y tome asiento, de casi dos pasos más estaba yo parado frente de su escritorio estirando mi brazo derecho en señal de un mejor saludo, correspondiéndome el muy formalmente, me senté mirándole fijamente a sus ojos, pues aquellas gafas no dejaban ver claramente sus ojos, al instante me dijo, tiene cedula y libreta militar, ¡sí señor, le conteste, e incorporándome saque mi billetera y le pase lo documentos, muy bien, me dijo, ¿dónde fue su ultimo empleo?, trabajo construcción con mi padre, y mi hermano mayor, le conteste, me dijo, ¿tiene usted familiares que trabajen aquí en la fábrica?, no señor, le conteste. Ok me dijo, mañana si puede, valla a Tuluá en horas de la mañana y hágase tomar estos exámenes, pasándome un papel autorizado por el, y luego me los trae, con tres fotos tamaño cedula, y después empiezas por ahora ayudándole al señor Rúa a empacar azúcar pulverizada, que estamos enviando para el Japón, más adelante veremos qué hacer.

Me pare de la silla estirándole mi mano, y le dije, muchas gracias señor, tratare de traer estos exámenes lo más pronto posible, parándome inmediatamente de allí, y salí con deseos de encontrarme al señor Libardo Rúa para darle las gracias por lo que estaba haciendo por mí, pues mi corazón estaba lleno de felicidad, aunque no entendía muy bien lo que me había dicho el señor Heriberto Gonzales, que trabajaría por ahora en incremento o ayudando a empacar azúcar, lo importante era que me colocara a las órdenes del señor Rúa, esto me hacía más fácil las cosas ya que por lo menos había una pequeña confianza con este compadre, y aprendería hacer las cosas con más seguridad.

Tenía buenas noticias para llevarle a mi familia, y a mi esposa, espere unos minutos más en aquel sitio esperando que subiera el señor Rúa, al ver que no llegaba me fui retirando hacia la portería, pensando que si no podía hablar con él ahora lo hacía en la noche cuando él llegara de su trabajo, y así podría darle mejor las gracias y explicarle como me fue en la entrevista, cuando llegue a la portería, ya de salida note que ninguno de tanta gente que estaba esperando, estaban allí, pues el portero los había retirado, para que volvieran a las dos de la tarde los que querían seguir insistiendo. Al regresar de nuevo a casa, mi familia me estaba esperando ansiosa de saber cómo me había ido, yo les esplique con pelos y detalles, y que al otro día madrugaría para Tuluá a sacar unos exámenes donde la empresa me había asignado.

Ya en horas de la tarde, llegaba mi esposa de Guacari, y empezaba a contarle el notición de cómo me había ido a la entrevista de Colombina, alegrándose y compartiendo esa dicha conmigo. Ya en horas de la noche, pase con mi padre a saludar al señor Libardo Rúa, y dándole las gracias y contándole todo los por menores de la entrevista, me dijo, madruga y saca esos exámenes a ver si te los entregan el mismo día porque el trabajo ya lo tienes, mi padre le agradeció estrechándole su mano y le deseamos buenas noches.

Al otro día, muy temprano, salí con mi esposa, ella para su trabajo en Guacari y yo me quedaba en Tuluá, empecé a buscar esa dirección que el señor Heriberto me había dado. Ya Tuluá estaba creciendo a pasos gigantescos, pregunte donde quedaba el laboratorio de rayos X, y solo me faltaban unas cuantas cuadras; cuando llegue al lugar exacto volví a encontrarme con la sorpresa de que estaba lleno de personas que habían madrugado más que yo sacando esos mismos exámenes para trabajar en Colombina, pues era el único lugar que había en Tuluá, me toco esperar mi buen rato mientras me tocaba mi turno, tenían allí unas máquinas obsoletas. Después que me tomaron el examen de pulmón, tenía que ir a otro laboratorio, para sacar sangre, órganos y sentidos; estos exámenes los entregaban en las horas de la tarde, los deje pagos y me fui a sacar las fotos que necesitaba para pegarlas al formulario, un joven que estaba allí y ya había hecho todo, me explico dónde sacar las fotos que las entregaban a la hora siguiente, mientras hacía todo esto entre a un restaurante muy conocido en este pueblo llamado Volitan, ubicado en la calle Sarmiento, calle principal de Tuluá, empezaba a recorrer esta ciudad, y a gustarme por la calidad de su gente, por los teatros, por encontrar las cosas más rápido, ya existían maquinas reveladoras de fotos que en una hora las entregaban, en ratos me creía viviendo con mi esposa allí, todo me estaba saliendo bien, gracias a Dios, pensaba que muy pronto estaría trabajando en aquella fabrica y que el bus de la empresa se desplazaba hasta ese pueblo, mi cabeza me daba miles vueltas, en espera que me dieran esos resultados de los exámenes recorría todo el centro de esta ciudad. Pero la felicidad más grande era que dentro de un rato más vería a mi esposa, de la cual seguía enamorado, como cuando era mi novia. Más luego, llego la hora en que tenía que recoger los exámenes, habían salido todo bien gracias a Dios; por ultimo recogí las fotos, y partí de nuevo para mi pueblo, lo quería tanto, porque allí me había criado, y había conocido a mi novia, la que ahora ya es mi esposa, Zarzal me traía muchos recuerdos, tanto de felicidad como de tristezas, aunque venia impresionado por el pueblo de Tuluá, por lo que se estaba formando casi como una ciudad, y todo lo que uno necesitara fácil era de conseguirlo, pero en Zarzal tenia lo que Dios me había dado, mi familia y una bella esposa.

Ya en casa la primera que salude fue a mi mujer, pues la encontré tan linda, en la cocina tratando de hacerme algo que me gustara, aunque estaba muy joven, no era muy experta en cocina, pero todo lo que me hacía le quedaba muy rico, ella apenas me sintió salió a mi encuentro, y me dijo, ¿negro cómo te fue?, dándole un beso de bienvenida, le dije bien mami, aquí traigo todos los exámenes que me exigieron, ella me contesto, debes de haber tenido un día agotador, si mami, le conteste, pero, y ¿a ti?, ¿cómo te fue?, ella me respondió, bien, hace rato que llegue, y te estoy preparando algo bien sabroso, gracias mami, le dije; yo te traje un detalle, lo mismo para mi madre. Nos saludamos todos muy formalmente, pues era una familia tan completa, tan respetuosa, que mi madre pedía permiso hasta para entrar a mi pieza, donde vivía yo con mi esposa, aunque compartíamos todos la misma casa, nos respetábamos nuestros espacios, mientras mi madre me preguntaba cómo me había ido, mi esposa iba terminando mi cena, vivíamos como una sola familia, aunque no duro mucho tiempo así.

Después lleve todos mis papeles en regla a Colombina, quedando para empezar por el día lunes, ya me sentía muy seguro de mi trabajo, estaba feliz, ese mismo fin de semana, fuimos a darle la buena noticia a mi suegra, que también se alegraba por mis logros, y mi suerte, pues allí trabajaba Edilma, la hermana mayor de mi esposa, la cual me contaba quien era don Libardo Rúa y que puesto desempeñaba en Colombina, me decía ella que él era supervisor de dos secciones, una se llama Mogol, donde se hace el masmelo, y la otra waffer, que tenía mucho poder en la empresa, esto me alegraba mucho porque estaba bien recomendado y además con mucha confianza.

Edilma, me decía que si quedaba en esa sección de galletería la pasaría mejor ya que el puesto más difícil era la sección de cocimiento, por el calor; bueno lo importante era entrar a trabajar a esa empresa tan prestigiosa, y tan anhelada por muchos.

Llego el lunes, primer día de trabajo, tenía que estar antes de las cinco de la mañana en el parque Gaitán de Zarzal, para abordar el bus que nos llevaría a La Paila donde queda esta prestigiosa empresa, la jornada diurna comprendía desde las seis de la mañana, hasta las seis de la tarde, esa noche casi no dormí pensando que no me fuera a coger la tarde, desperté muy temprano, mi esposa se levantó conmigo y me preparo el lunch, o desayuno almuerzo para ese día, ya que eran doce horas de trabajo, todo estaba listo para partir, mi esposa me daba un beso de despedida, y de buena suerte, era mi primer día de trabajo en algo diferente a lo que sabía hacer que era la construcción, ella también tenía que prepararse para salir a su trabajo, que le quedaba en Guacari, y tenía que entrar antes de las ocho de la mañana, para ir recibiendo los niños que las mamás le llevaban, al grado preescolar. Esto empezaba a dificultarse porque a ella le quedaba más lejos su trabajo y además los costos de transporte disminuían su sueldo, teníamos que buscar una solución a esto y pronto.

Llego el bus a Colombina como a las cinco y media de la mañana, muchos corrían a colocarse los uniformes que la empresa les había dado, yo busque inmediatamente al señor Libardo Rúa, para ponérmele a sus órdenes, llevándome él a una sección donde habían unos tanque inmensos, mezclaban azúcar blanca con cacao o esencia de chocolate, y así salía la azúcar negra, allí habían dos obreros más, me los presento y nos organizó así: uno llenaba el tanque con azúcar blanca y otro la sacaba después que estaba mezclada en sacos de treinta kilos, otro los cosía con una maquina electica que hacia esta operación, teníamos que ayudarnos mutuamente entre los tres para desempeñar esta tarea sin parar la maquina las doce horas. Esto teníamos que hacerlo muy rápidamente, ya que esta máquina no podíamos dejarla de alimentar, porque la producción que había que sacar diaria pasaba de quince mil toneladas de azúcar negra para el Japón, unos quinientos sacos de treinta kilos diarios. El trabajo para mí no era difícil, pues ya estaba acostumbrado al trabajo rudo en la construcción, lo que nos afectaba era el calor y la sed, porque de verdad que no podíamos despegarnos ni un instante de ese monstruo de máquina; yo sudaba a mares ya que el sitio en que estábamos era muy enserado y casi no circulaba bien el aire por allí, los dos compañeros que yo tenía hacía pocos días habían empezado a trabajar en la fábrica y ya les habían dado uniformes, delantales, guantes etc. Bueno ya tenían todo su dotacion.

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Tulcán – Ecuador[21]

Aeropuerto de Ipiales – Nariño[22]


[21] Nuestra segunda luna de miel en el vecino país


[22] Viajamos Cali – Ipiales en avión e Ipiales – Tulcán por tierra

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Don Libardo, iba de vez en cuando a visitarnos, a él le correspondía sacar esta producción, y reportarla ante sus superiores, me daba ánimos y todo su apoyo. Como a las cuatro pasadas me llevó a la bodega donde me dieron la dotación de todos los uniformes, compuestos por camisas, pantalones y botas, para estarme cambiando cada vez que me ensuciar. Estaba feliz, trabajaba duro para quedar bien ante él y toda mi familia. Ese primer día regrese a casa un poco cansado, pero con ropa nueva, señal que ya estaba un poco seguro en la fábrica, mi esposa, que había llegado temprano de su trabajo, ya me tenía la comida lista, yo lo que más le pedía era líquido, pues venia sediento y casi no había llevado nada de tomar, les conté a todos como me había ido ese primer día, y se alegraban por mí y por mi esposa, yo pensaba mucho en ella me daba pesar verla viajar de tan lejos a su trabajo. A las pocas semanas de ya estar trabajando allí, veía que salían muchos buses para Tuluá con personal de la empresa, entonces le propuse a mi esposa que nos fuéramos a vivir a Tuluá, le pareció genial la idea, así ahorraríamos muchas cosas y dinero que a ella le quedaría, segundo madrugaría ella menos, para ir a su trabajo, y a pesar que mi familia se portaba muy bien con ella, para nosotros era mejor tener nuestra privacidad, y así nos enseñaríamos mejor a conocernos de casados. Teníamos como dos meses de matrimonio, nuestras familias nos apoyaron a esta decisión, aunque se sentían tristes de saber que nos íbamos un poco lejos de ellos, pero nos apoyaban para el bien de los dos. A la próxima semana juntamos nuestros ahorros y nos fuimos un fin de semana a buscar una pieza ya que una casa o apartamento era mucho para nosotros, pues las cosas que teníamos eran pocas, anduvimos bastante sin salirnos de la parte céntrica de Tuluá, ya cansados y en horas de la tarde del día domingo, encontramos una pieza, con puerta hacia la calle por la carrera 27 con calle 25 cerca a los juzgados, donde la familia Melo, a pocas cuadras de la empresa expreso Trejos, pues por aquel tiempo no existía la terminal de trasportes de Tuluá, tanto para ella, como para mí nos quedaba muy cerca para abordar el bus para nuestros trabajos, esta pieza era grande, en un rincón improvise una pequeña cocina, lo malo de ella era que teníamos que compartir el lavadero y el baño con toda esta familia, que era grande, y vivían con sus hijos ya casados en la misma casa; en ocasiones hacían unos escándalos impresionantes de peleas entre esposos, nueras, y sus propios padres, parecía que no existía buena relación entre ellos, esto hizo que mi esposa y yo nos mudáramos pronto de allí, ya que nosotros veníamos con otra cultura diferente.

Encontramos otra familia que tenía otra pieza para rentar, en el barrio céspedes, esta era gente más amable, más cordial y aunque también era otra casa grande, solo vivían tres personas, madre, y dos hijas, porque el resto de hijos vivían muy aparte de ellos, y los visitaban muy de vez en cuando, a excepción de una hija que vivía a unas cuantas cuadras de allí, sus nietos venían a traerle sus alimentos, ya que la anciana madre, tenía más de noventa años, y además una de las hijas que vivía con ella estaba reducida a la cama, por una terrible enfermedad de retardo mental, la pieza que habitábamos nosotros quedaba junto al portón de salida, esta era una casa vieja pero bien terminada para aquellos tiempos, tenía corredores grandes, jardines a su alrededor, pisos en baldosa pequeña, roja y amarilla, que conservaban un brillo espectacular, muchas piezas; allí se habían criado una familia de la alta alcurnia en los años cuarenta y cincuenta según notábamos nosotros y que nos contaba la anciana madre; mi esposa compartía la cocina, aunque nosotros poco cocinábamos ya que tampoco permanecíamos en allá.

Mi esposa y yo seguíamos entusiasmados en nuestros trabajos, nuestro matrimonio seguía firme queriéndonos cada día más y más, cada semana adquiríamos más cositas según veíamos la necesidad que teníamos, ya llevábamos más de seis meses de casados, y algunos cuatro meses viviendo en Tuluá, visitábamos muy a menudo nuestras familias, esta anciana de la casa en que vivíamos nos cogió mucho aprecio especialmente a mi esposa, nos daba muchos consejos, Magnolia mantenía esa pieza impecable adornada, que parecía un pequeño palacio, ya habíamos adquirido un pequeño televisor y unas cuantas cosas más, no nos faltaba nada.

