Él decidió morir
— ¡Scott! Para, no lo hagas… ¡SCOTT!
Mis gritos parecían silenciosos, nada lo detuvo. Y con aquellos ojos claros, mi corazón se desvaneció, al mismo tiempo que lo hacía él.
Era de aquellos chicos de belleza diferente, no atractivo como esos que se ven en revistas o en las redes sociales, Scott era guapo pero a su manera; poseía un precioso cabello castaño rubio, que le gustaba llevar un poco largo, a veces pasaba meses y lo dejaba crecer tanto que lograba hacerse unas muy sexys coletas; otras se cortaba los costados y se dejaba un poco en medio, pero de la forma que fuera su rostro era el mismo, dulce y varonil. Para adornar de forma espectacular, sus ojos eran de un atractivo color miel que combinaban con su piel clara. Tenía solo dieciocho años, yo era un año menor y como diez centímetros más bajita.
Amaba el color rojo de una forma obsesiva, cualquier cosa que llevara ese color era genial para él, autos, llaveros, adornos, ropa y de más, siempre decía que si algún día pudiera tener la capacidad, su casa sería roja desde la baldosa hasta el techo; no le importaba si sonaba loco con esa idea, era un fiel amante del rojo. También tenía un humor muy extraño, contaba chistes o hacía referencias que nunca ibas a entender si no conocías las cosas que él conocía, siempre sacaba chistes y comparaciones de sus series, películas y libros favoritos; además era un seguidor empedernido de Jane Austen y Edgar Allan Poe. Su ropa era única, ya que su madre trabajaba como diseñadora y se encargaba de crear atuendos solo para Scott y obviamente haciendo una mezcla de rojo con otros colores en todas sus prendas.
Recordaba perfectamente y de una manera tan clara el día que lo conocí. Porque dirán, ¿Cómo una chica tan corriente y nada extraordinaria se topó con alguien tan diferente y genial como Scott?
— ¡Hey!, ¿piensas lanzarte? —Mi camino del colegio a la casa era largo y en medio del recorrido debía cruzar un puente peatonal por sobre unas bodegas abandonadas. Y un día, que estaba el cielo nublado durante mi cruce por dicho puente, lo vi. Estaba de pie sobre el borde del puente, mirando hacia abajo, para ese entonces su cabello estaba corto, muy rubio y con las raíces oscuras, con un bonito peinado de lado—. Porque si te vas a suicidar lanzándote, te recomiendo que no lo hagas, al menos no desde este puente, no es demasiado alto y si caes, podrías llegar a sobrevivir al salto y quedar en cuidados intensivos y si te salvas de eso, quedarías con una lesión de por vida.
—Gracias por la recomendación, pero no pensaba lazarme, solo estaba viendo hacia abajo, es divertido contemplar las cosas desde puntos diferentes, me gusta ver la ciudad así. Hasta ese momento no me había visto fijamente, pero ahora sus ojos estaban puestos sobre mí de una forma tan intensa que me causo escalofríos.
— ¿Y de verdad logras ver la ciudad desde ahí?
—No, pero quería sonar muy poético y genial, ¿funciono? —Al terminar de decir eso se bajó y se aproximó hasta mi con una sonrisa, en su labio tenía un piercing que nunca se quitó.
—Algo.
—Soy Scott, es un placer. —Estiro su mano derecha hasta mí. No tuve de otra más que aceptar su saludo.
—Soy Mori…
— ¿Mori?
—Moriam, pero prefiero que me digan Mori, suena más adorable.
—Es un muy bonito nombre… Y pareces muy espontanea…
— ¿Por qué dices eso?
—Te acercaste a hablarle a un chico desconocido que posiblemente pensaba en quitarse la vida y tú aun así le hablaste, eres espontanea.
—Siempre he sido así, nunca me considere “espontanea”.
—Te invito una taza de café, hay un lugar genial cerca.
Ni siquiera tuve que decir algo más para impresionarlo, desde ese momento nunca más nos separamos. Él era muy divertido y animado, mientras que yo era muy callada y aburrida, no había razones que explicaran su decisión. Y mientras más lo pensaba, no encontraba un motivo. Porque, a veces no se necesita padecer de depresión o de una enfermedad mental, a veces no se necesita tener una vida miserable, a veces no se necesita estar solo, a veces no debe existir un motivo y solo a veces… Solo se necesita que las ganas de existir se vayan.
El cuerpo de Scott nunca fue el de un gran deportista, es más siempre fue terrible para el deporte, solo le gustaba la natación y ni teniendo una piscina en casa nadaba, era muy flojo para esas cosas. Era delgado, aunque un poco marcado en el abdomen y aun siendo alto y delgado, lucia muy atractivo con cualquier prenda que usara, no era solo mi opinión, Scott contaba con una gran lista de seguidoras que odiaban verme cerca de él, aunque fuéramos amigos nada más. Pero algo que destacaba de él, era su manera de comer, no comía nada de carne y prefería brochetas de frutas. Ese chico era precioso desde el punto en que se le viera y ahora… El cuerpo de Scott reposaba sobre aquella camilla, con un tubo saliendo de su boca, sin moverse; podía ver como la vida se le iba, como su alma dejaba su cuerpo lentamente y ahí, estaba muriéndome yo también.
Contaba con una buena familia, unos padres entregados, era hijo único por lo que siempre fue muy consentido, su madre había perdido un bebé y era algo que causaba dolor a la familia si lo recordaban. Tenía muchos amigos, era el amigo gracioso y divertido, el amigo extraño con piercing y ropa cool, ese típico amigo genial que terminaba muriendo en las películas de terror. Analizaba tanto cada aspecto de la vida de él, buscando una explicación razonable para entender su decisión, pero no veía nada… Nada, Scott solo decidió morir.
— ¿Qué opinas? ¿Un disco de los Beatles? O ¿La saga entera de la Selección? —Scott estaba viendo una página de ventas por internet, mientras yo estaba sentada en el suelo intentando terminar mi tarea de inglés.
— ¿Ya no tenías todos los discos de ellos?, espera, ¿te gusta la saga de la selección?
—Es genial, digo es diferente y por eso me gusta, me he leído los libros en el computador, pero tengo ganas de tenerlos en físico.
—Bueno, dado que te gusta coleccionar y ya tienes una gran variedad de ese genial cuarteto, mejor pide el libro.
—Sí, eso pensaba hacer.
Por un momento lo mire, estaba concentrado, sonriendo mientras hacía el encargo de los libros, ese día llevaba unos pantalones cortos de Jean y una camiseta polo negra, su cabello era un desastre total pues acababa de bañarse y no se peinó, fue cuando descubrí que su cabello naturalmente era medio rizado. Además de ver la cicatriz en línea que tenía en la rodilla derecha.
— ¿Cómo te hiciste esa marca? —Apenas pregunte me miro de reojo.
—Un chico en la primaria, me molestaba mucho porque era muy alto, entonces peleamos en el jardín y caí de rodillas sobre las piedras y me hice una herida grande. Fue un drama entero, llamaron a mis padres, pare en el hospital con cuatro puntos y pues ahí quedo la dichosa marca.
A él nunca le importo contar sus cosas, era muy transparente… Al menos eso pensaba yo.
Deslice los dedos sobre su mano, la que no tenía llena de agujas y aparatos, estaba más pálido que nunca, su cabello largo y desarreglado, tenía unas pestañas largas y hermosas. Ahora estaba solo mirándolo, intentado encontrar una señal de esperanza, una señal de vida real en él, su pecho subía y bajaba tan despacio que creía que dejaría de respirar en cualquier instante. El sonido de los aparatos que lo tenían con vida eran campanas de tortura para mí, Scott desaparecía.
— ¿A dónde me llevas loco? —Me jalaba de la mano, casi arrastrándome, estaba haciendo un sol maravilloso y el día era el mejor de todos.
—Quiero que veas esto. —Dicho eso señalo a lo lejos un auto, color rojo, era un deportivo, como no se de marcas solo sabía que era como de las películas—. Mi padre me lo dio por mi cumpleaños, ¡¿no es genial?! Vamos, demos un paseo, será divertido.
Subimos al auto, por dentro olía a nuevo, Scott estaba casi enloquecido de la emoción. Realmente no creía que fuera suyo, pero lo era. Dimos un paseo largo, recorriendo las calles de la ciudad y parando en lugares para comer dulces, porque éramos amantes fieles de todo lo dulce. El recorrido termino en el puente donde nos conocimos, tomados de las manos caminamos hasta la mitad de este.
—Solo nosotros decidimos como tomar un puente, como una forma de cruzar o una forma de lanzar y detener todo. ¿Tu como lo usarías? —Sus palabras me tomaron por sorpresa.
—Como la manera de cruzar, da curiosidad siempre saber lo que se puede encontrar al cruzar un puente nuevo.
—Todos pensamos diferente.
— ¿Tu como lo usarías?
