Una noche entre la hierba…

Durante una gran tormenta un niño le preguntó a su padre:

– ¿papá por qué ya no puedo ver televisión? -, un silencio abrumador se apoderó de toda la habitación.

– Porque no hay nada bueno en ella – respondió en tono de prohibición, por la mirada llena de tristeza del niño pudo ver que su respuesta lo había dejado insatisfecho.

El cielo estaba negro, el sonido de las balas retumbó en toda la casa, en ese instante comprendió que su hijo ya no era tan pequeño como el creía, pues ya era capaz de entender por que en ciertas ocasiones en casa no se veía televisión.

En ese instante, tras un breve silencio que parecía eterno, surgió de la profundidad de la noche el primero de ellos, el verde en las hojas se hacía mas intenso y aquel color que alguna vez pudo ser alegría, le generaba ahora un terror tal que congelaba sus huesos y lo privaba de todo razonamiento coherente. Por su mente apareció un viejo recuerdo sobre la vez en que escuchó un trueno que casi mata a su abuelo, eso lo trajo de nuevo en si y le recordó que ya no estaba en la vereda olvidada de Boyacá, que ahora se encontraba en Bogotá, junto a su hijo, quien le preguntaba que pasaba allá afuera.

El viejo reloj que su abuelo le dejó antes de morir sonó varias veces en la habitación contigua, eran las 7 p.m. aunque parecía más tarde, el cielo no estaba estrellado y la oscuridad aterradora de la noche le helaba la sangre; de repente su instinto paterno resurgió de lo más profundo de su ser, tomó al niño entre sus brazos y partió con dolor de su casa, dejando tras de si una cama, un viejo reloj heredado, un televisor que ya no servía más que como mueble decorativo, dejaba allí una vida entera, “una nueva vida”.

Corrió por las calles bombardeadas buscando escapar de aquellos hombres que transmitían dolor y muerte a su paso, se detuvo por un momento agotado por el precipitado escape y en ese instante escuchó a su hijo quien le decía con voz temblorosa: – ¿papi qué es lo que suena? – el estruendo de una granada ensordecedora llegó hasta el, desubicándolo, sus brazos perdieron completamente la fuerza y debilitado dejó caer al pequeño.

Al volver en si halló junto a él un pequeño cuerpo frío e inmóvil, por un momento su corazón se detuvo, y una sudoración fría empezó a salir de su frente, al observar con claridad notó aliviado que no era su hijo, suspiró suavemente pues sabía que él estaba vivo, pero ahora no lo veía por ningún lado, había desaparecido, se lo habían llevado.

La sangre es más espesa que el agua, y el vínculo entre ellos era indestructible aunque la dura situación los alejara involuntariamente. La gente corría en todas las direcciones, huyendo de los hombres que venían y se los llevaban para nunca mas volver.

Los perros ladraban bajo la lluvia, las sombras de los guerreros que se erguían en la noche se hacían más pequeñas, regresaban a sus casas cansados de hacer “justicia” en la oscuridad, entre la hierba; ahora no había nadie junto a el, estaba solo, no podía creer que había perdido lo único que le quedaba en la vida, se maldijo, se golpeó pensando en su vida miserable, envuelto en una guerra de la que no hacia parte, sentado en los escombros llorando como un niño desconsolado que pierde algo de gran valor, cerró los ojos y esperó el alba en silencio, meditando sobre su situación decidido a ponerle fin a sus días ya sin sentido, cuando de repente escuchó una vocecita que le decía alegremente al oído: – no me asusté, ya soy grande -, al voltear vio los ojos sollozantes alegres de su pequeño hijo, su corazón estaba de nuevo lleno de amor. En ese instante comprendió que no quería una vida con noches llenas de miedo y días caminando entre los escombros de una ciudad olvidada y envuelta en la guerra, una guerra que nunca tuvo sentido, se dio cuenta que el amor le daba las fuerzas que su cuerpo y su alma necesitaban para seguir adelante, notó claramente una oportunidad nueva lejos de allí, se dio cuenta de que nada tenía sentido vivir con miedo y con una voz suave le dijo a su hijo:

– Dame la mano, iremos a caminar-.

¡Ah! y esta, es la historia de un campesino en la ciudad, una ciudad que hoy está envuelta entre la hierba.

Fin

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS