Una casa para Maisha

Una casa para Maisha

A. Keller

04/06/2017

UNA CASA PARA MAISHA

Llevaba todo el día en el trabajo, casi sin comer; sin darme cuenta ya se había hecho la hora de acabar mi jornada laboral.

Mi redactora jefe me había dado la enhorabuena por un titular que esclareció algunaspistas en la investigación de un crimen que se había cometido en la ciudad hacía unas semanas.

Yo me sentía halagada pues en mi larga trayectoria creo que era una de las primeras veces que me felicitaban; aparte de eso la investigación de aquel caso me llevo muchas horas, llamadas y algunas cosas más y por fin, todo aquello se había visto compensado.

Podríamos decir que “hoy había sido un día estupendo”.

Llegué a casa , agotada como casi todos los días; a unos pocos metros de allí había un supermercado y decidí comprar algunas verduras frescas para cenar; estaba un poco harta de las comidas precocinadas y bocadillos.

-Me vendrá bien un poco de cocina mediterránea-

Para colmo de mis males, el ascensor no funcionaba.

-Vaya, sólo me faltaba esto

Así que decidí subir a pie aquellos tres pisos; no eran muchos pero entre el cansancio y el peso dela compra parecían interminables.

El primero fue como si nada; en el segundo piso ya comenzaban a temblarme las piernas y antes de llegar a mi destino hice una pequeña parada para tomar aire; por fin subí el último escalón que me dirigía a mi hermoso hogar, en la tercera planta.

Paré en la puerta y dejé las bolsas en el felpudo; abrí el bolso y busqué las llaves. Parecía increíble que cupiesen tantas cosas en un sitio tan pequeño; siempre se repetía lo mismo en mi cabeza.

-Tengo que tirar todo lo que sea inservible del bolso

Por fin las hallé.

Se hizo el silencio; solo se escuchaba mi intento por meter la llave en la cerradura y algo más.

Afiné el oído y dejé de mover las llaves; sentí un leve llanto a mi derecha; tragué saliva y gire mi cabeza lentamente.

Pude ver una pequeña mujer encogida de piernas. Sus brazos se aferraban a ellas como si fuera lo único que le quedaba en el mundo; Su larga melena negra caía sobre sus hombros y parecía que lloraba.

Me acerqué muy despacio hacia ella;

-Hola, ¿puedo ayudarte en algo? ¿Te encuentras mal?

Ni siquiera levantó la cabeza, seguía gimoteando sin consuelo.

Entonces me senté en el frío suelo junto a ella y decidí quedarme allí haciéndole compañía hasta que se encontrara mejor.

Notó mi presencia y se inclinó hacia mi probablemente buscando un hombro amigo; Un poco desconcertada le acaricié la cabeza.

Daba la sensación que era una mujer muy joven, vestida con vaqueros y una camiseta azul; olía muy bien y su pelo era sedoso.

Poco a poco fue tranquilizándose; su respiración comenzó a calmarse…

-Hola (volví a decirle)

-Hola… (Murmuró)

-¿Me vas a decir cómo te llamas?

En ese momento levanto tímidamente la cabeza; no podía creer lo que estaba viendo. Toda su cara estaba llena de sangre. Sus ojos hinchados me miraban con miedo….

-Me llamo Maisha…

-Maisha, que nombre tan bonito.

Sus manos se apoyaron en las rodillas y volvió a mirarme: vi que las tenía llenas de sangre.

-En mi país significa “vida” aunque la mía no está muy bien.

Tenía dificultades para pronunciar imagino que debido a las contusiones de su cara. Entre eso y el acento francés me costaba entender lo que decía.

Parecía africana; miré su cara, un hilo de sangre recorría su bello rostro. Me fijé bien y tenía una herida profunda justo entre los ojos.

-Maisha, ¿qué te ha pasado?

-Nada, cosas de la vida…

-Tendríamos que ir a un médico para que te viera. Estás sangrando mucho.

-No, gracias. Prefiero quedarme aquí.

-Si no me cuentas lo que te ha pasado voy a llamar a una ambulancia.

Entonces me miró y en su cara apareció el pánico…

-Si quieres que siga con vida no llames a nadie, por favor.

-Puedo al menos acompañarte a tu casa, ¿vale?

-Vivo aquí….

Me quedé callada; Nunca la había visto por el barrio y tampoco por el edificio ¿cómo era posible?

-¿Cuánto hace que vives aquí? No te había visto nunca…

-Ya, ni tú ni nadie. Vivo en el quinto piso; desde que llegué pocas veces he salido de casa. Mi marido no me deja.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo y tragué saliva…

-¿Esto te lo ha hecho tu marido?

Ella calló y asintió con la cabeza….

Me levanté apoyándome en las rodillas y respiré hondo. La impotencia y la rabia se adueñaron de mí.

-Maisha ¿puedes andar?

-Me duele todo el cuerpo pero creo que si lo intento….

Y lentamente se apoyó en sus frágiles rodillas e intentó levantarse. La cogí suavemente de los codos intentando ayudarla. Se incorporó como pudo, doblada y cojeando bastante se acercó hacia mi…

-Maisha, vamos a mi casa ¿vale?

-Es peligroso; si mi marido se entera no sé lo que sería capaz de hacer.

-Tu marido nunca va a saber que estás aquí; tranquila.

Volvió a mirarme y agachó la cabeza; puse mi mano sobre la suya y poco a poco nos dirigimos hacia la puerta.

Aún llevaba las llaves en mi mano así que abrí, cogí las bolsas del suelo y ayudé a Maisha a entrar.

Una vez allí llevé a mi nueva compañera hacia el sofá..

Muy lentamente se fue agachando y se sentó. La ayude como pude a tumbarsey poco a poco su gesto se calmó.

-En mi país, Somalia,esto tendría fatales consecuencias.

-Estamos en mi país Maisha; aquí las mujeres con tu problema tienen protección. No hablemos de eso ahora. Voy a curarte las heridas.

Me fui al cuarto de baño y saqué el botiquín; me senté junto a ella en el sofá y cogí gasas para limpiarle las heridas de la cara. Luego le miré las manos, tenía heridas defensivas y una uña arrancada. Le pregunté si tenía más heridas; se levantó la camiseta y pude ver justo debajo de las costillas un corte superficial y limpio.

-Tranquila; voy a curarte….te va a doler un poco.

-No creo que me duela nada ya…

La miré resignada y comencé a curarle aquella atroz herida.

Ni siquiera me cuestioné como había pasado tan sólo me parecía horrible lo que le estaba sucediendo.

En su rostro impertérrito ni un signo de dolor; sus ojos perdidos en algún lugar, escondían una lágrima que se resistía a caer.

La herida no era profunda así que la limpié bien con desinfectante y la tapé.

-Maisha, voy a hacer un poco de verduras para cenar. ¿Te apetecen?

-Te lo agradezco pero no tengo hambre. Solo necesito descansar.

-Bueno, te saco un pijama para que estés cómoda.

-Aún no sé cómo te llamas (dijo en voz baja)

-Me llamo Lucie.

-Gracias Lucie…

-De nada, Maisha.

Me dirigí hacia la cocina dándole vueltas a todo lo que acababa de pasar; en toda mi larga experiencia como periodista jamás me había sentido tan impotente en ninguna situación.

Estaba acostumbrada a contar casos en la sección “sucesos” de la revista donde trabajaba, peronada comparado con lo que acababa de vivir con Maisha; yo, una mujer de recursos, segura de sí misma, con la vida que siempre había querido vivir…. me encontraba en una situación con difícil solución.

Así que puse las verduras a cocer y preparé la mesita auxiliar del comedor para cenar, cerca de Maisha.

Me acerqué a mi cuarto y cogí un pijama nuevo que tenía guardado.

Al llegar al sofá vi a Maisha. Parecía agotada; estaba tumbada boca arriba con los ojos cerrados, apoyadas ambas manos sobre su estómago. Su rostro dibujado con algunas tiritas parecía emitir un mensaje de paz….

Me puse en cuclillas a su lado y le acaricié el cabello aun manchado de sangre;

Fui al cuarto de baño y humedecí una toalla con agua templada para limpiárselo.

Le quité la sangre con mucho cuidado..

-Es casi una niña…

Me levanté despacio para no despertarla; cogí una pequeña manta que había a sus pies y la tapé un poco.

Volví de nuevo a la cocina a sacar las verduras, ya había transcurrido tiempo de cocciónsuficiente y estaba hambrienta. Las preparé en dos platos y me dirigí de nuevo a la mesa.

-¡Qué bien huele! (murmuró Maisha).

-Pues si te animas aquí tienes tu plato, está muy bueno. Además, comer un poco te sentará bien y te ayudará a dormir.

Abrió los ojos y me sonrió; una gran emoción invadió mi cuerpo y pude sentir la paz en su mirada.

Era la primera vez que la veía sonreír y esperaba que no fuera la última.

-¿Que podía hacer para ayudarla? ¿Qué era lo mejor? (pensé)

Mientras calmábamos nuestro apetito hablamos un poco.

-¿Cuántos años tienes Maisha?

-25 años. El mes que viene 26.

-Y… ¿hace mucho que estás en España?

-Llegamos hace poco más de un año.

-¿Llegasteis?

-Sí, mi marido y yo.

-¿Tu marido es de tu país?

-No, él es de aquí. Vino a recogerme y me trajo.

-No lo entiendo Maisha. ¿Ya lo conocías?

-No, pero mis padres sí. Pensaron que aquí, con él, tendría una vida mejor y decidieron que viniera con él.

-Entonces tus padres no saben nada de lo que está pasando….

-No, no lo saben. Hace muchos meses que no hablo con ellos y es imposible comunicarme.

-¿Quieres que te ayude a intentarlo?

Una gran sonrisa iluminó su cara….

-¿De verdad me ayudarías?

-Por supuesto.

