Anhelos para mi madre

Anhelos para mi madre

Lavanda

08/05/2020

Soy una convencida de que a los padres hay que ayudarlos, en todo sentido, pero en este punto de la vida me refiero económicamente. Quizá porque no todo se me fue dado tan fácilmente y porque de pequeña vi el trabajo arduo de mi madre, quien de un modo u otro se las ingeniaba para conseguir algo de dinero. A la que no le dio pena vender comidas los domingos ni trabajar como aseadora en una entidad financiera en la que una vecina la recomendó. La que vendía revistas, algunas veces con buenas ventas sin exagerar claro está, otras veces teniendo que pagar las deudas que los sin alma le dejaban. Sí, lo digo así, con propiedad, los sin alma. Porque tiene uno que ser mucho, mejor no digo la palabra pero la dejo a la imaginación, como para comprar cosas y luego desaparecer. Obviamente, llevándose primero el producto. La he visto hacer tantas cosas por ganarse la vida y todas ellas me hacen mirarla con admiración, respeto pero también con compasión. Con ganas de devolverle en creces sus esmeros, sus esfuerzos, sus madrugadas, sus noches exhausta. Por todo ello, no concibo tener dinero en mis bolsillos sin compartirlo con ella. No sería capaz de gastar en mí lo poco o lo mucho sin asegurarme primero que pude solucionar o al menos aliviar alguna necesidad suya. Un día escuchaba una canción, casi que un himno para mi y que representa uno de mis grandes anhelos: «le pido a Dios que me alcance la vida y me de tiempo para regresar aunque sea tan solo un poco de lo mucho que me das». También le pido que alcance su vida para que disfrute, goce, descanse, para que sea todo lo que no ha podido ser, para que haga todo lo que tampoco ha podido. Ella lo merece. Es por que no concibo ver hijos que no ayudan a sus padres, que pasa el tiempo y siguen como sanguijuelas adheridos a los pobres viejos, que creen que todo lo merecen y que son los padres los responsables porque «quien los mandó a parir», «yo no pedí que me trajeran al mundo», y tantas frases estúpidas que me hierven la sangre sin mayor esfuerzo. Que no diera yo por mi madre. Para mi padre, no tuve tanto la fortuna de ser de gran ayuda; o tal vez si, no lo sé. Quizá hice, pero faltó más. El tiempo acabó para él y de pasó un poco para mi porque sin querer, sin pensarlo o presentirlo siquiera, esa mañana mi corazón también se detuvo y parte de mi tiempo quedó congelado hasta ese instante. Pero esa es otra historia para después. 

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