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Magnolia, Lucinda Garrido y sus alumnos [23]

Un sábado que terminaba mi jornada temprano en Colombina, mi esposa me esperaba con más ansias, y más alegría, ella no trabajaba los sábados, cuando llegue le notaba un brillo en sus ojos, y una alegría en ella, la veía más linda, me sirvió mis alimentos siempre con una sonrisa en sus labios, y me dijo, tengo una sorpresa para contarte, ya empezaba a ponerme nervioso, cuando de repente me dijo, papi estoy embarazada,


[23] Mi esposa ejerciendo su docencia con los niños de prescolar de la escuela Normal Superior Miguel de Cervantes Saavedra de Guacari (Valle)

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por mi cuerpo corrió una sensación de júbilo y alegría, que hasta deje de comer, me abalance ante ella y la besaba, la abrasaba, casi hasta la cargaba, lloramos juntos de alegría, no sabíamos que hacer, entramos de nerviosismo ya que éramos dos adolescentes inexpertos y Dios empezaba a darnos los mejores regalos del matrimonio. Empacamos maletas y rumbo para zarzal a contarle a nuestros padres, yo empezaba a planear algún detalle de regalo, con el sueldo de la próxima semana, nuestras familias estaban felices, durante la semana planee un viaje para el fin de semana que había puente y no trabajábamos el lunes, quería llevarla a Buenaventura, a la Bocana, y Ladrilleros, y apenas era para ese fin de semana, le avise del por el día viernes, para que tuviera todo listo para el sábado que yo saliera a las dos de la tarde, almorzaríamos y saldríamos en bus para ese puerto que estaba en su mayor apogeo, ella feliz empezó a preparar todo lo necesario, pues ese día quiso dejar todo en orden, ya que no teníamos tiempo de hacer nada cuando regresáramos, la casa era demasiada grande, y quiso dejar nuestro nido de amor impecablemente limpio, trapeando toda la casa, pues los dos meses de embarazo la hacían poner muy feliz por toda la casa. Después de dejar todo arreglado salimos para Buga a coger el bus que nos llevaría al puerto de Buenaventura, llegamos con el tiempo apropiado había un bus de Expreso Palmira que estaba listo para partir, mientras que yo compraba los tiquetes el bus partía dejándonos en la terminal en espera del ultimo bus que salía en media hora, aunque le habíamos gritado que nos esperara se fue sin nosotros, nos armamos de paciencia e hicimos algunas compras de mecato y golosinas para llevar en el próximo viaje. El tiempo paso rápido y ya había otro bus cuadrándose para ese viaje, lo abordamos con toda la paciencia del mundo alcanzamos hasta ir a los baños para desocupar nuestras vejigas pues la próxima parada era en Lobo guerrero; partimos sin ninguna anomalía, disfrutábamos de aquel viaje, no sentíamos mucho el calor ya que las ventanillas de ese bus permanecían abiertas para que existiera buena corriente de aire, la música que el conductor ponía iba acorde a nuestros deseos y gustos que por ese entonces teníamos nosotros, llegamos a la primera y casi única parada del bus “lobo guerrero”, esta parada se hace para descansar tanto el conductor como los pasajeros, y además tomar algún alimento, vendían todo lo típico del Valle del Cauca, además todo tipo de frutas, bueno es un caserío de descanso y de negocio para todos los camioneros y transeúntes que circulan por estas carreteras, después de comprar y comer de lo que nos pareciera continuamos el viaje hacia el puerto, mi esposa iba feliz y yo más por ese regalo que Dios nos estaba dando, ya empezábamos a notar que la carretera se iba poniendo más pendiente y más riesgosa las curvas y los abismos ponían a Magnolia muy nerviosa, yo trataba de disimular, la tarde ya había bajado, empezaba el sol a ocultarse, ya a pocos kilómetros de llegar al puerto encontramos un pequeño trancón de carros que poco a poco avanzaba encontrándonos con la sorpresa de aquel bus de Expreso Palmira que había partido antes y que nosotros no alcanzamos a tomar en Buga estaba volteado con las llantas hacia arriba y que hacía poco se había accidentado, pues todavía habían pasajeros tratando de salir de aquellas retorcidas latas con innumerables heridas, no sabíamos si habían muertos; al instante empezaban a llegar ambulancias y bomberos de Buenaventura a socorrer aquellas personas atrapadas en esas retorcidas latas que quedaba de aquel bus de expreso Palmira.

El bus en que nosotros viajábamos seguía la marcha, haciéndonos algunos comentarios entre nosotros los pasajeros, pues mi esposa y yo éramos unos de ellos que nos habíamos salvado, gracias a Dios y que habíamos llegado tarde a aquella terminal de Buga y que el bus no nos quiso esperar, mi esposa empezaba a alterársele los nervios, ya estaba oscuro, yo la abrasaba y la calmaba, por fin empezamos a entrar al puerto, el calor empezaba abrumarnos, llegamos a la terminal, estaba brisando, nos bajamos, cogimos nuestros equipajes y empezamos a salir de la terminal, la lluvia se intensaba más y más, corríamos de será a será buscando un hotel o hospedaje donde quedarnos, ya casi emparamados encontramos un hotel que sin medir palabras ni costos alquilamos un cuarto que no tenía aire acondicionado, solo un ventilador grande que hacía que la humedad y el calor se mezclaran para hacer insoportable el calor, al fin y al cabo era costa pacífica del país y el calor suele llegar a temperaturas bien altas. Yo empezaba a prepararme para darme un buen baño, estaba feliz, ya habíamos llegado y ahora nos esperaba playa, mar y arena, cantaba en el baño con gran felicidad, por el regalo que Dios nos estaba dando, salí del baño y Magnolia estaba arreglando la ropa que traíamos metiéndola en unos armarios de la alcoba para que se fuera desarrugando, cuando me vio que salía del baño me dijo, negro, no sé qué me pasa, pero encontré una pinta de sangre en mi ropa interior, yo le conteste, no te preocupes mi amor eso es normal, trate de calmarla pues se notaba bastante preocupada, aunque yo no sabía mucho de esa cuestión, también empezaba a preocuparme, pero no se lo dejaba notar a ella para no entrar en caos los dos. La lluvia había cesado, nos cambiamos y arreglamos para salir a caminar y a conocer especialmente el muelle donde se divisaba mucha parte del mar pacifico con los barcos de carga y algunos yates que se movían con el oleaje del mar y la brisa que caía refrescándonos en esa noche esplendorosa que estábamos pasando, a lo lejos todavía se veía decaer el sol formando una variedad de colores que se iba ocultando abrasado con el mar.

Después que contemplamos toda esa maravilla en ese parque del muelle donde nos dejábamos abrasar por el aire caluroso mezclado con la brisa del mar, nos fuimos y buscamos un buen restaurante para darnos una suculenta cena de pargo rojo con arroz ala marinera que era el plato preferido de la casa en ese día, parecíamos una pareja de novios que apenas estaban empezando a conocerse, salimos de allí satisfechos por la atención prestada del restaurante, ya traíamos alguna información del lugar donde abordaríamos al otro día las lanchas para la Bocana y Ladrilleros, nos fuimos acercando al lugar indicado cuando nos sentimos atrapados por muchos lancheros ofreciéndonos sus servicios, empecé a negociar con alguno de ellos ya que la mayoría exigía que teníamos que viajar con el cupo completo y a estas lanchas le metían de doce a quince personas, por fin encontré uno que se amoldaba a mi presupuesto de llevarnos por la mañana y regresarnos en la tarde por un precio justo y asequible, quedamos en que nos encontraríamos a las siete a.m., en un lugar que él decía que lo encontraríamos; nos fuimos caminando por todo el centro de la ciudad conociendo un poco y buscando el hotel donde nos habíamos hospedado, hacíamos una que otra compra preparándonos para el otro día y decidimos ir a descansar ya que habíamos tenido un viaje agotador y peligroso. Al otro día nos despertamos bien temprano y empezamos a preparar todo lo que íbamos a llevar y a disfrutar del mar y de ese hermoso paisaje que nos ofrecía aquel puerto como turistas, llegamos puntuales al sitio donde quedamos de encontrarnos con aquel lanchero que disponía llevarnos como dos enamorados y expresamente a nosotros dos, Magnolia empezaba a ponerse un poco tensa y nerviosa al montarse en aquella lancha que se mecía un poco brusca por el movimiento del mar, el lanchero noto nuestro nerviosismo y empezaba a tranquilizarnos y nos daba algunas instrucciones de cómo acomodarnos en su lancha, Magnolia no se soltaba de mi mano, se aferraba fuerte, parecía que nos íbamos a voltear, yo la tranquilizaba y la ayudaba a ponerse cómoda y le brindaba mi seguridad, y le decía que apenas arrancara la lancha dejaría ese movimiento de mediarse y el motor la impulsaría; el chofer o lanchero encendió motores y puso en marcha aquella pequeña embarcación cosa que a medida que nos íbamos introduciendo hacia el centro del mar sentíamos tranquilidad e íbamos botando el miedo, pues el recorrido del muelle, a las playas de la Bocana, nos gastaría algunos cuarenta minutos aproximadamente, las olas del mar y la brisa golpeaban más fuerte aquella pequeña embarcación, parecía que nos levantábamos, mi esposa se aferraba cada vez más fuerte, su pelo largo se dejaba mecer por el viento, mientras que yo disfrutaba de aquella aventura inigualable, observando los bellos paisajes y grandes manglares que se veían metidos como dentro del mar, observábamos algunos barcos grandes pesqueros o de carga esperando turno para desembarcar y alguna que otra lancha ligera pescando o disfrutando de aquella hermosa mañana, mi esposa iba demasiado tensa aferrada a mis manos pidiéndome que no la soltara, el dueño de aquella lancha nos preguntaba cómo íbamos, pues viendo dos jóvenes inexpertos hacíamos notar sinceramente nuestro miedo y nerviosismo, mi esposa no hablaba, pues si decía mucho con su sonrisa nerviosa que a pesar de todo también disfrutaba de aquella bella aventura que Dios nos estaba dando.

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La Bocana – Buenaventura[24]


[24] El bote tipo lancha que nos llevó a la isla

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por fin llegamos a la Bocana, el lanchero metió bien la embarcación a la orilla casi anclándola contra la arena, nuestra tención disminuía notablemente, el primero en desembarcar fue el lanchero ayudándole a mi esposa a bajar de la lancha mientras tanto yo recogía nuestras pertenencias y me aseguraba que no quedara nada, ya en tierra le pague una parte de lo convenido y le dije que la otra parte se la daría al regreso por nosotros, no poniendo objeción a esto, nos recomendaba algunos sitios donde podernos quedar y mandar a preparar el almuerzo de pescado con anterioridad y alquilar choza o cuartos para guardar nuestras pertenencia o si queríamos bañarnos con agua dulce después de haber disfrutado del mar. Todo nos estaba saliendo bien, aquel barquero nos acondicionaba todo para que pasáramos bien delicioso pues se conocía bien con todas las personas que vivían en aquel sector de la bocana, empezamos satisfactoriamente a actuar como él nos había dicho, hallamos una anciana morena que nos acogía amablemente, empezamos a hacer tratos con ella y quedamos que almorzaríamos y nos hospedaríamos allí, mientras que Magnolia, pedía permiso para cambiarse e ir al baño, yo me disponía a pegarme mi primer chapuzón en el mar pues eran muchos los deseos de zambullirme en aquellas aguas pacificas de mi región del Valle del Cauca, Magnolia se tardaba en salir de aquellas chozas, cuando de repente la vi que me hacía señas con su mano a que fuera a su presencia, yo no me imaginaba lo que podía estar sucediendo, cuando me le acerque la note pálida y asustada, casi llorando me decía, papi lo hemos perdido todo, que paso, la interrogaba yo con insistencia, cuando ella me repetía estoy enferma, yo no podía entender lo que ella me decía, por fin me dijo claramente cuando fui al baño se me vino algo como grande y creo que eran mellizos porque parecían dos fetos pequeños y estoy bañada en sangre, yo no lo podía creer, estábamos en apuros, ni ella ni yo sabíamos que hacer, ella empezaba palidecer más y más, y a perder todo deseo, acudimos a la señora morena dueña de aquella cabaña a ver en que nos podía ayudar pero todo era inútil, ya todo era demasiado tarde, además no había donde comprar algunas toallas higiénicas ya que por ese lugar solo existían chozas y cabañas echas en mangle y palmas, la hemorragia seguía avanzando, no quedando más que recurrir algunas prendas de ropa que llevábamos, como camisetas, ropa intimas etc., lo que necesitábamos era que ella tuviera mucho reposo y tranquilidad, la señora morena nos brindó un lugar provisional para que ella se recostara, Magnolia tomo las cosas con mucha paciencia el instinto de mujer le decía que tenía que tomar reposo, mientras que yo preocupado y triste por esa enorme pérdida empezaba a maquinar cual era el segundo paso que tenía que hacer, la lancha en que nos habíamos venido, ya se había ido, además no era bueno que nos regresáramos tan pronto, ya que su nerviosismo de montarnos de vuelta la empeoraría, ella le atribuía a la montada en lacha y que por eso había sufrido ese percance tan horrible, yo se lo achacaba era a que, ella desde el día antes de viajar había hecho aseo a toda esa casa, barriéndola y trapeándola toda para poder venirse tranquila, el aviso que nos había dado la noche anterior de la pinta de sangre en el pantalón era para que nosotros tomáramos algunas precauciones y cuidados, éramos dos jóvenes inexpertos que solo soñábamos con el amor y el día a día, pero alguna cosa haríamos, teníamos que salir de esto pronto. Le echábamos la culpa a muchas cosas, al bus que nos encontramos accidentado llantas arriba y que gracias a Dios no estábamos allí, a haber corrido por esas calles del puerto bajo la lluvia buscando hotel, bueno era demasiadas preguntas que nos hacíamos buscando el culpable de esta perdida, el caso era que la felicidad que traíamos para festejar ese hermoso regalo que Dios nos iba a dar se nos convertía ahora en llanto y tristeza. Todos los deseos que yo traía por meternos en esas aguas saladas se nos desvanecían, Magnolia en medio del problema trataba de darme muchos ánimos, me repetía en varias ocasiones que por lo menos me bañara yo, ya que ella no podía, pero al verla yo tan incómoda en que ella estaba perdía todo el deseo de bañar y hasta de comer, estábamos atrapados en esa isla.

