El último día de verano tuvo una tarde más opacada por la lluvia que por el viento. Las velas llevaron lo último de la bebida lejos de la orilla, yo iba con ella. La tenue luz del ocaso daba un ultimo respiro a mis ojos, solo me quedo ver al viejo viejo sol moverse con mis pestañas mojadas. La tarde duro un segundo más de lo habitual, aunque no tenía porque. Quizá tuvo un sentido echar palabras al tiempo, uno que resulto ser tan cálido a pesar de la lluvia. Aquel vino disfrutó de lo absurdo en mi mente. Recuerdo la mejor conversación que haya tenido,todo flotando en aquella forzada insularidad. La elocuencia tuvo un publico apropiado. Hable de estrellas y hojas de papel. Le conté que ame a más de una mujer; que recite de pequeño un único poema del que no recuerdo una sola palabra; nadie fue a verme ese día, al menos no ella. Una noche de lluvia espere a mi padre en la puerta viendo a las canaletas llevarse el tiempo cuesta abajo donde, en algún punto,estoy seguro, alguien también fue testigo de la misma continuidad. Hablamos del día que partí de casa buscando lo que creía querer; no tuve pena de irme; años más tarde fui consciente del dolor de ese día y pase a sentir. Con la última gota le dije que hace poco me había enamorado y que recuerdo su mirada con una sorpresiva gratitud; también le explique lo complicado de mis pesares. El último parpadeo me dejo leer la etiqueta, pero solo recuerdo haber visto mi nombre en letra española. No tuve intensión de volver y menos de callar; aun así, el agua se llevó mi deseo y, como las canaletas de otro día lluvioso, me devolvió al tiempo de todos que… Ahora lo veo, se olvidó de esa botella por un maravilloso segundo.
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