Siniestra es la hora en la que el cielo se vuelve oscuro. Apenas le da tiempo a iluminarse con cada rayo que cae y el sonido de la lluvia golpea en el suelo de la silenciosa habitación, llenando poco a poco de agua la madera.
Mientras, se oyen los dedos tecleando en el ordenador.
Las tablas crujen a la vez que los truenos. El viento mueve las cortinas. Y se hace el silencio. Solo lluvia contra el asfalto. Solo lluvia.
Un rayo vuelve a iluminar el cielo. En el edificio de enfrente se descubre una figura humanoide. No. Demasiado rápido. Han sido imaginaciones.
Otro rayo vuelve a iluminar el cielo. Esta vez una cara aparece en la ventana mirando fijamente al interior del cuarto.
Beatriz grita en su interior. Ilumina la ventana con el móvil, pero no aparece nada. Solamente el cielo, el edificio, la oscuridad.
Vuelve al trabajo, queda poco tiempo para entregar el trabajo y, fantasear, ahora mismo no está permitido.
La lluvia continua en el exterior, mientras la humedad se expande en la habitación. Cierra la ventana. Concéntrate. Sigue trabajando.
Las teclas se pulsan sucesivamente una tras otra formando cada palabra y cada frase. Página tras página se forma el texto.
Otro relámpago, esta vez más apagado. Parece que la lluvia se calma.
La cuerda de la guitarra suena una vez. Habrá sido el viento. Pero… la ventana está cerrada. Beatriz se gira despacio. Una figura enorme la rodea, la envuelve y la engulle.
El ordenador lanza un pitido. Solo queda un 5% de batería.
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