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Regreso de la Bocana al puerto[25]


[25] Embarcación más grande y más segura que la que nos llevó a la isla

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al mucho rato vimos que se acercaba una lancha que traía algunos turistas que venían a esas mismas playas, después que se desmontaron me le acerque al guía que tripulaba esa embarcación y le dije, que si se regresaba para el puerto ahora mismo, respondiéndome que estaba contratado por aquella familia que había traído, y que los tenía que esperar hasta más tarde, yo le explique por encimita lo que me estaba sucediendo y él me dijo era que esa familia no se iba a demorar ya que venían de ladrilleros, otras playas cerca a la Bocana, yo le prometí darle algún dinero extra si era posible que cuando se fueran a regresar con aquellas personas nos trajeran a nosotros también, él me dijo, que sería mejor ir y hablar con la persona encargada del grupo que lo había contratado, efectivamente así lo hice, dando con suerte que era un hombre muy formal, maduro y entendía el problema en que estábamos, acepto regresarnos, me dijo que solo estarían algún par de horas y listo, pues de verás que no se demoraron mucho, y al poco rato ya estábamos todos montados en esa lancha que a propósito era más grande y más cómoda que la que nos había traído a nosotros; Magnolia venia en completo silencio, yo la abrazaba para darle tranquilidad, sabia lo incomoda que ella venia usando algunas prendas íntimas para cubrir su percance, tratábamos de hacer normal las cosas pero le dábamos gracias a Dios que nos había mandado esa lancha con esas personas para sacarnos de allí, solo queríamos y deseábamos era salir de aquella isla y regresar a casa. Llegamos de nuevo al puerto, pague lo que valía el pasaje de dos personas les agradecimos por habernos traído de regreso, hable con el lanchero y le pedí el favor que buscara al propietario de la otra embarcación le explicara mi calamidad y que no fuera a regresar por nosotros que ya estábamos en el puerto, nos dirigimos rápidamente al hotel donde nos habíamos hospedado y mientras ella se bañaba y arreglaba algunas cosa yo salía a una farmacia a conseguir las cosas necesarias para ella, y casi sin perder mucho tiempo nos disponíamos a regresar por la misma empresa de buses que habíamos venido. Durante el viaje Magnolia se quedó dormida pues no traía deseos de nada y mucho menos le provocaba comer, ya bien tarde en la noche llegamos a Tuluá, cansados y estresados por aquel viaje que unos días antes habíamos planeado con amor, agrado y felicidad, para festejar aquel lindo recibimiento de su embarazo y que ahora llegábamos con las manos vacías llenos de tristezas y angustias en nuestras vidas, llegamos a nuestro nido de amor y sin muchos comentarios nos dispusimos a descansar.

Al otro día tomamos las cosas con más tranquilidad, pues estábamos demasiados jóvenes todavía para dejarnos aplastar por aquel percance que debido a nuestra inocencia y a nuestra inexperiencia, quizás sufríamos, tratamos rápido de borrar en nuestras mentes todo lo sucedido, el trabajo de ambos y el ir y venir de la vida, había hecho que todo pasara inadvertido, cogimos una costumbre de casi todos los fines de semana irnos para zarzal a visitar a nuestros padres, ellos y toda la familia nos aconsejaban cosas buenas hacia el futuro y nos ayudaban a borrar todo, y al mismo tiempo no sentíamos mucho la ausencia de nuestros padres porque los veíamos casi cada ocho días; todo volvía a coger su cauce, Magnolia se recuperaba bien, pues ya habían pasado algunos meses de aquella triste historia, en mi trabajo, ya me habían ascendido o cambiado de trabajo, ya pertenecía a otra sección, la de chocolatería, ya era trabajador fijo de la empresa, en esta sección se fabricaba las mejores chocolatinas de la ciudad y porque no decir las del país, aprendí a operar algunas maginas procesadoras de este producto, ya mis capacidades se hacían más notorias, hasta me aumentaron mi sueldo, esto hizo que poco apoco, y con nuestros ahorros fuéramos adquirido mejores enseres y mejores mobiliarios para nuestro lindo hogar, ya no cabíamos en aquella pieza que compartíamos en aquella casa de esta linda familia en el barrio Céspedes, nos tocaba buscar ya quizá un apartamento; buscábamos cerca, en el mismo barrio, pero era imposible ya que eran pocas las casas desocupadas que podían haber en ese barrio, salíamos a buscar apartamento cada que podíamos o en ocasiones nos quedábamos en Tuluá y no viajábamos al zarzal, para aprovechar y buscar.

Corriendo con suerte que encontramos en el mismo barrio una casa que la dueña nos decía que casi todos sus hijos ya se habían ido y solo quedaba ella con una hija que trabajaban en la galería vendiendo revuelto y toda esa clase de frutas y verduras, y que ellos se recogían y nos alquilaban la parte de adelante de la casa compartiendo con ellos los servicios y algunas cosas más, les aceptamos estos compromisos e hicimos nuestro nido de amor en esta casa, dejando atrás aquella linda familia, con la que felizmente habíamos compartido algunos meses atrás, nos mudamos para aquella nueva vivienda, mi suegro Juan y algunos familiares más habían venido a colaborarnos en esta mudanza, ya empezamos a adquirir nuestra sala, y a lucir todas las otras cositas que habíamos adquirido antes, ya mis padres o mis suegros nos visitaban de vez en cuando, nosotros seguíamos trabajando, Magnolia en el magisterio y yo en Colombina, ya habían pasado varios meses de aquel percance, Magnolia se había cuidado tal y cual como le decían a ella, cuando gracias a Dios mi esposa volvía a quedar embarazada, esta vez se cuidaba más, no se esforzaba mucho en sus quehaceres, ya empezaba a tener un control con el médico que le correspondía en su seguro social, yo trataba de colaborarle en lo que más podía, ya no viajábamos mucho a Zarzal.

Ya pasado algún tiempo, y avanzando con algunos meses de su embarazo, mi esposa y yo empezábamos a adquirir algunas cosa víspera al nacimiento del niño, ella iba engordando muy exageradamente, los médicos que le llevaban el control no notaban nada anormal todo iba a flor de piel, gracias a Dios, ya con seis meses de gestación, parecía que tenía como ocho, solo sentía incomodidad era para viajar, su juventud y su fortaleza hacían que ella resistiera todos los días ese viaje mañana y tarde a su trabajo, pero lo que si había era felicidad en mi hogar, y en todo el entorno de la familia, todos estaban a la expectativa de ese embarazo, todos queríamos que saliera pronto, ya le habíamos comprado también la cama cuna, algunas prendas principales para el nacimiento, etc.

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Embarazo de los mellizos[26]

Magnolia seguía engordando impresionantemente, sus piernas se le hinchaban cada día más y más, pero el diagnóstico del médico era normal y que todo iba bien, también nos decía que su parto era para fines del mes de marzo de 1978, año en que estábamos, solo faltaba como mes y medio según el tiempo que el médico le ponía, mi esposa no quería pedir todavía la licencia de maternidad porque quería llegar casi hasta la hora del parto para lograr los tres meses que el gobierno le daba al lado del niño que iba a nacer, el tiempo iba pasando, quizás para nosotros corría lento, Magnolia parecía no dar más, yo seguía en Colombina, empezando a rumorar que pronto seria padre de familia, las hermanas menores de mi esposa nos visitaban los fines de semana y le colaboraban en lo que más pudieran ansiosas de la llegada de esa criatura que nos iba a alegrar el contorno de toda la familia. Ya estábamos en el mes de marzo, todos estábamos nerviosos yo tenía casi


[26] En esta etapa del embarazo (6 meses) no sabíamos que Dios iba a recompensar nuestra perdida con dos preciosos mellizos niño y niña, porque en esa época no sabíamos que existían ecografías

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todo lo necesario para la llegada de esta hermosa criatura, la familia nos visitaban más a menudo, la hija de la dueña de la casa al ver que nos visitaba tanta familia me ofreció un comedor estilo Luis XV que tenía guardado intacto casi nuevo de seis sillas tallado a mano en madera de cedro, lo vendía porque tenía a su padre muy enfermo de cáncer en el estómago y necesitaba dinero para su tratamiento, yo le ofrecí lo justo por ese comedor ya que lo estábamos necesitando para sentar a tanta familia que últimamente nos estaba visitando, ya empezábamos a llenar aquel lugar que habíamos conseguido y si seguíamos así necesitaríamos era una casa para nosotros solos. Los días finales de marzo se acercaban, Magnolia seguía resistiendo ese estomago que ya se le hacía imposible de tener, ya casi no podía ni mover, el mes estaba a punto de terminar, ya era 30 de marzo, ese fin de semana decidimos irnos para Zarzal, ya que Magnolia hacía varios días no visitaba a la mamá, lo mismo me pasaba a mí, sabiendo que estaba en los últimos días decidimos viajar, yo contrate un taxi que nos llevara, pero con algunas recomendaciones, que se fuera despacio, y cómodos que nos llevara todas las cosas necesarias por si de pronto allá le llegaba su hora, teníamos miedo que nos cogiera de improvisto a nosotros solos además mi suegra quería estar en el momento del parto, era viernes fin de mes yo había trabajado hasta las dos de la tarde, nos fuimos para Zarzal, yo sabía que podía madrugar de allí a mi trabajo al día sábado; ya era primero de abril, trabaje mi jornada de la mañana sin ninguna anomalía, no presentaba ningunos dolores, mi suegra la tranquilizaba diciéndole que algunos médicos se equivocaban en las cuentas de gestación, todos estábamos tensos y preocupados, ya en horas de la tarde de ese mismo sábado me fui a visitar a mis padres ya que me la pasaba de mi casa a la de ella, ya llegada bien la tarde mi primo Fernando me invito a jugar un chico de villar en unas mesas nuevas que habían comprado en un lugar ameno y social que había por la bola roja, un sitio nuevo acogedor por la buena música que colocaban y al que acudía mucha gente joven del pueblo, a pesar de que yo ya vivía desde hacía muchos meses en Tuluá no olvidaba a mis amigos y la gente con la que me crie y que también acudían a estos lugares, quería mucho a mi pueblo, anhelaba que mi hijo naciera en zarzal,

Ya empezando la noche, a Magnolia le empezaron los dolores de parto, mi suegra sin basilar la llevo al hospital Thomas Uribe de Zarzal, alguien de su familia corrió avisarme a la casa de mis padres y como yo no estaba allí, y no sabían dónde estaba, mi madre corrió al hospital a ver en que podía ayudar, mi familia empezó a buscarme por todo el pueblo, pero ninguno sabía que yo estaba jugando billar con mi primo Fernando en uno de los establecimientos públicos nuevos de allí mismo de Zarzal, eran casi las ocho de la noche cuando mi primo y yo decidimos terminar el juego y regresarnos a casa, cuando íbamos llegando a ella, mi familia corrió a avisarme que hacia una hora me andaban buscando porque a mi esposa la tenían en el hospital.

Sin perder tiempo corrí hacia allí, y hacia unos minutos la ambulancia del hospital se la habían llevado para Tuluá, pues resulta que su parto venia un poco complicado y quizás había que hacerle cesaría, en el hospital de Zarzal no había cirujano y además ella tenía seguro social y era mejor que la atendieran por el seguro ya que tenía su historia allí, mi madre al ver que yo no llegaba, decidió acompañarla en esa ambulancia. Yo no sabía que hacer parado en ese hospital, pues los últimos buses que salían para Tuluá hacían rato habían partido, parecía volverme loco, camine hasta la variante de Zarzal donde pasaban los buses expresos que no arrimaban al pueblo a ver si alguno me paraba para llevarme, pero todo era inútil el tiempo iba pasando cada instante que pasaba me parecía morir, la noche se iba poniendo fría, o la sentía fría por la incertidumbre y la impotencia en que me encontraba, parado solo en esa variante en espera de que alguien pasara y me llevar; a unos metros donde estaba había una gasolinera o estación de servicios, cuando vi que se acercaba un carro pequeño a tanquear su carro de gasolina, camine donde el dueño, le conté por encimita mi odisea y le pedí el favor que en cuanto me llevaría a Tuluá, él me dijo que no era de Zarzal sino de Rodantillo, pueblo cercano, al ver mi insistencia y que le estaba ofreciendo un buen dinero decidió llevarme porque notaba en mi la preocupación y que le inspiraba confianza para llevarme. Ya había perdido muchas horas desde que se la llevaron, aquel amigo conductor de aquel pequeño carro trataba de irse lo más rápido que podía mientras yo le iba contando casi todo lo sucedido y me cuestionaba por qué le suceden estas casos a uno, si todo lo teníamos preparado. Cuando ya llegamos al seguro social le pague y le di todas las gracias del mundo, camine ligero hacia el portero, me anuncie y le pregunte que si habían traído de Zarzal una paciente embarazada en alguna ambulancia, y me decía que hacía poco había recibido turno y que cada instante llegaban ambulancias de varias partes, me dejo entrar y que preguntara al portero de la parte de urgencias a ver si el sabia, caminaba por todos esos pasillos y no veía más vigilantes, al instante vi a una persona que salía de urgencias, le pregunte y me dijo que la tenían en la sala de cirugía, que me pasara al otro lado del seguro que allí podría preguntar, camine por allí y la primera persona que me encontré fue a mi madre que estaba sentada en una banca, en las afueras de la sala de urgencias, mi madre al verme se paró de inmediato y me dijo, hace poco que salí de allí, creo que la pasaron a cirugía porque hay que hacerle cesaría, parece que la criatura viene atravesada, intente entrar, pero la enfermera me detuvo ya que a ella la tenían en cirugía, yo parecía volverme loco, me movía de un lado a otro incomodo sin saber qué hacer, mi madre trataba de calmarme haciendo algunas oraciones, invocaba el nombre del señor pidiéndole que todo saliera bien, mire la hora y ya iban hacer las doce de la noche, yo preguntaba alguna que otra enfermera que pasaba por allí si sabían algo de la paciente que tenían en cirugía, de pronto salió una de ellas y nos dijo que mi esposa estaba en manos de un buen médico cirujano, el Dr. Paneso, muy conocido en el seguro social y en varios hospitales, mi madre exclamo, ¡a si! es buen médico, esto hizo que me tranquilizara y ella también.

Ya pasadas las doce de la noche, más exactamente como las doce y dieciséis minutos, se oyó el llanto de algunos niños incansablemente, mi madre y yo nos miramos y murmuramos que ese llanto era el de mi hijo, como a las doce y treinta de la madrugada, ya del dos de abril, porque ya habían pasado las doce de la noche, una enfermera salió y nos llamaba trayendo una pequeña cuna perteneciente quizá al seguro, tapada con una cobija rosada que nos mostraba una hermosa niña, acto seguido, cruzados los dos, me descubría otro hermoso niño que cerrando sus ojitos permanecía quieto al lado de su hermanita que se movía como descubriendo el mundo, mi madre y yo nos quedamos quietos, atónitos, y anonadados, casi sin palabras por lo que estábamos mirando, pues Dios nos había premiado con dos hermosas criaturas, niño y niña, sanos y salvos, eleve mis ojos al cielo y le di gracias a Dios por este hermoso regalo, la enfermera no me los dejo tener mucho tiempo ya que los había sacado sin permiso del médico, los entro de inmediato, esperamos casi media hora más, cuando vimos que salía el medico buscándonos y preguntando por el padre de los niños que acababan de nacer, me miró fijamente y casi con una sonrisa en sus labios me dijo, tu eres el esposo de la paciente, sí señor, le conteste, extendiéndome su brazo me felicitaba, diciéndome, que era un hombre muy afortunado, también me hacía algunas recomendaciones que de aquí en adelante tenía que trabajar más duro para poder comprar más leche y más comida para sostener a esas lindas criatura, yo le conteste, no se preocupe Dr. a mis hijos no les faltara nada, aprovechando esta conversación le pregunte por mi esposa, contestándome que ella estaba muy delicada y que hubo que practicarle cesaría ya que traía un embarazo vitelino, o sea que los niños venían cada uno en su placenta y así era difícil el parto normal, yo le agradecí de nuevo estrechándole su mano, mi madre hacia lo mismo bendiciéndole y deseándole éxitos en su profesión, el casi alejándose me decía que era mejor que la visitara en las horas de visita para que así pudiera ella descansar. Ya tarde de la noche, al ver que ya nada podíamos hacer allí sentados los dos decidí llevarme a mi madre para el apartamento en que vivíamos para que ella descansara; anheloso estaba que amaneciera pronto para ir de primero a visitar a mi esposa.

