¿Cuántos chicos, hombres, mujeres, niños, ancianos… viajan por día en nuestro inolvidable y lento Chaco Corrientes? Muchos verdad?. Inolvidable porque la historia que voy a contarles es así: Inolvidable y lento porque cuando más apurados estamos las leyes de Mhurpy se hacen notar y nuestro amigo micro es una tortuga, ideal para esta historia Inolvidable.

Pero pasemos a esta conmovedora y hermosa historia de amistad? De amor? Creo que nuestros amigos oyentes darán libremente su opinión… y todo se verá mucho más claro para Santiago que

cómo todas las tardecitas espera que por la ruidosa y triste Avenida Alberdi aparezcan las grandes letras de Ticsa anunciando que es hora de ir a Corrientes a cumplir con las tareas diarias.

Era una hermosa noche de viernes, no hacía falta grandes abrigos y mucho menos preocuparse por lo que vendrá, era fin de semana y todo se veía bien.

Santiago en su espera no pudo resistirse a la voz entre cortada de un vendedor de chipá; chipá de aquí, chipá de allá, Santiago termina comprando una bolsita para que el viaje sea más placentero.

Ya arriba, Santiago como todo observador nato miraba que lugar está vacío o bien tener la oportunidad de sentarse al lado de una rica mujer; vaya suerte, para sorpresa y suerte de él las mujeres que subieron primero tomaron como en avalancha los asientos vacíos en más… del lado de la ventanilla, para que de reojo puedan mirar quien es el entrometido que se les sentará al lado. Santiago se detuvo en la mitad y por primera vez en su vida sabía que interiormente estaba sonrojado, por más que la mujer más bella de su vida no se diera cuenta que él la miraba y que con su mirada le decía que este sería el viaje más corto de su existencia. Santiago se sienta a su lado sin decir siquiera: Hola. Mudo, nervioso, mirando de reojo esas manos cálidas, esa mirada hacia abajo como contando las rayitas blancas del pavimento. Era sublime, Santiago no podía evitar observarla, pero cuando decidió romper el hielo Santiago ya se había devorado la bolsita de chipá, en más… los comió de una manera para que su hermosa acompañante no se diera cuenta que tenía hambre.

El micro acaba de salir de Resistencia, Santiago saca de su bolsillo interno una cajita de mentitas y con toda la timidez del mundo, como queriendo ocultarse debajo de los neumáticos por temor a la respuesta negativa le dice: Gustas una? Y vaya sorpresa: Si, responde ella con una sonrisa y los ojos en la mirada de Santiago que jamás olvidará, y la sorpresa fue mayor aún cuando esta bella mujer le dice con tono de tristeza: tenía ganas de esos bizcochitos… Santiago quería en ese momento retroceder, salir de debajo de los neumáticos, contar por ella todas las rayitas blancas, chocar con la espalada a todas las mujeres que subieron delante de él y tomar dos bolsas en vez de una sin antes agradecerle al chipacero por su existencia, pero no fue así. Tuvo que decirle soltando el aire que no quiso ser atrevido por temor al rechazo, Santiago consideraba que el chipá no era para una bella mujer teniendo en cuenta que la respuesta sería: no gracias, eso engorda o vaya uno a saber…

Su nombre era Mónica, estudiante de Ciencias Económicas, responsable, inteligente, deliciosa, tirana, agradable, muy agradable a tal punto que a pesar de tener 20 años su conversación tenía tanta vida, tanta fuerza, tanto entusiasmo que Santiago mirándola a los ojos no pudo evitar decirle que era la primera vez en su vida que se encontraba con alguien tan especial en una situación tan particular.

Fueron 20 kms de elogios mutuos, el resto de los pasajeros se agachaban porque sabían que por el interior del micro volaban flores por doquier, Mónica y Santiago lograron lo que muchas personas no logran en años, ser honestos desde el principio, desde el inicio de la propia transparencia.

Eran las ocho de la noche, Santiago tenia un asado en la casa de un amigo, ahí se juntaban amigos que hace mucho tiempo no se veían. Mónica rumbo a su casa, no debía llegar tarde, también había tenido un día de mucho estudio y su rostro estaba algo agotado, se podía percibir.

Ya, dentro de Corrientes, el micro dobla por Buenos Aires y Santiago sabía que quizás ese sea el último día que vea a Mónica, resignándose a encontrarla quien dice que día, que mes, o que año en el mismo horario y el mismo micro. Pero no paraban de hablarse, Santiago tuvo que jugarse por lo que sentía en ese momento y con mucha delicadeza y mirándola a los ojos le dice:

– Mónica, sos la mujer más encantadora que jamás haya visto, no te molestaría que tomemos algo?

– Pero tenes que ir a la casa de tu amigo, te están esperando. Responde Mónica con algo de duda y desconfianza

– No importa, no te preocupes, te gustaría venir conmigo? Estás invitada y eres bienvenida.

– No, no puedo… (tristeza, desilusión…) Pero si puedo tomar algo un ratito. Santiago se sintió el hombre más feliz del planeta, Mónica había aceptado su invitación y eso era lo más importante.

Charlaron más de una hora, los ojos de ambos brillaban y las servilletas de papel ya contenían el e-mail de Santiago, su dirección, teléfono y una que otra frase por la propia emoción de saber que esto era realidad.

No te pediré tu correo, no te pediré tu número

, quiero que de esto salga algo hermoso, al menos para ser recordado. Mónica no podía evitar sonrojarse y a su vez sentirse cómoda y bien.

Santiago la acompañó hasta la parada del 104 tratando de imaginar donde caería su casa, su barrio, su gente… pero eso era solo la imaginación de Santiago, sólo le restaba esperar a que Mónica escribiera o llamara. Al despedirse Mónica se ubica en uno de los últimos asientos de ese 104 semi vacío, Santiago se le acerca por una de las ventanillas y le pide su mano un momento para la sorpresa de Mónica, y desde la ventanilla Santiago le emite un beso alejándose de su vista.

Pasaron los días, Santiago la recodaba como si hubiese sido ayer, su perfume, su delicadeza, su feminidad y en una de esas noches Santiago al abrir su correo se encuentra con un e-mail de Mónica que decía:

Hola Santiago!! Recién hoy pude escribirte, porque ya no tengo Internet en mi casa y me da un poco de fiaca tener que venir al ciber, pero bueno, todo sea por comunicarme con vos. Me gustó conocerte, me pareces una buena persona, agradable, simpática en fin. Por ahí en algún momento cuando charlábamos y me dijiste que estabas por cumplir 30 años pensé, “uy que grande que es” y me sentí re inmadura al lado tuyo, además mis amigos, la gran mayoría tienen mi edad. Pero no creo que la edad sea un impedimento para que nos sigamos conociendo, así que espero que sigamos en contacto. Te dejo besitos. Moni. PD: No puse los acentos porque este teclado es re viejo y no entiendo como se hace. En el próximo mail busco otra máquina.

Santiago, al terminar de leer este correo le pidió a Dios que todo esto sea cierto y que si el amor y la amistad van de la mano no se preocupa, al contrario, se alegra saber que el amor es ciego y la locura lo acompaña.

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