Bahía Espejo

Bahía Espejo

Próspero

01/05/2020

Después de dos horas de manejo, divisó un cartel:
«A 500 metros, salida».

Tomó la curva y entró a Bahía Espejo por calles anchas, de un pavimento casi blanco. Las casas bajas, despintadas, con techos de chapa oxidados, parecían hablar del paso del tiempo sin que nadie les respondiera.

Pasó frente al viejo cine del pueblo. En su vidriera, un póster descolorido anunciaba la presentación de un libro: “El espejo nunca miente”. No se detuvo. Siguió, buscando la bahía.

En una esquina, una mujer le gritaba a su amiga, haciendo catarsis en capicúa, pero él, una vez más, siguió de largo.

La calle empezó a volverse más arenosa a cada cuadra. Hasta que un nuevo cartel lo hizo frenar. Levantó la vista:
«Recreo Darse Cuenta».

Apagó el motor y bajó del auto. Todo era viento y desolación.

Pasó por un pequeño puesto de señaladores, cerrado. A través del vidrio, alcanzó a leer una frase impresa sobre papel envejecido:
«Lo que te molesta es una parte tuya que no querés ver».

Siguió hasta la orilla. Se arrodilló. Tocó el agua.
Abstraído, bajó la mirada.

Y se quedó ahí, inmóvil, contemplando su rostro en el espejo.

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