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Los mellizos[27]


[27] Aunque adolescentes y asustados por tan grande responsabilidad, felices de tener a nuestra parejita

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Ya a las primeras horas de la mañana del día domingo dos de abril, calculando que ya habían abierto el comercio de Tuluá, me dirigí hacia una floristería ordenando que me elaboraran un buen ramo de flores, con rosas rojas, explicándole a la señorita que me atendió para quien iba dirigido ese ramo; al escuchar ella toda esa historia del nacimiento de mis dos bebes y que al mismo tiempo eran hombre y mujer, me arreglo un ramo muy especial dejándome impresionado, le escribimos una linda dedicatoria en la tarjeta e hicimos el compromiso que lo entregaban en el seguro social, en la sección de maternas directamente a Magnolia; yo le agradecí y le deje pago el servicio, quedando satisfecho con aquella sorpresa para mi esposa. Al regresarme para el apartamento me encontré con la sorpresa de que ya estaban allí mis suegros, Edilma, Edelmira, todos anhelosos de visitar a mi esposa, mi madre ya les había contado todo los pormenores de lo ocurrido y que además eran dos hermosos niños, nosotros nos habíamos preparado para uno, ahora faltaba conseguirle todo a la niña, se nos hacía eternidades las dos horas que faltaban para la una de la tarde, hora que empezaba la visita; antes de la una, ya todos estábamos allí casi haciendo cola para entrar, cuando ya dieron permiso corrí de primero por aquellos pasillos en busca de la sección de partos en que ya la tenían, mirando de cuarto en cuarto donde podría verla, cuando la encontré estaba ella dormida, y los niños permanecían inmóviles en su cunita dándose calor uno al otro, me le acerque a ella cuidadosamente, le di un beso en la frente despertándose inmediatamente, mostrándome una sonrisa de dolor y de tristeza porque ella quería que yo estuviera con ella desde el momento de los dolores hasta el nacimiento de los niños, me disculpaba con ella seguidamente lloramos por unos momentos pero la felicidad era tan grande que nos hacía olvidar por el momento lo ocurrido, la felicite por ese regalo que Dios nos había dado, al instante se fue llenando el cuarto casi con toda la familia. Magnolia no se podía mover por causa de la cesaría realizada, todos contemplábamos aquellos niños preciosos que silenciosamente dormían tranquilos en espera de un mundo que les recibía.

Magnolia poco los había visto, pues apenas estaba despertando de esa anestesia que le habían colocado, solo exclamaba, no los despierten porque el médico le había dicho que el niño había nacido con un pequeño problema en el riñón, el niño se veía más débil y delgado que la niña, ella había nacido con su peso normal y se veía muy bien, aunque el niño no le notábamos nada, era hermoso, nadie aguanto la tentación de cargarlos, pues nos los pasábamos de mano en mano, era una felicidad irresistible la que había en esa sala, cuando de repente alguien preguntaba por la paciente de ese cuarto, trayendo en sus manos un hermoso ramo de flores adornado con diferentes colores de rosas, claveles, y a un lado traía dos cascabelitos metidos en una basecilla de bebe, que hacían que se viera hermoso y típico para la ocasión, en la tarjeta decía para mi linda, hermosa esposa, y mis dos hijos, de Henry arboleda, todos lanzaron un aplauso de felicitaciones, los niños despertaron inquietos por la algarabía y por nuestros movimientos, a mi esposa no le bajaba leche todavía, a ellos los alimentaban por el momento mientras mi esposa permaneciera allí, todos se burlaban de mí, pues me decían lo mismo que el médico me había dicho, que tenía que trabajar muy duro para comprarle leche a los niños y que sabiendo que residen nacidos son muy comelones, era tanto el temor que me daban que al otro día me compre una caja de 24 tarros de leche Nan, que después de que salieron del seguro se tomaron en 20 días.

Mi esposa se iba recuperando satisfactoriamente, prácticamente ya podía salir, el problema era que el niño lo tenían en observación por el problemita del riñón, Libia Rosa Zuleta prima de Magnolia, trabajaba en el seguro hacía ya un buen tiempo, nos colaboraba en todo dentro del seguro, estando pendiente tanto de Magnolia como del niño, mi esposa no quería salir del seguro sin él; como al tercer día les dieron salida ya que Libia Rosa abogaba con el pediatra y comprometiéndose que ella estaría al cuidado del niño, nos fuimos de regreso a nuestro nido de amor, llevando con nosotros los dos hermosos bebes, que día a día se iban convirtiendo en el centro de atracción para toda la familia. Muchos vecinos, y amigos casi a diario nos visitaban, mis compañeros de trabajo y amigos de Colombina, me felicitaban por haber tenido la pareja, yo sacaba pecho por este logro, muchos me admiraban por esto, la empresa me dio tres días hábiles para que los diligenciara en la notaria y los registrara para llevar toda la documentación de ellos a la empresa. Magnolia tenía por derecho del magisterio tres meses de licencia, pues los cuidábamos como a dos tortolitas en ese hermoso nido de amor, yo seguía trabajando duro, cada quince días les compraba por cajas de 24 tarros de leche, no me dejaba alcanzar con esto porque era lo que más me decían los amigos y la familia.

Empezamos a vivir una vida plena y feliz con nuestros hijos, cogimos de costumbre viajar a Zarzal cada quince días, pues los abuelos los anhelaban mucho lo mismo que todo el resto de la familia, hasta que un día en el apartamento en que estábamos el señor dueño de la casa en que vivíamos se enfermó, ya que padecía de cáncer, se grabó de tal manera que le tuvieron que traer al padre de la iglesia de los pachitos, para que le aplicara los santos solios, doña María su esposa nos pedía el favor que si moría su esposo por esos días le prestáramos la sala del apto que nosotros teníamos, mi esposa que ya hacía poco había empezado a trabajar, se incomodó un poco ya que no era fácil desocupar con dos pequeños niños, pero en las circunstancias en que se encontraba esa pobre familia era entendible ya que ellos ocupaban la parte de atrás de la casa y nosotros la parte de adelante. Por ultimo decidimos amontonar nuestros pertenencias en nuestra alcoba, que justamente ese fin de semana falleció aquel pobre anciano, yéndonos nosotros de inmediato para Zarzal donde nuestros padres mientras pasaba este incidente, incomodos porque desde allí mi esposa y yo salíamos para nuestros trabajos y teníamos que quedarnos con pocas prendas de ropa que habíamos traído, yo había rumorado en mi trabajo la incomodidad que estaba pasando, cuando un amigo, presidente del sindicato Fredy Villegas me propuso que había encontrado una casa grande en el barrio victoria y que no la quería ocupar solo con su esposa Adela Albares que también trabajaba en Colombina, porque era demasiada grande, me propusieron que si la tomábamos juntos ya que ellos ocuparían la parte de atrás y nosotros toda la parte de adelante, ellos conocían a mi esposa y a los niños y anhelaban tener un hijo ya que hacían buena pareja; les aceptamos inmediatamente esta propuesta y casi en medio de las novenas empezábamos a mudarnos para aquella casa grande, ya se nos aumentaban los gastos porque era más renta la que íbamos a pagar, yo me incomodaba cada vez que tenía que mudarme de algún sitio pues las pocas cosas que había adquirido empezaban a deteriorarse por el ir y venir de las cosas. Por fin terminamos, fuimos y trajimos a nuestros niños que aunque estaban cómodos con los abuelos nos hacía mucha falta tenerlos junticos a nosotros reinando la paz en nuestro nido de amor, esta casa tenía un buen patio de ropa, cinco alcobas y una cocina grande que compartíamos con aquel matrimonio que también poco permanecía con nosotros ya que sus padres vivían en Riofrio y casi todos los fines de semana se iban para allá. Magnolia decidió conseguirse una empleada que nos atendiera los niños, ya que iban a permanecer solos porque ambos trabajábamos, no estábamos preparados para estos improvistos, ya empezábamos a sentir la angustia y la incertidumbre de dejarlos solos a la merced de alguien a quien poco conocíamos; los niños crecían sanos aunque alguna que otra gripita o malestar que los incomodaba nos hacían poner los pelos de punta, o cuando lloraba uno despertaba al otro parecíamos morir era un concierto de filarmónica sensacional, pero Dios nos llenaba de paciencia ya que estábamos demasiado jóvenes para resistir estas anomalías que se iban convirtiendo en costumbres y en responsabilidades nuestras.

Día a día mi esposa y yo íbamos consiguiendo más y más, cositas para mejorar la comodidad de nuestro hogar, ya teníamos comedor, muebles de sala, y una buena nevera para conservar mejor los alimentos, y especialmente tener la reserva de los teteros y compotas de nuestros niños, vivíamos felices y muy orgullosos de tener este par de mellizos; cada día nos ganábamos el cariño y la admiración de nuestros vecinos, a los meses de compartir con nuestros amigos la casa, decidieron comprar ellos su propiedad en el barrio Sajonia, pues ya habían ahorrado lo suficiente para esto y se iban a vivir a un estrato más alto y además Fredy ya llevaba algunos buenos años trabajando en Colombina y como ya ocupaba el puesto de presidente del sindicato, su sueldo se lo habían remunerado mejor. Decidí con Magnolia quedarnos con toda la responsabilidad de pagar solos esa renta y habitarla totalmente, nuestro presupuesto se nos salía de las manos pero estábamos mejor ya que podíamos alojar a nuestras familias cada vez que venían a visitarnos y hasta separamos una alcoba para la empleada que nos cuidaba los niños, los meses iban pasando mis hijos iban a cumplir casi los tres meses de vida, habían momentos en que pasábamos muchas necesidades pero Dios nos socorría todo con nuestros empleos y lo poco o mucho que ganábamos lo teníamos que administrar muy bien para que no les faltara nada a ellos, nuestros padres nos visitaban muy a menudo lo mismo nuestros amigos y vecinos les parecían curiosos ver una parejita que se iban levantando sanos y fuertes con el cuidado de Dios y el cuidado nuestro; todos estábamos felices, empezamos a contemplar la idea de que pronto había que bautizarlos, buscábamos nombres adecuados para ellos, Magnolia tenía su lista, lo mismo yo tenía mi lista, para el nombre de la niña yo decía María Edith, a mi esposa no le gustaba el María, porque la iban a llamar María, y ese nombre era muy común, más bien lo reemplazamos por Luz Edith, que en común acuerdo y por votación de toda la familia gustaba más, el del niño casi estábamos seguros que sería Edwin, ya que por aquel tiempo en la televisión el narrador tanto de noticias, como de deportes a nivel nacional se llamaba así ,este hombre estaba en su apogeo y también todos decidimos colocarle este bello nombre. Ahora venía la segunda parte, quienes serían los padrinos de estos hermosos niños, esto casi se volvía tema de discusión porque había muchas personas que querían ser sus padrinos, yo decía que por derechos propios deberían ser los abuelos tanto de ella como los míos. Mi esposa opinaba lo mismo.

Ahora venía la otra parte que era donde los bautizaríamos y que íbamos hacer, escogimos la iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Zarzal, y realizar una pequeña comida familiar, donde asistieron los cuatro abuelos y uno que otro hermano de parte y parte.

Los mellizos continuaban creciendo sanos y fuertes, empezaban a gatear a balbucear sus primeras palabras, y nosotros en el día a día de nuestros respectivos trabajos. Por todos los momentos hermosos que nos hacía vivir el crecimiento de nuestros hijos, el tiempo transcurría muy deprisa y casi sin darnos cuenta iban a cumplir su primer año de vida; recibiendo la sugerencia de nuestros padres que debíamos realizar una gran celebración por este acontecimiento tan maravilloso y poco común de tener una parejita de mellizos cumpliendo su primer añito.

Empezamos a ahorrar y a comprar todo lo necesario para este evento, la reunión seria en la casa que estábamos ocupando en el barrio Victoria calle 29 con carrera 35, empezábamos a viajar los fines de semana a Cali a comprar todas las cosas necesarias para la fiesta, ya que en esos almacenes de cadena comprando al por mayor las cosas nos salían más baratas, así fuimos consiguiendo todo. Magnolia venía preparándoles un álbum grande con las fotos de cada mes desde las huellas registradas en la notaria, como cuando los bañaba, o dando casi sus primeros pasitos, era gracioso y hermoso ver como todos nos colaboraban para que todo saliera bien, tener una parejita de niño y niña, no era común, por eso nos sentíamos orgullosos de ser los padres de estos hermosos niños. Ahora venía como sacar la lista de invitados ya que había muchos amigos, y mucha familia que no quería perderse este evento, estábamos en la sin salida, todos nos pedían que no los dejáramos por fuera. Empezamos a diseñar varios tipos de tarjetas, quedándonos con la más apropiada, que era con la foto de ellos impresa en ella, les hicimos tomar varias fotos hasta escoger la más indicada, quedando estas tarjetas hermosísimas. Ahora venía la fecha, el almanaque nos marcaba la fecha de cumpleaños el viernes dos de abril, pero era imposible hacerlo ese día, decidiendo que sería genial por el día sábado tres de abril. Ya con las tarjetas nos pusimos a la tarea de repartirlas con anterioridad quedando muchos conocidos sin ella.

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Primer añito de Edwin y Luz Edith[28]

Llegada la fecha, ya todo lo teníamos preparado, empezamos a las dos de la tarde con los niños, mi esposa era especialista en esta materia de recrearlos, pues ese era su trabajo en el magisterio de niños de


[28] Foto utilizada para la tarjeta de invitación del primer añito de nuestros mellizos

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preescolar, juntándolos con los nuestros les ponía juegos, títeres, todo tipo de diversión, les tomaban fotos, se les daba helados, confites, y al final se le daba a cada uno su regalo de sorpresa, llevando cada niño desde lo que habían recogido en la piñata, hasta sus regalos especiales.

Luego seguimos preparando, comida y bebida para los adultos que empezaban a llegar desde las siete de la noche, como a las diez no cabía una persona en esa casa, la música, el baile y la algarabía que se escuchaba era enorme, los niños no podían dormir ni descansar, era una locura, todos los querían cargar, abrazar, disfrutarlos.

La fiesta termino como a las cinco de la mañana, cuando se fueron las últimas personas quedamos exhaustos, cansados, estresados por aquel día y noche que habíamos tenido, al momento nos vimos los dos solos sentados en medio del desorden, la basura, los niños gracias a Dios se habían quedado dormidos, ahora nos quedaba hacerle aseo a esa casa tan grande para podernos recostar y descansar para poder seguir con la responsabilidad de cuidar y criar a nuestros hermosos niños. Púes todo lo hacíamos con el fin de que algún día como hoy nuestros hijos vieran cuanto los amamos, y estamos dispuestos hacer todo lo imposible por ellos.