—Vamos a mi casa, seguro mis padres esperan y mamá debe tener una genial y deliciosa cena lista.
En ese momento debí notarlo, él pensaba diferente a mí, un puente para él, no era más que una forma negativa de ver todo. Termino por cumplir su deseo.
Tenía una silla disponible para que me sentara mientras acompañaba a Scott, o lo que quedaba de él, pero si lo hacía sentía un vacío, quería llorar, pero estaba seca, eso creía, pues ya tenía los ojos húmedos, rojos, hinchados, solo había trascurrido dos días y no me detuve de llorar jamás. Apreté su mano entre la mía, estaba tibio, quería que se levantara y me abrazara como siempre hacía, que esto fuera solo una pesadilla. Solo eso, pesadilla, pero no lo era.
Todo paso tan rápido que he llegado a culparme por todo. Ese día llovía, era todo un día espantoso. Scott llevaba casi doce horas desaparecido, sus padres estaban preocupados, yo había llegado a su casa para visitarlo pero me encontré con la angustia de unos padres. Él nunca hacia algo así y fue cuando el dolor de mi pecho apareció y nunca se quitó. Supe que nada estaba bien. No respondía el teléfono. A mi mente llego una idea, del lugar donde podía estar y corrí hacía allá.
Ya había dejado de llover, pero el día había quedado helado, húmedo, horrible. Mis pasos se apresuraron, pero no fue suficientemente rápido, cuando estaba llegando a la principio de aquel puente lo vi. Scott, como el día que lo conocí, de pie en el borde, su cabello ahora largo, estaba suelto, todo mojado, con eso supe que había estado bajo la lluvia adrede. Su ropa, llevaba su camisa favorita, una negra con un estampado de calavera, su mirada parecía vacía, estaba perdida hacia abajo.
— ¡Scott! —Lo llame, él levanto la mirada hacía mí, pero pasaron los acontecimientos tan rápido que pareció una película, que fue al comienzo en cámara rápida y luego todo se puso lento… Muy lento.
Él estiro su brazo derecho hacia un lado dejándome ver el collar que le había regalado su madre para su cumpleaños, un bonito pez de color rojo, no había expresión alguna en su rostro, soltó el collar y desde ahí fue cuando todo paso lento.
— ¡Scott! Para, no lo hagas… ¡SCOTT!
Mis piernas emprendieron el recorrido, comencé a correr hacía él, el collar fue cayendo lentamente al suelo así como Scott lo hacía, se lanzó de espaldas por el puente. Su cabello cubrió su rostro y cuando llegue hasta el collar escuche ese ruido estruendoso de aquel bonito cuerpo golpeando el suelo. Quede paralizada… Yo… No supe que hacer, mi corazón acababa de caer con Scott… Scott era mi corazón. Mis ojos llenos de lágrimas miraban el collar, no era capaz de asomarme a ver a mi Scott. Tarde como cinco minutos en reaccionar, tome el teléfono y llame a todos los que pude, los padres de él, el servicio de emergencias, a mis padres. Cuando termine tome valor, me puse de rodillas un momento para recoger el collar y al levantarme me asome… Scott estaba en el suelo, con el rostro hacia el lado derecho y el cabello cubriéndole todo menos los labios de los que salía sangre, su cuerpo no había quedado en una posición terrible… Al menos, sus piernas estiradas y sus brazos sobre su cabeza, comencé a llorar como un bebé, inconsolable, estaba sola ahí viendo el cuerpo del chico que amaba.
La gente no demoro en llegar, mis padres llegaron hasta mí, mientras veía como la ambulancia llegaba, entonces escuche eso que me calmo un poco.
— ¡sigue con vida!, ¡Debemos llevarlo rápido a la clínica!
Los paramédicos tardaron un poco en subirlo porque debían cuidar no provocar que las heridas empeoraran, podía morir ahí mismo. Y desde ese momento quede en shock.
Los padres de Scott estaban afuera hablando con los míos, yo solo veía el rostro de ese joven que me enamoro. Perdida entre pensamientos, dolor y su atractivo. No quería pensar en la muerte, pero Scott si pensó en eso, morir, ¿Por qué?
—Eres tonto, ¿sabes?, te dije que si querías suicidarte, no lo hicieras desde ese puente. —Me reía, aunque tenía los ojos llenos de lágrimas—. Nunca me escuchas eh, ¿viste?, ahora estas en cuidados intensivos, luchando por vivir, pero… ¿Por qué?, tu no quieres… vivir. —Baje la mirada, su mano estaba inmóvil como todo el resto de su cuerpo, rogaba porque al levantar mi rostro lo viera con sus ojos abiertos y sonriendo.
