Quién pudiera

abrazarte bien hondo, como

se abraza lo tierno y mullido.

Decirte con mi abrazo que

no existe  el horror,

ni las moscas,

ni las mil negruras que

puedan desgarrar esa tibieza

que hace de puente

de mí a vos, 

de mis horas que sobran

a las tuyas que se rompen,

de mi fuerza que se agota

a tus ojos que apenas me ven.

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