Querida Rosedryrain:

Hoy, porque te conozco, sé que seguirás ardiendo por dentro en las mismas ascuas de ayer, como un enorme trozo de leña que, a su pesar, nunca termina de consumirse.

Sé que anhelas aunque fuesen las cenizas (por fin las cenizas) porque en el fondo de ellas ves una playa  de paz en la que poder finalmente descansar con los ojos cerrados al sol y los párpados mojados de tanto llorar de vida.

Sé que, como siempre, ardes por dentro porque querías saber quién eres en realidad y te disuelves en ese falso sentimiento de que ya no tienes tiempo para saberlo todo, te devora el miedo a irte un día sin, en realidad, saber nada, sin haber plantado todos los árboles, escrito todos los libros y haber alumbrado todos los hijos que la vida te reservaba .

Sé que sientes que tu pereza es la culpable de que existan otros mundos y sientes a la vez que todos se te escapan.

Pero hoy te diré quién eres realmente porque hoy sufro yo por ti, porque sin que tú lo sepas siempre me ha llegado el olor de tu fuego, el sonido de tus lágrimas y el sabor de tu alma inflamada e inconsolable.

Y es que tú no estás en realidad en esa hoguera en la que crees vivir,  ni tampoco existe ese tronco de encina que arde en tu interior hasta el desasosiego.

Sufro porque no sé cómo hacerte entender que tú vives en realidad en el fondo de un río caudaloso de agua cristalina, eres una piedra que va arrastrando y puliendo la corriente que baja desde el corazón de esa sierra que nunca podrás conocer, eres la música del choque del agua contra las rocas, sin la cual la montaña sería un campo muerto de silencio.

Y, como la piedra que rueda en la corriente, no necesitas moverte para ir cambiando de forma, de lugar, de color,  ni de sonidos.

Sufro porque sé que, desde el fondo,  ves saltar a los salmones que, en la superficie, vibran como flechas vertiginosas y se azaran para vencer la corriente río arriba, en busca de su sagrada misión de perpetuarse y siento que querrías a veces ser como ellos, y tener también una misión que te costase la propia vida para, por lo menos,  saber dónde está el final y el principio del Todo.

Pero te olvidas de que tú no eres uno de ellos porque el gran Dios de la Montaña quiso que fueses piedra del río,  y quiso que la música la compusieses tú con Él.

Porque tú puedes ver a los salmones pero ellos nunca sabrán de tu existencia, tan solo oirán tu música y les servirá de estímulo en su frenética ida hacia su destino,  pero nunca entenderán de dónde viene en realidad.

Por eso hoy te doy este consejo: no te muevas más en mil círculos de mil ansias, deja de arder porque no eres madera y nunca terminarías de consumirte, y deja que el agua del deshielo lo haga todo en ti.

No te muevas porque, parada, facilitas tu fascinante viaje.

No te muevas porque, si te mueves, no podrás oír tu propia música.

Ya tienes vida, no necesitas volver a crearte.

Siempre tuyo

CM

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS