Hoy alguien me preguntó ¿qué te haría feliz en este momento? Y realmente, esa es una pregunta que no haría cualquiera. Creería que esa persona hubiera esperado que le dijera un viaje, un carro, dinero para pagar mis deudas, una casa, beca, un helado, en fin… No sé. Quizá muchas cosas que deseamos en este momento sólo porque sí. Pero respondí que me haría feliz un abrazo. ¡Sí! Un abrazo de esos que te unen cada parte que tienes rota, uno de esos que vienen de una persona que conoce tu historia, que sabe lo que has llorado y, no sólo te ha secado las lágrimas, sino que las ha derramado contigo mientras no dice una sola palabra. Uno de esos abrazos que ya nadie da.

En este momento, eso sería lo que me haría feliz, realmente feliz.

Si pudiera subir al cielo de visita también lo haría, y le pediría a mi viejo que me contara un chiste o alguna de las historias de su vida que nunca pudo terminar de contarme. Y así, cosas que no son posibles pero que me pondrían una sonrisa, quizá infinita. Una sonrisa de esas que te dan reservas por mucho tiempo mientras llega otro abrazo, de esos, que ya nadie da.

En esta etapa de la vida sé que la felicidad es aquello que siempre te mantiene vivo. Las cosas materiales se acaban, se van, se desvanecen. Si la brutal fuerza de Dios quisiera, podría destruir todo lo que hay alrededor, pero lo que te mantendrá de pie, son esos pequeños detalles que quedan tatuados en tu memoria. Esos detalles que ya nadie da.

Un abrazo te puede hacer feliz por la eternidad. Un abrazo de esos que te dicen “todo estará bien” así el mundo esté destruido. Un abrazo es esperanza, es fortaleza, es amor y Dios es… ÉL ES AMOR!!.

Jules Acevedo Kleinner.

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