Mi esposa y yo seguíamos nuestra rutina, trabajando y luchando por salir adelante, viajábamos muy a menudo a Zarzal para mantener contentos a nuestros padre que día a día se enamoraban más de esos mellizos y el resto de familia anhelaba tenerlos. Nosotros madrugábamos mucho hacia nuestros trabajos, dejando a nuestros niños al cuidado de una empleada o persona que mi esposa conseguía, en ocasiones le tocaba conseguirlas o traerlas de otras lugares, confiando en ellas lo poco y mucho que nosotros teníamos, poco sabíamos la procedencia de estas personas, pero Dios era tan grande con nosotros y era tan grande la astucia de mi esposa que en pocos momentos que la conocía les averiguaba rápido su procedencia y alguna que otra recomendación y así las contrataba para dejarles tremenda responsabilidad. Yo venía trabajando las doce horas hacia un tiempo atrás, una semana de día y otra semana de noche, poco era el tiempo que podía estar en casa, solo los fines de semana y eso que escasamente los domingos, así transcurría los días, los meses, y porque no decir los primeros años, seguíamos viviendo en esa misma casa del barrio victoria, ya todos los vecinos de esa cuadra nos conocían y nos referenciaban por los padres de los mellizos; la prima de mi esposa, Libia Rosa Zuleta que vive muy cerca a este barrio, y que en muchas ocasiones nos colaboraba con nos niños, nos decía que cerca de su casa estaban vendiendo un lote de terreno muy económico que pertenecía a una mortuoria y que los herederos querían venderlo porque necesitaban dinero para solucionarle y ayudarle a la señora madre heredera de este predio. La prima como cariñosamente la llamo, deseaba que nosotros adquiriéramos este lote, ella sabía que mi especialidad era la construcción y que algún día levantaríamos allí nuestra casa. Esto le lleno el corazón a mi esposa pero ella sabía que solo teníamos era nuestras manos para trabajar , y los pocos ahorros que podíamos hacer se los consumían las necesidades de nuestros hijos, nosotros conocíamos el dichoso lote de terreno porque Libia Rosa nos lo mostraba cada que íbamos a visitarla al barrio Panamericano, Libia ya había construido su casa hacia unos tres años, en este barrio, aunque se veía un poco despoblado lo único que me gustaba era que estaba al pie del hospital Thomas Uribe, y que para salir al centro de la ciudad podría uno desplazarse a pie; a mi esposa le gustaba por lo que existía al frente un gran lote de terreno que se utilizaba por aquel tiempo como cancha de futbol, y que allí se podrían recrear nuestros hijos, nosotros lo veíamos casi imposible además el precio no se ajustaba a nuestro presupuesto, pedían noventa mil pesos por él, y lo veíamos casi imposible.

A Tuluá la fiebre de las motos entraba en su apogeo, aprovechando mi respaldo que trabajaba en colombina me saque mi moto fiada en uno de los almacenes que tenía renombre en Tuluá, mi esposa no estaba muy a gusto por esta compra pero si me apoyaba en mis decisiones, en la empresa en que trabajaba teníamos el trasporte libre, nos llevaban y nos traían cada que terminábamos nuestras jornadas, en ocasiones decidía irme en mi propio trasporte, y así madrugaba menos o llegaba más temprano a mi casa, porque el trasporte que teníamos, hacia su ruta recogiendo personal o de venida dejarlos en los puntos donde nos recogían, bueno era un logro para mi adquirir una prenda de estas; todo seguía igual, con el tiempo pague esta moto, no faltándoles nada a mis hijos, trataba de cumplir con mis obligaciones tal igual como la empecé, mi esposa me colaboraba mucho con los niños, les compraba todo lo que fuera ropa, y yo parte de los juguetes, mi deseo era que no les faltara nada, vivíamos orgullosos de ellos, seguían admirándolos como se iban criando sanos y fuertes.

Un día cualquiera, y ya con algunos años de estar trabajando en Colombina, la fábrica entro en unas revuelcas de sindicatos al cual yo pertenecía como delegado de la junta, y los obreros reclamaban un alza salarial más justo de lo que ellos pretendían aumentar, esto hizo que los gerentes tomaran decisiones muy drásticas y recortaran personal para poder aumentar lo que los obreros pedían, el comité del sindicato se alzó sobre esta decisión, lo que ocasiono que se desboronara el sindicato vendiéndose el presidente y algunos miembros de ella sacándonos a todos los que pertenecíamos a la junta y algún personal de planta salpicados por esta problemática, este incidente repercutió en mi hogar, ya que me quedaba desempleado y desorientado para responder por mi familia. Me uní de nuevo al trabajo de la construcción a mi padre y a mi hermano Eduardo, no les faltaba el trabajo, la moto que tenía me ayudaba a desplazarme a Zarzal, viajaba dos o tres veces a Tuluá a visitar a mi familia. Y así me regresaban los fines de semana, mi hogar volvía a retornar felices, mis hijos seguían creciendo hermosos, el único inconveniente era que tenían que estar al margen y cuidado de una empleada, mi esposa no podía dejar el trabajo en el magisterio porque a mí solo me quedaba duro, y más con lo que me ganaba no alcanzaba a cubrir todos los gastos que acarreaban en la casa. Un día cualquiera mi esposa llegaba del trabajo muy feliz , pues le había llegado un retroactivo del magisterio por un alza que el gobierno había decretado y que no se lo habían ajustado en el tiempo decretado, y con unos pocos ahorros más que tenía compramos aquel lote de terreno que Libia Rosa nos había aconsejado en el barrio panamericano, hasta ahí las cosas seguían igual, yo trabajaba duro la construcción en Zarzal y sus alrededores, pues éramos muy conocidos en este gremio, yo estaba muy joven y vigoroso con veintitrés años de edad y con dos hijos, me creía el hombre más varonil y capaz de realizar cualquier trabajo que me pusieran, desempeñaba la construcción con buenas habilidades, aprendía rápido, pero anhelaba tener más para mi familia. En ocasiones por mis locuras de joven descuidaba mi esposa y mi hogar, me distraía algunas veces con mis amigos olvidando mis obligaciones de padre y esposo haciendo rabiar a mi esposa causando una que otra discusión, pero lo enmendaba con afecto y amor como siempre nos ha caracterizado a los dos.

Mi hermano Eduardo que también vivía en Tuluá, viendo mi situación y mi mal comportamiento en ocasiones en mi hogar, llamándome la atención, me propuso que vendiera esa moto y que con ese dinero me colaboraría en construir algunas dos piezas en el lote que habíamos comprado, confiando en que los dos con el conocimiento que ya teníamos podríamos construir hasta la obra negra pero habitable y así nos pasaríamos. Eduardo ha sido para mí casi mi segundo padre, lo respeto igual como a mi padre, sus consejos me han sido siempre efectivos, siempre ha querido lo mejor para mí, lo he admirado por su paciencia y lealtad en los negocios, llegamos a ser socios sin aventajar ni exigir, le acepte su propuesta y como la moto estaba casi nueva me fue fácil venderla. Magnolia había mandado hacer los planos de la casa, aunque no hicimos lo que en el plano decía teníamos unas bases, y principalmente un permiso para construir, empezamos a construir el futuro de mis hijos. Empezamos de atrás hacia adelante la obra, construimos dos piezas improvisando el baño y la cocina, todo en obra negra, mi esposa en las tardes que salía del trabajo nos traía el refrigerio y se quedaba ayudándonos a mojar ladrillos, hacerle un poco de aseo a la obra etc. Ella se sentía feliz porque pronto dejaríamos de pagar renta y estaba dispuesta a mudarse a esta casa sin terminarla, eran muchos los inconvenientes que teníamos para pasarnos, primero no teníamos agua, ni luz, segundo el presupuesto no me alcanzaba para hacer los alcantarillados hasta la calle, porque como había empezado de atrás hacia adelante la obra, me toco hacer una cisterna profunda en la mitad del lote, para que cayera todos los desechos de las baterías sanitarias, baño, y cocina.

Vísperas para una navidad, no quiso que pagáramos ese mes de renta proponiéndome que nos pasáramos así, y que con el dinero de la renta compraríamos un sanitario, y un lavaplatos que era lo que nos hacía falta, ya que el agua y la luz nos la vendían los vecinos que la apoyaban en esta decisión, además me decía, que ella salía a vacaciones y pasaríamos esa navidad en Zarzal para darle tiempo a que la casa, que así la llamábamos ya tuviera secamiento, pues la plancha hacía poco la había fundido. Yo le aceptaba todas esas locuras, empezamos a desocupar la casa que rentábamos en el barrio victoria, trayendo poco a poco nuestras pertenencias, era una locura total, ya se nos había cumplido el mes, teníamos que traer todo ese mismo día, no cabíamos allí, tuvimos que dejar muchas cosas empacadas en cajas de cartón, porque ni closet teníamos, yo empezaba a enojarme por esta locura, pero deberás que ya tener lo propio y la esperanza de que algún día Dios nos daría con que seguirla, no llenaba de muchas esperanzas, yo me tenía confianza que la sacaría adelante poco a poco. Nos fuimos a pasar navidad a Zarzal con nuestros padres, ellos nos apoyaban y nos felicitaban por los logros adquiridos, le agradecíamos a Eduardo enormemente la colaboración que nos había dado, aunque poco o justo le pagaba por las semanas trabajadas él se sentía orgulloso de saber que yo dejaba de pagar renta.

Terminadas las fiestas de navidad, teníamos que retornar a Tuluá porque mi esposa empezaba sus jornadas de trabajo, empezábamos a habitar aquella construcción que con tanto amor habíamos elaborado, eran muchas las incomodidades pero felices en lo propio, ya se nos venía otro problema, que las empleadas que conseguíamos para cuidar los niños no se amañaban en esta casa tan inconclusa, toda en obra negra, con ventanas y puertas improvisadas con tablas de formaleta que le habíamos hecho, porque no teníamos todavía dinero para mandarlas a hacer metálicas; a pesar que mi esposa les pagaba lo justo por cuidar a nuestros niños, cada vez que ella las conseguía les decía que éramos muy pobres, no se imaginaban la forma tan precoz en que nosotros vivíamos, y en ocasiones se iban dejando a nuestros niños solos encerrados en la casa, si no es por los buenos vecinos que escuchaban el llanto de ellos, venían y los sacaban mientras ella llegaba del trabajo, porque yo permanecía trabajando la construcción en Zarzal y venia dos o tres veces a la semana a Tuluá, cuando ella o los vecinos me contaban estas inconvenientes, me sentía morir y con más ahínco trabajaba duro para irla terminando y vivir más dignamente; poco a poco la íbamos reformando, por fin le hicimos poner luz y agua, el alcantarillado principal de la calle empezaron a reformarlo por unos tubos más grandes ya que empezaba a poblarse el barrio y logré llevarlo hasta el tubo madre de la calle, lo mejor de todo era que al lado y lado de mi casa ya estaba construido yo le hice un cerco de guadua a la parte delantera de la casa que aún estaba sin construir para que mis hijos jugaran y no se salieran a la calle, recuerden que yo mencione que había empezado la construcción de atrás para delante; yo trabajaba hasta los domingos en ella para irla mejorando, mi esposa y yo vivíamos felices aunque con muchas incomodidades y necesidades levantábamos a nuestros hijos en lo propio y con un futuro por delante que Dios nos daba.

A los días salió un decreto que todos los profesores que no estudiaran una carrera o no hicieran alguna licenciatura, no ascenderían de escalafón en el magisterio, se quedarían con un mínimo de sueldo y no avanzarían para el futuro; obligando a mi esposa a tener que hacer alguna carrera o estudiar algo; ella venia ahorrando parte de la renta que habíamos dejado de pagar y con esos ahorros pago el primer semestre de educación física, que empezaba a estudiarlo en el nocturno, contando siempre que la empleada se quedara cuidando los niños también en la noche, era mucho el sacrificio que se hacía mientras que yo iba mejorando la casa construyendo lentamente hacia delante.

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Crecían sanos y fuertes[29]

El tiempo iba pasando, mis hijos iban creciendo sanos y fuertes, ya cumplían casi los cuatro años, recuerdo que se los celebrábamos en medio de la estreches y la incomodidad en que vivíamos, como pobres


[29] Los mellizos iban creciendo y con ellos nuestra felicidad por disfrutar la infancia de nuestros hijos

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casi no nos faltaba nada, lo importante de todo esto era los felices que éramos. Al tiempo mi esposa me proponía que si íbamos a encargar otro hijo tenia que se pronto ya que las pastas que ella tomaba para no quedar embarazada le estaban cayendo mal y le interrumpían hacer la carrera que estaba haciendo ya que los ejercicios que hacia la mareaban y el doctor le decía que era por causa de las pastas que estaba tomando. A mí no me disgustaba la idea ya que yo quería tener más hijos, ejemplo que yo sacaba por mis padres y mis suegros ya que eran unas familias numerosas y todos se criaban igual; le acepte y en pocas fechas estaba en gestación, ahora para ella se le dificultaban las cosas, se le retrasaba el estudio, tuvo que cancelar algunas materias mientras pasaba su embarazo y las vería después de su parto; así, transcurría los meses mientras que yo seguía trabajando en Zarzal la construcción.

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En embarazo de Herminson[30]

Llego la fecha programada para el nacimiento del bebe, el ginecólogo que atendía a Magnolia, la cito en la ciudad de Buga, porque él no podía asistirla en la ciudad de Tuluá. Preparamos la pañalera y las cosas necesarias para Magnolia, acompañados por la prima Gilma Zuleta,


[30] 5 meses del embarazo de nuestro tercer hijo

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quien la acompañaría durante la noche, ya que a mí no me lo permitían. Nos fuimos en bus para el hospital San José de Buga; donde recibió atención rápida y oportuna por pertenecer al gremio del magisterio. El día 28 de febrero de 1983 a las 5 p.m. nace este hermoso bebe asistido por el Dr. Mondragón especialista en ginecología. Al otro día, al darle salida a Magnolia y al bebe, acudimos al servicio de un taxi que nos trajera de regreso a nuestro hogar en la ciudad de Tuluá. La dieta de mi esposa transcurría sin ningún contratiempo, en compañía de una señora que contratamos para que la asistiera. Los mellizos estaban felices de disfrutar a su hermanito, especialmente Luz Edith que quería muñequear, despertando su instinto maternal a tan corta edad.

Después de transcurridos los tres meses de la licencia de maternidad, Magnolia regreso a su rutina de seguir viajando a Guacari, donde la extrañaban tanto las profesoras como los alumnos, y los niños se quedaban en casa con la empleada, mientras yo seguía trabajando en Zarzal.

Un día cualquiera a las puertas de la casa de mis padres, llegaba un mensajero enviado por una empresa judía, que hacía poco había llegado de Israel a Zarzal, y habían alquilado un lote de terreno en las afueras del pueblo, armando unos campamentos y aplanando un sector grande de terreno, colocando un aviso como empresa constructora y necesitaba obreros para construir un tramo largo de carretera entre Obando y la Uribe. El mensajero aquel que conocía a mi padre y sabía que éramos muy cotizados en la construcción, estaba trabajando ya con esta empresa, como vigilante y nos había recomendado como buenos maestros de obra, y el ingeniero de la obra quería charlar con mi padre y por eso lo mandaba a llamar. Eran como las doce y media de la tarde, todos nos encontrábamos en hora de almuerzo, y además mi padre y Eduardo por esos días tenía mucho trabajo y justo ese día había que fundir una losa de concreto y no podían desplazarse a ese llamado que le hacia esa empresa; por ultimo mi padre opino que fuera yo en remplazo de él y atendiera a estas personas que lo llamaban.

Yo acudí a ese llamado, aquel amigo vigilante espero que yo terminara de almorzar y nos fuimos, cuando llegamos a las oficinas de aquella empresa, estaban todos reunidos como en una junta y habían muchos planos regados por todas partes, no me esperaba ver tantas personas, especialmente varios de ellos hablando un idioma que nunca en mi vida había escuchado; el vigilante amigo me presento como maestro de obra, hijo del reconocido José Arboleda maestro constructor del pueblo, todos me saludaron muy formales, al instante se paró uno de los señores y me dijo, mi nombre es Silvio Velasco, ingeniero de este proyecto ¿Ustedes están en capacidad de conseguirnos muchos obreros? ¿Para qué arranquen esta misma semana? yo le conteste, ¿Y qué es lo que hay que hace?, mucho trabajo, me dijo: hay que hacer puentes, box culver, sardineles, ampliación de puentes, etc. etc., yo seguro de lo que hablaba, le respondí: si señor y él me dijo, para mañana es tarde, y usted también lo necesitamos mañana. Me quede con ellos mucho rato ahí, ya que me hacían muchas preguntas, de cómo era el pueblo, de que vivía el pueblo, que si les podía conseguir casa para algunos ingenieros representantes de la obra, ya que estaban en Cali alojados y tenían que desplazarse para ese pueblo para estar más cerca de la obra, que el representante legal llegaba al otro día y quería tener mucho personal listo para trabajar. Esa tarde me recorrí casi todo el pueblo llamando obreros, amigos que querían trabajar y que se presentaran al otro día bien temprano en esos establecimientos; yo le conté a mi padre y a mi hermano, todo lo que había pasado esa tarde, ellos me decían entra tu primero y experimenta para que servimos nosotros y además mi padre y Eduardo tenían que cumplir con varios compromisos que habían adquirido. Al otro día que yo llegaba a aquellas oficinas, me lleve las sorpresas de que ya había varias personas que yo había buscado para trabajar en esa empresa.

entre y me le presente al ingeniero Silvio reportándole que afuera le tenía algunos obreros que ellos me habían encargado, nos dirigimos a una oficina donde me presentaron al jefe de personal y junto con el ingeniero empezamos a seleccionar personal según entrevista que les hacían el jefe de personal y el ingeniero; ese día ayude a incorporar unos treinta obreros entre maestros, oficiales, y ayudantes. Los primeros trabajos que empezamos a realizar fueron la elaboración de algunas zapatas o bases para una maquinaria que estaba próxima a llegar, tales como trituradoras, planta de asfalto, planta eléctrica etc. Yo era el encargado de estas obras, el topógrafo y el ingeniero me daban los trazos y yo las ejecutaba, empezaba mi vida a darme unos cambios muy favorables y exitosos día a día surgía más y más en esta compañía, llegue a ocupar el puesto de jefe de vías, por ultimo mi hermano Eduardo, primos, y muchos más de la familia se vincularon conmigo a trabajar en esta empresa, los ubique como contratistas en diferentes obras.

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Primeras máquinas que llegaron a Zarzal para construcción de pavimento para carretera Obando – La Uribe[31]

Por fin llegaron las maquinarias que estaban esperando, junto con un italiano llamado Fausto, que era el ensamblador de estas máquinas, a medida que se iban instalando estas máquinas en las bases que yo les había hecho, todo coincidía, tanto las maquinas trituradoras, máquina de asfalto, etc., todo salía a la perfección, así me daba a conocer más y más en esta empresa, adquirí buena confianza con todo el personal de planta, mi sueldo empezó a aumentar, así mismo empecé a mejorar mi casa, por ultimo le fundí la losa a toda la casa, la hice repellar, azulejar los baños, deje casi terminada la primera planta, le colaboraba a mis padres, me daba casi una gran vida, ayude a emplear a muchos Zarzaleños, y oriundos de otros pueblos y ciudades, cada día aprendía cosas diferentes, me familiarice tanto con los gestores y el grupo de extranjeros que el jefe de ellos Salman Nio, judío temperamental, fuerte para tratar las personas, hicimos fuertes lazos de amistad y compañerismo, tenía una confianza única con ellos, me dieron hasta contratos en la vía, tales como colocarles las defensas en las curvas de las carreteras, colocarles señalizaciones a las vías etc., yo lograba todas estas oportunidades; mi hermano Eduardo por ese tiempo tenía un carro,


[31] Inducción de algunas máquinas trituradora de piedra para la fabricación del asfalto

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Nissan Patrol, en muy buen estado, este vehículo logre incorporarlo a la empresa ganando mensualidades por la renta de él, favoreciendo así a mi hermano, me volvía muy popular en el pueblo, a mis hijos no les faltaba nada, trataba de cubrirles casi todos sus gustos, tenía semanas en que me desordenaba y cometía alguna que otra locura abusando del trago, el baile, y el trasnocho; nunca ahorre, todo lo que me ganaba lo invertía en mi casa, en mis gustos, pensé que eso no se acabaría nunca, el tiempo fue pasando, ya tenía más de tres años esta empresa en Zarzal , la obra iba llegando a su final, los contratistas que habían venido de otros departamentos ya se retiraban, quedábamos solo un grupo de personas vinculadas a la empresa desde el inicio de la misma hasta el final de ella, por ultimo a la empresa le salió otro contrato en la ciudad de Girardot, enganchándonos con ellos y viajamos llevándonos todo el montaje que teníamos en Zarzal; nos ubicamos más concretamente a las afueras de melgar, a orillas del rio Sumapaz, allí terminamos unos tramos de pavimentos entre el Alto de Canecas a Girardot, obra que habían empezado otra empresa colombiana, y no la culmino por desacuerdos internos de la compañía y el gobierno; allí duramos no más de un año, porque a la empresa Solet Bonet, le salía un contrato grande para el país vecino de Ecuador, a una ciudad llamada Cuenca, allí había que pavimentar algunas calles, veredas, vías principales etc.

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Trabajos en la vía[32]


[32] Fabricación de cunetas de la carretera Obando – La Uribe

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Hablé con mi esposa ya que yo viajaba cada quince días a visitarla y a ver a mis hijos lo mismo que a mis padres, le comente de este viaje, prometiéndole que de ese país yo vendría cada mes por tardar, Eduardo ni mis hermanos habían viajado conmigo a Girardot, ellos seguían trabajando en Zarzal, empecé a planear viaje para ese país vecino, tenía que sacar pasaporte y algunos documentos más que me exigía la empresa que me llevaba con todos los gastos pagos, mientras que iba sacando todos estos documentos uno de mis hermanos Carlos Alberto, mis primos Fernando, y Rigoberto hijos de tío Lázaro, y tío Aquileo, quisieron viajar conmigo pidiéndome que los ayudara a engancharse a esta aventura, ya que a ellos la empresa los conocían, porque habían trabajado en el proyecto de pavimento de Obando a la Uribe. Ya en vísperas del viaje le deje parte de mis ahorros a mi esposa para que se fueran bandeando con esto, mientras empezaba a trabajar y a ganar algo para poderles enviar.

Emprendimos viaje a este país vecino, nos demoramos más de 24 horas en bus, haciendo cambios en cada ciudad que nos correspondía cambiar de bus, llegamos exhaustos, cansados, trajinando por unas carreteras total mente desconocidas, encontrándonos con otra cultura diferente, aunque igual el idioma, nos sentíamos extraños en este país.

Al otro día después de llegar muy temprano nos presentamos ante los jefes de la compañía, especialmente yo, que me estaban esperando y que me habían dejado para los gastos y el viaje. Salman el jefe principal al verme me saludo con mucho afecto llevándome directo a su oficina y explicándome los por menores de cómo se iba a trabajar en esa obra y en esa ciudad, le hable sobre mis primos que ya habían trabajado en Colombia con ellos, y me dijo que no había problema que para ellos también había trabajo, poco a poco nos fuimos ubicando, pues los otros compañeros de trabajo que se habían venido adelante, nos fueron guiando y hasta non alojaron donde ellos estaban, empezamos a trabajar un poco desubicados pero seguros de lo que hacíamos , a mí me dieron una cuadrilla de obreros que iban a estar bajo mi responsabilidad, para que los llevara a escavar y a arreglar algunos terrenos por algunas calles principales donde se iban a hacer andenes o veredas que es el nombre que le da en este país. Ya había mucho adelanto de los topógrafos, ya nos tenían trazos y medidas exactas para hacer estas veredas, mi hermano y mis primos los ubicaron en zona de asfalto, en algunas vías que se pavimentan con este material.

Al final terminamos ubicados todos los colombianos juntos, éramos como 15 personas, alquilamos una casa grande, donde anteriormente existía un cuartel de la policía, entre todos pagábamos este establecimiento, algunos de los colombianos mandaron por sus esposas que no tenían hijos, esto nos hacía sentir casi una sola familia, yo viajaba a Colombia cada mes a ver a mi esposa, a mis hijos, y a toda mi familia. Mi niño Herminson poco me extrañaba ya que estaba muy pequeño, los otros ya sabían cuando me iba, o cuando regresaba, pero como venía a menudo y fuera de eso los llamaba muy constantemente y no me extrañaban tanto, mi esposa seguía estudiando nocturno en la universidad, ocultaba mi ausencia con el estrés del trabajo y del estudio, fuera de eso mi suegros y mis cuñadas la visitaban de vez en cuando, así me ayudaban a disipar la soledad o la falta de mi presencia.

El trabajo en Cuenca, Ecuador se ponía un poco difícil, ya que los pagos no eran cumplidos y el sueldo que pactamos no se ajustaba al presupuesto de los gastos que veníamos adquiriendo en esa ciudad, ya llevaba casi un año con este ir y venir que sé volvía cansón y estresante, y por ultimo decidí regresarme dejando a mi hermano y a mis primos instalados pero no muy contentos.

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Familia Arboleda Zuleta[33]

volví a vincularme con mi padre y mi hermano Eduardo en Zarzal seguíamos trabajando la construcción, por esos días mi papa había adquirido unas deudas en hipoteca para mejorar la casa y montar un negocio de hospedajes o residencias en la misma casa ya que ella era de dos plantas, y la planta baja la adecuo muy bien con varias alcobas unas con baño privado y otras solas también le ubico varios baños sociales típico de una residencia, yo le sugerí que le colocara residencias Motivara, por el hotel que en ese entonces estaba en apogeo en Medellín, así lo inscribió en cámara de comercio, en publicidades, y alguna que otra propaganda que mi padre le hacía al negocio. Pero las cosas no terminaban ahí, mi padre viendo que podía seguir incursionando con otro negocio, y teniendo espacio suficiente porque a la fachada de la casa también le había sacado un local hacia la calle, monto una mueblería, venta de todo tipo de electrodomésticos especialmente camas metálicas, nocheros, peinadores, y al mismo


[33] Uno de mis viajes desde Ecuador para visitar a mi familia

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tiempo todo tipo de cacharro o miscelánea; abandonando así el trabajo de la construcción; cosa que veíamos muy factible ya que su edad no era muy recomendable para seguir trabajando este oficio; mi padre se iba vinculando al gremio de los comerciantes, todo parecía salirle bien, Eduardo también había prestado algunos dineros con aquella misma persona a quien mi padre le debía. El tiempo fue pasando y los intereses a mi padre se le acumulaban debido a que en ocasiones los negocios no estaban produciendo lo necesario para cubrirlos y al mismo tiempo las obligaciones en la casa eran más altas que la misma obligación, empezaba mi padre y mi madre a brincar candeladas y a sentir depresiones por esta situación tan estresante. Después de esto mi padre cambia de negocio, de la mueblería, a un restaurante o piqueteadero, buscando como surgir y poder pagar todo lo que debía, mi madre le ayudaba en lo que más podía, trataba de racionar algunos alimentos, o de inventar cualquier tipo de comida, para darles a los más pequeños, y hasta en ocasiones a los ya casados, entre ellos a mí, tenía un corazón súper noble, nadie que se arrimara a la casa sea familia, o sea extraño, en horas de comida, salía de allí sin comer algo, multiplicaba los alimentos con tal destreza que Dios le dio ese don de servir sin mirar a quien; legado que nos dejaba a algunos de sus hijos especialmente a Jislena que acompaña a mi padre hasta el final.

Eduardo era otro que apoyaba a mi padre en cualquier decisión, lo mismo mi padre lo admiraba por su nobleza, su rectitud, y amabilidad para con la gente, compartían muchos ideales, Eduardo también sufría las consecuencias de mis padres. Por ese entonces yo estaba enfrascado en lo de mi hogar, con mi obligación tenia y me sobraba, escasamente mi opinión en ocasiones se ponía en consideración, a mi padre todavía lo llamaban de vez en cuando para alguna obra; no despreciándola se llevaba a Eduardo y a mí para que nosotros la ejecutáramos y él nos ayudaba por los laditos, pero la experiencia no se improvisa era de mucha ayuda junto con las ideas que él aportaba en cualquier obra, él estaba al tanto de sus negocios, lo mismo de cualquier trabajo. La deuda mes a mes, cogía más fuerza, los intereses se acumulaban, cosa que aceptaba el prestamista para que la deuda creciera mes a mes, abrigando quizá la esperanza de quitarnos la casa y dejar a mis padres en la calle; así sentíamos que podía suceder. Mi padre peso que se ganaba, peso que trataba de ponerse al día con los intereses, la casa iba cogiendo cada día más valor comercial debido a que mi padre la mejoraba, y no solo eso, los negocios que tenía en ella, como la residencia, los almacenes, etc., la hacían valer cada día más y más.

Por esos días Eduardo había conocido a unos ingenieros que en meses anteriores les había hecho algunas obras en Lucerna de Bugalagrande, ingenieros que estaban recién salidos de la universidad, uno era tulueño, y el otro bogotano, familiar de los dueños de leche Lucerna y quiso quedarse a vivir en Tuluá y al mismo tiempo asociarse con su colega de universidad. El bogotano se llama Armando Vargas, y el tulueño Carlos Guevara, familia de los dueños de un almacén muy conocido en el comercio tulueño, Almacén el Príncipe, ellos montaron oficina y empezaron a darse a conocer en el gremio de la construcción.

Armando se conocía con un arquitecto caleño radicado en Tuluá hacía mucho tiempo, y que además pretendía llegar a la alcaldía, ya que era muy reconocido en el campo de la política del Valle del Cauca. A este señor le sale la construcción de una bodega en Bugalagrande más concretamente en Cocicoimpa o Nestlé, utilizando los servicios del ingeniero Armando Vargas, y esté recomendaba a Eduardo como maestro de obra, mi hermano fue citado en las oficinas de Armando y Guevara, y allí conoció al Dr. Tulio Botero Zafra, para coordinar algunos detalles y arreglar precios, ya que no daban contratos de obra, sino solo administración, pero si le daba facultades para conseguir el personal, esto nos servía a todos, hasta mi padre se vinculaba a esta grandiosa obra. Eduardo convoco a la mayoría de la familia que trabajaba la construcción, desde mi padre, tío lázaro, primos, y otros obreros que ya hacía tiempo venían trabajando con nosotros, y por ultimo mi persona, era casi toda una familia.

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Bodega Nestle[34]

Por parte del arquitecto Tobón, contrato a otro ingeniero de planta para que hiciera de interventor y le ayudara a Eduardo a interpretar parte de los planos, sacara muestras de concretos, y le llevara un récor de tiempo de obra. Este ingeniero estaba recién egresado de la universidad, no tenía nada de experiencia laboral, venía con sus conocimientos teóricos y esto ponía a Eduardo en aprietos porque casi no dejaba trabajar al personal que mi hermano dirigía; al principio mientras él se acoplaba a nosotros, y nosotros a él, pasaron muchos días, por ultimo nos familiarizamos todos formando un buen equipo, y la obra empezaba a tomar forma, era tan grande la bodega, que pasaba de 900 metros cuadrados, los pisos y pavimentos eran muy reforzados ya que por allí transitarían tracto mulas con más de 30 toneladas; para nosotros era una mega obra. Eduardo tiempo atrás había cambiado el carro que tenía, Nissan Patrol, por una camioneta Chevrolet apache modelo 53, que ahora le estaba sirviendo para el trasporte de personal de Zarzal, a Bugalagrande. Yo me convertía en el hombre clave para mi hermano, le hacia sus diligencias, le ayudaba a coordinar y a dirigir parte del personal, estaba al tanto de las irregularidades que se podían pasar por


[34] Construcción de la bodega Cocicoimpa en Bugalagrande

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alto en la obra, etc., mi hermano contaba conmigo y nos teníamos una confianza única.

La obra tuvo una duración no menos de 9 meses, aunque los últimos días para mi hermano no fueron muy lucrativos, ya que dicha obra fue motivo de rompimiento de sociedad, entre el ingeniero Armando Vargas, y el arquitecto Tulio Botero, ya que este señor abuso de la confianza y honestidad de su socio, lo mismo de Eduardo, y otras personas más, no liquidándoles correctamente los últimos pagos, y parte de la terminación de la obra, aunque esta mega obra, como la llamábamos, si nos dejaba algunas experiencias, renombre, honestidad, prestigio, no se ganó dinero fuera del salario, pero si ganamos experiencias. Todo esto nos sirvió, para seguir luchando y conservando nuestra identidad como obreros de la construcción, experiencias adquiridas por el buen maestro y creador terrenal que era nuestro padre José Arboleda.

Mi esposa seguía estudiando nocturno en la universidad, ya le faltaba poco para culminar esta carrera, ya llevaba casi 6 años, sino hubiera sido por el embarazo que programamos de nuestro niño Herminson, ya ella habría terminado, pero gracias a Dios teníamos esta hermosa criatura adornando los pilares de nuestro hogar, y criándose junto a sus dos hermanitos mayores, todo esto nos hacía sentir felices y orgullosos por el premio que Dios nos había dado.

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Cumpleaños de Herminson[35]


[35] Celebración de los dos añitos de vida de mi niño

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Herminson era la atracción de la casa, aprendía las cosas con una facilidad increíble, sin desmeritar sus dos hermanos mayores, pronto lo metimos a estudiar al Osito, una escuela privada cerca de la casa, casi a una cuadra de ella, donde antes los mellizos habían estudiado allí, aprendiendo sus primeras líneas, y sus primeros conocimientos, porque ya ahora estaban en otra escuela pública donde poco a poco, también se ganaban el amor y el cariño de todos los profesores, iban creciendo con unos conocimientos básicos, sanos y enérgicos para su edad, todavía estaban al cuidado de alguna empleada doméstica que los cuidaba muy bien en los momentos que mi esposa no estaba con ellos.

En ocasiones, mi esposa se valía de una que otra familiar de ella que venían de Zarzal y se quedaban tiempos con ellos, y esto nos hacían sentir más seguros cuando una de ellas los cuidaban. Para mencionarlas muy cariñosamente era Soleida Valencia Zuleta, Nancy Zuleta, Martha Liliana Zuleta, entre otras, todas ellas colaboraron con el crecimiento y desarrollo de nuestros niños, agradeciéndoles siempre y dándole gracias a Dios por ponerlas a ellas en nuestros caminos.

Mi esposa se quejaba que su sueldo ya no le alcanzaba, pues los pasajes para ir y venir, a su trabajo a Guacari, los gastos de universidad, ayudarme al pago de la persona que cuidaba a nuestros niños etc. Ya no le quedaba para ahorrar o quizás para sus gastos personales, pero Dios no me desamparaba, siempre me daba cualquier trabajo para el sostenimiento de mi familia.

Después de algunos meses de haber terminado aquella mega obra, fuimos llamados por un distinguido, y reconocido, empresario Pereirano, llamado Alcides Arévalo, que por esos días se había comprado una de las mejores haciendas aledañas al pueblo de Zarzal, y quería construir una bodega para almacenar algodón, maíz, soya, entre otros que se cosechaban comúnmente en esta región, este señor estaba comprando más tierras, para ganado vacuno y otros sembríos que quería tener. Cuando mi hermano Eduardo y yo, nos presentamos ante este distinguido comerciante, en la hacienda las Lajas, él nos atendía con un respeto impresionante, ahí pudimos notar que era un señor de unos 45 años de edad, con una cultura excepcional por el trato que nos daba y la forma de expresarse. Tenía en sus manos los planos, y algunas cotizaciones que otros maestros de obra le habían llevado, nos comentó sus inquietudes y sus proyectos para con la hacienda, pronto tenía que recoger cosecha y no tenía una bodega apropiada para almacenar estos productos. Al mismo tiempo nos presentaba un ingeniero que era el interventor de la obra y que esto había que realizarla en un tiempo casi récor por la cosecha que se venía encima, Eduardo le echo un vistazo a los planos, con el ingeniero, y les dijo que le dieran un par de días para traer por escrito la respuesta de la cotización, aceptando don Alcides y que en dos días nos volveríamos a encontrar allí mismo. El administrador de aquella enorme hacienda, era su propio yerno, Juvenal Gaviria, hijo de otra reconocida familia Pereirana, hombre bien parecido, formal y fácil de tratar. Nos despedimos muy formalmente de esta familia pudiente y cordial quedando en que pronto nos veríamos de nuevo.

Eduardo y yo trabajamos duro esos dos días sacando precios, cotizando materiales, mirando cuantos obreros podríamos llevar, etc. Para poder así llevarle dos ofertas, cobrábamos por metro cuadrado de obra, o por administración de obra, mi hermano tenía fresquito como presentar estas cotizaciones, ya que hacía poco veníamos de hacer esa mega obra en Bugalagrande, nos pulimos al máximo en esta cotización, nosotros sabíamos que nos íbamos a enfrentar a varias cotizaciones, pero estábamos seguros de lo que estábamos haciendo. A los dos días ya teníamos todo listo, a pesar que teníamos otra obra iniciada en el mismo pueblo, poco nos faltaba para terminarla, era una casa de dos plantas con locales para negocio ubicada más exactamente en calle 10 cerca a la estación de ferrocarriles, enseguida de la prendería Amistad, por el personal para trabajar la construcción no nos preocupábamos, teníamos muchos conocidos en el pueblo que años atrás venían trabajando con nosotros en diferentes obras; para recordar alguna de ellas Solet Bonet, Nestlé, Lucerna, Colombina, sin mencionar todas las que mi padre había hecho años atrás, conocíamos casi todo el personal del pueblo.

Eduardo y yo nos preparamos y nos fuimos a llevar dicha cotización a la hacienda Las Lajas, recibiéndonos el yerno y administrador el señor Juvenal Gaviria, que nos llevó directo a su oficina, y cuando le presentamos nuestras cotizaciones, inmediatamente las comparo con las que ya tenía, y admirado dijo: ¡huy pero está muy alto este presupuesto!, pero al mismo tiempo nos decía que esa si era verdaderamente una cotización, bien detallada, y organizada. El señor juvenal nos dijo que se la dejáramos, que para ese mismo fin de semana que llegara de Pereira el señor Alcides Arévalo nos darían a saber, nos despedimos muy formales y satisfechos porque nos había dicho que nuestra cotización era la mejor presentada.

Nosotros seguimos terminando la obra que estaba a punto de culminar, por el día sábado, que terminábamos la jornada de la semana, y yo todavía no me había regresado para Tuluá, llegaba a las puertas de la casa una camioneta blindada, con placas de Pereira en busca de Eduardo y de mí, mi padre que estaba en la parte baja de la casa, más exactamente en su almacén de electrodomésticos, atendía aquel señor que preguntaba por nosotros, mi padre ya se había identificado con el señor que nos buscaba y pronto salió a llamarnos, al instante estábamos ahí, el conductor de este carro, nos abrió las puertas y nos dijo, vamos porque mi jefe quiere verlos, Eduardo le respondió, ¿A dónde?, en la hacienda, le contesto el conductor; nos preparamos en segundos, cogimos una agenda y pronto nos fuimos con aquel conductor. En el camino pudimos observar, que este individuo estaba armado hasta los dientes, en el cinto cargaba una pistola y en los pies o en las rodillas mejor, llevaba un rifle o metralleta por así decirlo, se veía muy formal y alcanzo a decirnos que esa obra había que empezarla ya. Cuando llegamos a su presencia, tenía el en sus manos un perro pequinés blanco que parecía una mota de algodón, nos saludó muy formalmente y nos llevó casi hasta el establo donde tenía un caballo pura sangre llamado Platino, hijo de la mejor yegua que había en el país, y las primeras palabras fueron, muchachos me preocupa que, donde esta esté establo con esta hermosura de animal tenemos que correrla para otro lugar porque justo aquí queda la bodega que tenemos que hacer, no nos decía si era cara o barata nuestra cotización, empezó a proyectarnos una cantidad de trabajo, que nosotros no sabíamos ni que contestar, parecía un adolecente insinuándonos tantas cosas y tantos proyectos, por ultimo llamo a su yerno Juvenal y le autorizo que nos consiguiera materiales o todo lo que nosotros le pidiéramos, para empezar hacer algunas remodelaciones antes de hacer la bodega, pero que al mismo tiempo fuéramos desocupando parte de unos embarcaderos que también estaban cerca de la futura bodega que se iba hacer.

Al rato de entrevistarnos con él y de hablarnos tantas cosas, empezábamos a entrar en confianza, le conocimos sus tres hijos, dos varones, una mujer que era la esposa del administrador, y los otros dos jóvenes, estaban ente quince, y veinte años, la esposa de don Alcides tenia quizás su misma edad, se veía una familia feliz, y bien constituida, por su felicidad notábamos que hacía poco tenían esta finca, porque eran muchos los proyectos que quería hacer allí. Al mucho rato de estar con él lo llamaron por teléfono, aprovechando Eduardo y yo en tomar apuntes de cómo empezaríamos el próximo lunes, y por donde empezaríamos, mi hermano no la creía, mientras que yo anonadado por tanto guardaespaldas, que había en esa finca ese instante, me preguntaba, ¿quién es este señor? El casero mayordomo, también se ponía a nuestras ordenes, si necesitábamos de él; todo quedaba para empezar el lunes, sin arreglar precios, solo estábamos autorizados a traer buen personal y buena herramienta. Por ultimo nos despedimos de él, Eduardo se adelantó y le dijo: don Alcides tenga plena seguridad que lo poco y mucho que le hagamos, va a ser con mucho gusto, y honestidad. El sello del contrato solo fue un buen estrechón de manos, y seriedad de la palabra.

Llamo de nuevo a su conductor personal, que nos llevara al pueblo donde nos había recogido, nos montamos rumbo a nuestra casa, con el corazón que nos latía a millón de alegría porque teníamos de nuevo un trabajo bueno y honesto que nos ayudaría quizás a todas las necesidades que teníamos. Este conductor ya sabía que nosotros éramos los que teníamos mayor opción, y que además le habíamos caído bien, desde el primer día que nos conocimos.

Cuando llegamos a nuestra casa paterna, a dar las buenas nuevas, la primera que elevo una plegaria al cielo, fue nuestra madre, nuestro padre nos felicitaba por nuestra suerte, y al mismo tiempo nos decía que él se quedaría terminando los últimos retoques de trabajo que faltara en esa obra del pueblo. Ese mismo día convocamos algunos obreros que se presentaran muy temprano en las puertas de nuestra casa paterna, para llevarlos por el día lunes a empezar esta nueva obra, empezando la camioneta de Eduardo a prestar otro buen servicio.

Llego el anhelado lunes, yo me había madrugado muy temprano de Tuluá para llegar pronto y partir juntos con todos los obreros que habíamos citado para esa mañana, y así empezaríamos quizás con dos cuadrillas, o dos frentes de trabajo. Efectivamente así fue, éramos en total ese lunes como quince personas, y había mucho que hacer, poco a poco los íbamos ubicando, teníamos que desalojar muchas cosas, desbaratar corrales de ganado, mover maquinaria de siembra que estaban mal ubicados, escombros, etc…..etc. Pero lo principal de todo era que había que elaborar un establo provisional para el caballo pura sangre; por el día jueves tuvimos que convocar más personal, porque era mucho lo que había que hacer, parecíamos hormiguitas cruzándonos de un lugar a otro; poco a poco, nos íbamos ubicando e íbamos conociendo mejor la hacienda, la finca tenía su propio personal, cada uno desempeñaba su propia labor, unos en siembras y cosechas, otros en manejo de ganado, que era lo que más se caracterizaba por el momento, y otros en oficios varios, podía contar fácilmente cualquier 40 obreros, sin contar los nuestros que ya pasaban de 25, y estábamos hablando que hacía pocos meses la habían comprado. Bueno, esto se ponía interesante, solo faltaba como eran los pagos allí, por el día viernes el administrador Juvenal le decía a Eduardo que le pasara una lista del personal que nosotros traíamos, y que cuanto costaba la nómina, yo me puse a escribir la lista de las personas, con el cargo que desempeñaba, si era oficial, ayudante practico, o ayudante raso, a cada uno le colocaba el sueldo que habíamos pactado, lo que Eduardo se estimaba que iba a ganar, lo mismo yo lo hacía. Le pase la lista a Eduardo para que la detallara, y mirara si había cometido algún error, al contrario se asustaba al ver la nómina tan alta que quizás nos llamarían ajustarla o tal vez, mermar personal.

Al poco rato, mi hermano pasó por la oficina de aquel distinguido administrador, y le hacía llegar dicha lista, por el día sábado muy temprano nos llamaron a la oficina llevándonos tremenda sorpresa que ya tenían empacado el dinero en una bolsa de manila junto con la nómina, para que nosotros pagáramos al personal de nosotros porque ellos pagarían el personal de ellos, salimos con todo ese dinero pues ya faltaba poco para la una de la tarde jornada que finalizábamos la primer semana, al instante le dimos a saber a todo el personal que en nuestra casa después de las tres de la tarde les pagaríamos. Con lista en mano empezamos a pagar a cada uno de los obreros que teníamos a cargo, quedando satisfechos con la paga de la semana y agradeciéndonos por haberlos tenido en cuenta. Eduardo y yo quedamos esa tarde en casa de mis padres haciendo muchas preguntas, por ejemplo, ¿cómo confiaban tanto en nosotros la primera semana? No pusieron objeción por los precios de los obreros, especialmente el de nosotros, que le habíamos subido un poco a lo acostumbrado a cobrar en cualquier obra, no teníamos intermediarios para hacer las cosas, teníamos los planos de la bodega y éramos nosotros los que la estábamos realizando, bueno esto pintaba bien y era la palabra la que habíamos empeñado, decidimos por ultimo hacer las cosas bien hechas y trabajar honestamente.

Yo llevaba las buenas nuevas esa tarde a Tuluá, mi esposa se ponía contenta porque había empleo y llevaba buen dinero para mercar, podíamos comprar mejores cositas y dejarles a los niños buenas loncheras para llevar a su escuela, nuestra familia crecía linda y satisfecha, tratábamos de darles a nuestros hijos casi todos los gustos que estuvieran a nuestro alcance, lo mismo en mi casa paterna, colaboraba a mi madre en lo que más pudiera. Eduardo y yo le ayudábamos a pagar a mamá las chichiguas de los cacharreros que semanalmente le llegaban a cobrar por algún electrodoméstico, cuadro, olla, o cualquier cosa que ella se antojaba con estos vendedores puerta a puerta. Mi papá ya había terminado esa última obra que nosotros le habíamos dejado, seguía poniéndole cuidado a sus negocios de la residencia y del piqueteadero que tenía en los bajos, con esto se entretenía y disipaba la semana, yo seguía viajando a Tuluá dos o tres veces en la semana; a mi esposa le faltaba poco para terminar su licenciatura nocturna, ya era mucho tiempo que llevaba en esto; los trabajos en las Lajas iban avanzando mucho, ya estábamos pegando ladrillo y haciendo columnas, don Alcides venia cada quince o veinte días, nos felicitaba por el avance de la obra, pero nos pedía que le hiciéramos más rápido porque pronto venia la cosecha y necesitaba esta bodega; la sociedad reflejaba mucho en nosotros, llego tanto a confiar en mí , que dejaba que yo viajara casi todos los días para Tuluá, claro los gastos corrían de mi cuenta, nunca puso objeción por esto, nunca le conocí egoísmo, siempre fuimos unos socios limpios y transparentes.

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Hacienda las Lajas[36]


Por esos días, el invierno azotaba esta región del norte del Valle, empezábamos a tener dificultades con la obra por el rendimiento, en algunos lugares de la hacienda empezaban a inundarse, algunos caños que salían del rio Cauca se inundaban y hacían estragos en los cultivos, preocupando seriamente al administrador y a don Alcides; nosotros le metimos más personal a esta obra, y en ocasiones le trabajábamos algunas horas de más. Por fin terminamos todos los pisos de la bodega, ya que eran pavimentos muy reforzados, porque por allí iban a transitar muchos camiones pesados, y mucha maquinaria agrícola, solo nos faltaban los techos que eran en estructura metálica con cubiertas de Eternit acanalado de 60 centímetros de ancho, y doce metros de largo, solo lo vendían en Bogotá, y ya estaban encargados.


[36] Construcción y terminación de la bodega para almacenamiento de las cosechas de algodón, soya, millo, etc.

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Nosotros habíamos recomendado a un amigo de apellido Toro, muy allegado a la familia de mi cuñado Diego Vidal, esposo de mi hermana Margarita, que hiciera estas estructuras metálicas, basado en los planos que nosotros teníamos, y que nos habían dado al principio, lo presentamos ante el mayordomo Juvenal, y el sabiendo que venía recomendado por nosotros arreglo fácil y emprendió su trabajo, exigiéndole que le trabajara día y noche a estas estructuras. El invierno no daba tregua, día a día le hacía mucho daño a estos cultivos, la casa que tenía la hacienda había sido reformada por los anteriores dueños, era muy grande y estaba construida por una parte en dos plantas, la parte izquierda de la casa estaba cubierta de teja de barro y esta cubría mucha parte de alcobas, salas, cocina, y parte de oficina, y con este invierno tan feroz había desmantelado parte de estos techos, pidiendo don Alcides que se le arreglara rápido este daño. Eduardo le hizo un chequeo provisional a estos techos, notando que había algunas vigas de madera que sostenían estos techos que estaban a punto de colapsar y era mejor cambiarlas. Inmediatamente se le hizo saber al señor Juvenal, que por esos días tan fuertes de invierno no sería recomendable tocar esos techos, quedando que tapáramos las goteras más perjudiciales y apenas templara un poco el invierno repararíamos esos techos. Por esos días Don Alcides había llegado de Pereira y en un recorrido que le había hecho a la hacienda, noto que el rio Cauca había roto algunos farillones que amenazaban inundaciones a sus cultivos, llamo a Eduardo y a mí que lo acompañáramos a ver que se le podía hacer a esta problemática tan grave, nos montamos en su carro con él, y nos llevó casi hasta la orilla del rio, donde iniciaban los predios de su hacienda y que casi podían llegar hacia el sur con límites de Sevilla Valle, cogía mucha parte de terreno plano y hacia el sur terreno montañoso, él nos insinuaba que si era posible conseguir balasto, revolviéndolo en seco con poco cemento, y empacándolo en costales de fibra fácil de alzar, encarándolos uno a uno, para formar trincheras y que después el agua las iba mojando haciendo que el poco cemento que tenían las fuera compactando hasta volverlas piedra, eran muchos metros los que habían que atrincherar, pero sus palabras eran órdenes para nosotros, le aceptamos su idea y pronto nos pondríamos en esa tarea, él nos pedía el favor que si era posible trabajar hasta los domingos y con el personal que fuera, ya que la bodega estaba casi lista y ya se estaban haciendo los techos, nunca nos preguntaba cuanto me cuesta, sino que ¡háganle! pero pronto. Eduardo y yo nos dividíamos en frentes de trabajo, la camioneta de mi hermano empezaba a prestar sus servicios mañana y tarde, recorríamos muchas partes de la hacienda, por fin terminábamos los techos de aquella enorme bodega, el señor Toro había hecho las estructuras bien reforzadas y con la buena asesoría que nos había dado la fábrica de estas vigas de canaletas de Eternit, pudimos instalarlas sin ningún contratiempo. En medio del mal tiempo que nos hacía íbamos terminando obra por obra que don Alcides nos iba asignando, estábamos felices trabajando en esta empresa, prácticamente éramos nosotros mismos los que nos colocábamos los frentes de trabajo, los patrones nos dejaban trabajar a nuestra manera, todo iba saliendo bien, ya pasábamos de un año de prestar nuestros servicios en esta hacienda, ya nos conocían perfectamente nuestro trabajo, teníamos confianza con los patrones y hasta con los hijos de ellos, muy especialmente con Juan Carlos, el mayor de los hombres, que en ocasiones quedaba como mayordomo o jefe de la finca, haciéndose notar que tenía autoridad para mandar y realizar cualquier proyecto. Fue tanta la confianza para con él, que en ocasiones de fiestas del pueblo nos camuflábamos en secreto de sus padres y nos íbamos a disfrutar dichas fiestas sin guardaespaldas o persona que lo cuidara, ya que su padres lo protegían al máximo. El joven estaba en su plena adolescencia y quizás se veía cohibido por ellos, encontrando en nosotros la confianza y el apoyo de seguridad para disfrutar de vez en cuando algunas copas tranquilas que departíamos en algún lugar del pueblo.

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Gaviones[37]


[37] Bultos de balastro y arena revueltos con cemento para hacer represiones de agua

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Empezamos hacer los revestimientos de algunos caños, cañadas, y box culver que habían dentro de la finca, con aquellos bultos de balasto revueltos con cemento bajo en resistencia, notándose que mermamos los deslizamientos de tierra que ocasionaban una que otra inundación a los cultivos, al ver esto Don Alcides que era bueno y resistente mando a que le hiciéramos una represa o lago para almacenar agua cuando llegara el verano. Eduardo le decía que necesitábamos maquinaria pesada para escavar y hacer algunos que otros trincheros que nos dejaran hacer el trabajo, al otro día teníamos un buldócer con operario y todo para hacer dicho proyecto, nunca nos vimos cortos de materiales, herramientas, ni de personal, todo lo teníamos con él, solo era pedir y si esto le favorecía lo conseguía sin ninguna objeción; los trabajos los hacíamos con mucho amor, con mucho ahínco, no porque todo lo pagaba, sino por su forma de mandar, de pedir las cosas, eran correctas a pesar que tenía mucho dinero, no era antipático, su parte humana nos hacía sentir no un trabajador más, sino un empleado amigo, que nos necesitábamos mutuamente.

Desarrollamos estos trabajos en tiempo record debido a que en la hacienda todavía teníamos mucho que hacer, Eduardo se ponía a reparar aquellos techos de la finca ya que el invierno estaba pasando, mientas que yo le hacia algunos saladeros en concreto en algunos puntos estratégicos donde el ganado aprovechaba para tomar agua, refrescarse un poco de los intensos calores que suelen hacer por estas regiones del Valle. Día a día, le llegaba más y más, ganado lechero de la costa, y muchas regiones del país, también compraba más tierras aledañas a esta, el personal que ocupaba era mucho, ayudaba al crecimiento y desarrollo del pueblo impresionantemente, nosotros éramos uno de tantos que esta hacienda ocupaba, se trabajaba sabroso por esos tiempos.

Nosotros avanzábamos con todos los proyectos que él decidiera, nunca nos pedía cotización o precios por grande o pequeña que fuera la obra, solo le pasábamos la nómina del personal que teníamos bajo nuestra responsabilidad y ese dinero nos daban, nunca abusamos de la fiel confianza que él nos daba, y siempre repetía: “háganle muchachos que hay mucho que hacer”. Había gozo en todas nuestras familias, había trabajo y por supuesto había comida, progreso para nuestros hijos, realizábamos uno que otro proyecto en nuestros hogares, yo volví y me compre otra moto, así no le utilizaba mucho la camioneta a mi hermano, y viajaba más a menudo a Tuluá, también la utilizaba para recorrer mucha parte de esa hacienda donde desempeñábamos algunas labores.

Por esos días mi esposa terminaba la licenciatura, ya había más cuidado para mis hijos en horas de la noche, a pesar que ella se esmeraba mucho por ellos; en el día tenían que estar al cuidado de una persona mayor que los cuidara y les hiciera los alimentos, fuera una de sus sobrinas o la que fuera, Magnolia ya estaría en la tarde y en la noche con ellos, así les ayudaba en sus tareas y los recreaba un poco. Un día cualquiera el ingeniero Armando Vargas llama a mi hermano, para que le ayudara a realizar una obra que había contratado cerca al pueblo de Zarzal más concretamente en la hacienda Milán, cerca al cuartel de soldados Tesorito, entrada sur del pueblo; allí se presentía construir varias obras, tales como una pasarela de caballos de paso, mejorar la vivienda de la finca, piscinas, y especialmente un autódromo, hacienda que había comprado un joven de algunos 26 años con dineros de dudosa procedencia y había llamado aquel amigo ingeniero a que le empezara dichas obras. Eduardo me notificaba de esto, que si era posible que yo me quedara solo en las Lajas, y él se iría a empezar estas obras, yo me tenía confianza de lo que fuera saliendo, lo malo era que si Don Alcides se enteraba que él no estaba en la hacienda, no sabría que responder. Corrimos el riesgo, ya que el patrón últimamente estaba viniendo cada quince días por tantos compromisos que tenía en Pereira y quizás en muchas partes del país, Eduardo se había conseguido un oficial de confianza, de los que nosotros teníamos y lo había llevado dejándolo encargado de la obra de Milán, así podía ir y venir a las Lajas a pasar revista de cualquiera de las dos obras; pero poco duro esta dicha para él, ya que ese trabajo solo le trajo problemas debido a que el dueño y señor de esa finca, se la pasaba de fiesta en fiesta, con invitados especiales, que en ocasiones impedía a mi hermano avanzar con los trabajos porque les interrumpía con el personal aquellas fiestas, así duro por lo menos un mes, y por ultimo decidió entregarle esta obra al ingeniero Armando Vargas, que por ultimo tampoco las pudo culminar debido al desorden que el mismo dueño ponía. La obra al tiempo tuvo su final, se construyó todo lo que el joven dueño quiso hacer, terminando todo esto en una horrible desgracia, al poco tiempo lo secuestraron, y por ultimo acabaron con su vida, quedando todo a la deriva sin poder disfrutar de lo que algún día quiso tener. Poco nos interesa lo sucedido pero si aprendimos que lo que empieza mal, termina mal, seguimos trabajando en las Lajas, tranquilos y sin problemas haciendo las cosas con más amor y satisfechos de lo que hacíamos.

Un fin de semana el señor Alcides nos lleva a Eduardo y a mí a un costado derecho de la hacienda, y empieza a contarnos un proyecto que venía visualizando desde hacía mucho tiempo, y era que quería construir unos ordeñaderos mecánicos, con dos establos, uno a la derecha, y el otro a la izquierda, formando una pasarela para que el ganado fuera saliendo de su sitio al ordeño, y del ordeño a su lugar correspondiente, esto lo llamaba un hotel de 5 estrellas para el ganado lechero. Las cosas no eran imposibles para ese sueño, pronto lo poníamos en práctica; a la semana siguiente llevo a Eduardo haciendo un recorrido por algunas regiones del Valle del Cauca, más exactamente por Cerrito, Guacari, y Ginebra, donde ya existían algunos ordeños mecánicos, para que el tomara nota y visualizara como podrían quedar, eso sí sin hacer lo mismo que ellos tenían. Eduardo llego impresionado de ver algunas obras que algunas fincas tenían, pero lo que quería Don Alcides era algo mayor que esas, los únicos planos que adquirimos fueron algunos folletos que él nos había traído, y que le habían dado donde supuestamente las iba a traer. Nosotros le captamos bien su idea y su sueño, empezamos primero por el ordeño mecánico, teníamos que escavar parte de un terreno a la altura de una persona que iba a manipular las mangueras del ordeño impulsando la leche a unos tangues de almacenamiento, que después la recogían para pasteurizarla en otros lugares diferentes a la hacienda. En este proyecto Don Alcides estaba al tanto, venia hasta dos veces en la semana, ponía junto a nosotros todo el empeño y entusiasmo en esta obra, que día a día la íbamos desempeñando a la perfección.

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Ordeño mecánico[1]

Por otro lado empezábamos a preparar terrenos para ir construyendo los dos establos que iban a quedar al lado y lado del ordeñadero, para esto íbamos a necesitar mucha madera especialmente palos de “mangle” que se usaba mucho en ese entonces en los techos de las casas zarzaleñas y sus alrededores, pero esta madera era oriunda del puerto de Buenaventura, solo en estos lugares se consigue este tipo de madera por los grandes manglares que silvestremente suelen darse allí. Y que ahora se ha extinguido por el hombre y la tala de árboles que a diario es sacada de las grandes lagunas o desbordamiento del mar pacifico. Este buen hombre, quería lo mejor para su hacienda, quería tener el mejor ganado y las mejores vacas lecheras, no desmeritando sus mejores cultivos de lo que su buena tierra zarzaleña le pudiera dar.

Empezamos con algunos palos de “mangle” que pudimos conseguir en el pueblo, experimentamos con algunos de ellos quitándoles la cascara rustica, o corteza que los cubre dejándolos totalmente pelados, limpios, fáciles de inmunizarlos y brillar para que así lucieran hermosos, listos


[1] Se realizaron los establos junto al ordeñadero mecánico

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