Seguimos cenando y no volvimos a conversar sobre nada más.

Ya eran casi las 23h; yo estaba rendida con tanto acontecimiento en mi vida; suerte que mañana era sábado no trabajaba.

Maisha cenó un poco y me preguntó si se podía quedar allí a dormir.

-Claro; Puedes quedarte en el cuarto que está al lado del mío.

-No quiero molestar. Prefiero, ni no te importa, dormir aquí.

-Maisha, aquí no molestas; pero si prefieres quedarte en el sofá puedes hacerlo.

-Gracias Lucie. Te estoy muy agradecida.

Recogí la mesa y le pregunté si estaba bien; me hizo un gesto para que me agachara y me dijo al oído…

– Mejor que nunca….

Yo sonreí, le acaricié la cara y me fui hacia mi cuarto.

Mientras me cambiaba de ropa escuché como ella lo hacía también.

Aquella noche me costó conciliar el sueño. No dejaba de pensar en todo lo que ocurría en el mundo e ignoramos…

Sólo el hecho de ayudar a Maisha a encontrar a sus padres consolaba mi desdicha y mi sentimiento de impotencia.

No pensaba ganar ésta batalla; sabía de sobra que la mayoría de mujeres maltratadas no denuncian a sus agresores y lo que también asumía era la probabilidad de que volviera junto a su marido. En estos casos son innumerables las decisiones que se toman y como se suele decir “hay que estar en el pellejo”.

A la mañana siguiente unos golpes muy fuertes me despertaron; me levante de la cama sobresaltada y escuche sirenas de policía.

Me asomé a la ventana medio sonámbula y pude ver, aparcados en medio de mi calle varios coches patrulla y ambulancias con las sirenas puestas.

La gente se agolpaba en las aceras mirando hacia el patio donde vivía y murmurando entre ellos.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Salí corriendo hacia el comedor. Maisha no estaba. El pijama que le había dejado por la noche estaba plegado sobre el sofá.

Me puse la bata y me asomé a la escalera.

Arriba, en el quinto piso, se escuchaba como hablaban. Me asomé un poco por el hueco de la escalera y pude ver a unos cuantos agentes en la puerta de la que pensaba, era la casa donde vivía Maisha.

Tragué saliva y me vestí todo lo deprisa que pude para bajar al patio.

Necesitaba saber que había ocurrido aunque me temía lo peor.

Cuando bajé me puse al lado de un vecino al que conocía.

Me contó que esta mañana se habían oído unos golpes muy fuertes, como disparos y que un vecino asustado llamó a la policía. Dice que al llegar derribaron la puerta y encontraron a una pareja muerta; al parecer el hombre mató a la mujer y luego se suicidó.

-¡Qué horror! ¿Verdad? ….que sigan pasando estas cosas (dijo indignado)

-Sí, es horrible…

Una gran tristeza rasgó mi corazón. No quería saber nada más, estaba a punto de llorar…

Al llegar a casa exploté y me senté en el sitio donde horas antes estaba Maisha, ahora sin vida…

Las lágrimas caían incesantes por mi cara; cuando me sequé los ojos vi algo que me dejó inmóvil……había una carta con mi nombre escrito sobre la mesa del comedor.

Era de Maisha….

“Querida Lucie:

En muy pocas horas me has dado todo el amor que me ha faltado en la vida.

Has sido mi salvación, me has cuidado, alimentado y querido sin pretender nada a cambio y yo……te doy las gracias de nuevo.

Es imposible que entiendas lo que pasará, pues los motivos que me impulsan a hacerlo son miles; necesitaría toda una vida para poder contártelo detalladamente y no dispongo de ese tiempo.

No puedo continuar así y lo que es peor, no soy capaz de dejar inmune al que me ha hecho todo ésto pues moriría con el terrible sufrimiento de que volviera a hacerlo con alguna otra chica.

Lucie, eres una mujer maravillosa.

Sólo quiero que sepas que por fin, he visto la luz y vuelvo a casa, allí de dónde vengo…….

Siempre te llevaré en mi corazón.

Dios me espera.

Maisha”

El lunes, cuando llegué a la oficina mi redactora me pidió que escribiera la noticia en mi sección pues, nadie mejor que yo, sabía lo que había sucedido.

Evidentemente lo decía por la proximidad de las viviendas ya que sabía que había ocurrido en el mismo edificio.

Así que me senté y encendí el ordenador dispuesta a contar la noticia.

No podía consentir que no se supiera la verdad porque era diferente de la que se estaba contando.

Sabía que me traería algún que otro quebradero de cabeza pero Maisha se lo merecía.

Mi pequeño homenaje a una gran mujer….

El titular:

“Mujer, víctima de malos tratos, asesina a su pareja y luego se suicida”

Acabé el artículo con una pequeña poesía.

“En mi mente el vago recuerdo del sollozo del mar;

en mis sueños como un pájaro ya sin cielo se hace grito al morir

y en mi corazón……Tú.”

Nunca te olvidaremos, pequeña Maisha.

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