Todas las tardes mis mejores amigos; David, Víctor y yo, jugábamos en un lugar especial. El puente que conectaba nuestro pueblo con el otro ubicado en el oeste; debajo corría un rio, fuerte en algunas épocas del año. Preferíamos jugar en el agua cuando estaba más calmado, en un bosque pequeño en su periferia y en el mismo puente; aunque nunca nos atrevimos a meternos debajo, era completamente oscuro.

Un día llego una niña nueva a clases que recientemente se había mudado al pueblo; no tenía amigos, además de que era poco sociable. Un día nos pregunto si podía jugar con nosotros, todos aceptamos y pasamos una de las mejores tardes de nuestras vidas; le advertimos que no viniera sola y no se metiera debajo del puente, inmediatamente ella clavo sus ojos en la oscuridad y parecía que su mirada se perdía en ese abismo negro, que a nosotros tanto nos aterraba.

Luego de un tiempo descubrimos que tenía problemas familiares, por esta razón todas las tardes iba a despejar su mente, jugando con nosotros. Un día no pudimos asistir a nuestra cita de juegos; el hermano de David estaba de cumpleaños y todos asistíamos a su fiesta en la tarde, luego de esto seguimos acudiendo a nuestro lugar predilecto, pero ella nunca volvió.

Así pasaron los días hasta que descubrimos que había desaparecido; el causante fue una pelea domestica que se había pasado de tono. Lo único que dejo antes de desaparecer fue una nota, decía: “no aguanto más esta casa, me voy al único lugar donde me siento segura, con mi único amigo”. Escuchamos de la policía que noches anteriores iba a un lugar y por la carta se teoriza que se reunía con alguien; nosotros no queríamos aceptarlo pero muy adentro sabíamos dónde estaba.

Un día nos hizo una pregunta muy extraña: “¿chicos, porque nunca van debajo del puente? Adentro es como una fiesta”. Al día siguiente reunimos valentía para adéntranos allí abajo; llevamos linternas y toda clase de cosas para sentirnos seguros. Había dos franjas de tierra a cada lado del rio, por donde podíamos caminar, pero la visibilidad era pésima; encendimos las linternas y caminamos en fila india, era la única forma de caminar allí.

El lugar era muy húmedo y el techo goteaba. Unos minutos estando allí adentro, Víctor se paralizo; al palpar la pared sus manos se tiñeron de rojo, decidí apuntar al techo con la linterna y hay la vi, mejor dicho a sus partes.

Estaban colgadas como si fueran globos de fiesta; como una bienvenida macabra salida de nuestras peores pesadillas. Inmediatamente salimos corriendo del lugar, estúpidamente mire hacia atrás, hay la vi con forma humanoide, un cuerpo indescriptiblemente deforme, como si algo hubiera tomado posesión de su cuerpo. Le contamos todo a la policía, quienes investigaron y encontraron esa escena grotesca, estaban todas sus partes menos la cabeza.

Por años pretendí que todo lo sucedido no fue real pero se me hace imposible olvidar sus ojos, sin alma, vacíos, pidiéndome ayuda; me presionaron de una manera que jama había sentido. Tiempo después David necesito ayuda psicológica y Víctor se suicidó víctima de sus atroces pesadillas.

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