EN TIEMPO DEL CORONAVIRUS.

Autor: Rodrigo Morales Pérez

Ilustración: Everardo Avendaño Sosa.

Caminaba por la calle, su cuerpo tambaleaba, varias veces estuvo a punto de besar el frío concreto de la banqueta, enojado balbuceaba una que otra mala palabra. Había sido una gran noche de parranda, en el bar de la plazuela del centro, bebiendo, bailando y cantando alegremente con sus amigos; una que otra caricia de una hermosa chica y algunos fugases besos. Ha como pudo llego a su casa, fue difícil abrir la puerta, apenas entro camino directo tirándose sobre su cama. El despertar espantoso, dolor de cabeza y las náuseas lo atormentaban, la cruda de su gran parranda estaba haciendo estragos en él, fue al baño a tomar una ducha, se vistió con ropa cómoda y ligera, después al refrigerador bebió agua como desesperado y salió a la calle para degustar un delicioso mondongo caliente, picoso acompañado de sus tortillas tostaditas, su cebolla y cilantro, nada mas de imaginarse esa delicia se le hacía agua la boca, al abrir la puerta de su casa noto algo extraño no había gente en la calle, de una colonia tan bulliciosa y alegre. ¿Pues qué sucede se preguntó? Cosa rara y extraña, pero continuo su camino dos cuadras, caminaba extrañado; los negocios cerrados, las casas cerradas, ni gente en la calles; observaba incrédulo mirando de lado a lado, por fin llego a la fonda donde degustaría el delicioso Mondongo que dicho sea de paso es especial para curar la cruda. ¡Oh sorpresa! el lugar cerrado, la preocupación lo invadió, su cuerpo se sacudió por un escalofrió que lo recorrió de pie a cabeza y no fue por la borrachera, el temor se apodero de él inexplicablemente, así que regreso a su hogar corriendo con todas sus fuerzas, no miraba atrás ni por curiosidad su cuerpo era presa del espanto sin entender porque, la llave parecía no encontrar el cerrojo para abrir la puerta, cuando entro corrió a su sillón, tomo el control de su televisor y lo prendió, busco las noticias y estas anunciaban, lo que antes era para el tema de burlas y juegos, de conspiraciones para espantar la humanidad. ¨El Coronavirus es una realidad en nuestra ciudad, no salgan de sus casas, es la única oportunidad que tenemos para no contraer la enfermedad¨; apago su televisor nervioso y preocupado, tomo su celular entre sus manos temblorosas, le envío mensajes a sus amigos preguntado si ya sabían lo que estaba sucediendo, todos estaban enterados, preocupados por sus actos irresponsables de su día a día, preguntándose ¿Estaremos contagiados? Abrió desde su celular el Facebook, observa y lee atónito las noticias, en China, Italia, Francia, España, Estados Unidos, miles de infectados, cientos de muertos, y un terrible panorama en Ecuador, vídeos donde se veían cuerpos calcinados en la calle, gente cayendo, sus ojos se humedecieron, fue ahí donde comprendió la magnitud del problema y la gran irresponsabilidad conque él y sus amigos se habían conducido, busco datos sobre todo lo que sucedía en su país, en México el maravilloso país de sus padres, de sus hermanos, familiares y amigos. Pero la mayor de las sorpresas se las llevo para no perder la costumbre de sus políticos quienes en lugar de solidarizarse con el actual Presidente de la república y luchar codo a codo junto a él y todos y todas los valientes doctores y enfermeras, solo criticaban deseando una devastación en el País para culpar a su adversario, ¿qué pasa con nuestra clase gobernante? se preguntó, comprendió que si quería seguir disfrutando de la vida y de sus placeres tenía algo tan sencillo por hacer quedarse en casa, esa era su decisión y responsabilidad de nadie más, solo era de él, respiro profundamente, se puso de pie y reviso su despensa, camino a su refrigerador y lo abrió, ¡oh Dios! no había en ella grandes cosas, su billetera la abrió con mucha incertidumbre, sus ojos brillaron al ver en ella dinero. En ese momento tomo la decisión más importante en su vida, ser sobreviviente de esta pandemia. Todo cambio desde ese punto, no hubo más fiestas, no desperdicio más comida, aprendió a rezar pidiendo a Dios por su vida y la de los suyos, también por el resto de la humanidad, se acordó de sus padres a quienes ahora llamaba constantemente, aprendió a disfrutar de la lectura, aprendió a observar, cada noche miraba a través de su ventana la hermosa luna y las brillantes estrellas, por el día admiraba el radiante sol, disfrutaba del canto de las aves, asombrado disfrutaba de ver bailar las ramas de los arboles al compás del viento. Saboreaba como nunca cada sorbo de café y migaja de pan, y por fin se conoció así mismo. Poco a poco sus alimentos se agotaban, pero su fe y esperanzas crecían, le cortaron el internet, el cable, su teléfono celular, ahí aprendió a escribir poemas, le escribió a su madre, a su padre, a sus amigos, a la luna, al sol, le escribió a Dios, entonces descubrió que de poco o nada le servía su ropa de marca, sus perfumes caros, su licor fino, su dinero, estaba solo. Comprendió que lo más hermoso y maravilloso de la vida era compartir con los demás, que los mejores recuerdos, son esos pequeños momentos que disfrutas con las personas que amas, las mejores sonrisas son aquellas que no cuestan nada, que son sinceras, se prometió y prometió a Dios que si le daba una oportunidad; al pasar la tormenta seria otra persona, muy diferente, que amaría al prójimo, que disfrutaría de las pequeñas cosas, que son en realidad lo más grande. Encerrado durante cuarenta días, sin prisa el tiempo transcurrió; una mañana tocaron a su puerta, temeroso se asomó por su ventana, eran sus vecinos a quienes no se había tomado la molestia de conocerlos, abrió y supo que el peligro había pasado, salto de inmensa alegría, se abrazó con ellos, comieron juntos, corrió al teléfono para llamar a sus padres, después fue a la iglesia a dar gracias a Dios por esta nueva oportunidad, lloro y seco sus lágrimas, y fue a comer ese caldo de Mondongo que había dejado pendiente, compartió con los ahí presentes, llamo a sus amigos. Y cambio su vida para siempre, hoy no busca un nuevo mundo, él es alguien nuevo para el mundo, se llenó de amor, mato el egoísmo, se encontró consigo, descubrió que lo material de nada sirve sino se comparte con nadie. Aprendió la lección y hoy te pregunta: ¿Aprendiste o serás el mismo?

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