…Sopló y sopló…
Y la casa embargó.
El lobo apresurado bajaba la loma para así encarar al cerdito endeudado.
<¡Jo Jo jo!> vociferaba entonces el can trajeado <¡A tus hermanos ya he confiscado los bienes que no han pagado!>.
<¡Malvado truhan, corazón de latón, déjanos vivir en lo queda del cantón!> chillaba desde dentro el cerdito mayor.
<¿Cuanto tiempo han pasado con su deuda conjunta, qué me tienes que decir ahora que vengo a cobrar lo que en ley se firmó? Acordado estaba, juraste y pecaste, no hay más disputa.>
Llegaba a saltos el asistente del burócrata, reloj en mano, zapato en pata, el conejo apresurado se hizo presente. <¡Se hace tarde, hay que actuar de lo contrario Alicia se va a escapar!>
<¡Desalmados, a qué Dios han de orar, también a Alicia le van a cobrar!>. Gritaba el cerdito menor dentro del hogar.
<Ella y Ricitos son criminales, han pasado ratos en terrenos que no son comunales> Decía el lobo contento de su sentencia afirmar con todo y papeles lo podía sustentar. <Debían pagar su derecho, no hay exclusión, una dejo el sitio maltrecho y la otra difamación!>
<¡Impuestos por esto, multas por aquello, el interés es molesto y las cuotas te hacen perder el cabello!>. Sentenciaba el hermano de en medio mientras por la ventana la cabeza asomaba. <¡Me he enterado, no nieguen tal acción, sin smartphone a Caperucita han dejado y en sus normas dicen que todo es perfección!>.
<Me acusa el cerdo aquel, el verso es nuestro, están sus firmas en el papel ¡Te muestro!>. Se acercaba el conejo mostrando en las hojas los nombres y firmas que no eran pocas.
<No es personal, les digo, ahora salgan ya que todo debe ser formal>
Y así termina este cuento, queridos lectores, el fomento de estos tiempos, no sean deudores.
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