Los doctores no daban mucha esperanza, Scott casi se había reventado por dentro, llevaba dos días luchando por estar ahí, pero sabía que no quería eso, no quería ser salvado. Pero ninguno de nosotros quería que se fuera. Los policías ya me habían interrogado tres veces y tuve que contar lo sucedido muchas veces, los padres de él se negaban a creer que era suicidio, pero tampoco me querían culpar, confiaban en mí.
—Mori… ¿A cuántos chicos has besado?
— ¿Por qué preguntas algo así?, estás loco.
—Dime, dime.
—Bueno… Nunca he besado a nadie, ¿contento?, ya te dije mi vergonzosa verdad.
—Es lindo, así podré ser el primero.
— ¿Qué? —No pude decir nada más, los labios de Scott estaban sobre los míos, estaba petrificada, uno de mis sueños hecho realidad, me había enamorado de él casi al momento en que lo vi. Sus manos cálidas rodearon mi cuerpo, tomándome por la cintura y así corto la distancia entre nuestros cuerpos. Mis manos temblaban pero de alguna forma tome fuerza para poder rodearlo por el cuello. Estaba casi de puntitas en ese momento, pero Scott tomo iniciativa de nuevo y me levanto. El beso era suave, lento, tan cariñoso y dulce que pude sentir eso que contaban por ahí, que podía tocar el cielo con los dedos. Me abrazo y yo a él, tal vez ese beso duro minutos, tal vez segundos, pero fue lo mejor de mi vida.
—No te alejes nunca de mí. —Susurro luego de haber escondido su rostro en mi cuello.
—No lo haré, jamás…
Era guapo, con una buena familia, grandes amigos, una buena novia, buenas calificaciones, cosas materiales y más, ¿Por qué había hecho eso? Scott era extraño, pero nunca se creyó que llegara al punto de quitarse la vida solo por aburrimiento. Todos trataban de entender lo sucedido, pero no había explicación, yo no la encontraba y me dolía pensar que él ya no tuviera una razón para seguir respirando.
—Joven, debe dejarnos a solas un momento, haremos un chequeo matutino. —El doctor me hizo salir de mis pensamientos y recuerdos. En realidad, no sabía para que hacía eso, si no le daba mucho de vida a Scott, lo hacía tal vez para tranquilizar a sus padres.
Para ese momento, intente soltar su mano, pero me encontré con que estaba aferrado a mí, no me moví, el médico me miraba esperando a que obedeciera.
—Su mano, me está sujetando.
—Eso no puede ser cierto. —Dijo el hombre canoso, quien se acercó hasta nuestras manos y vio que no era mentira. Pero me separo de su mano, su mirada expresaba molestia, sabía bien que ese hombre quería que Scott muriera, era menos trabajo para él. Iba a formar un verdadero escándalo para llamar la atención de los padres de mi novio cuando escuchamos un quejido, los dos miramos hacia el rostro de Scott, sus ojos estaban ligeramente abiertos.
— ¡Estas vivo!, por dios, por dios. —Me acerque a su rostro, buscando que abriera los ojos completamente y me viera.
—Déjalo, está despertando y debe sentir mucho dolor, recuerda que aun esta grave. —Dijo el médico, mientras se acercaba para revisarlo. Ahora los ojos color miel de él estaban abiertos como platos, parecía asustado y empezó a moverse de forma errática. El doctor se asustó y no fue el único, mi corazón dio un vuelco total. Scott comenzó a gritar pero eran gritos callados por causa del tubo en su boca.
—Calma, cariño, calma. —Y cuando termine de decir eso, comenzó a convulsionar, su cuerpo se arqueo hacia arriba tan horrible que creí que se había roto algo más. Después de eso, sus ojos se cerraron y nunca más se abrieron. Nunca.
Seis meses antes… De Scott
Las clases habían comenzado, mi último grado escolar daba su primer paso, estaba recargada de energías, sabía que todo sería grandioso, no era la más popular, tampoco la más inteligente, me encontraba en el cómodo término medio, no resaltaba mucho pero si era conocida y tenía la fortuna de contar con grandes amistades. En las vacaciones se me había antojado pintar mi cabello, pero resulto algo realmente mal y ahora lo tenía de tres colores, rubio que era mi color natural, rojo en las puntas y blanco en zonas que no entendía bien el porqué.
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