«Ellos decidieron entrar en el laberinto, aunque las señales indicaban dicho camino peligroso y la gente advertía sobre un mundo distinto.
Caminaban por los pasajes de aquella ilusión como si fuese real, pero el laberinto mostraba ser tramposo, y el camino se ponía confuso, en un momento decidieron separarse, así ella llegaba hasta el final del camino, mientras el esperaba que ella le mostrara la salida, cuando ella llegó solo vio una celda de metal, no muy grande, del tamaño de su mano, que al estar colocada en un pedestal, mortales trampas se mostrarían en el camino de su amado, pero si ella la acercaba a su pecho, el piso se abriría en dos para el, y lo conduciría a otro mundo sin trampas, donde pensaba ella, el podría caminar sin amenazas… Así ella encerró su corazón en una celda, y el sigue caminando, buscando el camino que lo lleve hasta ella».
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